La escritura de un post es algo que me implica profundamente. Tengo a veces varias ideas que me van rondando en la cabeza. El instituto público donde trabajo es una fuente de inspiración extraordinaria. Mis alumnos me siguen produciendo intensas emociones. No he conseguido hasta ahora (tras más de treinta años de profesión) seguir una rutina, definir un estilo profesional asentado. Siempre tengo la impresión de estar sentado sobre un volcán. Envidio a los que tienen ideas coherentes sobre educación, yo no las tengo. Arrastro un lastre de incoherencia que no he podido resolver: mis alumnos son cada año nuevos, me presentan retos distintos, alegrías dispares, caídas en ocasiones profundas. No puedo hacer una programación de lo que será el curso de antemano. ¿Cómo voy a hacerla si no conozco a mis alumnos? Yo defino mi pedagogía como una pedagogía del encuentro, de la sorpresa, del reconocimiento. Y esto no es fácil. Surgen a veces situaciones imprevistas que implican tensión. Este año tuve una de ellas en las relaciones con mis alumnos de bachillerato. Quien haya seguido el blog será consciente de mis críticas, de mis esperanzas fallidas, de buenos momentos y de alguna sima emocional que me llevó a escribir un correo real a un alumno que había sido agresivo e insultante conmigo. Lo publiqué hace un par de meses. Se titulaba “Con la mano tendida”. Recibió numerosos comentarios que no respondí. Algunos vieron en este post un ejercicio casi pornográfico de mi interioridad, que probablemente no quedó bien parada. Leí atentamente todo lo que escribieron mis lectores y varias de las cuestiones que se plantearon me han sido muy útiles. La inteligencia colectiva no es una elucubración. Entiendo que este blog (y muchos más) son una suerte de mente plural en que se comparte con generosidad. Acepto las críticas que en muchas ocasiones son tan o más valiosas que los elogios.
Quiero decir y resaltar que el signo distintivo de este blog es el de revelar esa interioridad no coherente de un profesor maduro, pero que se siente como un estudiante que está haciendo el CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). Y este blog recorre sinuosamente meandros de ideas que se van explorando, evaluando, poniendo en práctica, desechando, y, sobre todo, experimentando. No es un proceso cerrado, es un proceso en evolución dinámica en el que se vierten diferentes opiniones (algunas veces contradictorias) y en las que me implico emocionalmente con resultados que parecen un ejercicio de insensatez o de delirio.
Creo que la educación sirve para algo. Sobre todo, para abrir mentes. Pero para lograr yo abrir las mentes de los demás, la mía ha de estar abierta, ser empática, ser flexible, ser permeable. No es con teorías con las que pretendo fundamentar mi pedagogía. No, es con acciones que yo califico de francotirador. El profesor apunta delicadamente al corazón y a la mente de los alumnos. El profesor se busca a sí mismo (todavía no se ha encontrado definitivamente), y promueve una búsqueda del significado entre sus alumnos. Las materias son instrumentos que llevan a la reflexión. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Cuáles son mis límites? ¿En qué creo? ¿Qué es el mundo? ¿Cuál es el estado de mi interior y del planeta? Esto implica promover una actitud de contemplarse a sí mismo sin compararse con nadie. Esto es importante. Los seres humanos no deben ser sujetos para la comparación. Todos somos insólitos, irremplazables, y a la vez respondemos a parámetros comunes. Los seres humanos pueden contemplarse a sí mismos. Somos nuestro campo más poderoso de observación. Aprendemos mucho contemplándonos a nosotros mismos sin juicios, sin crítica, desapasionadamente, dándonos cuenta de dónde salen nuestras ideas que no son la mayor parte de las veces demasiado originales. ¿Por qué pienso esto? ¿He sido realmente yo quien lo ha elaborado o me lo han dado hecho y yo lo asumo?
Este ejercicio de autocontemplación de la conciencia puede llegar a ser doloroso para el inexperto. Especialmente si se es alguien demasiado sensible, pero abrir nuestra sensibilidad, exponerla al dolor, es educarla en la compasión porque los demás son igual que nosotros y a la vez profundamente diferentes.
