Este año vuelve a entrar en Cataluña en las pruebas de acceso a la universidad una selección de poemas de Rosalía de Castro. Para preparar la edición y comentario de sus poemas, hacemos una introducción a la época, el movimiento romántico, el Postromanticismo, su biografía y las claves de su poesía, tan interesante en tantos sentidos. Para acercarnos a su modo de contemplar el mundo, hemos de entender e impregnarnos de esa tristeza profunda que penetra sus poemas. Dolor de la existencia, dolor de vivir, sentimiento radical de soledad existencial que se expresa en la saudade que no es sólo añoranza o nostalgia de algo perdido. En su poesía están presentes todos los matices del sufrimiento que afectan a la intimidad de un ser torturado y extremadamente sensible. Sus libros Follas novas (en gallego), 1880, y En las orillas del Sar -1884- (en castellano) tienen una profunda unidad de concepción vertebrada por la desolación, la enfermedad que arrastraba, las presencias inmateriales de los que ya no están, de imprecaciones contra Dios al que se le reprocha su silencio ante la angustia del hombre y el sufrimiento de los más débiles sobre los que parece cebarse la crueldad divina. En muchos sentidos, Rosalía anticipa la angustia que explorará Unamuno y los existencialistas del siglo XX enfrentados a la nada y el vacío.
Mis cinco alumnos reales de bachillerato asisten atónitos al desplegar de un mundo sentimental que les resulta lejano. Ellos no han conocido la angustia y el desgarro de necesitar a Dios y buscarlo entre la niebla y sólo percibir el silencio, ellos no han necesitado buscar un sentido a su vida porque este planteamiento sólo sirve para “comerse la olla” y además no hay respuestas. Ellos parten, parecen partir, del punto al que algunos de nosotros llegamos tras un largo proceso de reflexión, de dudas y angustias. Están allí y no necesitan hacerse preguntas que les cuestionen o planteen una búsqueda del sentido. Me doy cuenta de que el mundo de Rosalía les suscita atracción y rechazo a la vez. El eje de su modo de estar en el mundo es la intrascendencia (en el sentido de no trascendencia) y sobre todo el tópico más tópico que domina nuestro tiempo: la versión más utilitarista del carpe diem que lleva a gozar permanentemente y negar el valor del sufrimiento. Es bueno todo lo que proporciona placer y malo todo lo que nos aleja de ello.
Rosalía de Castro padecía (hoy diríamos) una profunda depresión endógena que podría haber sido tratada con fármacos y tal vez hubiera conseguido una notable mejoría en su estado de ánimo abocado a la desolación. Tal vez sí, pero entonces no hubiéramos tenido dos textos maravillosos que son Follas novas y En las orillas del Sar. El dolor es una buena fuente de conocimiento, el dolor nos hace humanos, la cercanía de la muerte nos ilumina. La negra sombra de Rosalía anidaba asimismo en la luz del sol, en los murmullos del viento, en la llamada amorosa del mar (que es la muerte) y que atrae al ser humano como los cantos de las sirenas. El lenguaje y el mundo de Rosalía es magnético para mí. Me seduce esa profunda tristeza expresada con hondura existencial y maravillosa naturalidad. Pero mis alumnos están desconcertados por muchas razones ante sus poemas y la negra sombra que los inspira. Cuando percibo esta distancia abismal entre lo que plantea la poetisa gallega y la realidad en que viven estos muchachos, advierto la brecha que se ha abierto entre una concepción existencial del mundo y la vida y la que es inspirada por los valores contemporáneos que no necesitan nada de aquello, ni se sienten compelidos a la búsqueda de sentido. Tal vez sea mejor, pero uno no deja de sentir como necesaria esa indagación interior sobre la realidad última. Creo que en definitiva buena parte, si no toda, la esencia del arte de todos los tiempos termina por ser opaca e intraducible al lenguaje de estos tiempos en que viven los jóvenes de dieciocho años para los que no existe el misterio salvo en los videojuegos de Final Fantasy o en el resultado de la final de Copa entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona.
Una pena sin duda, el pensar/reflexionar/meditar debería ser una asignatura obligatoria. No conozco aún a Rosalía salvo por el bachillerato y la ESO, pero me gustaría conectar alguna vez con su poesía.
