El viernes 20 de mayo visité la acampada de plaza Catalunya a mediodía. No había una gran afluencia de gente pero sí significativa. El vídeo que inicia este post es una versión personal de lo que allí encontré. Tiene sonido original. Mi impresión fue contradictoria: al lado de impulsos generosos y serios en discusiones abiertas, había charlatanes y chamarileros de feria que se entusiasmaban por tener a veinte personas que por fin les escuchaban en discursos antisistema. En la concentración –fijaos- abundan las personas de edad avanzada junto a los jóvenes. Plaza Tahrir fue una experiencia única por recibir un importante núcleo ideológico que llegó a las portadas de los principales diarios de todo el mundo. Era la rebelión de la izquierda no integrada frente a la dominación del capital, ese entramado financiero bancario que controla a los gobiernos de todo el mundo y que nos ha llevado a la crisis. Mirado en perspectiva, el que esto suscribe piensa en su enorme dosis de idealismo, en su ingenuidad… frente a una realidad que sí es un peso pesado. El resultado de las elecciones del domingo han sido un baño de realidad frente al pensamiento mágico que nos embargaba. El pensamiento mágico es el que cree que algo es real porque uno lo desee con fuerza… Había razones importantes para estar allí y pensamos que porque teníamos razones el mundo se transformaría a la medida de nuestros deseos. Es la base del llamado pensamiento utópico que piensa que el mundo se puede transformar. Obama lanzó el conocido eslogan We can, que aquí fue transformado en We camp…
El mundo y la realidad son profundamente contradictorios y complejos. No bastan nuestros deseos bienintencionados para transformarlos. Detrás de ese idealismo había un amplio deseo de llegar a acuerdos de base que permitieran mantener las acampadas, que fueron consentidas, no como en Siria o Egipto donde ha habido centenares de muertos. Transportamos el universo simbólico de Tahrir a nuestras plazas y nos lo creímos en una amalgama extraordinariamente productiva durante unos días. Aquello, pese a mi impresión negativa, alentó mi pensamiento utópico, pero no fui el único. Muchas personas en este país se sintieron representadas en esa rebelión. Los comentarios de Iñaki Gabilondo en algún caso llevaban a pensar que los partidos tendrían que ser reformulados tras esta revuelta cívica espontánea. Quisimos creer que otro mundo era posible. Pidamos lo imposible nos decíamos. Pero en aquel mínimo común múltiplo de reivindicaciones y manifiestos contra los banqueros y el pérfido sistema capitalista, se orillaban las cuestiones que en realidad nos dividen y enfrentan: la distribución del poder territorial, por ejemplo. Surgió mágicamente un hashtag #spanishrevolution del que se burlaba en La Vanguardia Quim Monzó. Pero era el que estaba presente en la plaza Catalunya de Barcelona como podéis ver. Hoy me he enterado que hay en la red un manifiesto que se titula #catalanrevolution y que reivindica la autodeterminación de los pueblos sometidos, véase Catalunya. Ya el mínimo común múltiplo tiende a fragmentarse igual que en alguna asamblea en Alicante convertida en mitin en que se reivindicaba el valencianismo catalanista y la inmersión en valenciano.
No hemos hablado y se ha orillado el tema de la inmigración. Todos somos víctimas de un sistema capitalista inicuo, pero no todos recibimos el golpe del mismo modo. Y no está tan claro qué postura tenemos frente a la realidad de la inmigración. En Catalunya en las elecciones han subido opciones próximas a la xenofobia en diversas poblaciones. El pensamiento mágico que nos ha dominado en un éxtasis de idealismo tiende a romperse. ¿Qué queremos? ¿Instalar el anarquismo? ¿El socialismo? ¿El comunismo? ¿Reformar el capitalismo? ¿Introducir factores de racionalidad en el sistema dominante? ¿Cuál es nuestro modelo? Al parecer Islandia que ha encarcelado a algunos banqueros culpables del entramado financiero que ha desencadenado la crisis, pero Islandia tiene menos habitantes que Hospitalet de Llobregat, es una isla y no hay factores exógenos que sean demasiado complejos.
El pensamiento utópico o el pensamiento mágico es hermoso. Nos lleva a nutrirnos de nuestros propios sueños. El despertar es amargo. Y ayer y hoy he estado dominado por la tristeza de la realidad electoral. No basta tener razones importantes, y las teníamos, seguimos teniéndolas… Sabemos que el mundo camina hacia el desastre ecológico y medioambiental, sabemos que una minoría financiera dicta las leyes de los estados y gobiernos que no tienen en realidad poder efectivo, sabemos que los mecanismos económicos condenan a la pobreza a multitud de países que no tienen ninguna opción, sabemos que el idealismo del We can de Obama ha tenido que batirse con la realidad del granjero de Arkansas que no quiere una reforma de la seguridad social y con los eslóganes de la Fox así como con los intereses de la Asociación del Rifle. Obama, para intentar ser reelegido, ha tenido que renunciar a su revolución ética y a sus sueños, y ahora lucha solamente por sobrevivir políticamente. Los sueños alimentan a algunos ciudadanos, pero la realidad profunda de la inmensa mayoría de ellos es mucho más concreta y tangible. Está bien cuando nos juntamos y cantamos canciones de John Lennon que hablan de la paz, pero es mucho más difícil o imposible cuando intentamos cambiar el mundo a la medida de nuestros deseos. Y más cuando estas conversaciones descienden a temas más concretos que el deseo de Paz Universal.