¿Qué es educar? Educar es exponerse, estar en la trinchera en una batalla incierta, de resultado incierto. El objetivo de nuestra búsqueda es el conocimiento, la observación del yo y del mundo en relación a nosotros. Para ello utilizamos la lengua (plástico instrumento de indagación), la literatura (secuencia de modelos que se van inspirando unos en otros y que tienen como eje la belleza). Indagamos, buscamos, no estamos terminados. Vamos recorriendo en zigzag ese edificio en la arena que arrumbará el mar, pero tiene sentido. Somos una pequeña luz en medio de la oscuridad. Si consideramos la maravilla que es la vida, el azar que la contiene, cualquier instante en que los seres humanos pueden encontrarse y trascenderse alcanza un valor extraordinario.
Esto es ser profesor para mí. Pero ¿cómo explicarlo en una programación? Quizás esté equivocado, pero este ha sido el fundamento plástico, estético y existencial de los luminosos momentos en que esta pedagogía ha alcanzado algún resultado. Es incierta la búsqueda pero cuando estalla la luz…
Son divagaciones en la noche.
Joselu
ResponderEliminarLa vida humana es incierta, desde luego. Pero el quehacer propio del profesor lo entiendo cada vez de manera más prosaica -"más profesional" -justificado (y valioso) por la necesidad de trasmisión de conocimientos de generación a generación-. Los estallidos de luz de los que hablas me parecen algo que ocurre escasamente -y la mayoría de veces son inauténticos, puros espejismos- Ese encuentro del que hablas, esa comunicación intensa, puede darse, pero pertenece a un orden diferente al de la profesión -no le es intrínseco, ni necesario. Puede ser una opción particular y personal (legítima) de algunos educadores, pero no puede ser un principio general desde el que deba entenderse la educación... sería un absurdo y un fracaso infalible.
¡No me lo puedo creer! ¡Otra vez me ha pasado! ¿Dónde está el largo comentario que he escrito contestando a tu maravilloso texto? Con lo bien que me había quedado... ¿Cómo voy a encontrar las mismas palabras? Imposible. Llevas la docencia en la sangre y la vives con pasión pero con humildad, dando lo mejor de ti y pagando a veces un alto precio por ello. Es lo que tiene trabajar con personas, un material rico pero muy frágil. Eres inteligente y sensible, muy preparado profesional y personalmente. Te vuelcas en tus alumnos, haciendo de cada clase una experiencia diferente. A veces sale, otras no. Es imposible acertar siempre.
ResponderEliminarEnseñar supone disfrutar unas veces y sufrir otras, sobre todo cuando tropezamos con la incomprensión, la ignorancia o la mala fe de algunos. Nos obligan a rellenar cientos de papeles estúpidos e inútiles. La verdad, la esencia de nuestro trabajo, no se puede reflejar en ellos, y en realidad no le interesa a nadie, y menos a nuestros superiores, ni a los políticos, que diseñan una leyes absurdas e injustas. Tú quieres alejarte de eso, como muchos, porque ese tiempo queremos dedicarlo a lo que de verdad merece la pena: nuestros alumnos.
Eres un profesor exraordinario y una excelente persona. Lo sé sin conocerte personalmente. Tu texto me ayuda a empezar mañana un trimestre corto pero intenso. Gracias por ser como eres y por estar ahí. Seguro que irradias luz y quienes te conocen lo aprecian. Un fuerte abrazo, colega.
Mira, a mí ya me dio para saber lo que se siente cuando eso ocurre. El otro día les puse un ejercicio súper, pero súper complejo de entender -para un adulto- a los muchachos, a ver qué pasaba. Alguien cercano cuando le comenté, me dijo que me estaba pasando tres pueblos pero yo le dije: - ¿Y eso cómo se sabe si no se prueba? lo mismo les estás subestimando. Así que allá que fui con la cosa y a ver qué pasaba al fin. Y hay uno, sólo ha sido uno, Joselu, pero me ha dejado... absolutamente alucinada. Qué capacidad de razonamiento. Increíble. Y sus calificaciones, son buenas, pero tampoco son brillantes -frente a las de otros-. Sin embargo él sí me lo parece. No sé... pero te digo una cosa, me sentí realmente genial, la verdad :)Pero qué bien me sentí... :):) Aún me dura, mira lo que te digo... :D Por supuesto la temática estaba relacionada con la materia, pero así como... bastante, bastante, bastante de lejos :S Ni tan mal. Volveré a hacer algo así, seguro además. Si sirve para que otro le de al click mental, más que justificado, pienso.
