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jueves, 23 de febrero de 2012

Rousseau en el aula



El otro día en una reunión de coordinación de nivel hubo una interesante discusión sobre el tipo de prueba que tendrían que realizar los alumnos en grupo e individualmente para el Crédito de Síntesis que tiene como eje la ciudad de Barcelona explicada por una agencia de viajes inglesa. Los chavales deberían realizar una web en google sites mostrando los lugares de referencia y explicando su interés artístico, deportivo, cultural, gastronómico... La idea parecía interesante, pero sabemos que cuando los chavales trabajan en grupo, la realidad es que uno o dos suelen realizar el noventa por ciento del trabajo y siempre hay alguno que no hace nada. No es una invención. Los alumnos temen por eso las agrupaciones que se hacen en las que se mezclan alumnos de toda tipología y nivel.

Se enfrentaron dos concepciones del trabajo: una ingenua tal vez que pensaba que esa web elaborada colectivamente sería suficiente para evaluar el trabajo, y los profesores que pensaban que debían realizar además complementariamente un trabajo específico cada uno de los miembros para ser evaluado individualmente.

¿Se puede confiar en los alumnos, en su seriedad, en su honradez, en su compromiso? Una profesora sostenía que si no lo intentábamos nunca lo sabríamos. Otra opinaba todo lo contrario: que no confiaba en los alumnos por sistema, que ella había sido alumna y sabía que no era de fiar. Que si podían, algunos harían trampas para evitar el trabajo y cargarían sobre los demás el peso del crédito sobre Barcelona. El debate fue interesante, pero se resolvió con la tesis más pesimista, la que considera que la condición humana es frágil. Los alumnos deberán resolver diferentes partes de un dossier digital de modo individual además de la web.

El otro día recibí por correo electrónico diferentes redacciones sobre un tema que les había planteado. Una de ellas era remitida por la alumna más ejemplar y seria que tengo, y sobre la cual he escrito en alguna ocasión. Su texto era singularmente bueno. Tenía un lenguaje imposible e inalcanzable para esta alumna magrebí que comete errores graves en el uso del idioma. Me temí lo peor. Busqué en google y no me costó encontrar donde había copiado el texto. Sentí algo próximo al desasosiego. Supongo que la obligación de un estudiante es intentar engañar al profesor, pero en aquella alumna ejemplar me parecía sorprendente y en alguna manera me resultaba doloroso. Se lo comenté por correo electrónico y recibí una respuesta acorde a la mía en la que se reconocía la impostura y se me pedía disculpas.

Hoy he pillado a un alumno magrebí muy problemático navegando con el ordenador en páginas pornográficas. El curso en que está no es un modelo de trabajo, y he estallado afeándole su conducta y lo he echado de clase poniéndole una amonestación. Luego, al final de la clase ha venido pidiendo disculpas y casi llorando. Temía que si lo sabía su padre lo enviaría a Marruecos. Le he dicho que no revelaría a su padre la verdad íntegra (que navegaba en páginas obscenas) pero sí que le explicaría su conducta contraria a la seriedad y el funcionamiento de la clase. Ignoro en qué habrá acabado la conversación entre padre e hijo, pero yo he hablado con el padre como era mi obligación.

En otro curso, unas muchachas me han llamado discretamente para decirme que una compañera suya se dedicaba a navegar en facebook durante la clase, y que incluso utilizaba la webcam del ordenador para grabar a los profesores en el aula. Me han explicado después que utilizaban generalizadamente un programa para burlar el bloqueo por parte del instituto de determinadas páginas consideradas inapropiadas. Me ha parecido feo todo. Me ha parecido feo que dos alumnas delataran a una compañera, pero me ha sido revelador lo que me han dicho sobre dicha alumna que se hace pasar por borderline, y que resulta que es más espabilada de lo que parece, y sobre la que he de aplicar un control más severo en lo que hace en el aula, por más que lo que sé es fruto de una delación.

¿Podemos fiarnos de los alumnos? ¿Es simplemente picaresca normal y lógica todo aquello que sucede en el aula? ¿Podemos establecer sistema basados en la confianza o debemos precavernos sobre lo que es la condición humana, lo que es decir poco fiable, poco sólida, y más en una etapa singularmente inestable? A veces entre los profesores que visitan el blog se intuye un roussonianismo muy marcado entendiendo que los alumnos son buenos por naturaleza y es el sistema el que los pervierte, el sistema que encarnamos, lógicamente, nosotros. Otra perspectiva es la de Dunia, una profesora joven que opinaba que ella, como decía antes, no era nada de fiar en sus tiempos de alumna, y que ello le iluminaba en la consideración que tenía acerca de sus alumnos, a los que, no obstante, quería, pero sabiendo que en el fondo, en el fondo, no son muy de fiar.

En el día que he tenido hoy tiendo a pensar que no podemos esperar una conducta irreprochable y recta ni siquiera en aquellos en los que más confiamos. Es posible incluso que engañen por miedo a defraudar al profesor. No sé.


lunes, 20 de febrero de 2012

Instituto Lluís Vives en lucha



Sigue coleando el conflicto en torno al instituto Lluís Vives de Valencia. Hoy han proseguido los enfrentamientos entre la fuerza pública y grupos de estudiantes que intentaban manifestarse o hacer cortes de tráfico. Todo empezó el día 16 con la detención de un alumno del centro en circunstancias que apuntan a una excesiva contundencia de la policía que se llevó al muchacho de diecisiete años a la comisaría. El instituto lleva acciones de protesta por los recortes  aplicados en la Comunidad Valenciana que restrigen totalmente los presupuestos de los centros, llegando incluso a que no haya calefacción en las clases.

