El ministro de Educación, José Ignacio WERT
Los recortes últimos, añadidos a los presupuestos ya
claramente restrictivos, de 10.000 millones de euros (lo que es equivalente a
más de un billón y medio de las antiguas pesetas) en sectores como educación y
sanidad, ponen a la sociedad frente a las cuerdas y va a sentir en carne
propia lo que significa esto. Sabemos del cierre de plantas hospitalarias, de
ambulatorios, de restricciones en las pruebas médicas, de ampliación de los
periodos de espera para dichas pruebas y operaciones, despidos de
profesionales, peor atención, copago. Se habla de que los enfermos tendrán que
pagarse la comida en los hospitales, que los turistas habrán de pagar su
atención cuando estén desplazados en vacaciones... Esto solo es el comienzo
porque el billón y medio largos de pesetas es una cantidad brutal que todavía
no se ha aplicado.
Yo lo veo desde el sector educativo. Esto supondrá sin duda
la disminución de sueldo de los profesores, el empeoramiento de sus condiciones
de jubilación, la ampliación de la ratio por clase (en lugar de 25 o 30 alumnos
por aula, subirá a 35 o 40), el aumento de las horas lectivas y de permanencia
en los centros, el despido de decenas de miles de profesores interinos, el
deterioro absoluto de la atención a grupos con problemas de aprendizaje que
serán integrados en las clases como si no requirieran especial dedicación, el
despido de profesionales que nos servían de apoyo en los centros educativos
(Técnicos de Integración Social, profesores de apoyo...)
El resultado os lo podéis imaginar. Si un profesor tiene a
su cargo a 120 alumnos no es lo mismo que si tiene a 280. El número de pruebas
no puede ser igual, el número de trabajos corregidos no puede ser el mismo, la
atención y seguimiento serán sensiblemente inferiores, las salidas pedagógicas
sufrirán un deterioro considerable porque no se podrán abordar.
Por poner un ejemplo que tengo cerca pero que para mucha
gente es desconocido, puedo decir que mi mujer (tutora de PQPI y profesora de
Aula de Acogida) dedica en casa, unidas a su jornada laboral, más de veinte
horas suplementarias a la semana. No podemos salir los fines de semana porque
tiene que complementar su trabajo con correcciones, seguimiento de alumnos,
burocracia infinita (cada vez mayor). Yo dedico infinidad de horas añadidas a
mi trabajo en el aula y mi estancia en el centro. Y no creo que seamos casos
aislados porque sé que esta esclavitud de la profesión es común a la inmensa
mayoría de los profesores.
¿Qué pasará si nuestros alumnos se multiplican por dos y
desaparecen las atenciones individualizadas? ¿Qué pasará si decenas de miles de
profesores interinos van a la calle (algunos con muchos años de presencia en
las aulas)? A esto lo llaman "racionalización",
"ajustes"... pero la realidad es que la brecha entre la enseñanza
pública y privada será cada vez mayor. Hasta ahora podíamos ofrecer una
especialización en sectores desprotegidos en la sociedad, alumnos a los que la
enseñanza privada no tiene en sus presupuestos. Piénsese que muchas escuelas
privadas suponen cuotas (siendo concertadas) elevadísimas y que los padres las
pagan sin rechistar porque así se libran de la furrufalla (o borrufalla) de la
pública en donde se agrupan los sectores más frágiles de nuestra sociedad a los
que hasta ahora dedicábamos nuestra atención con unos medios determinados. Seguiremos, por supuesto,
haciéndolo pero en unas condiciones sensiblemente menos equitativas porque no
es solo nuestras condiciones de trabajo y de sueldo las que serán dañadas (esto
parece ser objeto de alegría general) sino que será todo el entramado educativo
el que sufra el impacto del deterioro mencionado. El que quiera imaginárselo,
solo tiene que tomar la sanidad pública como paradigma de lo que va a pasar. El
retraso de las pruebas de un paciente puede suponer la no detección y atención
de un cáncer que no podrá ser atajado, el cierre de plantas supondrá que miles
de pacientes serán no admitidos en los
centros hospitalarios porque no habrá infraestructura para atenderlos.
Se ha impuesto la política de la austeridad y el déficit
cero para satisfacer a Alemania, pero eso no nos evitará las consecuencias de
este posicionamiento que nos llevará a la recesión y al deterioro absoluto de
los servicios públicos, la fuga de cerebros por la disminución de inversiones
en investigación y desarrollo, y saber que hay unas o dos generaciones condenadas
por estas políticas. Hay teorías muy fundadas que sostienen que la práctica
absoluta de la austeridad solo puede llevar a la ruina y al hundimiento de un
país.
Yo lo voy a ver desde un lugar privilegiado: en las aulas
masificadas con crecientes y masivas desigualdades que no podrán ser atendidas.
Si alguien quiere alegrarse porque machaquen a los profesores, ha de saber que
no solo serán ellos los que paguen la situación.
Pero los políticos y banqueros (tan extraordinariamente amigos) saben que ellos
tienen un buen futuro y una buena jubilación asegurada.