ResponderEliminarA veces da miedo ahondar en uno mismo Joselu, podemos ver un vacío tan grande que nos atragantemos al pensarlo y esta sociedad consumista y materialista prescinde del vacío que deja la propia ignorancia, llenandonos de un aire en plan balón introgástrico de corporación dermoestética: ¿Quiere tener menos hambre de intelecto? Vea Salsa Rosa, Gran Hermano, desahoguese con Call of Duty o ¡simplemente duerma!
Si te sirve de algo he empezado la Ilíada de Homero de Cátedra, cuesta un poco más de lo que pensaba, pero me gusta que la lectura me pare y me diga: Eh tú! Que no me has comprendido bien, da la vuelta e intentalo otra vez.
Un saludo!
PD: Me gusta el cambio tipográfico, la lectura es más ligera y no cuesta demasiado leer.
ResponderEliminarBuscador de corazones, me alegro de que me digas lo de la tipografía porque es fruto del programa de tratamiento de textos y el nuevo ordenador y no sabía cómo estaría resultando. En cuanto a lo que dices de que la cultura (o incultura) que estamos viviendo aboca a rellenar el vacío con basura, creo que tienes toda la razón. Nunca fue tan hermosa la basura. Este es un texto filosófico de un filósofo llamado José Luis Pardo. Es un buen tema para pensar, pero ciertamente la basura, la banalidad (que no ligereza), seduce y llena el vacío que ya no percibimos. Gracias por tus comentarios que he leído maravillado. Un abrazo.
ResponderEliminarPues Joselu, yo entono un mea culpa porque no he leido nada de Rosalía de Castro.
ResponderEliminarQue desconexión más grande, que abismo, entre esa escritora y la juventud de ahora, es imposible que la entiendan, es verdad.
Me pogo a leer su poesía ahora mísmo y yo sí que espero estar en su misma onda... Esa tristeza que emana de sus escritos seguro que me va a llegar muy adentro. Beso Lola
"Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura."
ResponderEliminarSeguramente que muchos interpretarán que la frase anterior hace referencia a la juventud de hoy en día. Pues bien, resulta que estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
El conflicto generacional siempre ha existido.
Respecto a Rosalía de Castro, por la que siento auténtica veneración, ¿por qué pretendemos que sientan lo mismo que nosotros? Mis hijas se asombran de que no vibre con su música y si te digo lo que piensan del jazz...
No te desanimes, Joselu.
Hola Joselu, leyéndote se me vino a la mente este link que tiene que ver con eso de la "generación yo": http://buenamente.blogspot.com/2007/12/generacin-yo.html
ResponderEliminarEn verdad me preocupa que toda la inspiración de Rosalía haya sido resultado de la depresión en la que vivió porque si bien sus poemas delatan un encuentro cara a cara con la atroz angustia existencial, me pregunto si habrá también alguna escritora que esté a su altura y grado de profundidad pero que haya escrito desde el otro lado, es decir desde la luz. Creo que nuestros alumnos necesitan también escuchar la otra campana, ¿crees que valdría la pena hacer la prueba?
Un abrazo, gracias por tus artículos.
Lola, sumergirse En las orillas del Sar es terapéutico. Esta mujer estaba poseída por el estro poético. Es capaz de expresar el pensamiento más desolador y profundo con una frescura y naturalidad que fascinan. Sin duda, su lectura te llegará.
