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sábado, 30 de septiembre de 2006

Hafida en su nuevo curso


Los lectores de mi blog del curso pasado recuerdan al entrañable grupo de cuatro niñas bereberes que formaban parte de mi tutoría. Sufrieron, si lo recuerdan, un verdadero caso de acoso escolar por parte de muchachas “del país”. El formar parte de un grupo que no se integraba demasiado con el resto de la clase y el hecho de ser diferentes despertaba la agresividad en alumnas muy poco dotadas que veía en ellas una ocasión de desahogarse y proyectar sus carencias.

El grupo se ha deshecho: una de ellas ha marchado a otra ciudad; dos –las más flojitas- han pasado a un cuarto de “ritmo más lento”, más por una adaptación curricular que por auténtico nivel académico. Tienen muchas carencias empezando por su escaso dominio de los idiomas castellano y catalán. Es normal, llevan tres o cuatro años en España y el hecho de que vivan en ambientes casi herméticos no facilita su integración. Se añade el hecho de ser mujeres lo que dificulta aún más su aclimatación porque las muchachas marroquíes se relacionan entre ellas pero escasamente con el resto de compañeros con los que hay una enorme distancia cultural.

Sin embargo, me preocupa Hafida. Esta muchacha es muy inteligente. En consecuencia ha sido trasladada a un grupo de ritmo académico “normal”, con alumnos en su inmensa mayoría españoles. Ella puede seguir el ritmo de la clase. No le falta agudeza, tesón e inteligencia. El problema es que Hafida está aislada del resto de sus compañeros. El año pasado sufría claros signos de rechazo por parte de sus condiscípulas. Este año, al menos al comienzo de curso, es objeto de una extrema indiferencia. Es como si un círculo de soledad la rodeara. Se parece a los personajes de la saga de los Buendía en la novela de García Márquez. Viéndola a ella puedo comprender la soledad extrema de la familia del coronel Aureliano. Ella es sumamente sensible y humana. Es capaz de analizar su realidad y entorno, pero pertenece a otra forma de ver las cosas que no concuerda con la que domina entre sus compañeros, especialmente las muchachas.

Su concepción del mundo es más moral, más recatada, más puritana. Es mujer y su hiyab marca un círculo de aislamiento en torno a ella. Es un signo de cubrimiento y de subordinación de la mujer respecto al hombre; es un signo que denota que la mujer pertenece a una determinada moral y forma de comportarse, lo que incluye que no le sea fácil –casi imposible- establecer relaciones con otros compañeros, especialmente muchachos aunque sean de su misma cultura bereber. Es curioso porque estas chicas a veces vuelven a Marruecos y allí sus antiguas amigas no llevan pañuelo en la cabeza porque intentan acercarse a la modernidad. Es en España donde sus padres se convierten en conservadores y quieren que en una sociedad corrompida sus hijas estén marcadas, que no sean miradas como iguales a las demás.

Tengo alumnas de origen magrebí que han nacido en España y tienen un aire muy diferente. Son muchachas de aquí, a pesar de lo que puedan sugerir sus apellidos y su físico. Hay un salto cualitativo en su integración.

Quizás haya que darle tiempo al tiempo, y esperar que la evolución natural de estas muchachas las lleve a integrarse, a ser más iguales a los demás. Sin embargo, veo que es difícil. Hafida tiene mucho que aportarnos. Su temperamento sensible y su inteligencia no es fácil de encontrar. Es un caso único entre los que he conocido. Me asusta su soledad, su aire concentrado y trabajador, pero también su tristeza. Se sabe sola y diferente. La tutora –una profesional excelente- está intentando que sus compañeros se acerquen a ella, que no la dejen aparte, pero es ella misma la que no casa con el ambiente que no es especialmente negativo en este caso.

Pienso en Francia en las leyes antivelo y no puedo dejar de sentirme identificado con ellas. En la escuela pública no deberían permitirse signos distintivos por razón de sexo o de religión. Sé que es algo que suscita polémicas y que aquí en España no se comparten en general los argumentos de la escuela laica y republicana francesa: pero los símbolos que impliquen subordinación de la mujer así como pertenencia religiosa deberían ser evitados en las aulas. No sé cómo funciona la experiencia francesa. No me parece que haya ido mal ni que haya habido excesivos problemas de aceptación o acatamiento. Al menos no han trascendido a la prensa española.

El multiculturalismo es un mito. Los inmigrantes deben integrarse, deben impregnarse de los valores dominantes en la cultura de acogida. Son ellos los que deben aprender las costumbres y valores del país de llegada. Es un flaco favor el que hacemos planteando que todas las culturas son iguales y somos nosotros los que debemos adaptarnos a su idiosincrasia. Occidente significa muchas cosas. Sin duda, nuestro pasado no está limpio y tampoco nuestro presente, pero quien opta por venir aquí no debería pensar que podrá seguir viviendo en un gheto con valores y cultura distintos. Como si no hubiera cambiado de coordenadas. Hafida merece la oportunidad de pertenecer a este mundo. Necesitamos su humanidad, su capacidad reflexiva, su sensibilidad. Si la conocieran advertirían que es un prodigio de persona, pero está terriblemente triste y sola…Sé que el hiyab no es el único motivo, pero sin duda la marca intensamente, igual que su cuerpo totalmente cubierto incluso en verano. Es un motivo de reflexión.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

La imaginación adolescente


Los red de blogs educativos nos vamos conectando y algunas propuestas de algunos compañeros son recogidas y llevadas a la práctica con ilusión. Es el caso de la idea que lanzó Antonio Solano en su blog Re(paso) de lengua. Proponía la continuación a los alumnos de un fragmento de un texto de Quim Monzó.