Los disturbios han continuado en el día de hoy y se han producido conatos de manifestación, una decena de detenciones de jóvenes, aporreamientos y disparos de pelotas de goma contra los manifestantes. Se habla de una preocupante contundencia policial que está siendo muy agresiva en su modo de encarar conflictos callejeros. El claustro de profesores del instituto Lluís Vives ha emitido un comunicado en el que se condena la violencia policial y se protesta enérgicamente contra las detenciones llevadas a cabo.

La política de recortes en la Comunidad Valenciana, una de las más endeudadas de España y con graves problemas de corrupción, está siendo radical. No es la única. En Cataluña vemos que los presupuestos de los centros son recortados sustancialmente, así como las condiciones laborales de los profesores que ven descender su sueldo así como su dedicación a necesidades educativas especiales con grupos más numerosos a pesar de la creciente complejidad que se produce en las aulas y que no puede ser atendida.

Me pregunto si el conflicto en el instituto Lluís Vives puede ser el desencadenante de una movilización estudiantil y del profesorado ante la política brutal de recortes que están aplicando las administraciones de la derecha estatal y autonómica. No sé si habrá llegado el momento de despertar los que vemos en peligro la situación de la escuela pública, así como de la sanidad, cada vez más precaria, o las condiciones laborales de los trabajadores. Todo es para nuestro bien -se nos dice-. Se reducen las dotaciones económicas en todo el ámbito público y se lleva camino de crear una medicina para personas con dinero y otra para pobres, y tal vez en la educación, ese motor de nivelación social, se lleva el mismo camino.

Nos dicen que son tiempos amargos y se nos piden esfuerzos, esta es la palabra fundamental para enmascarar el recorte de todo el sector público y la progresiva privatización de todos los resortes sociales de equidad. Al parecer hemos de padecer en silencio y con espíritu solidario toda la laminación del escaso estado del bienestar que habíamos conocido. Ha habido elecciones. En ellas el partido ahora gobernante ocultó su programa de gobierno. No se podían decir determinadas cosas. Luego justificaron sus reformas como efecto de la mala situación encontrada y que desconocían -según ellos-. Pero las perspectivas no son de recuperación sino de mayor crisis y aumento del desempleo con las medidas de la reforma que favorecen únicamente a los empresarios que podrán reducir los sueldos y echar a la gente a la calle. Nuestros jóvenes saben que tienen muy pocas esperanzas profesionales y laborales. Es normal que les inquiete el futuro inmediato, y es normal que surjan focos de tensión. Estamos en un país cuya única esperanza para los jóvenes es el paro o la emigración. Se piden esfuerzos para sacar el carro adelante, pero esfuerzos que caen siempre del mismo lado, en los trabajadores que ven recortados sus derechos y sus salarios, si no es que están abiertamente en el paro.

Quizás el Instituto Lluís Vives nos esté mostrando un camino, y sus acciones sean el comienzo de una senda de fuerte resonancia social y política en la que los ciudadanos habremos de empezar a poner límites a las llamadas políticas de austeridad y de contención del déficit. Se nos piden esfuerzos desde Convergència i Unió y se nos piden esfuerzos desde el gobierno del PP, a la espera de todavía más duras medidas de ajuste que tienen, como no, a lo público en su punto de mira.

Quizás los profesores hayamos de empezar a pensar en qué hacer, hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos que, tal vez, no sean los mismos que la derecha omnipotente pretende.

No dejo de ver con enorme simpatía al claustro de profesores del Institut Lluís Vives, así como la dinámica iniciada por sus estudiantes. Espero que fructifique y sus frutos lleguen a toda España sin distinción de territorios. 

sábado, 18 de febrero de 2012

Elogio del hombre común



Está de moda la vulgaridad, la mediocridad, un estilo de chatedad ciudadana que propone que el hombre común debe ser el cigüeñal y modelo de realización social. Lo vemos en el estilo de nuestros políticos, lo vemos en la zafiedad de tantos programas televisivos que ponen a patanes como ejemplos de normalidad, lo vemos en la epifanía del hombre común en internet que usa y abusa de su sentimentalismo así como de sus juicios tajantes acerca de todo lo que pasa. Todo el mundo tiene opiniones acerca de todo y el ciudadano corriente es capaz de interpretar el mundo y la realidad en tres plumazos, y, en consecuencia, exponer juicios sesgados y demoledores sea contra la iglesia, contra el estado, contra los capitalistas, contra los sindicatos, contra la derecha o la izquierda, contra la injusticia que le afecta a él, contra los partidos... Y no es que carezca de razón o de razones. Las tiene, y muy poderosas. El problema es la simplificación que el hombre común utiliza para juzgar e interpretar cuando los problemas son extraordinariamente complejos y requieren de una buena dosis de especialización y estudio además de profundos conocimientos en muchos ámbitos que evidentemente no se tienen, pero cualquiera con dos eslóganes elementales construye un argumento en consonancia,  que se dispara en una ráfaga superficialmente corrosiva.