ResponderEliminarLuis Antonio, no me desanimo, pero estoy en una clase con cinco supervivientes (los otros cinco han ido desapareciendo) a los que he de hablar de Cervantes, de Tirso de Molina, de Quevedo, de Rosalía... y eso supone que he de ser capaz de transformar sus puntos de vista haciéndoles ver que detrás de todo existe lo universal y que esto es propio de todos los tiempos. He de acercarles la poesía de Rosalía y he de explicarles su mundo, tienen que hacer un esfuerzo por comprender. Yo ya hago el mío de hacérselo cercano, pero la labor intelectual consiste en eso: en comprender e intentar explicar. Esta generación que tiene todo está terriblemente desvalida poseída por un narcisismo que los hace frágiles, muy frágiles. No soportan la adversidad y evitan pensar. ¿Cuál debe ser mi misión? ¿Aplaudirles? ¿O darles caña? Entiendo eso del conflicto generacional, pero ahora en este momento me toca estar al otro lado, el no complaciente, el que intenta compensar la debilidad del otro extremo. Mi vida supone experiencia y en muchos sentidos rebeldía. Debería abrirse una dialéctica entre su mundo y el mío. No tendrán ese diálogo fecundo en otro sitio si no es en las aulas en que tendrán a alguien intentándose explicar durante una serie de horas, alguien mayor que ellos. Ellos lo necesitan. Que su mundo y el mío no son iguales. Por supuesto, pero a mi sobrino le gusta que yo ponga en cuestión su mundo (lleno de iconos fascistas). Que soy mayor, claro está, de ahí la dialéctica como la de los vasos mesopotámicos que nos traes. Es una dialéctica necesaria y que debería llevar a un enriquecimiento. Ahora podemos aportar mucho si alguien quiere escucharnos, y sí, es difícil, pero para eso me pagan y con eso disfruto: llevándoles mundos diferentes a los que tienen ocasión de conocer en su vida esquemática dictada por los mass media. Y si Rosalía les choca, mejor que mejor.
Un cordial saludo.
Rara calma, la vida de las mujeres escritoras en el siglo XIX ofrece matices importantes. Pensemos en Georges Sand, pensemos en Emile Dickinson que no publicó nada en vida salvo media docena de poemas y no salió en su vida apenas de su habitación... Sería un tema interesante para un trabajo de investigación si hubiera interés y hubiera tiempo. No me parece en todo caso pérdida de tiempo la reflexión poética sobre la experiencia del dolor. ¿Que es alejada de lo que ven en Gran Hermano? Mejor que mejor. A veces tengo la impresión de que el mundo en que viven estos muchachos es tremendamente limitado, lo que ganan en relaciones sociales a través de las redes, lo pierden en profundidad. Y creo que la exposición a la profundidad, para que la conozcan y que oigan hablar de ella alguna vez, es buena. Por supuesto que sería estupendo conocer el otro lado, pero no te creas que a priori les atraería más. De hecho no se sienten atraídos los jóvenes que frecuento yo, salvo excepciones gozosas, por el mundo narcisista a que hace referencia el enlace que me has dejado y que he visitado. Y ahora nos toca un viaje al mundo de la tristeza. ¿Por qué no? Gracias por tu presencia.
ResponderEliminarVerás JOSELU,
ResponderEliminarMientras leía lo que comentas de la poesía de Rosalía de Castro, es curioso, porque nunca me había parado a pensarlo, pero fíjate, todos los adjetivos y descripción que haces, podrían servir para describir, como son los otoños e inviernos gallegos.
A mi siempre me ha encantado su poesía, pero siempre me ha sonado a música triste. Huele a humedad y sabe al hastío de los interminables días de lluvia que se viven aquí, es como si todo eso la hubiera impregnado y trascendido lo que escribe. La poseía de Rosalía está empapada de morriña gallega, de saudade, ese regusto melancólico en el que te sume a veces la lluvia, la humedad del ambiente y la oscuridad del cielo... como si todo eso, lo llevara con ella y le saliera al escribir.
Como tantas veces hemos hablado, a los chicos de hoy, aunque no sé si alguna vez fue de otra forma -porque a mi, a su edad me ocurría igual- les avergüenzan y repele todo lo que suene a sensible, o sea, de mano les repele la poesía.
La poseía en general y la de Rosalía en particular, les suena a cursi, a débil, a triste, justamente a como ella estaba, suena a depre y a pesimista... y ellos huyen de todo eso. Mi hija cuando lee o escucha algo dulce, triste o sensible dice ... -¡¡hale mamá, llegó el momento palangana- para que veas :-)
No les gusta bucear en los sentimientos y sensaciones que les toquen la fibra íntima, que les remuevan o conmuevan por dentro. Ellos, aunque en el fondo no lo sean, necesitan ir cara al resto de superficiales, de más duros de lo que son, de que no les afecta nada y pasan de todo... esa es su máscara para sobrevivir.
Para sentir...porque la poesía, como la música, hay que sentirla, no se puede ir con caretas...pero ellos, ni pueden, ni quieren quitarse esa careta, les duele y no quiere sufrir, ni sentir dolor... ni propio, ni ajeno.
Por eso se anestesian la cabeza con música llena de ritmos repetitivos, deportes alienantes y videojuegos que les mantienes absortos en mundos civernéticos.