El sugerente texto era el siguiente:

Hace no mucho tiempo, ocurrió en una ciudad italiana un hecho curioso. El párroco de un barrio marginal observó que una pareja de feligreses acudía todas las tardes a la iglesia. Eran unos jóvenes de aspecto latinoamericano que se sentaban en un capilla lateral y permanecían allí en silencio durante una hora, al cabo de la cual se marchaban con la misma reserva y cautela con la que habían llegado. El sacerdote, intrigado por la devoción mariana de aquellos extranjeros, los vigilaba a veces sin apreciar nada sospechoso. Durante un mes, los jóvenes no faltaron un solo día. Pero pasado ese tiempo…

Este el el punto en que detenemos la narración. ¿Cómo la continuarán los artistas adolescentes? He leído unas cincuenta redacciones de cuarto de ESO en las que hay continuaciones de todo tipo. La humilde iglesia se va a convertir en un foco de intrigas suculentas; el párroco y los feligreses se convertirán en el centro de conspiraciones sin fin. Veamos.

En primer lugar distinguiríamos a grandes rasgos las escritas por muchachas de las escritas por chicos. Estos últimos urden unas tramas bastante truculentas en las que se mezclan con frecuencia el tráfico de drogas, que se distribuye desde la parroquia, porque los devotos feligreses eran traficantes taimados que aprovechaban su estancia, aparentemente rezando, para dejar dosis de droga blanca en los bancos. En muchas versiones los dos feligreses mueren violentamente, pero también el sacerdote acaba asesinado en varios casos de forma bastante extrema (estrangulado, asfixiado, a hachazos, ahorcado, en ritos satánicos –este motivo se repite con frecuencia- , como consecuencia de una brutal paliza…). En alguna redacción, los dos parroquianos tenían escondido a un bebé en una habitación escondida de la iglesia y lo estaban criando. En otros casos se tratan de terroristas -en alguna de las redacciones son de la ETA- que cometen atentados con explosivos. A veces los asesinatos son un tanto esotéricos o aparecen espíritus o voces de ultratumba o el sacerdote practica exorcismos a algún endemoniado. En alguna, se trata de una secta que asesina religiosos y la policía logra desarticularla y encuentran a cuarenta y siete curas muertos. En una, el párroco, herido en el suelo, es descubierto por los jóvenes. Resulta sorprendentemente que quieren convertir la iglesia en un MacDonalds y la derrumban con el cura dentro. En otra versión el cura era esquizofrénico, mata a los feligreses y luego se suicida. La nómina de personajes es extensa: atracadores, traficantes de droga, miembros de sectas satánicas, terroristas, espíritus, estafadores, miembros de bandas peligrosas...

Las chicas, en general, urden otro tipo de tramas aunque alguna coincide con las citadas anteriormente. Hay más lugar para los sentimientos. Aparecen repetidamente enfermedades. Los latinoamericanos comerciaban con droga porque tenían a una hija enferma de cáncer. En otra, rezaban para que alguien saliera del coma. Un detalle curioso es que las muchachas tienden a ponerles nombres a los protagonistas y a resaltar sus sentimientos. El tema de la enfermedad de alguien es recurrente o también la muerte de un hijo. Una alumna destacada acaba la redacción con un estallido emotivo. El cura abrazando a la mujer que está llorando. “El cura la acogió entre sus brazos” porque Antonio, su novio, iba a morir. Otra muchacha idea una historia de cambio de religión. Los feligreses dejan de ir a la iglesia porque se han hecho budistas; en otra, sencillamente no van porque han vuelto a su país. Una muchacha sensible presenta a la pareja muerta. Se habían suicidado por la enfermedad terminal que padecían. En otro caso, encontramos a los dos muertos con las manos unidas y desconocemos el motivo de la muerte.

También hay que decir que cuando alguna muchacha es macabra o gore, lo es en grado superior a los varones. Es el caso de dos o tres redacciones que tienen que ver con ritos diabólicos, animales monstruosos, bandas extremadamente violentas, asesinatos escalofriantes…

Esta es la imaginación adolescente, poco dada a la matización y al detalle. Raramente detenida en el estudio del carácter de los personajes. Está claro que como a Lope de Vega les interesa más la acción que el desarrollo de los caracteres. Lo importante es que sucedan muchas cosas en un lapso de tiempo increíblemente corto con el terrible coste de la verosimilitud. Pocas de las redacciones resultan verosímiles. Todas son tramas increíbles, llenas de acontecimientos hiperdramáticos. Pocos han apostado por la normalidad y la cotidianidad. Se diría que en el momento de ponerse a imaginar tienen un mundo de estereotipos surtidos por los medio de comunicación y series televisivas. De hecho destacan historias llenas de violencia, sangre, drogas, enfermedades terminales, ritos satánicos, asesinatos rituales… Alguno refleja lecturas próximas al Codigo da Vinci de Dan Brown, aunque no tengo constancia de que ninguno lo haya leído. Su imaginación en general es sesgada y estereotipada. Denotan una gran falta de lecturas. Sus fuentes de inspiración llegan de otro lado. El conjunto, salvo algún caso excepcional, sugiere una gran penuria de recursos imaginativos de carácter literario.