ResponderEliminarUno entre un montón, pero valió la pena la prueba. Para mí, y para él, y lo fuerte es que es consciente y tal cual me lo dijo o.Ô En serio, alucinada, ya te digo. Será que soy medio tonta, o algo. O no. A saber.
Besos, y buena semana.
Es necesario aceptar que, en la vida, como en la enseñanza, hay que dejar cierto margen para la improvisación. Aun programando con exhaustividad, con tiempo,teniendo muy claro qué queremos hacer con los alumnos, a veces, por distintas circunstancias, nos vemos obligados a cambiar el rumbo. Este curso tengo un 2º de ESO curioso, creativo, preguntón...Nada más lejos de mi intención ni de la programación que leer en clase El diario de Ana Frank, pero un día surgió en clase el tema del Holocausto, de la persecución nazi, de la II Guerra Mundial, de la historia de Ana Frank...Y aquí estamos a estas alturas de curso dispuestos a embarcarnos en su lectura, todo porque un día en clase surgió esa luz de la que hablas. (Es cierto, como dice Serenus, que no puede plantearse la educación desde este pilar, pero lo cierto es que a veces pasa). Un abrazo.
ResponderEliminarSerenus:
ResponderEliminarTienes toda la razón. Un sistema educativo no puede estar sustentado en estos presupuestos, y requiere de un orden, de una profesionalización, de una coherencia más prosaica y organizada. Me encanta tener compañeros que reúnan estas características. Hubo un tiempo en que había un sistema eficaz, y yo ponía, aprovechándome de la competencia profesional de mis compañeros, un plus imaginativo al que la mentalidad ordenada de mis colegas no hubieran llegado. Creo que las dos actitudes son complementarias. Sería insoportable en el sistema educativo una colección de profesores que apostaran por la pedagogía que he expresado. Sería insensato, pero sí es bueno que haya algunos ejemplares. No hablo de mí ahora. Estoy pensando en algunos compañeros que ponen esa guinda imaginativa y audaz, que desborda los resortes marcados. Me doy cuenta que el ejercicio sensato de la profesión no es lo mío. No ejercería competentemente de asesor pedagógico, ni como proponente de reformas de la enseñanza. Sólo quiero un resquicio para poder ejercer de una especie de Groucho Marx pedagógico. Me caen grandes mayores amplitudes de la cuestión. Y sí pienso que pueden surgir espacios iluminativos, y que no son meramente espejismos. Todos somos conscientes de los momentos que algunos profesores han dado un quiebro fundamental a nuestro sistema de pensamiento abriéndonos horizontes totalmente nuevos. Quizás los que yo tuve no lo pretendieron, y no fueron numerosos. Mis principales maestros los encontré por mi cuenta en los libros. Creo que el mayor éxito que tuvo el sistema educativo conmigo lo logró a los cuatro o cinco años cuando mi padre me enseñó a leer. Lo demás ha sido circunstancial e intercambiable.
Gracias por tu discrepancia.
Yolanda, toma la precaución de copiar el comentario antes de publicar (CONTROL+C) y para pegar (CONTROL+V). Seguro que lo sabes. Muchas veces me pasa a mí y también tengo ataques de desesperación, por eso lo copio siempre.
ResponderEliminarSuerte en este corto trimestre. Y gracias por tus generosas y afectuosas palabras.