Mejor vivir la vida de otros, que la suya propia. Son reflejo y copia de los personajes de sus series favoritas, música y películas, personajes que viven a mil por hora y a tope... mañana no importa, sólo ahora mismo... La poesía es para pararse. Ellos no tienen tiempo que perder en esas tonterías de débiles y sensibleros:-)
Así que, mi querido JOSELU, difícil, me temo que Rosalía y tú lo tenéis muuy difícil...
Pero, tú siembra, seguramente a ti no te tocará la cosecha, pero un día llegará :-)
Espero que poco a poco, todo vaya mejor...
Muchos besos y cuídate mucho, JOSELU.
Curiosa, la coincidencia entre tu texto de hoy y mi experiencia del martes comentando yo los resultados de un comentario de los alumnos sobre el clásico poema de Salinas, "Para vivir no quiero...". No sé si es que tuve buena mano, que ellos estaban "blanditos" por la hora, la última, o que Salinas es mucho Salinas, pero la aventura entre el tú y el yo, tan desnudos, logró no sólo cautivarlos, sino reconocer, por parte de alguno de ellos que, en efecto, se protegían con una coraza reichiana -hasta acabamos hablando de él- para no exponerse al reto del amor verdadero. Lo comento porque tuve la certeza de estar asistiendo a la vivencia, por parte de mis alumnos, de una "revelación", la de que, sabiendo leerla, la poesía no nos da literatura, ficción, sino realidad y verdad, sí, el programa biointelectual de Goethe: Poesía y Verdad. Decir que salimos del aula satisfechos es casi una profanación... Salimos con una nueva mirada, eso sí. Gamoneda lo dijo en una interesantísima entrevista en El País: “La literatura descansa en la ficción. La poesía, sea clara u oscura, no. Manifiesta hechos existenciales, es una emanación de la vida”.
ResponderEliminarMaría, teniendo razón en todo lo que dices, yo te haría ser jurado del día de Sant Jordi en Cataluña para que leyeras sus textos en general muy flojos y llenos de lugares manidos y exagerados pero que reflejan mundos oscuros, un tremendo dramatismo en el amor y un predominio de los momentos tristes. Leer sus textos -ya digo que muy bajo en calidad- supone una inmersión en la estética profunda adolescente llena de inseguridad, falta de autoestima, carencias amorosas, desgarros amorosos y sobre todo gesticulación aparatosa. Puede que esté en un barrio poco propenso a la poesía y al gusto cultivado por las imágenes poéticas, pero sí que distingo que la estética gótica, decadente sí tiene que ver con ellos. El problema es lograr que el mundo interior de Rosalía se acerque al de ellos aunque, sin duda, está muy alejado. Hoy hablábamos de la tristeza que invade a muchas personas en primavera, en los suicidios silenciados por la prensa, en el avance de la depresión en nuestro mundo occidental... No son temas baladíes, pero he de interpretarles una música que a priori no es la suya. He ahí la gracia, y no digo que no me guste. Alguien habría de llevarles al otro lado. En cuanto a la tristeza gallega de Rosalía no cabe duda de que la atmósfera cargada de los cielos de Galicia le tuvieron que influir, eso y la lluvia persistente, pero en ella hay una tristeza no sólo coyuntural. Es existencial, de una hondura que asombra. Hubo un tiempo que les leía poemas de Gloria Fuertes. Unos decían que eran paridas pero otros al final terminaban entrando en el juego y reconocían que eran geniales. El éxito no está garantizado, de ahí el desafío. Besos.
ResponderEliminarJuan Poz, luminosa reflexión la tuya sobre la base de verdad y realidad de la poesía que revela un mundo interior auténtico en su íntimo latido. Ese acercamiento al otro, a la otra sensibilidad, es imprescindible para ampliar nuestro mundo siempre limitado. Salinas invita a la desnudez y Rosalía también. Esta desnudez existencial que muestra el estado auténtico del ser es potencialmente una revelación que como profesores hemos de saber encauzar luchando como titanes contra un ambiente adverso, pero a veces se producen, como cuentas, prodigios y las cuerdas universales del sentimiento resuenan y se produce la magia de la comunicación entre la verdad profunda del poeta y la del lector.