Pero este es nuestro alumnado. ¿Cómo desarrollar su imaginación? He ahí el problema, el que plantea salirse de los lugares comunes. Aquí estamos. Estas son nuestra limitaciones y nuestro desafío. Pero cuesta contrarrestar esta tendencia...

domingo, 24 de septiembre de 2006

Atención Parcial Continua


Nuestros alumnos están inquietos, les es difícil prestar atención a las explicaciones largas y prolijas. Tienen dificultades para enlazar argumentos y razonamientos. Se diría que están con ganas de saltar, como si tuvieran lagartijas en el culo, mientras nosotros les queremos obligar a estar quietos y a comprender conceptos abstrusos que les explicamos. Sin embargo, no pueden retenerlos, su imaginación vuela desbocada o desordenada y nuestras palabras no logran concentrarlos con frecuencia.

Este es el mundo en que vivimos frente a nuestros alumnos. Las actividades prolongadas no lograr cautivar su atención. Son necesarios distintos estímulos sucesivos, que se presenten, a ser posible en forma de juegos no demasiado complicados y preferentemente visuales.

Los publicistas han llamado a esto la Atención Parcial Continua. En un artículo publicado en El País, Vicente Verdú reflexiona sobre ello. Es en la publicidad donde más ha sido aplicado el concepto. Los receptores de información son infieles. Es inútil pretender absorber su atención en algo fijo; más eficaz es introducir los mensajes en el quehacer de los clientes. Fastidia la continuidad, es más util introducir el mensaje formando parte de un juego o entretenimiento en el que se caiga por azar.

Esto significa que el receptor de mensajes está con su mente dividida entre varios estímulos sin jerarquía entre ellos. Es más ágil para saltar de un lado a otro pero es mucho más superficial, recuerda poco y no ahonda en ningún lado.

Este es el pasajero de la era digital. No es necesariamente más tonto, pero sí más banal y con una escasa capacidad para retener la continuidad, la profundidad y la jerarquía. Es capaz de mantener una atención parcial hacia varios lugares simultáneamente, de forma rápida y siempre simplificada. Es lo que se llama dumbing down o atontamiento hacia mínimos. La tecnología permite ser usada con un mínimo de conocimientos. Se ha dicho que esta lasitud implica una disminución temporal del cociente intelectual. La movilidad permanente bloquea cualquier tipo de profundización.

Nuestros alumnos no añoran otro tipo de forma de ser las cosas. Somos los profesores veteranos los que constatamos el problema, lo que para ellos no lo es. Es el mundo que han conocido y es inútil hablarles de otra forma de entender la información. Este es su amado mundo, lleno de información dispersa y atractiva que reclama visualmente su atención que nunca llega a concentrarse en algo concreto demasiado tiempo. La gracia está en ir saltando de imagen en imagen, que pronto suscita cansancio o aburrimiento. El profesor se convierte obligadamente en un guía del ocio, en un animador cultural, en un formador discontinuo que ha de variar con frecuencia de actividad sin ahondar demasiado en ninguna.

Las iglesias hace tiempo que se han dado cuenta del problema y también se han adaptado al lenguaje audiovisual instantáneo y fragmentario especialmente las iglesias protestantes y los templos budistas. Esa percepción del Absoluto que reclamaban hace un tiempo ha ido variando y ahora es todo más animado y burbujeante, más superficial y frívolo. El templo del señor se ha centrado en una pantalla televisiva donde aparecen imágenes sugerentes o el sacerdote se ha hecho un maestro de ceremonias que imita a los presentadores de la televisión en un programa musical o concurso de televisión.

La política también se ha hecho parcial y dispersa. Nadie recuerda muy bien lo que un día u otro dijeron nuestros dirigentes. Parecería que nadie, salvo las hemerotecas, a las que nadie va a consultar, recordara lo que expresaron no hace mucho tiempo. Sólo cuenta el eslogan del momento que va a ser emitido en el telediario. Se busca el impacto inmediato, no la apelación al razonamiento y a la memoria. A nadie parece importarle esto.

Nuestros alumnos viven, en consecuencia, en un mundo inestable e irreverente frente a la autoridad. Nuestras clases han de adaptarse a su idiosincrasia, a su modo de percibir el mundo y la realidad. Es un mundo volátil en el que la concentración no tiene excesivo lugar. Si logramos retenerlos durante unos minutos es un éxito. Hemos de calmarlos, saberlos serenar en este estadio de permanente inquietud y necesidad de salto y de novedades.

