Esta es una cualidad esquiva o ¿cabría llamarlo mejor
capacidad? Me sorprende que a veces los mejores alumnos no son imaginativos.
Son tenaces, son voluntariosos, más o menos inteligentes pero no necesariamente
se une a ellos esa capacidad y cuando se les expone a un ejercicio abierto en
que pueden darle salida, ellos se dan cuenta de que no son imaginativos. Y lo
reconocen con pesar. Tienen muchas virtudes, pero esa no es una de ellas. Por
contra, hay muchachos (y dentro del masculino también las incluyo a ellas) que
son poco a nada académicos y, sin embargo, muestran destellos de una mayor
imaginación. No es una regla directa, tampoco, claro está. No se puede afirmar
que los alumnos que obtienen deficientes resultados sean necesariamente más
imaginativos, pero es posible que sea así en algunos casos.
La imaginación es una cualidad que se desarrolla por
parcelas de intereses. Por ejemplo, se puede ser poco o nada imaginativo ante
una redacción planteada por el profesor o cualquier ejercicio académico, y se
puede ser imaginativo en el fútbol, en la danza, en la cocina, en la
vestimenta... La imaginación se nutre de un muestrario de múltiples
posibilidades, de infinitas posibilidades. Nadie saca sus ideas de la nada. Un
alumno puede tener gran interés por el fútbol y eso supone que es capaz de
crear jugadas imaginativas que va ideando de las que ve en otros partidos o en
la televisión protagonizadas por sus astros. Entre las posibles va formando su
propio criterio y entonces es capaz de reproducir algunas de esas jugadas como
si fueran suyas en origen. Pero eso no implica que tenga el mismo interés ante
una situación planteada por el profesor y que debe desarrollar en doscientas
palabras. Ahí su muestrario de posibilidades es próximo a cero, solo conoce las
soluciones más típicas y convencionales que ha visto en televisión o en el cine
más facilón. Y además no le interesa ese campo. No le ve especial interés al
campo del lenguaje donde son posibles infinidad de jugadas imaginativas
conociendo las reglas y alterándolas después. Mis alumnos carecen de una base
creativa en el área del lenguaje y de la literatura. Es como si a uno de
nosotros nos ponen a bailar o a jugar al críquet. Seríamos probablemente
lamentables, al menos yo. Porque “crear” es conocer las reglas de composición,
de juego, de situación, de tener una base de elementos que conforman las
infinitas posibilidades. Su disponibilidad es muy reducida porque carecen de
interés por el lenguaje. El lenguaje para ellos es utilitario, sirve para
comunicarse y, a su nivel, lo utilizan eficazmente aunque desconocen sus
gigantescas posibilidades creativas. Posibilidades creativas que a ellos no les
motivan ni interesan. Ciertamente hay una muy reducida parte de la población
que esté interesada en el lenguaje que es la base de la creación literaria. No
solo, claro está, pero sin lenguaje variado es imposible montar un artefacto
mínimamente literario.
El lenguaje no les seduce porque desconocen su capacidad
de seducción. Y ensamblar, mediante el lenguaje, historias imaginativas es una
sintaxis que ellos ignoran, e ignoran la cuestión esencial que es que se puede
y se debe ser libre para “crear”. Es lo mismo que para bailar. Un buen bailarín
se siente libre bailando porque controla la sintaxis del baile y puede
desentenderse un tanto de la técnica. Y será un genio cuando la técnica no le
limite y se atreva a romper las reglas. Pero para romper las reglas es
necesario ser muy bueno. Lo normal es que las personas nos veamos constreñidas
por las reglas. Y las reglas no son divertidas, son limitativas, son coactivas
y coartan la libertad. Así cuando se enfrentan a una situación planteada por el
profesor en que deben realizar un cómic, hacer un dibujo, escribir una
redacción, ellos se ven muy encajonados porque desconocen las posibilidades de
variación, desconocen los modelos básicos sobre los que improvisar, tienen un
repertorio mínimo de términos lingüísticos sobre los que operar –su léxico real
no es superior a doscientas palabras-. El resultado es muy deficiente porque no
controlan las herramientas, desconocen el uso de muchas de ellas, y no tienen
modelos a los que asirse. Navegan en el vacío, y su único punto de apoyo son
las conexiones más endebles sacadas de lo único que ellos ven que son las
series, los juegos de ordenador, las situaciones de la vida real de la que no
son agudos observadores pues todo les parece “normal”. El creador de cualquier
arte imaginativo que integre a los seres humanos (el teatro, el cine, la
literatura, la fotografía, la escultura...) sabe que la realidad es una fuente
de observación prodigiosa. Tenemos delante de nosotros verdaderas maravillas si
las sabemos observar. La vida, la gente común, son una fuente inacabable de
modelos y posibilidades, pero darse cuenta de que la realidad es mágica supone
un salto conceptual que se opone a la consideración de que la realidad es
normal. Y lo “normal” es una idea terrible porque no hay nada “normal”, todo es
“extraordinario” pero para ver lo “extraordinario” en lo “normal” es necesario
un aprendizaje para el que hace falta distanciamiento y sensibilidad. Quiero
decir que mis alumnos fracasan a la hora de enhebrar un relato de forma
imaginativa porque desconocen las herramientas, los modelos y las posibilidades
que aporta la “normalidad”. Alguien dijo que describir las veinticuatro horas
de un día de un hombre normal sería un prodigio y algo así intentó el Ulisses de James Joyce.
Hay pocos seres auténticamente imaginativos, la mayoría nos
movemos en un área gris en cuanto a ese campo. Lo que diferencia a unos de
otros es que unos conocemos más modelos, más posibilidades de desarrollo,
controlamos más términos para expresarlas, pero no somos netamente imaginativos
que no es otra cosa que la capacidad de establecer conexiones nuevas entre las cosas.
Este es el último y gran campo de la imaginación: las relaciones, los conceptos
aportados por el ingenio que es la capacidad de crear conexiones. El surrealismo se ideó mostrando la relación entre un paraguas y una máquina de escribir sobre una mesa de operaciones.
Así, mis alumnos son escasamente imaginativos en su mayoría por su escaso interés en el área del lenguaje y la literatura, por su deficiente conocimiento de una base lingüística que les aporte variedad, por su desconocimiento de modelos, por su falta de observación de la realidad cotidiana, por su poco utilizado ingenio aplicado a este campo de creación y porque son torpes y no saben que pueden ser libres y es una maravilla ser libres en este campo o en cualquier otro.
Pero para eso estamos nosotros ¿no?
Pero para eso estamos nosotros ¿no?