Imaginemos que el aula es un laboratorio,
no ese espacio consabido en que hay un profesor que enseña y alumnos que
aprenden (o que simulan aprender o que no aprenden). Imaginemos que las
circunstancias pueden ser moduladas. Hay dos elementos fundamentales que son
imprescindibles: alumnos y profesor, profesor y alumnos. El orden puede dar
lugar a casuísticas interesantes. En la clase tradicional, el profesor tiene la
autoridad y dirige la sesión violentando e imponiendo contenidos, métodos,
discurso, ejercicios. Puede ser genial o puede ser un infortunio con mayor o
menor énfasis para los que están sentados que se aburren, no aprenden y sueñan
con paraísos artificiales (¡ay, si conocieran a Baudelaire!). Es la estructura
de siempre. Los alumnos no toman aquello que les interesa, no tienen capacidad
de elegir. Es el profesor, que posee el conocimiento, el que define las
circunstancias (si puede, claro).
Pero, como decía, imaginemos que el aula
es un laboratorio en que podemos variar el proceso. ¿Podrían los alumnos
estimular por sí mismos dicho proceso? Es decir, plantear sus deseos, sus
necesidades, sus motivos, sus inquietudes y sus afanes y entrar en juego con el
profesor que actuaría como un catalizador y no un dirigente de orquesta. ¿Puede
ser el profesor impulsado por el interés de sus alumnos que anhelan jugar y
aprender?
Todo esto me lo preguntaba en una clase
que di el otro día en tercero de ESO. No soy un profesor autoritario. Aunque lo intentara no me
saldría. Mi carácter despistado y un aura mayosesentayochesca me lo impide. No
quiero decir que no lo intente pero no me sale. He de plantear mis clases de
modo que sean interesantes en sí mismas de modo que sean ellos, mis alumnos,
los que decidan y elijan participar en un juego, sí, un juego. La vida es un
juego que tiene reglas. Todo, según lo miremos, es un juego. Lo es la política,
lo es la relación amorosa, lo es el tráfico, las matemáticas, el dinero... La
dimensión de juego es esencial para comprender la realidad. ¿Por qué la clase
no va a poder asumir también la condición de juego explícito en que hay unas
reglas y un objetivo: el conocimiento?
La clase fue un éxito. Planteaba por
primera vez una aplicación distinta a Kahoot
que se llama Socrative. Había creado
un test de cuarenta preguntas sobre sintaxis en que tenían que contestar,
eligiendo entre diversos ítems o verdadero/falso. Cada grupo de dos o tres
alumnos era representado en la pizarra digital por un unicornio (o un cohete)
con diversos colores. No había tiempo límite Solo había que contestar en grupo
cuarenta preguntas, no necesariamente fáciles. Con sus aciertos hacían avanzar
el caballo de la pizarra digital compitiendo entre ellos. Tenían que debatir en
grupo las distintas opciones sobre el tema del Predicado Nominal . Fue apasionante. ¿Se imaginan a veinticinco
alumnos discutiendo sobre sintaxis pura para elegir la respuesta correcta que
hiciera avanzar a unicornio frente a los demás? Aclaro que tienen un ordenador
portátil pero que hace falta solo uno para el grupo.
Era un ensayo que salió bastante bien, yo
diría que muy bien. Miramos los resultados y la clasificación. Estos ofrecen al profesor una radiografía de las
deficiencias del grupo y le ayuda a saber por dónde atacar.
Quedaba mitad de la clase. Planteé Retos de escritura, una aplicación que
tengo el iPad, elemento imprescindible en mis clases. Conecté el iPad al cañón
de proyección y comenzó el juego que ellos conocen. Elegí nueve pasos, esto
quiere decir que la aplicación elige un comienzo para una narración que tienen
que escribir individualmente. Les da una pista, una frase, un personaje, y
ellos tienen que incluirlo en una narración. Al minuto les sale aleatoriamente
otro elemento narrativo que deben coordinar con el primero de forma lógica,
algo que es difícil porque los elementos son muy dispares. Así hasta el noveno
paso que les da el final de la narración con una frase en el aire que queda
vibrando. Es un ejercicio difícil porque se trata de hacer lógica lo que es una
secuencia arbitraria, y hacerlo de forma rápida, muy rápida. Es un juego que
les encanta. No es la típica redacción sobre las vacaciones. No, hay que tener
conciencia del juego narrativo y ser capaz de hacer coherente el relato. Hay
algunos que son unos hachas. El momento culminante es cuando han de leer sus
relatos. No había demasiado tiempo y pedí voluntarios. En seguida se levantaron
diversas manos que querían leerlo. Percibí entusiasmo en sus deseos de leerla.