Unos minutos de poesía al día, unos instantes de detención, de fijación en un mundo que se sabe inestable pero que necesita de la quietud para reflexionar, para observarse a sí mismo, son un éxito en nuestra tarea. Hemos de pensar en ello.

miércoles, 20 de septiembre de 2006

Literaturas orientales


Para mí es un descubrimiento y una gozada impartir esta asignatura. Es nueva para mí y me inicio en ella como un adolescente enamorado de sus predios y valles, montañas y cordilleras. En efecto, es la primera vez que doy Literatura Universal en primero de bachillerato. Hasta ahora me había dedicado a la Literatura Española con algún toque de literatura europea.

Mi primera conmoción ha sido encontrarme con el tema titulado “Literaturas orientales” que engloba a las literaturas más antiguas del mundo, esto es, la china, la india y la hebrea. ¿Qué sabía en profundidad de ellas? He tenido que recordar mi lectura lejana del filósofo Lao Tse y su libro imperecedero, el Tao Te King, lo que significa “el libro del recto camino”. Lo había leído hace veinte años pero el libro acabó, como otros de sabiduría oriental, en manos de otras personas. No sé por qué pienso que estos libros, auténticas cumbres del pensamiento filosófico y humano, han de pasar de mano en mano, y así sucedió con el Tao Te King. Se lo regalé a una alumna que había sufrido un accidente que le tuvo varios meses entre la vida y la muerte. Se llamaba Montse. Recuerdo que tras la lectura de Lao Tse, le presté un libro de Krishnamurti titulado El coraje de estar solo, que era uno de mis preferidos entre su extensa obra. Aquella alumna vino tiempo después a hablar conmigo. Su vida había cambiado tras aquella durísima experiencia cercana a la muerte, pero la lectura de Lao Tse y Krishnamurti la habían transformado. Se había hecho más ligera, más serena y más alegre. Veía la vida como desde el otro lado dejandola fluir sin excesivo esfuerzo. Hasta lo que había pasado, se consideraba una muchacha seria y concentrada, pero ahora todos sus amigos decían que era un prodigio de buen humor y alegría. Se sentía bien consigo misma y lo proyectaba al exterior.

Nunca sé muy bien qué pudo haber pasado por su cabeza. Por un lado estuvo el accidente, pero por otro, la lectura de dos joyas del pensamiento oriental que fueron como esas piedras que arrojamos al río y producen ondas concéntricas que llegan no se sabe muy bien adónde.

Recordaba a Montse cuando hablaba en clase del libro del Tao, de la filosofía de la dualidad del yin y el yang, de la literatura india con obras tan monumentales como el Ramayana y el Mahabharata dentro del cual hay otra obra maestra como es el Baghavad Gita. Su traducción es “El canto del bienaventurado”. Es un monólogo de Krishna a su discípulo Arjuna. Fue éste un libro de culto en el mundo anarquista y hippie de los años sesenta del siglo pasado pero antes fue lector entusiasta suyo Henry David Thoreau (1817-1862), el autor de Walden, o la vida en los bosques, una de las utopías más espléndidas creadas en la edad contemporánea sobre la vida contemplativa en armonía de la naturaleza. Hemos hablado, en consecuencia, de Thoreau. Ellos, mi grupo de ocho alumnos, habían buscado información sobre él para luego ponerla en común. Fue un importante precedente del Leon Tolstoi y del Mahatma Gandhi con su Tratado sobre la desobediencia civil. Es un antecesor de ideologías como el ecologismo y la ética ambientalista, la no violencia y el vegetarianismo… Pues bien, Thoreau escribió en su diario: “Todas las mañanas lavo mi intelecto con la estupenda y cosmogónica filosofía del Baghavad Gita… En comparación con estas enseñanzas, nuestra civilización y literatura modernas parecen mezquinas y triviales”.

Sólo nos hubiera faltado trasladarnos subrepticiamente al bosque y haber metido nuestros pies en el agua del río y leer fragmentos del Walden o del poeta Walt Whitmann, su maravilloso Hojas de Hierba, o quizás del Baghavad Gita o del Tao Te King, quizás también algunos poemas del Cantar de los cantares o del Eclesiastés, joyas de la literatura hebrea.

Pero no, ha sonado el timbre de final de la clase. Mis ocho alumnos estaban desconcertados. Tenían ante ellos a alguien que no les estaba preparando para un examen que hubieran de aprobar sino a alguien que pretendía mostrarles libros e ideas importantes, que estaba lanzando piedras al estanque para que hicieran un viaje concéntrico quién sabe adónde. Hemos dedicado dos días a un tema marginal de la historia de la literatura universal y hemos de pasar a otros temas más cercanos como son las literaturas griega y latina. El profesor tiene la sensación de haberse equivocado de época y le hubiera gustado formar una academia peripatética en que estos libros hubieran podido degustarse y vivirse de una forma intensa y dialéctica. Quizás estas ideas reprimidas llevan a mesianismos insoportables como el que latía en El club de los poetas muertos sobre el que flota la influencia de Henry David Thoreau. Afortunadamente, sólo han sido dos clases en las que el profesor ha hecho el amago de iniciar un viaje a un destino alejado de nuestra filosofía de vida actual. Afortunadamente, ha sonado el timbre y ha deshecho el encanto de nuestros pies en el agua.

