Os supongo familiarizados con esta formulación creada por Laurence J. Peter que viene a decir que
los responsables en una empresa ascienden hasta que alcanzan su nivel de
incompetencia, de modo que podemos encontrar a numerosos ejecutivos a los que
su responsabilidad les viene grande y ante la cual son auténticos
incompetentes. Esta idea me ha venido poderosamente a la cabeza considerando
los cien días del presidente de gobierno Mariano
Rajoy. Tal vez este hombre fue un eficaz jefe de oposición que machacó al
anterior jefe de gobierno acusándole de bobo y de ser un improvisador, a pesar
de los mensajes que Zapatero le
dirigía en nombre de la responsabilidad. Pero Rajoy y su partido solo querían el poder, les daba igual lo que
sucediera después. De hecho no apoyaron al gobierno cuando estábamos al borde
del precipicio solo jugando a la carta de ganar las elecciones por el desgaste
que suponía la crisis. Ahora se acusa a los socialistas de no haber hecho lo
que tenían que hacer cuando estaban en el gobierno y se les achaca todo el
déficit acumulado. Yo me pregunto si un gobierno con mayoría insuficiente y
careciendo de apoyos fijos podía haber llevado a cabo algo de mayor calado con
una oposición cainita que solo se excitaba ante el poder absoluto sin proponer
una sola idea sobre la crisis. Teniendo en cuenta además que el PP gobernaba en
comunidades autónomas que no se han distinguido por su eficiencia, ni por su
contención del déficit y sí por el despilfarro y la corrupción (Valencia, Baleares, Galicia).
Ahora, sin embargo, el PP
es un eficaz agente de los mercados en España. Su mensaje es tan elemental como
lo pudiera dar un presidente de escalera ansioso de ejercer su potestad. O un
director de instituto endiosado por su poder institucional. Oigo a Mariano Rajoy y me dan escalofríos por
la simpleza de su verbo y de su organigrama mental. Creyó que los mercados se
rendirían a su sola presencia y que España recuperaría la confianza por estar
él en el poder. Pero yo solo he visto un presidente cateto que no habla inglés
(como Zapatero) y que en las cumbres
internacionales canta como una almeja por su falta de habilidad a la hora de tejer alianzas y ejercer cierta influencia en Europa, haciendo
confidencias para congraciarse, como un personaje sin densidad, con sus
homólogos europeos. Incluso a Obama
le dijo, para caerle bien, que él también estudiaba inglés. Sonroja semejante
ingenuidad.
Ahora sus medidas atentan al núcleo del estado de bienestar
en su dimensión más esencial: sanidad y educación, lo que dijo él que no
tocaría. Pero Mariano Rajoy no da la
cara ni nos explica qué pretende. Elude a la prensa, escapándose por la puerta
del garaje, en el Senado. ¿Este es el hombre que quería convertirse el líder
y aspirar a conducir a los españoles a la salida de la crisis? No niego que sea
un eficaz gestor de los intereses de Alemania,
a la que rinde vergonzosamente pleitesía. No niego que su política no apele al
sentido común como el de un presidente de una escalera de vecinos, pero,
dada la situación en que estamos, cabría esperar un dirigente político y moral que tuviera una buena política de comunicación y nos explicara cuál es su proyecto para España, qué pretende con la sanidad
y la educación, con la investigación, así como por qué premia a los defraudadores con su amnistía fiscal. Si sabía lo que ahora sabe, ¿por qué jugó
solo la carta de hundir al anterior gobierno? Si era tan listo como presumía ¿cómo
es que sus recetas no surten efecto y el paro no deja de aumentar y de perder
posiciones ante otros países como Italia
que no hace mucho se debatía entre el ser y la nada y parece haber sacado pecho
por obra y gracia de un tecnócrata como Mario
Monti que sugiere solvencia y seguridad?
Rajoy es un buen
jefe de negociado pero el puesto de presidente de gobierno en las actuales
circunstancias le viene demasiado grande. Ganó las elecciones por el enorme
coste que supuso la crisis a otro incompetente como Zapatero que fue abandonado por el electorado de izquierda. No
estoy defendiendo, como alguien podría suponer, al Partido Socialista que actualmente está totalmente perdido y sin
alternativas, y en especial en Cataluña
donde no sabe quién es ni qué pretende ni dónde está. No existe oposición ante
un gobierno abiertamente desarbolado por los mercados especulativos. Ahora Rajoy y su equipo nos piden responsabilidad y esfuerzos pero son incapaces de actuar como verdaderos líderes políticos y
humanos, sobre todo con su pasado en la oposición en la que no jugaron cartas
de auténticos estadistas y sí de indignos trileros. A Rajoy y su equipo me da la impresión de que la crisis les desborda y que son enanos jugando un partido que es demasiado complicado para sus
méritos. Esta es nuestra tragedia porque este es nuestro gobierno y carece de
oposición creíble. Sería la hora de los estadistas pero lo que ofrece Rajoy es una increíble impotencia,
improvisación y perplejidad ante lo que está pasando. No me extraña que huya
porque no sabe qué decir. Es terrible que en solo cien días se haya evidenciado
que lo único realmente cierto es que los incompetentes son ahora los que nos
miran con ojos asustados y como diciendo ¡qué complicado es esto! Entretanto lo
que tienen claro es que, siguiendo su tendencia ideológica, el estado debe ser
desmantelado y pobre del que quede fuera de su manto protector. Nos esperan
tiempos muy amargos y solo tenemos un Peter
cualquiera mostrando su confusión e incompetencia. Y Rajoy solo titubea y
obedece a lo que mandan. Porque se están enfadando...