El hombre común es un hombre sin atributos, odia a las élites y desprecia la inteligencia. No cree en los méritos atribuibles al esfuerzo, la formación o a la honestidad. El poder lo ensalza y lo elogia porque su fuerza es colosal y es esencial que vaya a votar en determinadas fechas. El hombre común piensa que todo se debe a él, que tiene derecho a todo, incluso a lo que no le pertenece, hace exhibición de sus malos modos, de su infantilismo, de su terrorismo tautológico, de su tosquedad. El hombre común marca tendencias mayoritarias, el hombre común está enfadado y expele veneno cuando escribe en textos llenos de faltas de ortografía en la prensa digital o cuando tiene ocasión de hablar en la barra del bar o en la peluquería. El hombre común sabe interpretar el mundo y la realidad, y encuentra los enemigos fácilmente: los judíos, los moros, los capitalistas, los sindicatos, el PP, el PSOE, internet, Estados Unidos, la propiedad intelectual...

El hombre común está de moda. Todos deberíamos irnos pareciendo un poco a él, aspirar a la ignorancia de sentirnos realmente importantes en nuestra mediocridad y sobre todo habríamos de estar siempre profundamente cabreados contra el poder, esperando que éste nos halague y nos venga a buscar. Sabemos que nos necesita, sabemos que necesita del espíritu primario que alcanza a reducir a sus consignas elementales cualquier asunto por complicado que parezca. Porque, a pesar de su apariencia, el hombre común es conformista en lo más profundo de sí mismo y encuentra en su vaciedad un anclaje fundamental.

Son las masas las que deciden y las que orientan lo que debe ser y pasar. El mundo en sus tendencias generales pertenece a la mediocridad, y habría de establecerse un sistema educativo en consonancia a estos valores horizontales dominantes. En esas estamos. 

miércoles, 15 de febrero de 2012

El resplandor y Mohamed



Hoy ha vuelto a clase Mohamed. Es un alumno de este cuatrimestre del crédito de cine de terror. Apenas lo conozco pues el grupo acaba de empezar el ciclo. Hoy pasábamos una segunda sesión de El resplandor de Stanley Kubrick. Mohamed ha estado varias sesiones sin venir a clase. Lleva las manos vendadas por las quemaduras que sufrió en el incendio de su hogar. Fue noticia en toda la prensa. Un incendio de madrugada en el piso de su familia calcinó totalmente la vivienda. Una hermana suya de siete años murió abrasada en el suceso. Su padre, desesperado, sufrió graves quemaduras intentando salvar a los cinco niños que había en la casa, pero no hubo posibilidad de salvar a la niña.

El colegio de la niña ha abierto una cuenta de solidaridad con la familia que ya estaba en una situación límite. La solidaridad ha funcionado y en alguna manera se ha ayudado a esta familia. Nosotros también hemos intentado ayudar económicamente a Mohamed que perdió todo en el incendio. Hoy venía con su nuevo ordenador portátil que cuidaba con sus manos vendadas.

Es un muchacho concentrado y serio. Hoy se ha dirigido a mí para decirme que no ha podido hacer el trabajo sobre la película anterior, Carrie. No ha hecho falta decir nada más. Le he dicho que como no pudo ver la película estaba dispensado de la presentación del mismo. Me ha asombrado su dignidad, su saber estar, el no reclamarse en ningún caso como protagonista y solo preguntar con timidez sobre el trabajo que había de presentar. Hoy mientras veíamos concentrados las imágenes en el hotel Overlook en que Jack Torrance enloquece en aquel invierno poblado de fantasmas en las montañas, pensaba en Mohamed y en la dimensión social de la escuela pública y me he sentido confortado porque, a pesar de nuestras limitaciones, luchamos en circunstancias difíciles contra la desigualdad y nuestros alumnos viven terribles dramas que no ignoramos y que están detrás de sus vidas. 

La música de Bela Bartok acompañaba las imágenes en ese blanco laberinto de la tragedia. 

domingo, 12 de febrero de 2012

Educación en valores




Somos células teledirigidas a las que se permite ver la televisión y usar internet sabiendo que somos totalmente inocuos pese a nuestras pretensiones críticas y analíticas. El ciudadano del siglo XXI probablemente tiene más elementos de información que ninguno de cualquier otra época. Nunca la información ha fluido con tal potencia y diversidad. Se puede elegir entre miles de canales de televisión digitales, emisoras de radio alternativas, libros, prensa, internet, librerías que están llenas de tomos de pensamiento crítico...  Es posible que no haya habido una época más pródiga en información y a la vez más limitada y controlada.  Uno tiende a pensar que nos dejan coquetear en esta parte del mundo con la sensación de ser libres y críticos, como si estuviéramos metidos en una caverna en la que se nos creara la convicción de nuestra libertad pero que en realidad no fuera sino una percepción limitada por poderes extremadamente potentes -económicos y políticos- que hubieran generado en nosotros dicha alucinación


Este es el primer capítulo del currículo del crédito de Educación en Valores que imagino -solo imagino- que impartiría a mis alumnos de cuarto de la ESO. Las próximas entradas irán incorporando nuevas aportaciones. 

jueves, 9 de febrero de 2012

El tribunal de la venganza



El llamado Tribunal Supremo ha perdido hoy toda dignidad institucional tras el fallo contra Baltasar Garzón por las escuchas del caso Gurtel que le han llevado a la inhabilitación por once años, lo que es suficiente como para apartarlo definitivamente de la judicatura. Le estaban esperando en tres procesos, todos inventados, para aplastar a este juez atípico que ha dado la vuelta a la jurisdicción internacional en la persecución de los delitos de genocidio lo que permitió la persecución de Pinochet o la Junta Militar argentina, que investigó los casos del GAL, o puso a la organización terrorista ETA contra las cuerdas, así como a su aparato político. 