sábado, 16 de septiembre de 2006

Ilusión


Comienza el curso y ante mí tengo a varios cursos de cuarto de ESO que esperan con expectación cómo se va a ir desarrollando la asignatura de Lengua Castellana. Este inicio siempre me sume en intensas reflexiones sobre cómo enfocar la materia. El profesor puede ceñirse a cumplir el programa, lo que es ir desgranando y cubriendo tema tras tema de literatura, de comprensión lectora, de gramática, de léxico, y de ortografía; todo ello unido a las lecturas obligatorias. Es una posibilidad. No salirse un ápice del guión o del programa tiene sus ventajas. Te permite un asidero frente a la inestabilidad de los alumnos. Una buena parte de los profesores se niegan permitirse una pequeña improvisación, algo que rompa la rutina cotidiana. Los alumnos de la ESO están acostumbrados a asignaturas previsibles lo que les suscita, en muchos casos, un profundo aburrimiento. El profesor explica el tema que corresponde y a continuación resuelve los ejercicios del libro que están previstos. Nada nuevo, nada original, nada sugerente.¿Cómo va a atreverse a ser original con lo complicados que son los adolescentes de hoy en día? ¿Cómo va a osar iniciar un proceso nuevo si los alumnos tienen gigantescas lagunas en su proceso de aprendizaje? ¿No supondrá ello una pérdida de tiempo que no permitirá "cumplir" el programa?

Sin embargo, tomo de un blog educativo algunas ideas que pueden ser directrices en el planteamiento de la tarea docente. Al menos pueden servir para ilusionarnos y cuestionar desarrollos anodinos de la asignatura. Estas anotaciones son útiles para entender cómo funcionan nuestros alumnos:

Los alumnos muestran interés por:

- Todo aquello que lleva implícito el concepto de UTILIDAD.
- Aquellas situaciones en las que se sienten PROTAGONISTAS.
- Las actividades en las que tienen una cierta libertad de ELECCIÓN.
- Las actividades que suponen una RUPTURA de la rutina.
- Las actividades que tienen una PROYECCIÓN más allá de las paredes del aula.
- Las iniciativas en las que el profesor muestra su IMPLICACIÓN.
- Todo aquello que redunda en un RECONOCIMIENTO de su labor.

He decidido comenzar las clases de Lengua con lo que podría ser llamado “Un rincón poético”. Cada clase se iniciará con la lectura de poemas del autor “de la semana”. Les leeré dos o tres poemas y luego les pediré que me den sus impresiones, qué han sentido o qué les han sugerido. Si hay suerte, puede abrirse un diálogo fructífero que ellos pretenderán alargar para no enfrentarse a la clase rutinaria. Puede ser un buen comienzo. Al final del curso, los alumnos pueden haberse convertido en buenos oyentes de poesía. Hay muchas propuestas: la semana de Bécquer, de Salinas, de Neruda, de Miguel Hernández, de Vicente Aleixandre, de Rafael Alberti, de Nicolás Guillén… Iré buscando autores y textos poéticos que puedan llegar a su sensibilidad, que puedan motivarles y hacerles pensar o sentir. Hay asimismo múltiples blogs en que poetas noveles escriben a veces poemas interesantes. Un poco de erotismo también puede ser una sugerencia. Un paso posterior será que ellos intenten distinguir e imitar los temas y estructuras de estos poemas, que se suelten en la creación poética y que se sientan protagonistas. Es importante que confíen en mí, que no me sientan como el enemigo. Es un peligroso equilibrio el que hay que mantener porque no puedes perder el control de la clase. Salirte de los esquemas siempre trae riesgos, pero no salirte también provoca problemas y no menos serios. Si los alumnos se aburren en tus clases, son ellos los que provocan las situaciones hilarantes o tensas para mitigar el aburrimiento. No se trata, pues, de intentar solamente divertirles. No, tampoco es eso, sino de introducirles conceptos serios y profundos mediante técnicas que implique su participación e implicación. Lo que más les produce tedio es verse convertidos en personajes pasivos en el proceso de aprendizaje. Necesitan sentirse protagonistas, necesitan lo que hoy está a la orden del día: la interactividad. El profesor ha de estar abierto a las novedades y no dejarse cegar por el miedo a lo que pasará, miedo comprensible a tenor de la idiosincrasia de nuestros alumnos.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Una verdad inconveniente


Hoy ha venido a verme inesperadamente mi sobrino Oscar de Zaragoza. Siempre que nos encontramos surge algún tema de conversación que me sirve de exploración del alma de los adolescentes con los que he de bregar día a día. Supone verlo desde un ángulo familiar y no del “lado del profesor”. Él me pone al día de los nuevos grupos musicales, de las nuevas tendencias tecnológicas, de sus gustos de lectura, de sus reivindicaciones de adolescente a los conflictivos quince años, con la ESO suspendida y orientado a los famosos programas de Garantía Social. Puedo ver en él a muchos de mis alumnos de un determinado perfil, pero en una relación transfigurada por el afecto y la cercanía.