Leímos cinco o seis. Algunas eran perfectamente lógicas. Habían sabido
incorporar con habilidad elementos totalmente inconexos en principio. Otras no
eran tan hábiles pero ellos al leerlas se daban cuenta del acierto o no del
ejercicio que era juzgado por sus
compañeros que aplaudían cuando el resultado era óptimo. Hay algunos alumnos
que tienen a gala redactar con alguna soltura y les encanta el juego que
presupone rapidez de reflejos y un potente eje mental, aglutinador de la
historia. Cuando faltaban varios por leer, sonó el timbre de final de la clase
que había pasado en un soplo.
No siempre sale bien. Hay intentos
fallidos, pero tengo claro que mis alumnos estuvieron fuertemente implicados en
esa sesión que ofreció dificultad y les exigió estar al límite de sus
posibilidades sintácticas y narrativas.
A esto me refiero. Convertir el aula en
un laboratorio de experimentación dinámico, abierto a la creación, la
improvisación, y el placer por aprender.
Se trata de la mejor actitud, me parece. Resulta curioso que coincida con mi enfoque personal de la vida: cumulo de observaciones sin enjuiciar para luego agruparlas y convertirlas en estadística personal y en conclusiones personales a ser posible con la mejor de las actitudes lúdicas. Creencias cero, consciente que la cuestión personal puede resultar demasiado engañosa. Al final, con la llegada de la madurez concomitante uno aprende a dejar de proyectar sus conclusiones sobre los otros, porque cada quien tiene distinta urdimbre y hay que comprenderlo. Comprender si, pero no compartir porque suele resultar demasiado inutilmente doloroso.
ResponderEliminarEn todo esto subyace la prueba científica de ensayo/error. Aunque las circunstancias son tan cambiantes que es difícil extrapolar conclusiones válidas en lo que sucede en el aula. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarLa creación es un suelo firme para el aprendizaje, sin duda alguna.
ResponderEliminarPero arriesgada también. Uno puede acertar pero también errar.
Eliminar¡No me digas que hay una aplicación con las técnicas de Rodari! ¡Y yo que tenía "el binomio fantástico" y principios, finales e interludios en tarjetas de cartulina! ¡Mucho más atractivo ahora para ellos, dónde va a parar!
ResponderEliminarAprovechemos la tecnología, porque ella, al igual que la escritura y la palabra, es un arma cargada de futuro... todavía...
Felicitaciones por tan estupenda clase que derriba esa leyenda urbana de que en secundaria no se usan las tic y no se sale uno/a del sendero trillado.
Saludos.
Desconocía que tuviera esta técnica con la Gramática de la Fantasía de Rodari, libro que tengo pero nunca me he decidido a leerlo. Me alegro muchísimo porque eso da estructura y sentido teórico al ejercicio que yo hacía intuitivamente utilizado una aplicación de pago que he descargado en el iPad y que llevo utilizando ya tres años. A ellos les encanta, como digo. La clase está profundamente concentrada y los más proclives a la creación disfrutan enormemente.
EliminarNo sé si se utilizan las tic en secundaria. Yo las utilizo para todo, incluso para hacer análisis sintácticos o dictados. Todas mis clases son cien por cien tic, aunque no me gusta este nombre. Yo diría que son clases de conocimiento y tecnología.
Saludos, gracias por tus palabras.
Decídase a leer su Gramática de la Fantasía, se divertirá mucho!
ResponderEliminarMe alegro de lo acontecido y especialmente esa capacidad que tienes para introducir las nuevas herramientas digitales como elemento de animación y estímulo educativo. La verdad es que desconozco en que consiste lo de la pizarra electrónica y lo de Retos de la escritura pero tienen buena pinta.