Lo estaban esperando. Magistrados como Luciano Varela o Manuel Marchena acumulaban una inquina especial contra Garzón y nunca debieron formar parte del tribunal. Está claro que ha sido una venganza institucional y personal y no un fallo jurídico, aunque los monaguillos de la derecha más reaccionaria hoy celebran con champán el fallo diciendo que ellos siempre respetan y acatan las decisiones judiciales. Ponen cara de no haber roto un plato, y apartan definitivamente al que investigó la trama de corrupción más grave de la reciente historia de España, el llamado caso Gürtel que afecta de lleno al PP en su núcleo pero que ahora nos gobierna a todos los niveles. A todos, el judicial, también. 

No ha habido fallo jurídico. Ha habido un proceso "ad hominen" para anular a un hombre independiente, que se ha atrevido a remover la memoria histórica para abrir cauces a la revisión del genocidio perpetrado por el franquismo durante la guerra y tras la misma. Tampoco se lo perdonan, y daban igual los argumentos esgrimidos por las víctimas o el propio Garzón o el fiscal. La sentencia, igual que las otras que vendrán, están falladas de antemano en un alarde prevaricador que ofende a cualquier conciencia jurídica.

La derecha hoy brinda y jesuíticamente simula su acatamiento de la justicia, de la justicia que le interesa, claro está.

Como ha dicho Carlos Jiménez Villarejo, exfiscal contra la corrupción, este fallo es producto de "una casta al servicio de la venganza". Y avergüenza que esta mafia se llame "Tribunal" y "Supremo".

Malos tiempos para la Justicia. 

domingo, 5 de febrero de 2012

La irresistible tentación del abismo



Me atraen los perdedores, aquellas personas cuya vida no es una sucesión de éxitos sin final, o que en una jugada del destino pierden todo, o que su vida se encamina, más allá del espíritu de conservación, a una planeada o intuida autodestrucción... En el fondo no me atraen aquellos que hacen de la preservación o del interés en sobrevivir sanos y jóvenes el leitmotiv de toda la vida. Me atraen los suicidas, los depresivos, los personajes en el límite, los que buscan su autodestrucción, los creativos pero improductivos, los pasivos, los fracasados por mérito propio..., los que no hacen del culto al cuerpo o la salud el eje de su vida, los tristes, los que no cantan a la maravilla que es vivir a pesar de todo, los que bordean el lado oscuro de la vida, los que frecuentan el abismo, los que menosprecian las normas sociales cada vez más cerradas y opresivas, los que no se ajustan a la norma, los que no encajan, los que viven a su manera sin obsesionarse por permanecer jóvenes y exitosos, los que decaen, los viejos -legítimos derrotados-, los que se deterioran y la vida va dibujando la imagen del fracaso en sus facciones, los que no soportan la vida, los que huyen de ella, los miedosos, los que no pretenden ser héroes, los que son perseguidos por la desdicha, los que pierden todo por amor, los desencantados, los que lo intentaron y no tuvieron fuerza, los despechados, los que apuestan todo a una carta y pierden, los que persiguen el fracaso a conciencia perdidos en laberintos de desolación, los que no reclaman halagos y, a pesar de su hundimiento, no demandan compasión ni compañía... Me atraen los antihéroes de las novelas que se sumergen en su desdicha rigurosamente planificada como en un sueño.  Admiro a los que pierden, a los que apuestan todo a una carta perdedora, a aquellos que el destino juega malas pasadas y se sobreponen a la desventura, a los que no quieren dejar huella de su paso por el mundo y solo ansían el olvido, ni siquiera un epitafio consolador, a los que se dejan morir por pasión de la vida, a los que se envenenan lentamente o rápidamente, a los que siguen siendo buenos en su declive y en su tragedia

Amo a los que brillan con luz propia y en su cenit, se desploman y desaparecen perdiéndolo todo e iluminando nuestro camino. 

miércoles, 1 de febrero de 2012

Adiós, Fátima



Hoy he recibido un mensaje a través de facebook de una alumna, vamos a llamarla Fátima,  que me decía textualmente:

"Hola, profe yo me voy a Belgica por eso no pude venir a clase, nos vamos a mudar y todo lo que esta en casa ya se lo han llevado a Belgica, y yo ahora estoy en casa de mis abuelos en Vic y no puedo venir cada mañana a las 8:00, el viernes voy a venir y el domingo 5 me voy a Belgica adios".

Fátima es árabe y me tiene agregado como amigo en facebook. No sé nada, casi nada de ella. Es extremadamente discreta y nunca dirá una palabra de más. Es trabajadora, estudiosa, y merecía estar en un nivel más alto de tercero, pese a que la tutora nunca la apoyó ni me atendió en mis demandas. Ahora da igual. Fátima se marcha a Bélgica. Nadie sabía nada. Ni su tutora, ni yo, ni sus compañeros. Su silla y su mesa están vacías. Pese a su discreción, se ha despedido de mí a su manera. Yo le intentaba motivar con mensajes de confianza en sus posibilidades. Destacaba entre sus compañeros en un curso en que la inmensa mayoría son inmigrantes (todos menos uno).

No tiene nada de especial, me diréis, simplemente una alumna se ha trasladado de país a mitad de curso. Es cierto. Sin decir nada, sin transparentar nada, ha asumido que ese era su destino sin rebelarse frente a ello, sin decir una palabra de más, y trabajando con seriedad hasta el último día en que le han dejado venir a clase. No sé lo que sabía ella, de hecho no sé nada de nada. Sólo transmito mi perplejidad, mi desconcierto, mi tristeza, por la ya definitiva ausencia de una muchacha a la que le había cogido afecto. Supongo que esto es uno de los efectos de la crisis. No es el primer caso de muchachas que a mitad de curso se trasladan a un país nuevo   y del que desconocen todo, empezando por la lengua o el sistema educativo...