ResponderEliminarRosalía de Castro sería un alien, una friki, una enferma escapada de un frenopático (qué de años hace que no uso esa palabreja). Tus alumnos, incluso los leídos, no entenderían que esta señora batalló en frentes de más recia envergadura que los levísimos en los que ellos chapotean, y que salió airosa, manuscribiendo su alma en hojas tímidas. Tengo yo alumnos de menor edad y no enseño Literatura (que más quisiera, ay) pero a veces me topo con situaciones parecidas cuando les hablo sobre estos asuntos, si viene al caso, y suelo provocar que venga al caso. Se quedan perplejos, se ríen, se consuelan pensando en que son jóvenes y que esos gustos son gustos de ancianos, por lo menos. Se han creído la historia de que el mundo es lo que les venden. Y no soportan la extrañeza, el asombro. Viven, Joselu, sin asombro. Si no hay bits de por medio, no hay felicidad posible. Al hilo de esto: puse esta semana a mis alumnos (en inglés, subtitulada, of course) El mago de Oz. Resultado: vibraron. Sintieron asombro, vértigo, fiebre. Pidieron más. Yo, feliz. Íntimo, feliz.
ResponderEliminarEres fantático Joselu,...
ResponderEliminar...y te leo como a muchas almas para 'no olvidarlo',... a trompicones,... :)
Muchas gracias y buenas noches.
B.
Es fantástico...
ResponderEliminar(también escribo a trompicones,...:)
Besos.
No sé, Joselu; con la edad empiezo a cuestionar los cánones y ya apenas confío en mis lecturas. Algunos autores que tenía idolatrados se han convertido en ceniza con el tiempo y no tengo claro que deba recomendarlos, a pesr de que en su día me parecían magníficos. Es probable que esta generación crezca al margen de la literatura, de nuestra literatura; pero también es posible que surjan nuevos modelos que escapan a nuestra comprensión y que servirán para caracterizar esta era. Con mi optimismo prefiero pensar que estamos viviendo unas vanguardias extrañas de las que resurgirá una literatura distinta. Quizá dentro de poco lean a Rosalía como nosotros leemos a Juan de Mena.
ResponderEliminarDemasiado para 18 años me parece a mí. Para 18 y encima en una burbuja, ya me dirás. Pero teóricamente no van a vivir siempre en ella. Algún día explotará, y entonces tendrán que pararse a pensar. Es probable de hecho, que más de uno termine por desempolvar los libros que ahora se ven obligados a leer, que no quieren leer, que les aburre leer, y que entonces, lo hagan por necesidad. Por la de responder esas preguntas que ahora no se hacen, para entender... y porque todo eso que les distrae, no sea ni de lejos suficiente. El problema será si nunca llegan a hacerse esas y otras muchas preguntas. Si nunca llegan a necesitar hacérselas. Y el problema más gordo, será si son muchos los que no se las lleguen a hacer. Pero me da que esto ha sido así de siempre.
ResponderEliminarPersonalmente con 18 años estaba en la parra -más que ahora, aclaro-. Para mí, mis profesores entonces, fueron más una guía que otra cosa. No puedes obligar a nadie a pensar. No se puede. Tiene que ser uno mismo el que salte, o no lo haga. Y hay quien no salta nunca. De lo que no estoy tan segura es de que se elija, cosa que me pregunto muchas veces y para la que no encontré respuesta. Pero eso sí, una vez te pones a pensar, ya no puedes parar. O sí, pero vaya, que yo no.
De todos modos, no creo que sea algo parejo y exclusivo de la época en la que vivimos ya te digo, aunque sí es verdad que la realidad en la que están inmersos los jóvenes -yo según un amigo ya soy semi-joven-, no es que ayude precisamente, no. Pero mira, tengo antiguos compañeros de clase enlazados en el facebook, que me dejan alucinada con sus comentarios y las chorradas que escriben. Se pasan la semana esperando -¡con emoción!- que hagan la teleserie-basura de turno, operación triunfo, o comentando gran hermano y cosas así -repito ¡con emoción!, repito porque es que no lo entiendo o.Ô-. Y te hablo de personas de treinta años, ojo. No sé, supongo que hay personas a las que les es suficiente con el sinsentido superficial que nos envuelve, y no necesitan más, jóvenes, semi-jóvenes, pasados los 30... de cualquier edad y aunque parezca increíble. O es que el resto -que es... todo!- les abruma, les da miedo, o vaya ud. a saber. Porque lo cierto es que podemos ser oscuros, muy oscuros. Abismales. Y eso acojona a cualquiera. Lo malo es que se pierden el punto diametralmente opuesto a esa oscuridad, y eso es una verdadera pena. Tal cual lo pienso, pero igual es así y no de otro modo, porque lo del feliz ignorante, a mí siempre me pareció una soberana gilipollez.