Es un adolescente arquetípico: acné, brackets, aire desgarbado, inseguro con su aspecto físico aunque arrogante y necesitado de autoafirmarse continuamente, hipocondríaco, aprendiz de cínico, susceptible sobre su aspecto físico y sus características personales, aire de estar aburrido constantemente como si el mundo adulto fuera inhábil para satisfacer sus ansias más profundas, inquieto, incapaz de estar mucho rato con la misma actividad, protestón y contestatario, sabelotodo, adicto a los recursos tecnológicos y a la música heavy metal.

Intuyo en él una fuerte desorientación y un protopensamiento caótico que busca, que necesita modelos que le sirvan de eje en su vida. De momento se mueve dentro del ámbito de la negación. Sabe más lo que no quiere que lo que quiere. El mundo paterno y adulto es ambivalente y siente hacia él tanta atracción como rechazo. Está buscando nuevos paradigmas de ideología y de comportamiento. Desgraciadamente, dentro del mundo juvenil, que es el que él frecuenta, es difícil encontrar un pensamiento que vaya más allá del situacionismo negativo. Aquí estoy y el mundo me lo debe todo. Yo no soy responsable, yo no he pedido estar aquí; mis padres tienen la obligación de mantenerme y aguantarme; los profesores son unos seres cargantes que parece que se obstinen en hacernos la vida insoportable con sus discursos, con sus materias lentas y aburridas; los escritores oficiales son unos pesados y sus novelas obligatorias, soporíferas.

Una conversación hoy le ha desconcertado. No sé cómo ha salido, pero hemos empezado a hablar del cambio climático y del calentamiento global del planeta. Este es un tema que le venía lejano y carecía de interés en principio para él, pero que hoy se ha convertido en un buen referente de sus inquietudes y reflexiones. Estamos –hemos dicho-, en un proceso de cambio climático, cuyas consecuencias podemos ya ver por el ascenso de las temperaturas medias del planeta, la fusión de glaciares y de partes considerables de los polos que dará origen a un ascenso del nivel medio de los mares en las próximas décadas. El calentamiento global alterará y cambiará nuestro modo de vida lo que originará gravés sequías por un lado y lluvias torrenciales o huracanes por otro. Probablemente, el cambio climático esté propiciado también por la desaparición de grandes zonas de selvas tropicales y el avance de la desertización, incluida la península Ibérica. Las migraciones masivas de africanos puede que tengan que ver con este cambio climático y el agotamiento de recursos de vida tradicionales como la pesca. Todo ello alienta la migración de decenas o centenares de miles de africanos. Y es que como fondo de todo está la acción del hombre, esquilmando la naturaleza por encima de sus posibilidades.

Hemos hablado de la hipótesis de Gaia de James Lovelock, la idea de que la Tierra es un organismo vivo que reaccionará a tenor de las agresiones que está experimentando. Si continuamos explotando los recursos del planeta, éste sencillamente se defenderá y se nos quitará de encima. Hemos hablado también del debate promovido por Stephen Hawking del que hablaba en un post reciente. El científico británico se preguntaba sobre qué cómo debíamos enfrentarnos a un mundo caótico y cambiante y cómo sobrevivir a estos cambios en los próximos cien años.

Le he sugerido que vaya a ver la película a punto de estrenarse titulada “Una verdad inconveniente”, protagonizada por el exvicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore. Se la he recomendado para que sea él mismo quien saque conclusiones sobre la situación grave –a mi juicio- en que nos encontramos.

He visto a mi sobrino preocupado e incluso angustiado ante lo que estábamos hablando. Sobre todo quería saber sobre cuándo veríamos cambios irreversibles de lo que estaba sucediendo. Al Gore sostiene que disponemos de una década para reducir considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera y otros cambios que impliquen la reducción de consumo energético en el planeta. Si no, en unas décadas muchos cambios se habrán hecho difícilemente reversibles y la inestabilidad social, humana y climática del planeta se habrá hecho insostenible.

Oscar se ha ido preocupado. Su padre le ha hablado de otras interpretaciones más tranquilizadoras sobre lo que está pasando. Que esto son ciclos; que estamos en un ciclo cálido, pero al que pueden suceder otros ciclos más fríos, que esto no es irreversible, que no tenía por qué preocuparse… Sin embargo, ayer por la noche, Oscar se preguntaba sobre lo que podía hacer como ciudadano del planeta y se planteó apuntarse en asociaciones como Greenpeace o Adena como colaborador. De hecho entramos en algunas de sus páginas web y vimos las tarifas para jóvenes menores de dieciocho años, sector cuya participación considero imprescindible para intentar paliar los efectos, a mi juicio, peligrosísimos del efecto invernadero y el calentamiento global. Son el futuro, es su calidad de vida y sus condiciones de supervivencia las que están en juego.

De nuevo, una visita de mi sobrino me ha servido para establecer un diálogo productivo con las generaciones jóvenes, y considero que muchas de sus reacciones son extrapolables a las que encontraré dentro de unos días entre mis alumnos de su misma edad y de su actitud contestataria, pero en el fondo necesitada de algo que dé sentido a sus vidas. Creo que ha sido un diálogo fecundo para los dos.

martes, 5 de septiembre de 2006

Reglamentos

Una de las sesiones más prolijas y burocráticas que preceden al comienzo del curso es aquella en que intentan fijarse las normas del RRI (Reglamento de Régimen Interno) que fundamentan la convivencia del Centro. El que esto firma no suele intervenir públicamente porque prefiere actuar antes como cronista que como protagonista dialéctico.