No sé qué me asombra más: si la discreción absoluta de esta muchacha que no reveló a nadie sus circunstancias o la sumisión total de ella a los designios de sus padres que la llevan a una realidad totalmente diferente.

He intentado llegar a su mundo a través de su perfil de facebook pero no se puede extraer nada salvo su gusto por una cantante rapera musulmana ataviada con velo, cuyo nombre no he logrado saber en el vídeo que publica en su perfil.

Sé que no volveré a verla nunca más. Fátima se desvanece, y me deja un resabio extraño de melancolía puesto que ignoraba cuánto la apreciaba, cuánto se aprecia a personas que pese a su aparente grisura nos dejan un pedazo de su corazón, de su tristeza.

Buen viaje, Fátima. No te rindas nunca ante las circunstancias, no dejes que otros decidan tu vida. Vales mucho. Adiós.

martes, 24 de enero de 2012

Probablemente la esperanza...



Probablemente la esperanza sea la virtud que ha de estar más equilibrada con otras en un profesor. Un profesor sin esperanza navega perdido por los mares de la educación. Un profesor ha de saber ver en esos muchachos desganados y que bostezan o que faltan a primeras horas de la mañana un signo de vitalidad que ha de ser sabiamente encauzado. Un profesor no puede -ni debe- aspirar a recibir de sus alumnos una dosis de confirmación de que está en el buen camino. No, el profesor puede no recibir ninguna señal externa por la que sepa que sus expectativas obtendrán un fruto. Puede que sus alumnos sean en buena parte apáticos, puede que estén inmersos en la montaña rusa de la adolescencia, en los equívocos espejos del narcisismo, de la desolación o del sentimentalismo sin objeto. Puede que todo lo que vea induzca estados de desesperanza, puede que él no pueda sentirse héroe o ni siquiera antihéroe... solo un trabajador esforzado que lucha contra la apatía y la desigualdad social, y que obtiene magros resultados...

Da igual. Lo importante es resistir. Continuar. Acechar.

Esperar. 

sábado, 21 de enero de 2012

Una lógica infantil


                                           Víctor Erice y Abbas Kiarostami
Hace dos días visité el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, lleno de una ingenua nostalgia. El director del mismo, Josep Ramoneda, ha sido sustituido por un nuevo director, Marçal Sintes, en mayor sintonía con el nacionalismo gobernante en Cataluña. La orientación universalista y multifacética del CCCB probablemente se convertirá en un enfoque más localista y nacionalista, en consonancia con los nuevos tiempos.

Disfruto, mientras llega la marea cuatribarrada, de las últimas muestras seleccionadas por la antigua dirección. Una de ellas es Correspondencias fílmicas. En ella se plantean diálogos entre cineastas de culturas distintas a través de cortos que se envían uno al otro. Cada sala recoge la proyección de estos cortos alternados.

Entre todos los posibles, elegí el diálogo entre el director español Víctor Erice (El sur, El espíritu de la colmena, El sol del membrillo...) y el director iraní Abbas Kiarostami (El sabor de las cerezas, El viento nos llevará...)

Víctor Erice planteaba uno de sus cortos dirigido a Kiarostami de un modo muy sugerente. En una escuela extremeña de un pueblo llamado Arroyo de la luz, el maestro les proyectaba a niños de unos diez años una película subtitulada de Kiarostami cuyo argumento conocemos a través de los comentarios posteriores de los niños que la han visto en la clase en penumbra. Imaginaos a un grupo de veinticinco niños totalmente fascinados viendo una película iraní subtitulada. Cuando acaba la proyección, el maestro les va preguntando sus impresiones y se va reconstruyendo el argumento del filme. Parece ser que en una escuela iraní un niño es castigado porque no hace nunca los deberes  del día siguiente. El niño tiene que trabajar en casa, cuidar a sus padres enfermos, trabajar el campo, ir a comprar. De modo que no puede hacer los deberes. El director le advierte que si al día siguiente no los hace, lo expulsará de la escuela. Este es el momento decisivo, porque un compañero suyo decide que aquella tarde le llevará los deberes hechos para que pueda presentarlos a su maestro. Para ello, ha de conseguir salir de casa, sin que sus padres sepan adónde va, e ir a otro pueblo donde vive el niño que necesita los deberes. Realizar el trayecto es complicado y debe correr diferentes vicisitudes y contratiempos. Pero consigue llevarle las tareas a su compañero. Cuando vuelve a casa, su abuelo se ha dado cuenta de la mentira de su nieto, y se expone el niño a un castigo por mentir y desobedecer...

En este momento el maestro de Arroyo de la luz les pregunta a los niños, que levantan la mano insistentemente para contestar, si creen que merece la pena desobedecer a los padres y engañar a los maestros para llevar los deberes a su compañero necesitado, y que si ellos hubieran hecho lo mismo... Todos los que intervienen, niños y niñas, hacen una valoración ética inmediata y afirman que está bien lo que ha hecho el niño que ha llevado los deberes a su compañero, aun desobedeciendo y mintiendo a sus padres, e incluso falseando la realidad en la escuela porque también mienten a sus maestros. Y sostienen que ellos también hubieran hecho lo mismo.

