La entrevista a Laszlo Bock,
vicepresidente de Recursos Humanos en Google en una entrevista en el NYT, me ha
hecho pensar y ha confirmado algunas intuiciones que he obtenido a lo largo de
mi carrera como docente. La idea fundamental del citado Laszlo Bock es que el
expediente académico más brillante no predice nada del comportamiento de un
futuro trabajador de Google. De hecho le prestan ya poca atención por no decir
ninguna. Tampoco los tests rebuscados sirven de mucho para seleccionar a
alguien con capacidad innovadora o de liderazgo.
Parece que el éxito en los estudios más
elaborados puede querer decir más la capacidad de adaptación a un ambiente
artificial en el que se ha aprendido a destacar. La pregunta fundamental que un
alumno se llega a hacer es qué quiere el profesor que le conteste. Esa
habilidad es la que se premia en los exámenes que destacan al alumno que
contesta lo obvio que desea el profesor. Además los ambientes académicos son
tan artificiales que rara vez tienen que ver con el contexto en que habrá que
desarrollar su potencialidad el futuro trabajador.
Yo no soy profesor universitario, pero
soy consciente de que las buenas notas, conseguidas con esfuerzo o con
capacidad de adaptación a eso que quiere el profesor, no son síntoma claro de
que haya verdadero brillo detrás. Muchas veces los alumnos con mejores notas se
evidencia que no son imaginativos y que fácilmente, si se les saca del contexto
en que se desenvuelven bien, perderían fácilmente el norte. Responder a lo
obvio no es tan difícil. Responder a lo no obvio es más complicado. Alumnos que
quedan orillados por su poco trabajo, su escasa constancia o su actitud
disruptiva en clase pueden tener más potencial que el que triunfa en los estudios.
El otro día conversaba con un profesor en
una salida y le explicaba que, a pesar de haber hecho un bachillerato
científico, yo era muy nulo para las matemáticas y que me costó muchísimo
sacarlas adelante. Aun así, le explicaba que todo lo que tuve que aprender
sobre trigonometría, derivadas, integrales, números irracionales, etc,
realmente no me ha servido de nada en mi vida profesional. Él no creía esto y
pensaba que me había dado un sistema que aplicaría en mi vida de modo
inconsciente. Yo se lo negué. Mi mente no es matemática, igual que no es
futbolística ni musical. Tengo otras potencias pero estas no son las mías. De
igual modo entiendo que todo lo que enseño sobre sintaxis a mis alumnos por
prescripción curricular no les servirá de nada salvo que se dediquen como
profesores a explicar sintaxis. Es falso que la sintaxis enseñe a escribir
mejor. Se escribe de modo intuitivo y se aprende escribiendo, llenando miles de
cuartillas y leyendo a los mejores. Ni Homero, ni Cervantes ni Balzac fueron a
una escuela de escritores. Ni aprendieron sintaxis. En todo caso de modo
intuitivo.
Veo a alumnos muy aplicados aprendiendo
con ahínco cosas inútiles que en buena parte no sirven para nada salvo que se
vayan a dedicar a una parcela del conocimiento muy específica. Y los exámenes
suelen ser sobre eso, no para plantear problemas que exijan un ejercicio del
pensamiento y de la reflexión para enfrentarse a lo no obvio. Los profesores
somos parte de un sistema que no da prioridad a la creatividad, al liderazgo, a
la innovación. Premiamos a los laboriosos, a los aplicados, a los formalmente
adaptados, a aquellos que saben qué vamos a preguntar y se lo preparan,
estudiando con tesón. Pero si uno se pasa la vida estudiando ¿cuándo aprende?
Yo soy consciente de que todo lo que he aprendido ha sido de forma autodidacta
y sin un plan prefijado, de modo intuitivo, bordeando los límites, circulando
por carreteras secundarias. No necesariamente las respuestas están en las
autopistas. Un futuro líder puede estar demasiado ocupado haciéndose preguntas
que le obstaculicen el éxito en los exámenes que miden la homogeneidad y la
ortodoxia. Y esa es la cualidad superior que tiene alguien que resalta. La
capacidad de hacerse preguntas e intentar resolverlas de modo original. Lo
asistemático tiene más posibilidad de enfrentarse a nuevos problemas que
requieren salirse de los caminos conocidos. De hecho los grandes innovadores
surgen muchas veces de la marginalidad y no del centro del sistema educativo.
¿Qué universidad puede crear a un gran
periodista? ¿A un gran actor? ¿A un gran escritor? ¿A un gran director de cine? ¿A un gran pintor? ¿A un gran cocinero? ¿A un gran músico?
Entiendo que hay profesiones que
requieren de una titulación académica, es cierto, por ejemplo los arquitectos,
pero los arquitectos que edificaron las pirámides o las catedrales góticas no
habían ido a la universidad. Hay diferentes medios de aprender pero nosotros lo
hemos basado todo en la adquisición formal de títulos y de la conformación de
brillantes expedientes académicos que terminan tirándose a la basura porque no
son válidos para crear profesionales audaces e imaginativos. Para contestar
preguntas imprevistas y fuera de programa.
A veces pienso que un solo dibujo muestra mucho más de un alumno que el examen más difícil que se pueda imaginar.