La Junta directiva va desgranando ante el claustro reunido en pleno las normas básicas del RRI y mi impresión es que la discusión parece extraída de una película de los Hermanos Marx en aquel film memorable que es Una noche en la ópera: La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte… En efecto, no hay norma escrita que considerada cabalmente no termine por resultar absurda e inaplicable en la práctica. Los profesores desmenuzan todo el reglamento de régimen interno y se dan cuenta de las sutilezas del lenguaje. Todo, en el fondo, si bien se observa, es objeto de relativismo y casuística. No bien el Coordinador pedagógico, un personaje melifluo que podría ser miembro de una ONG dedicada a auxiliar a los pueblos oprimidos del planeta, enuncia una norma, un montón de manos se levantan decididamente. Él, que tiene asumidos los hábitos democráticos a fondo y es partidario de la cordialidad y el entendimiento, da la palabra a los que se manifiestan como disidentes. Entre todos terminan por machacar el enunciado objetivo de la norma en cuestión y todos nos decimos entre nosotros que está en los límites del absurdo y es inaplicable. La discusión gira en redondo, y los argumentos de una parte del profesorado son cuestionados por todas y cada una de las intervenciones que siguen. Cuando todo está patas arriba, una nueva palabra desvía la discusión a otros términos que nadie hubiera sospechado. Entonces se produce el guirigay gozoso del claustro que, incapaz de llegar a una solución objetiva, decide tomarse tomarse las cosas con sentido del humor. De pronto, unas palmadas llaman al orden al profesorado y se intenta reconducir la situación que, sea la que sea, termina por ser pospuesta para una reunión posterior sin fecha. Así sucede con todos los artículos del Régimen Interior. El lenguaje, como denunciaron las obras del teatro del absurdo, empezando por La cantante calva de Ionesco, es un importante factor de incomunicación y llevado a sus últimas consecuencias es realmente insólito y delirante.

El Jefe de Estudios luce su larga cabellera desplegada al viento. Hoy lleva una camiseta con la figura del Thor el dios del Trueno, el dios de Asgard. En sus manos levanta el famoso martillo Mjolnir –hecho por los enanos en las cavernas subterráneas- que hace de este dios uno de los más conocidos del Olimpo de la mitología Nórdica y que ha sido acercada a las recientes generaciones por la versión de los Marvel Comics. El representante de Thor y del orden académico alza la mano serenamente ante las reiteradas y malévolas alusiones a la deficiente disciplina del centro. Todo es relativo, viene a decir. No pueden aplicarse mecánicamente las normas de de incoación de expedientes por la disparidad de criterios con que los profesores expulsamos a los alumnos díscolos. Los hay, sin ir más lejos, que expulsan por no traer el libro a clase mientras que otros más pacientes, sólo lo hacen cuando un alumno le está metiendo el dedo en el ojo. Hay que buscar un término medio, que carajo. Hay que contextualizar, dice agitando a Mjolnir en el aire.

La profesora tutora de mediación apela a nuestras conciencias para que no expulsemos sin antes haber dialogado profundamente con los alumnos. Han de sentirse escuchados, y no como enemigos de nadie. Es necesario, pues, que funcionen los puentes de diálogo y no los de enfrentamiento. La escuchamos arrobados a punto de entrar en éxtasis cuando argumenta que no podemos recoger por escrito los motivos por que debeberíamos expulsar a un alumno de clase. Es necesario, dice con voz delicada, aplicar el sentido común. El martillo de Thor, Mjolnir, ha de ser mesurado y darle antes una oportunidad al entendimiento, a las manos enlazadas por la concordia y no al gesto agrio e intemperante.

No todo el claustro coincide con tan benévola interpretación de los hechos. De hecho, desde muchos angulos se denuncia la falta de eficacia en la aplicación de las normas de disciplina y se discuten a propuesta del director medios que puedan ayudar a redirigir las situaciones conflictivas sin llegar a la amonestación -terriblemente complicada y liosa para el profesor en su aplicación según explicaremos algún día-. Varios profesores exigen un claustro que tenga como tema monográfico la disciplina pues se considera un asunto sin cerrar y que las medidas cautelares sean más abundantes y efectivas. Los puntos de vista son difíciles de conciliar.

