En el último post del blog de la clase planteaba a mis alumnos algunas preguntas sobre su relación con la lectura y el mundo de los libros. Partía de un texto de Alberto Manguel en el que se afirmaba que leer era un acto de rebeldía porque supone una elección de la acción frente a la inacción, que conduce a la reflexión y ello siempre es peligroso. El fragmento continuaba con el principio de “Lee lo que quieras” porque, según Alberto Manguel, "nadie puede enseñarnos a amar un libro. Es algo que se aprende pero no se enseña, del mismo modo de que nadie puede obligarnos a enamorarnos de alguien. Es un proceso misterioso, pero seguro que hay un libro, algunas páginas que existen y que han sido pensadas para nosotros".
Sus respuestas han sido bastante coincidentes. En general reconocen que no les gusta demasiado leer. Tienen a su alcance otros muchos estímulos que les parecen más emocionantes y directos: internet, los chats, las vídeo-consolas, la música… Pero no quitan totalmente el valor a la lectura (reconocen que les aporta conocimientos y cultura) aunque sí que son selectivos con los temas que ésta aborde. En general atraen los libros basados en la realidad (acoso en la escuela, mujeres maltratadas, el mundo de las drogas, bandas juveniles, la emigración, la temática de la anorexia…), o el mundo del misterio y la intriga, la magia y la fantasía… Dos tendencias que nos llevan a la dualidad del realismo y la ficción fantástica. Les atraen universos narrativos con los que se puedan sentir identificados pero su identificación está condicionada por la imagen del mundo y de los adolescentes que proyectan los medios de comunicación y la publicidad. Les cuesta mucho identificarse con circunstancias que no sean las coincidentes con este sentir colectivo del tiempo juvenil que estamos viviendo. Su conocimiento del mundo y de la historia es muy limitado y les es muy complicado salir del tiempo actual para introducirse en otras coordenadas histórico-sociales. El presente es absorbente y lo devora todo.
Sin duda coinciden en que la lectura "no es un acto de rebeldía". No sé si han leído o entendido la propuesta de Alberto Manguel, pero desde luego no ven en la lectura una forma de rebelarse contra la sociedad que están viviendo. Esta idea de rebelión les es muy ajena. Ven en la lectura sobre todo una posibilidad de evadirse de la rutina y vivir otros mundos en los que les gustaría existir. Reconocen que puede haber otros países u otras épocas en las que leer haya estado prohibido, pero se dan cuenta de que no es el caso en nuestra sociedad. Un par de alumnos sugieren que lo que habría que hacer para promover la lectura es prohibirla porque así se convertiría en atractiva. Predomina en sus respuestas la predilección por una literatura de evasión o de distracción frente a la gris realidad. No hay en absoluto la idea tan cara en los años sesenta del siglo pasado de que la literatura puede servir para cambiar el mundo.
En cuanto a si es buena idea la de imponer libros de lectura en los institutos, la mayor parte se decantan en que ésta no es una buena forma de plantear el asunto. Los hay que sugieren que los alumnos puedan leer lo que quieran porque lo importante es leer sea lo que sea, u otra sugerencia es la de que el profesor dé varios libros distintos como posibilidad y que sean ellos los que elijan según sus gustos y aficiones. Hay algunas opiniones que refrendan la obligatoriedad de libros de lectura porque entre ellos hay algunos interesantes y en todo caso, se puede pensar que el siguiente lo será. No obstante la opinión generalizada es la de la libre elección o al menos una elección parcial de la lectura.
Sus respuestas han sido bastante coincidentes. En general reconocen que no les gusta demasiado leer. Tienen a su alcance otros muchos estímulos que les parecen más emocionantes y directos: internet, los chats, las vídeo-consolas, la música… Pero no quitan totalmente el valor a la lectura (reconocen que les aporta conocimientos y cultura) aunque sí que son selectivos con los temas que ésta aborde. En general atraen los libros basados en la realidad (acoso en la escuela, mujeres maltratadas, el mundo de las drogas, bandas juveniles, la emigración, la temática de la anorexia…), o el mundo del misterio y la intriga, la magia y la fantasía… Dos tendencias que nos llevan a la dualidad del realismo y la ficción fantástica. Les atraen universos narrativos con los que se puedan sentir identificados pero su identificación está condicionada por la imagen del mundo y de los adolescentes que proyectan los medios de comunicación y la publicidad. Les cuesta mucho identificarse con circunstancias que no sean las coincidentes con este sentir colectivo del tiempo juvenil que estamos viviendo. Su conocimiento del mundo y de la historia es muy limitado y les es muy complicado salir del tiempo actual para introducirse en otras coordenadas histórico-sociales. El presente es absorbente y lo devora todo.