V., esto no es imposible ni inusual. Tendemos a bajar el nivel de razonamiento para adaptarnos a los más rezagados, pero a veces estos nos dan sorpresas que nos llegan a emocionar como es tu caso. Tengo alumnos del llamado ritmo lento que me asombran con sus propuestas, con sus reflexiones, con su capacidad interpretativa de cuestiones complejas. Me gusta observar el proceso de pensamiento de mis alumnos, detectando sus líneas maestras. Hay muchos que no son originales, lo cual es perfectamente respetable. Pero algunos muestran una lucidez que me asombra. Hay que alimentarla, y pueden algunos entender cuestiones muy complejas. Hace unos años puse a mis alumnos de un segundo de ESO muy conflictivo un texto de Krishnamurti que suponía un alto nivel de comprensión, pero ello no fue obstáculo para que de allí saliera algo interesante. No puedo evaluar la importancia que ha tenido en sus vidas. Tal vez nula, pero era importante que alguna vez alguien les ofreciera tal reflexión. Soy partidario del aprendizaje significativo, pero para que esto se produzca hay que preparar el terreno estimulando esos momentos dotados de especial sentido. Adelante, V. Quizás somos visionarios pero no dejamos de tener un puntito de razón. Por ella.
ResponderEliminarCarlota Bloom, a veces pasa. Eso es suficiente para que no lo descartemos de nuestros presupuestos. Una mirada penetrante que observe cuidadosamente los procesos de pensamiento puede dar saltos cualitativos, como ha sido tu caso. No todo se puede prever. Es buena este margen para la sorpresa y la improvisación. Yo he tenido en ellas el magma más revelador de mi experiencia pedagógica. Entiendo, como dice Serenus, que un sistema educativo no puede basarse en ellas, pero haberlas haylas.
ResponderEliminarEl ser profesor es adoptar una manera de vivir muy concreta. No estamos apacentando ovejas, aunque haya quienes piensen que la profesión de pastor y la de profesor son muy parecidas. Estamos asistiendo a un proceso de desarrollo humano que se llama educación y que lo sufre un ser humano (de menor edad que los profesores) y al que se le debe armar con toda la experiencia humana del profesor/a. Esto es una labor exquisita, delicada y muy difícil, por eso yo te comprendo perfectamente, porque yo también hago divagaciones en la noche, porque yo aún estoy dudando, aún estoy buscando la forma de crear rutina...
ResponderEliminarUn abrazo.
Joselu,
ResponderEliminarTus reflexiones siempre me producen alguna sacudida. ¿Exponerse? Sí, y en dos sentidos. Educar es exponerse (mostrarse) y exponerse (atreverse) a vivir aventuras en las que hay que superar pruebas y bstáculos, pero en las que también hay espacios de descanso y tranquilidad.
El libro de viaje lo puede traer uno preparado (programación) o bien dejarse llevar por el paisaje y el clima y adaptarse.
Los hay que saben viajar con la mochila a cuestas improvisando en el camino, pero los hay que necesitan una tour bien planeado. Por lo que veo, tu respondes al perfil que arriesga.
Comparto que debe haber una "profesionalidad" en el quehacer educativo. Es innegable que ello ordena todo el proceso y aporta ese plus de seguridad necesaria para los protagonistas del hecho educativo. Ahora bien, estoy contigo, Joselu, en que los diferentes estilos de enseñanza pueden perfectamente vivir en armonía dando respuesta desde ángulos diversos a ese acto de educar. Creo firmemente en la pasión como trampolín para abordar esta complejísima profesión por la que hemos optado. Sin pasión, sin riesgos, sin caidas y levantadas, sin incertidumbres por dolorosas que sean, sin sorpresas, esto no tiene demasiado sentido. Es un camino con recovecos, con espirales que tan pronto te llevan adelante que te vuelcan hacia atrás. Es un toma y daca en la que ni profesor y alumno deben salir idemnes tras su relación. Y sí, apuesto que ese brillo, esa luz, aun cuando nos sea tantas veces esquiva, pueden dar sentido a toda una vida.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo.
Joselu,
ResponderEliminarRedacción es mi usuario de blogs de aula.
Lu
Algunos consideran la escritura en los blogs como una suerte de narcisismo o la salida a una carrera literaria frustrada. Quienes vivimos el aula a diario sabemos la utilidad del blog como instrumento de reflexión, de aprendizaje, de puesta en común, de crecimiento personal. Igual que cada nuevo curso nos sitúa ante nuevos retos y con nuevas perspectivas, cada entrada en el blog nos hace subir un peldaño en este complejo acto de conocernos profesionalmente (y también en lo personal, cómo no). Te leo y crezco contigo, aprendo de tus experiencias y las contrasto con las mías. Gracias por todo ello.