Obvio otros múltiples temas de debate puesto que en casi ninguno hemos llegado a un acuerdo consensuado… y es que la naturaleza humana es compleja y los reglamentos muy relativos e incapaces de contener la infinidad de matices que tiene el ser humano. En todo caso, un claustro es divertido si uno ha de resumirlo posteriormente para los lectores del blog.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Rumbo a lo desconocido


Crónica en caliente. Acabo de volver de mi instituto donde he vivido “la vuelta de las vacaciones”. Uno de setiembre. Los motores herrumbrosos han de ser engrasados. Todos somos extremadamente amables. ¿Qué tal las vacaciones? Respuestas estereotipadas. Muy bien. Demasiado cortas. Ya estamos aquí. Todos estamos desconcertados. Besos, efusivos apretones de manos. El Jefe de Estudios, que hace colección de camisetas estratosféricas (reaccionarias y revolucionarias) y de las que tiene una buena cantidad en su armario, nos cuenta en la intimidad que este verano ha participado en Londres en un campeonato de Streap-Poker. Nos enseña fotos vestido, al empezar, y luego, ataviado púdicamente con una toalla, al finalizar la partida. También fotos de bellezas rubias y senos esplendorosos cuando la suerte les había sido adversa. Al poker por internet, une su afición por la magia y los cócteles que endulzan la garganta. La pedagoga del centro me habla, en cambio, de su viaje por Uzbekistán, en plena ruta de la seda. Ciudades: Samarkanda, Bukhara, Tashkent, Fergana… Un país que perteneció a la URSS y que hoy en día busca su identidad (como todos, me digo yo). La mayoría son uzbekos y el idioma internacional es el ruso, luego el tayico. Casi nadie habla inglés. Es un país poco tocado por el turismo y sus gentes son amables y encantadoras. Sus ciudades son feas y deslavazadas pero su arquitectura histórica es admirable. Promete traerme otro día fotografías del viaje. Un compañero de seminario me habla de su viaje a Calabria, en el empeine de Italia, una región de bosques y lagos en que en pleno verano habían de ir con jersey, tan alejados de los calores que hemos padecido en España.

Cada cual tiene su historia que contar. Un profesor me habla de un verano angustioso por la tensión de que su hija pequeña pudiera padecer un tumor tiroidal. Me siento identificado con él y le cuento mis preocupaciones y ansiedades como padre. Nos damos cordialmente la mano. Entre tanto una profesora viene a manifestarme su afecto en un saludo tan parco como cálido. Los dos sabemos que nos apreciamos y no hace falta nada más. Ninguno ha hecho nada especial este verano.

El director te habla de un amigo común al que vio en sus vacaciones en un pueblo castellano. Otro profesor te hace la reflexión fatalista de somos más viejos. Otra compañera te habla del estrés que arrastra del curso anterior. Somatiza las tensiones y el curso pasado lo vivió como un náufrago a la deriva en alta mar, algo así como el protagonista del Relato de un náufrago. Estos días, por la vuelta, ha padecido dolores de estómago y ansiedad. Nos esperan nuestros alumnos en pocos días. Un comienzo de curso tiene algo de violencia. Dos ejércitos enemigos aguardan para devorarse y ninguno tiene la más mínima intención de comenzar. Sólo las fechas inexorables del calendario marcan nuestra dinámica. Todos lo vivimos con un sordo malestar interior que nos acompaña estos días.

Recuerdo una serie televisiva de hace unas décadas. Era una serie de intriga científica llamada Rumbo a lo desconocido. Era niño y yo la vivía con angustia. Algo parecido a lo que vivimos estos días cada uno a su manera. Existe en la conciencia popular la convicción de que los profesores vivimos muy bien, pero la gente no conoce nuestros temores, nuestra inseguridad, nuestra frustración de enfrentarnos a alumnos, hijos de nuestro siglo XXI, que no se sienten nada atraídos por lo que nosotros podemos ofrecerles. Somos un resabio del pasado. Los profesores somos algo con cierto sabor romántico y nuestros alumnos son todo menos románticos. Luchamos contra modernos molinos de viento que en pleno parque eólico nos derriban una y otra vez. Nuestra autoridad y nuestro prestigio es sólo ficticio. Representamos lo que Kundera tituló pomposamente como La insoportable levedad del ser, pero sustituyendo “ser” por “profesor”. Probablemente en pocas generaciones los profesores hayamos desaparecido o sólo seremos un lujo al alcance de las clases más acomodadas.

Este año impartiré asignaturas de lengua castellana a cuarto de ESO, y un lujo maravilloso: Literatura Universal a alumnos de Primero de bachillerato. Hoy decido finalmente las lecturas para este curso. Quiero que sean cortas para que no se agobien, pero también intensas y representativas de algunas corrientes fundamentales de la literatura. He elegido: Lisístrata de Aristófanes, Tartufo de Molière, Narraciones extraordinarias de Edgar Alan Poe y La metamorfosis de Kafka.

Nos adentramos en un curso que aparece delante de nosotros como una incógnita, una equis en campo de gules, llegamos a territorio enemigo con nuestras armas aguzadas por la ironía y el afecto, más allá de nuestros temores y nuestras ansiedades. Ser profesor tiene algo de misterioso. (Joselu, baja de tu nube. Te has pasado el verano leyendo, como te pasas la vida, en un correlato de existencia. No puedes vivir ya aventuras en el espacio, pero sí en el tiempo, sí con tus alumnos cuya respuesta no puedes vaticinar). Entramos en un tiempo mágico cargado de tensiones, de miedos, de incertidumbre, de desesperanza, pero también de desafíos, de energía vital puesta al límite, de amor, humor y de muerte: inevitable contradicción que es la vida y la enseñanza. Alia iacta est.

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