ResponderEliminarSaludos
Sí, ciertamente hay una buena cantidad de plataformas digitales que permiten la interacción continua con los conocimientos de la materia de lengua y literatura. Es una opción que he elegido. Apostar por la tecnología. Permite sintetizar con más rapidez que otros medios no digitales. ¿El resultado? No lo sé. Es una gran apuesta cuyos frutos recogerán otros profesores en los cursos venideros. Yo estoy contento.
EliminarPor cierto, puede que usted sepa de alguna aplicación que utilice las técnicas del Oulipo, u otras experiencias al estilo de "Ejercicios de estilo" (perdón por la redundancia) de Raymond Queneau. No se lo va a creer, pero yo usé este último libro en sexto de primaria, adaptando lo que hubo que adaptar, claro. Aún hoy en día, ya fuera de las aulas, me sigue interesando mucho la escritura creativa.
ResponderEliminarGracias.
Saludos.
Yo lo utilicé en COU hace muchos años. Dio lugar a más de veinte relatos experimentando con los estilos de Queneau a los que unimos otros que iban saliendo. Me pongo a investigar si hay herramientas de creación mediante OULIPO. Nada es imposible. Veremos. Gracias por su sugerencia. Saludos.
EliminarMagnífica experiencia, Joselu. Me quedo con el final: el placer por aprender, eso es lo importante, el bálsamo de Fierabrás, la piedra filosofal, el quid de la educación. Si los alumnos no descubren el placer que supone ir descubriendo nuevos caminos, si entienden que el estudio es una molesta obligación y no una gozosa experiencia, habremos fracasado como docentes, aunque lleguen al sobresaliente o consigan tal o cual título. Es muy difícil conseguir eso que cuentas con gran satisfacción, la participación entusiasta de los chavales, su afán por escribir y leer sus textos, la sensación de que son protagonistas y no espectadores aburridos y pasivos. Se nos olvida que están vivos y llenos de hormonas, además, es decir, que deben dar rienda suelta a su vitalidad so pena de caer en el mayor aburrimiento si les ofrecemos lo mismo de siempre. Si se aburren, no aprenden, pierden el interés y cuesta un mundo recuperarlo. La parte más ardua de la tarea docente es dar con la tecla que mueva esa delicada y explosiva maquinaria porque supone un esfuerzo ímprobo. Tú mismo nos has contado las horas de preparación que supone cada una de tus clases, pero se te ve satisfecho, que ya es de por sí un triunfo. No hay recetas mágicas ni fórmulas magistrales, comparas la clase con un laboratorio pero en educación no siempre a más b es igual a c, intervienen múltiples variables que dan al traste con el mejor de los planes o, por el contrario, una improvisación surgida quizá de la casualidad hace brotar talentos ocultos, lo que busca cualquier profesor. Te felicito y te animo una vez más. Tu último año parece una traca final digna de la mejor medalla.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, colega.
Este año me siento especialmente libre. El sistema educativo no depende de mí. Ni el informe PISA tampoco. Soy una pieza fungible y totalmente prescindible del sistema educativo. Así que puedo trabajar como yo creo y del único modo en que creo. Radicalmente innovador. Abriendo caminos. No quiero medallas ni reconocimiento. Eso para los derrotados. Los poetas no se retiran. Ni quieren reconocimientos. Eso sí, para mí y para mis alumnos este año será inolvidable. El aula puede ser un espacio de libertad y de conocimiento. El experimentarlo es una sensación gratificante e increíble.
EliminarUn fuerte abrazo, Yolanda.
Aprender es hacerse preguntas y tú te las haces, es muy importante...
ResponderEliminarEvolucionas favorablemente (notese la fina y sutil ironía)
Un saludo desde el humor...
El ser es transitorio. Ninguna certeza le acoge. El profesor está en evolución, en estado de perpetua transformación. Eso es bueno. No estar cerrado. A merced de los vientos y la inspiración.
EliminarSaludos ;-)
Buenos días. Ha abierto usted la caja de Pandora con el tema de los tebeos en Bibliofagia; aténgase a las consecuencias :))
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