ResponderEliminarSeguramente porque tengo mucho de soñadora y en ocasiones, contra corriente, me encanta que existan en educación, buscadores de momentos brillantes:-)
ResponderEliminarTú en eso, eres un ejemplo, hasta extremos en ocasiones increíbles. Seguramente tienen razón quienes opinan, que en un sistema como el nuestro, no me refiero sólo al educativo, al sistema de vida en general, esa búsqueda no sea rentable, ni práctica e incluso en ocasiones imposible, pero no cabe duda que salirse del esquema habitual de enseñanza, como en general de cualquier conducta preestablecida, abre horizontes que si nadie explora, nunca se descubrirán.
Para mi la empatía, es algo importantísimo, si nos esforzáramos más en sentirla, seguramente muchos de los conflictos de todo tipo que surgen desaparecerían. Hay personas tan rígidas en su conducta y pensamiento, que les es imposible conectar y entender a los que no son, ni piensan, ni funcionan igual a ellos.
En educación, que un profesor empatice con el alumno, supone que tenga la posibilidad de valorarle mejor y encontrar caminos por los que llegarle más, incluso espoleando esa motivación que a veces falta. Quizá la incapacidad de obtener los resultados previsibles en educación, pasa porque todo se aborda de una forma uniforme y genérica, olvidándose absolutamente al individuo.
Yo creo que cada uno tiene esa tecla mágica que activa el interés por aprender y por saber, intentar encontrarla por más que la mayoría de los profesores suponga que no es su labor, creo que es esencial. Por difícil que resulte, insisto, que para mi es algo importantísimo, sobre todo para evitar que muchas metes valiosas se pierdan y muchos críos tiren la toalla por incapacidad de conectar con lo que se les pide.
Sin dedicarme a la enseñanza, he podido ver, por ejemplo en mi hijo, esto que te cuento, lo que parecía imposible ha sido posible. Es un esfuerzo tremendo, pero el resultado es tan alucinante que si todo el mundo lo experimentara se daría cuenta que al final siempre merece la pena. Pero tiene que importarte muchísimo y estar dispuesto a gastarte en la tarea.
Comprendo sin embargo que para la mayoría del profesorado, ponerse a bucear en la mente de los alumnos es un asunto que ni les atrae, ni saben cómo, ni les interesa. Para la salud y comodidad del profesorado es entendible, tienen demasiadas cosas en contra, no sólo a los alumnos, si no a sus padres y desde luego el propio sistema que lo mide todo por Kg :-)
Obviamente no todos los profesores tiene madera de héroes y hay que ser un poco kamikaze para actuar así, el implicarse personalmente en lo que sea que se haga, supone quemar muchísima energía que casi nadie está dispuesto a hacer por un simple sueldo.
Me gusta que tú seas de esos, sin que eso suponga que te dejes la piel en le intento:-)
Muchos besos JOSELU ¿ya habéis empezado las clases? si es así, suerte, aquí aún siguen de vacaciones ¡¡feliz día!!
Tu eres, Joselu, una persona que hubiera vivido intensamente El Renacimiento, te pega más el Siglo de Oro que el XXI. Es posible que no sea así, pero así me lo parece en algunas ocasiones. Te hubieras impregnado de toda esa cultura y estarías en tu salsa.
ResponderEliminarY cuando dices que no tienes ideas coherentes no te entiendo mucho.
A lo mejor en vez del Siglo de Oro serías más feliz en tu profesión en el siglo XXIII.
Eres un gran comunicador Joselu, de verdad y sin ánimo de lucro.