Besos, Joselu.
Emilio, a veces me preguntó si esta nueva cultura digital no está orillando la capacidad de asombrarse como bien dices. Y nosotros como profesores habríamos de intentar conseguir una íntima reacción de maravilla cuando les llevamos adonde ellos no irían sin nosotros. ¿Rosalía, El mago de Oz, Los pájaros? No podemos dejar abandonada la gran cultura que nos conforma y nos precede. El mundo no empieza ahora. Sería ello una petulancia y una manifestación brutal de ignorancia. ¿Cómo llevarles a esa transformación interior que les produzca un estremecimiento ante lo que les mostramos? He ahí el desafío en el que estamos. Espero poder acercarles a Rosalía y todo lo que significó.
ResponderEliminarMartín Angelair, tus visitas siempre tan misteriosas. Gracias.
Antonio, creo que tomaré tu comentario de aquí a poco para crear una entrada sobre el canon literario y el tema que introduces sobre el agotamiento de cierta literatura, o cierta concepción de la literatura.
Seguimos conversando.
Vero, es cierto que es imposible obligar a nadie a pensar, y que las preguntas han de salir de uno mismo. He conocido niños que a los cinco, a los siete, a los diez años se hacen preguntas esenciales sobre la vida y sobre la muerte. No sé si esto es algo extendido y que luego esta necesidad va desapareciendo a medida de que la incultura de los massmedia nos va enterrando en basura. Los niños son ávidos de conocimiento, pienso, pero después algo pasa y nos desvirtuamos, perdiendo las raíces. Recuerdo que a los dieciocho años me gustaba pensar, que un día fui consciente de mi ignorancia y que me propuse remediarla. En eso estamos, en eso seguimos. No se puede obligar a nadie a pensar, pero sí sugerir algo que a algunos les lleve a pensar que no están solos. Esto reconforta. Puede que sean minoría, y que incluso sin nosotros seguirían pensando, pero no deja de ser importante estar allí, promoviendo ideas, debate, reflexiones, intuiciones... Quizás a alguien le sirva de algo. Besos, Vero.
ResponderEliminarNo creo que sea depresión si nada por el estilo creo que es "saudade" y creo que sabes que es. Los que vivimos en la Raya estamos bastante influenciados por ella, por ese sentimiento tan galaico-portugués. Y de los jóvenes...que el sistema lo ha logrado, ha conseguido aborregar a la inmensa mayoría...y si no se tiene ya...pastillas al canto. ¿Qué futuro les espera? Llegarán a darse cuenta que esa fantasía final...no existe?
ResponderEliminarPredcisamente la semana pasada en mi instituto tuvimos la ocasión de escuchar a Olvido García Valdés, que dicho sea de paso, es una admiradora de la poesía de Rosalía. Salió a la palestra el tema de la muerte y el dolor (escribí un post sobre este último) y la gente (primeros y segundos de bachiller) asistían un tanto perplejos. ¡Para qué tanto pensar en el final! ¡La muerte, el fin... ya llegará! y sobre el dolor, sí, es cierto que existe, pero no lo conciben como un motor de creación, sino como un fastidio. Sus intereses no son de este mundo (del mundo literario, se entiende) Pero siempre queda algo en el subconsciente, algo que cuando maduren puede florecer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Leyéndoos concluyo que soy una privilegiada.
ResponderEliminarA mí me piden los clásicos; en fin...
Saludos
Estamos de acuerdo, yo soy quien soy, también gracias a todos los profes que he tenido. Es así. A todos me influyesen más, o lo hiciesen menos -cosa bastante complicada ya de entrada, porque yo nací en desacuerdo casi casi XD-. Pero a mí el tema me genera un montón de dudas. En realidad me pregunto qué no me genera dudas, en fin...