Víctor Erice termina la carta a Kiarostami, mostrando la evidencia de que los niños de culturas distintas (extremeña e iraní) reaccionan del mismo modo ante un problema ético universal porque en la lógica de los niños no existen las fronteras.

He querido traer esto a colación y había pensado contraponerlo a nuestro modo de funcionar como claustros en los centros de enseñanza. Me preguntaba si nosotros como adultos hubiéramos reaccionado con la misma lógica espontánea con que piensan estos niños de diez años. Me pregunto si la lógica infantil es un estadio precedente a la adquisición de una lógica de verdad madura, o si esta lógica adulta se convierte inevitablemente en una versión interesada y parcial de la realidad que se traduce en allá cada uno con sus problemas, que cada uno se las componga como pueda, y a mí que no me líen con los problemas de los demás.

¿Cuántos de nosotros hubiéramos arrostrado un riesgo real por ayudar a un compañero? ¿En qué momento el sentimiento ético de la infancia se convierte en sentido ético individualista?

He pensado en nuestra convivencia profesional, y he percibido tan subterránea división entre compañeros que, aparentemente, desempeñan la misma función (enseñar) que me temo que no son buenos tiempos para la ética colectiva, pero de puertas afuera parecería que todos, como profesores que viéramos el filme de Kiarostami, fomentaríamos entre nuestros alumnos los mismos valores que aquel excelente profesional de Arroyo de la luz: es lícito mentir, desobedecer y hacer trampas para ayudar a un compañero necesitado aunque ello nos acarree un castigo. 

¿Y entonces?

Un excelente, aunque apenas concurrido, diálogo entre directores que he de seguir revisitando. 

martes, 17 de enero de 2012

Los años convulsos de la transición



Yo fui un activista en los duros años de la transición (1973-1979). Militaba en un partido de extrema izquierda lo que me permitió asistir, aunque desde la marginalidad, a un proceso en que debatíamos, desde una óptica presuntamente revolucionaria, sobre todos los acontecimientos que estábamos viviendo. Además de la óptica del partido, tenía mi propia óptica personal que no coincidía en muchas ocasiones con la de mi formación política.

En aquellos años convulsos desde el asesinato de Carrero Blanco a la aprobación de la Constitución de 1977 y la victoria de Suárez en 1979, vivimos los que éramos jóvenes entonces la amalgama de diversos factores: la pervivencia de un aparato del poder que no quería ninguna evolución y era fiel al franquismo (aquí teníamos a sectores muy poderosos del aparato del estado y buena parte del ejército), un sector reformista que de acuerdo con el departamento de estado americano quería una evolución controlada, las fuerzas democráticas que abarcaban desde los democristianos a la izquierda que representaba el PCE que había optado por el llamado compromiso histórico y la reconciliación nacional, de modo que se pedía un sistema democrático convencional a cambio del olvido del pasado en todos los sentidos. Yo militaba extramuros de estas tendencias y pedíamos en nuestras manifestaciones y proclamas la disolución de cuerpos represivos (policía nacional, guardia civil, brigada político social, servicios de inteligencia del ejército) y el castigo para los torturadores y represores de las libertades.

Además estaba la presencia activa y terrible de ETA y el GRAPO, movimientos terroristas que pretendían dinamitar todo asesinando a generales y policías... de modo que parecía que pretendían producir un nuevo alzamiento del ejército y el estallido de una nueva guerra civil.

Los fascistas también colaboraban asesinando a abogados laboralistas, estudiantes, manifestantes...

Yo viví todo esto como militante reflexivo, pretendiendo en mi formación política una revolución maoísta que llevara a un nuevo horizonte justo y luminoso. No obstante, tenía mis serias dudas sobre este horizonte. Había leído lo suficiente acerca del comunismo para advertir que daba lugar a estados represivos de una crueldad estremecedora.

Participé en multitud de acciones y manifestaciones clandestinas, asambleas de universidad, instalé pancartas, corté calles en acciones relámpago, asistí a  misas por los asesinados de Vitoria, los abogados laboralistas de Atocha, promoví paros y huelgas y sobre todo, argumenté, respetando mis convicciones íntimas que ya no creían en aquella perspectiva revolucionaria maximalista que hubiera traído la dictadura del proletariado a aquella España tan frágil de los años setenta.

La transición no fue fácil y en ella todos los que participamos nos dimos cuenta de que se estaba caminando por el filo de la navaja y que todo podía estallar. El ejército era una presencia amenazadora que temíamos. Sabíamos que estaba siendo provocado para que interviniera en una connivencia extraña entre la  extrema derecha y la llamado vanguardia revolucionaria vasca a la que se añadía esa misteriosa secta llamada GRAPO.

¿Por qué cuento todo esto? Porque estos días con motivo de la muerte de Manuel Fraga, han aflorado comentarios en las redes, en la radio, en conversaciones espontáneas que lo señalan como un miembro de la dictadura, un protoasesino que firmó sentencias de muerte... a la vez que se señala la complicidad en aquella trampa histórica que fue la transición del rey y la clase política que se bajó los pantalones para aceptar un sistema corrupto y marcado por la traición a la memoria histórica que estaría condenada al olvido forzado. 

Rememoro aquellos años de turbulencias inimaginables hoy día, y veo con asombro que son muchas veces personas que no los vivieron en directo, porque eran niños o simplemente no habían nacido, los que más extremistas son a la hora de juzgar lo que allí sucedió como si todo hubiera sido blanco y negro, y todo hubiera sido fácil y cómodo. El sesgo que juzga la Constitución, al rey, a los padres de la Constitución, la clase política y el sistema instaurado a partir de aquellos años, como un remedo de democracia se abre camino entre los sectores más jóvenes que quieren pensar la historia en términos maniqueos.