Gracias por levantar mi propio retrato. Palabra a palabra me he sentido tan identificado que incluso me he emocionado. Ahora sé que ha tenido sentido el hecho de no tener jamás una programación anual y de haber estado improvisando hora tras hora desde que entré en este teatro de la enseñanza. Ese encuentro, ese diálogo, ese riesgo, esa exposición -que incluye tanto la fortaleza como la debilidad- son exactamente los rasgos definidores de la vida auténtica. No ignoro que se espera de nosotros que transmitamos conocimiento, pero ¿quien dice que no lo hagamos? ¿Que nos apartamos del guión que escriben los burócratas del saber? Sí, pero acabamos dándoles lo que realmente necesitan: a veces, una revelación; a veces, una esperanza; a veces un método de redacción; a veces, el empuje para atreverse a pensar lo que les parece impensable; a veces, disciplina; y siempre, respeto, afeto y ecuanimidad.
ResponderEliminarGracias, Joselu. Me encanta compartir la travesía contigo.
¡Extraordinario don el de las erratas! Me ha salido un "afeto" del XVI en el que te ubican, aunque, al margen del tirón humanístiico, yo te imagino comunero peleón...
ResponderEliminarMIguel, me alegro que compartamoe dudas y estados de ánimo. Desafortunadamente, soy incapaz de crear rutinas. En mi dinámica, todo se debería contemplar como único y especial, pero eso es imposible. Ya hablamos de las vacas doradas hace unos días. Si uno tensa demasiado, mal; si uno destensa demasiado, mal también. No somos pastores, aunque algunos padres ven en la escuela una especie de garaje-guardería en función del calendario laboral, pero los procesos cognitivos tienen sus ritmos, sus estaciones, sus temperaraturas, sus distensiones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lu, no sé si correspondo al modelo del profesor que arriesga, pero sí al que no le es posible hacer dos veces las cosas del mismo modo. Esto es bueno, pero también es malo. Un poco más de método y orden ya estarían bien, pero me di cuenta, cuando revisé los papeles de mi padre, después de morir que él también era un caos, y que no consiguió ordenarse jamás. Eso sí, era un hombre extraordinariamente intuitivo. Supongo que son dos vías distintas de conocimiento. Y me temo que no se escogen. Deben de ser algo genético eso de la metodología y lo sistemático.
ResponderEliminarCastilla, mi experiencia, no llena de éxitos y sí de numerosos fracasos (y algunos descubrimientos maravillosos), me lleva a coincidir en líneas generales con lo que planteas. No podría entender este trabajo de otra manera. Necesito un cierto factor de riesgo aunque esto a veces dé lugar a sorpresas como es lógico. Es una buena interpretación tu idea de que no salimos indemnes de nuestra mutua relación. Es lo mejor que se puede decir de nuestra tarea.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo. Gracias por tu presencial.
María, hay más trabajo del que se supone en el mundo de la educación. No sé si dejarse la piel a tiras (que también) pero sí que encuentro en muchos de mis compañeros una dedicación que va mucho más allá del sueldo y que supone una implicación personal muy importante. Mi post supone una declaración de intenciones que se basa en la intuición y una cierta capacidad de improvisación. Como algún compañero ha señalado, un sistema educativo no puede estar asentado en estas bases, pero yo reivindico una pequeña dosis de imaginación. Tiene su vertiente positiva y sus peligros. Yo no sé moverme en otro terreno, lo que no quiere decir que sea un mérito. Creo que hacen falta profesionales de distintos perfiles. Yo no sé ser otro, quizás por incapacidad. Un beso.
ResponderEliminarLola, me ha gustado eso de sin ánimo de lucro... ja, ja, ja. Mi próximo desafío es escribir un post con con una piquita de sentido del humor. En un tiempo lo tuve, pero lo he ido perdiendo en el camino. Lo intentaré.
ResponderEliminarUn abrazo, desde el siglo de Oro, éste. No lo cambio por nada, aunque quizás me hubiera gustado ser un viajero inglés como Gerald Brenan o como el naturalista Gerald Durrell. Los ingleses fueron extraordinarios observadores del mundo. Un abrazo.
Antonio, compañero de camino. Salud.
ResponderEliminarJuan Poz, por esa vena ácrata que nos corroe, que nos vertebra, que nos humedece... que nos hace levantar la mirada hacia el horizonte (aunque a veces nos tiemble el pulso). Gracias por tus palabras. Somos también viejos compañeros de camino. Seguimos.
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