ResponderEliminarDespués de escribirte el comentario el otro día, leí esto. Y ostras, descolocada, la verdad. Desde fuera y por lo que escucho, leo, observo, veo en educación dos grandes modelos que no son exclusivos, pero que sí se enfrentan a lo bruto, cuando tal vez podrían no hacerlo. Y me pregunto cuál es el adecuado, si ninguno lo es, si lo son los dos, no sé... De momento ni idea, y probablemente nunca lo tenga claro. O sí. A saber.
Hola a todos, hace tiempo que sigo el blog y hoy precisamente estaba sensibilizada con un tema que aquí estáis tratando de fondo y del cual tengo algunas dudas.
ResponderEliminarSoy estudiante del MAES (antiguo CAP) y tengo serias dudas ante el afrontamiento del proceso de convertirme en profesora. Hay algo que me agobia muchísimo pensar. Y es precisamente esto, el sentir que me voy a chocar con una pared cuando me enfrente a niños de entre 12-18 años. La pregunta es: ¿es una batalla inútil conseguir que aprendan a ser críticos? ¿conseguir que verdaderamente piensen?. ¿Es algo que os frustra?. No sé si finalmente seré feliz en la enseñanza a pesar de que es lo que más me interesa, pero no sé hasta que punto esto será una utopía cuando trate de conseguir transmitir valores para intentar formar a personas en vez de competencias básicas que me exige la ley. Un saludo a todos.
Palsanz, hay dos maneras de entrar en esta profesión: una simplemente como medio de vida sin implicarse profundamente en la realidad que se está viviendo (es bastante frecuente y no la critico) y otra es entrar con todo el entusiasmo y la ilusión del mundo entregándose hasta los extremos. La segunda obtiene mejores resultados porque proyecta esa ilusión sobre los alumnos, pero también puede ser más desoladora porque puede recibirse también todo el poso de la angustia que anida en las vidas de algunos chavales. Sólo te recomiendo que entres con ilusión, con ganas de cambiar todo (para seguir como estamos ya hay bastantes que lo pretenden), aunque puedas cambiar poco, pero da igual. ¿Qué sean críticos? Depende de tu habilidad, de tu capacidad de transmitir, y desde luego no es fácil porque todo lleva a que no se sea crítico. Pero no hay mejores armas que la ilusión y la organización. Yo llevo muchos años en esto y puedes percibirme escéptico, pero es normal. He vivido épocas muy diferentes. Es necesario que lleguen nuevos profesores repletos de nuevas ideas y espíritu contagioso de humanidad, rigor y profesionalidad. Un cordial saludo.
ResponderEliminarSaludos, palsanz. Afortunadamente que podemos coincidir en algún lugar.
ResponderEliminarNo sé si te resultará útil mi confesión. No nos frustran los alumnos; lo que resulta al menos un pequeño escollo a salvar son las frustraciones de los demás.
No te costará apenas que aprendan a ser críticos, si es verdaderamente lo que tú deseas; ni que piensen, si no estableces obstáculos. Es decir, si tu vocación es real (me da la impresión que sí) serás inmensamente feliz en cuanto a tu relación con ellos.
Ahora bien, es posible que no sea un sendero de rosas, aunque no precisamente a causa de los alumnos. Que no te asombre si alguien tiene el suficiente cinismo como para darte una palmadita en la espalda y decirte: eres fantástica, realmente valiosa, pero... fuera de aquí, porque... eres competencia.
Así es, palsanz.
En cualquier caso, mi mensaje optimista es que si vives tus inquietudes y haces de ellas un estandarte no tendrás serios problemas.
Un abrazo y feliz aventura.
Joselu, Rosa, muchas gracias por los comentarios.
ResponderEliminarIlusión creo que no me falta, lo que me da miedo es que desaparezca ante tanta adversidad. Pero bueno, sigo vuestro consejo y pienso en que si realmente me propongo algo y tengo ganas, será posible seguir adelante. Un saludo
Mal ejemplo has puesto, amigo... Creo que un adulto venido a más, como ya viene siendo costumbre ancestral, acaba de volver a colarse juzgando como único el supuesto componente infantil de un videojuego, como pueda ser "Final Fantasy".
ResponderEliminarPero dudo mucho que Rosalía de Castro, con todo mi respeto hacia un difunto, pueda enseñarme jamás lo que yo he aprendido de algunos juegos, que no son sino arte también. Y de ése en particular.