Tal vez en aquel momento se tenía miedo a una nueva guerra civil o atemorizaba una intervención del ejército estilo al que se produjo en Chile con Pinochet. El sistema creado fue un intento de equilibrio entre nuestras expectativas máximas y el principio de realidad que nos fue delimitando nuestro campo de juego. Por supuesto que mi acción sirvió de bien poco, pero no me mantuve al margen. Entiendo que las nuevas generaciones quieran claridades y campos definidos que entonces no teníamos y sentíamos el aliento del miedo en nuestro cogote.

Aquel pacto extraño, que asombró al mundo, de la transición pacífica española hoy es puesto en cuestión y se busca algo cuyo alcance no soy capaz de comprender. Probablemente este sea el periodo más brillante políticamente de nuestra historia, pero se tiende a desmerecerlo y a desacreditarlo. Los que participamos en la transición todos somos personajes que navegamos entre las sombras, igual que Manuel Fraga, cuyas balas volaron por encima de mi cabeza en más de una ocasión. Pero no dejo de mirar con calor y comprensión tanto que hubo que hacer evolucionar en nuestras mentes en pos de un país democrático que aceptara en su seno a las dos Españas y no condujera a nuevas guerras civiles. Sobre todo esto está en la base de la transición, tan vituperada por quienes no la vivieron. 

viernes, 13 de enero de 2012

Peligro interior


                                                            Fotografía de Josep Fàbrega Agea tomada en Lorca
               
Este título lo he tomado de una fotografía de un amigo -Osselin- fotógrafo, docente y bloguero, en su último post. Formaba parte de una imagen de un edificio de Lorca amenazado de ruina por los efectos del terremoto reciente. En la fachada figuraba escrito en letras rojas: Peligro interior. Me ha parecido enormemente sugestivo como título y he deseado construir un post que tuviera como eje este peligro interior que nos acecha desde lo más hondo de nuestra intimidad como docentes.

Profesor en la secundaria es un blog que escenifica una crisis existencial y profesional. El profesor que está detrás busca caminos entre la niebla sin saber con exactitud si lo que está haciendo es lo adecuado, porque no sabe qué es lo adecuado ni qué es lo que  nos demanda la sociedad como profesionales. Si es que la sociedad nos demanda algo de forma clara aparte de entretener a los muchachos que tenemos a nuestro cargo. No sé si se nos pide que los eduquemos fundamentalmente en valores (igualdad, , solidaridad, tolerancia, espíritu democrático y cívico, convivencia con otras culturas, honradez personal...), valores que la propia sociedad no tiene en alta estima, y es como si la escuela fuera un foro ético, un lugar de excepción, cuyo valor sería fundamentalmente moral desde un punto de vista democrático.

¿O debemos prepararlos para la vida donde priman la competencia, la ley del más fuerte, la falta de honradez política y personal, los enchufes, las triquiñuelas, el amiguismo, la corrupción a todos los niveles?

¿Debemos hacerlos competentes en las distintas materias mostrándoles un camino de exigencia y rigor? ¿O debemos hacerles agradable el camino para que no se aburran, no se desmotiven, no deserten del aula? ¿Debemos hacerles placentera esta estancia en el centro escolar para que piensen que el conocimiento es fácil y que está cómodamente a su alcance, hurtándoles que el camino puede ser más árido y difícil que lo que puedan imaginarse?

¿Debemos traer al aula un "nuevo paradigma educativo" en consonancia con la educación del siglo XXI en que la tecnología será esencial y componente nuclear? ¿O debemos utilizar la tecnología como una estrategia más sin olvidar la raíz tradicional de toda formación intelectual, que debe hundir sus raíces en los valores sólidos de siempre?

¿Hemos de ser radicalmente revolucionarios queriendo cambiar la escuela pública como núcleo moral de la sociedad? ¿O esto es una fantasía que nos forjamos en largas noches de éxtasis pedagógico y  lo que debemos hacer es preparar intelectualmente a estos muchachos para que puedan adaptarse a una sociedad fundamentalmente conservadora en su fondo último?

No hay nadie que no se atreva a enjuiciar la figura del profesor, no hay nadie que no sepa exactamente qué hacer y cómo hacerlo. Al profesor se le pide una entrega absoluta, personal y existencial, así que se da por supuesto que no trabaja por dinero sino por satisfacción personal. Y el profesor se obsesiona con su misión salvadora, que está por encima de sus posibilidades, y piensa en cambiar el mundo desde el aula... pero otros le reclaman menos ardor revolucionario y le piden que trabaje once meses al año y que atienda adecuadamente a la infinita diversidad de muchachos que pueblan las aulas...

Unos proclaman en la lengua la enseñanza por competencias y el valor pragmático de la educación, que debe buscar los niveles fundamentalmente comunicativos y expresivos, mientras que otros quieren más análisis sintáctico como ordenador de la mente.

¿Qué debemos hacer? ¿Qué debemos ser? ¿Salvadores, héroes, burócratas, asistentes sociales, técnicos en entretenimiento, profesionales de unas materias, eficaces  en tecnología como nueva corriente casi religiosa, educadores para la vida, núcleo moral de la sociedad?

Pero ¿cómo compaginar nuestra vocación complejísima con la opinión mayoritaria de la sociedad que está descontenta con nosotros a tenor de cien mil comentarios oídos por doquier? Porque el profesor puede tener vocación de héroe pero muchos lo consideran un vividor y un oportunista?

