Este post es pura ficción. Me he inspirado en un compañero bloguero, Eloi, con el que mantengo una comunicación e intercambios respetuosos desde perspectivas distintas de la vida. He querido recrear sus puntos de vista sobre vida y educación. Él, en el último post, en sus comentarios, aludía a María Montessori. He investigado su vida y obra y he redactado una reflexión que pudiera haber escrito Eloi. No sé qué pensará él, pero los que entráis aquí podrías hilvanar una respuesta a este modo de plantearse el mundo y la educación. Es un ejercicio de argumentación que puede suponer una interesante reflexión sobre educación, libertad, orden, disciplina, solidaridad...
ELOI: Me temo que no estáis comprendiendo nada. Sois partidarios de la segregación, por sexo, por niveles, por raza después. María Montessori fue una revolucionaria pedagoga y psiquiatra que demostró que los niños, incluso los discapacitados, aprenden motivados por sus propias inquietudes, guiados por el maestro que es una especie de director que consigue un ambiente adecuado para la creación y el autoaprendizaje. Basta de autoritarismo, el niño y el adolescente deben desarrollar por sí mismos sus cualidades basadas en la observación, el juicio y la curiosidad innata. Aprender es un placer y son los métodos rutinarios, autoritarios, los que consiguen que el muchacho desista y desarrolle su rebeldía natural contra el sistema. El ambiente que existe en las aulas es fruto del aburrimiento frente a una pedagogía rígida que no aprovecha lo mejor de los adolescentes y sus ganas de aprender. Hay que crear una atmósfera libre, democrática, sin coacciones y sin notas, en que se aprenda por placer. El profesor es un guía que propone caminos a emprender y a desarrollar que inciten la curiosidad del alumno, que ya no es un alumno sino un colaborador en el aprendizaje. El profesor aprende tanto como él. La disciplina ya no es fruto de la imposición sino de la libertad. No hay mayor placer que aprender en libertad y el orden es el fruto de esa experimentación maravillosa de la libertad. Los hombres y las mujeres deben trabajar juntos, como sucede en la vida real. En la clase deben mezclarse los muchachos de diversas razas, religiones y niveles. El maestro o profesor ha de saber irse adaptando a los ritmos de cada uno, de modo que el muchacho o la muchacha se sientan tratados con respeto y consideración. El profesor ha de crear el clima para que salga lo mejor de cada uno y no penalizar los errores puesto que estos forman parte del aprendizaje de la vida. Sin error no hay aprendizaje. Por eso las notas son una imposición autoritaria. Sería más bien que cada alumno él mismo se autocalificara en relación a lo que ha trabajado o aprendido.
El método de aprendizaje se basaría en la autonomía del alumno de forma que se potenciara su independencia y la posibilidad de formular hipótesis propias que serían sometidas a verificación. El mismo alumno, motivado por sus descubrimientos personales, desarrollaría su propia disciplina, que le saldría de adentro y no sería efecto de la influencia de la autoridad exterior. La voluntad sale reforzada en este método que es el resultado de la libre elección. El fruto de esta metodología es el orden en el aula. Los chavales actualmente se rebelan contra los métodos autoritarios en un mundo en que no es difícil obtener información a través de la tecnología. Se pasan muchas horas inactivos en un entorno cerrado y jerárquico. Ellos son diversos y sienten como una agresión el pasar tantas horas escuchando pasivamente clase tras clase, cuando el mundo explota de vida y de posibilidades de aprender en directo en la naturaleza y la tecnología. La escuela y los institutos no deben segregar sino integrar lo mejor de las potencialidades de cada uno, de modo que esa riqueza interior de cada uno contribuya a mejorar al resto de sus compañeros, a los que hay que tratar con total respeto. Todo lo que diga cada uno es importante y hay que valorarlo como una aportación significativa. Sólo si el alumno se siente respetado, es cuando espontáneamente respeta a los demás, y sus profesores.
La espontaneidad es fundamental. Todo ser humano es artista si se atreve a crear. Son los moldes autoritarios los que nos dicen que hay unos seres iluminados -llamados artistas- que tienen la prerrogativa de la creación. El ciudadano común, si logra escaparse de los moldes que imponen la vulgaridad a través de la televisión y la sociedad capitalista, es capaz de crear. ¿Quién define qué es el arte? La sociedad de la banalización nos ha hecho creer que Piero Manzoni, que dijo que había enlatado su propia mierda, es un artista. El niño y el adolescente son artistas natos porque tienen la fuerza vital de su lado y no están todavía marcados por el utilitarismo y el pragmatismo de la edad adulta.
En resumen, en defensa de una enseñanza libre que ponga en cuestión los criterios de autoridad y orden que no salgan del interior de cada uno. Cada ser humano, hombre o mujer, es un universo creativo que la rutina y la jerarquía logran convertir en grises, cuando la realidad de nuestras personalidades es múltiple, variada, multicolor y creativa. Sólo así se aprenderá la verdadera solidaridad y generosidad que son fruto de la libertad; sólo así surgirá el verdadero aprendizaje que es consecuencia de nuestras naturales ganas de saber.