Sin duda coinciden en que la lectura "no es un acto de rebeldía". No sé si han leído o entendido la propuesta de Alberto Manguel, pero desde luego no ven en la lectura una forma de rebelarse contra la sociedad que están viviendo. Esta idea de rebelión les es muy ajena. Ven en la lectura sobre todo una posibilidad de evadirse de la rutina y vivir otros mundos en los que les gustaría existir. Reconocen que puede haber otros países u otras épocas en las que leer haya estado prohibido, pero se dan cuenta de que no es el caso en nuestra sociedad. Un par de alumnos sugieren que lo que habría que hacer para promover la lectura es prohibirla porque así se convertiría en atractiva. Predomina en sus respuestas la predilección por una literatura de evasión o de distracción frente a la gris realidad. No hay en absoluto la idea tan cara en los años sesenta del siglo pasado de que la literatura puede servir para cambiar el mundo.
En cuanto a si es buena idea la de imponer libros de lectura en los institutos, la mayor parte se decantan en que ésta no es una buena forma de plantear el asunto. Los hay que sugieren que los alumnos puedan leer lo que quieran porque lo importante es leer sea lo que sea, u otra sugerencia es la de que el profesor dé varios libros distintos como posibilidad y que sean ellos los que elijan según sus gustos y aficiones. Hay algunas opiniones que refrendan la obligatoriedad de libros de lectura porque entre ellos hay algunos interesantes y en todo caso, se puede pensar que el siguiente lo será. No obstante la opinión generalizada es la de la libre elección o al menos una elección parcial de la lectura.
Otro tema es el de la importancia de la familia en la conformación del gusto lector. Algunos, pocos, han visto siempre presentes los libros en sus padres y hermanos. O recuerdan los libros que les leían cuando eran pequeños. No hay duda de que un ambiente propicio a los libros es un buen campo de cultivo para la formación de futuros lectores, pero no es una condición absoluta. Pueden surgir buenos lectores de hogares sin gusto por la lectura y por el contrario, nada garantiza que una atmósfera lectora sea decisiva para la creación de buenos lectores. Ayuda mucho pero no es determinante.
Como conclusión: literatura o libros con los que puedan sentirse identificados; que les ayuden a vivir otras experiencias distintas de las suyas, aunque éstas deban pertenecer al mundo previamente diseñado en su imaginación por los mass media; la literatura como evasión y diversión y no como instrumento de cambiar el mundo ni de indagar en la realidad; la literatura libremente elegida y no impuesta por profesores; literatura en esencia divertida y ligera, llena de acción sea en el ámbito del reportaje o de la fantasía, el misterio y los enigmas. Nada de literatura inquisitiva, existencial o de contenido filosófico.
Este es el campo de juego de nuestros adolescentes. Es toda una sociología del gusto adolescente. No hay duda de que podemos extraer conclusiones interesantes sobre los jóvenes y los libros adecuados para ellos.
Como conclusión: literatura o libros con los que puedan sentirse identificados; que les ayuden a vivir otras experiencias distintas de las suyas, aunque éstas deban pertenecer al mundo previamente diseñado en su imaginación por los mass media; la literatura como evasión y diversión y no como instrumento de cambiar el mundo ni de indagar en la realidad; la literatura libremente elegida y no impuesta por profesores; literatura en esencia divertida y ligera, llena de acción sea en el ámbito del reportaje o de la fantasía, el misterio y los enigmas. Nada de literatura inquisitiva, existencial o de contenido filosófico.
Este es el campo de juego de nuestros adolescentes. Es toda una sociología del gusto adolescente. No hay duda de que podemos extraer conclusiones interesantes sobre los jóvenes y los libros adecuados para ellos.