Para ser profesor en estos tiempos hay que tener la autoestima muy alta, y es difícil, sin una dosis de delirio suficiente cuando somos conscientes de lo que somos, de lo que hacen con nosotros, de lo que piensan de nosotros.

Este es el peligro interior, nuestro yo fragmentado (como el de todos tal vez) y una tarea hercúlea por delante que debe contar con todo nuestro entusiasmo y energía para ser ¿qué exactamente? 

martes, 10 de enero de 2012

Platero y yo en el aula convertida en un remanso de poesía.


Durante este trimestre pasado hemos leído Platero y yo en clase. Tenemos catorce ejemplares de una hermosa edición ilustrada en que la obra es sometida a una selección de capítulos bastante oportuna. Cada capítulo es leído en voz alta por un alumno y sobre ello, como son breves, voy haciendo preguntas que indagan en la comprensión lectora y buscan la ampliación de vocabulario. En alguna ocasión también han habido de aprenderse algún fragmento de memoria y recitarlo delante de sus compañeros. El burro Platero se ha convertido en un amigo de la clase, y la belleza poética de su prosa maravillosa nos ha acompañado aunque probablemente no hayan entendido los chicos en su totalidad la textura y riqueza lingüística del texto.

Las andanzas del poeta con su burro en su Moguer natal probablemente sean apócrifas. Seguro que sí. No me imagino a Juan Ramón Jiménez a lomos de un burro, tan tierno y tan duro como Platero. Es todo el relato un conjunto de secuencias poéticas que extraen hálitos de belleza y eternidad de cada situación en que el poeta se queda en un estado de ensoñación y éxtasis vital contemplando el fluir del tiempo, los objetos, la naturaleza, los personajes, las calles, la luna, y la consideración de la muerte como presencia continua en el relato. Es un libro escrito en estado de gracia que puede ser leído con aprovechamiento en diferentes momentos de la vida. Algún lector del blog ha sugerido en alguna ocasión que es un libro que hay que leer a partir de los cincuenta años para entender la densidad estética y vital que supone esta propuesta tan aparentemente ingenua, pero que tiene como trasunto la muerte de las cosas hermosas, la muerte de todo lo que existe tras un tránsito de hermosura vital y su pervivencia espiritual de alguna forma. 

Es un libro hecho de remansos en que el ser percibe la gracia y la belleza, así como el palpitar de una ternura singular expresada por esa relación intensa que mantienen el burro y su amo. El libro está preñado de tensión contenida en que es esencial la capacidad contemplativa del poeta, que mira a través de sus ojos pero también de los seres ingenuos y buenos que pueblan el texto. Este libro solo pudo ser compuesto por una persona buena, que tenía una mirada limpia y profunda, habituada a la soledad de su jardín, a la ensoñación frente a la realidad de lo natural o lo humano. Cuentan que Juan Ramón Jiménez pasó buena parte de su niñez en soledad. Padecía lo que se llamó hiperestesia o lo que es lo mismo que una intensísima percepción, casi hipnóptica, a través de los sentidos. Se quedaba extasiado ante el reflejo del sol en las hojas de los árboles, ante los sonidos de las campanas del pueblo desde la lejanía, en los ladridos lejanos de algún perro, en la melodía de algún piano, en la visión del pozo donde una golondrina tenía su nido o en el agua profunda que reflejaba las estrellas de la noche. También se sentía fascinado por las tumbas de los niños en el cementerio de Moguer.

Platero y yo es un diálogo fructífero del poeta con el burro acerca del mundo en el que el alma del poeta se revela y nos revela fundamentalmente sus tres ejes: conocimiento, belleza y eternidad.

Estos días en que leo a Proust, también de una época semejante, recuerdo lo que decía Luis de Falla a Federico García Lorca en uno de los cármenes de Granada a propósito de los ruidos que empezaban a invadir todo, perjudicando su concentración musical. Este mundo de Juan Ramón Jiménez todavía permitía el silencio y los sonidos naturales: las campanas, los trinos de los pájaros, el sonido del cubo cayendo al pozo, los ladridos de los perros, la voces humanas…

Nuestra civilización avanzada ha conquistado muchas cosas, todas irrenunciables, incluida esta maravillosa comunicación a través de internet, los antibióticos, la televisión, la lavadora, los anticonceptivos, las comunicaciones… Sí, eso es cierto, pero hemos perdido en el trayecto la posibilidad de estar en silencio concentrándonos en los sonidos naturales, la hondura poética, la percepción de la belleza y el ansia de conocimiento, inmersos en una sociedad repleta de objetos y de banalidad.

Me atraen las líneas puras, esenciales, hermosas, de estos fragmentos de vida en que discurre Platero y yo. Y para mi gozo y maravilla, mis alumnos adolescentes, muchos de ellos inmigrantes con un precario conocimiento del idioma, también han experimentado esa cercanía y querencia por lo poético que expresa el libro de Juan Ramón. Les he hablado de otros libros del poeta, incluido Diario de un poeta reciencasado, y han manifestado interés por conocerlo, pero desafortunadamente, no hay una edición escolar, tan bien seleccionada e ilustrada como la de Platero yo. Pero qué maravilla sería poder leer con ellos textos como el de La negra y la rosa, en  que en medio de la fealdad y el ruido del metro de Nueva York, el poeta es capaz de extraer nuevamente la poesía más delicada y esencial.

No lo dudéis, es un hermoso texto de lectura para compartir en el aula. 

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