Henning Mankell |
¿Cuál es la nueva frontera educativa? El cerebro humano está mutando. Yo no soy el mismo que era hace diez años. Mi imaginación y mi modo de estar en el mundo se han modificado profundamente. Para bien y para mal. Mi capacidad de concentración se ha diversificado. No soy capaz de leer textos largos o complejos. Lejos quedan mis lecturas entusiastas, a las que no renuncio, de Guerra y paz, de Ana Karenina, de Los hermanos Karamazov, de Moby Dick, de Sobre héroes y tumbas, de La montaña mágica, de Los novios de Manzoni… Todas estas lecturas forman parte de mi entraña íntima junto a miles de otros libros que me han conformado. Pero mi cerebro es distinto. Internet lo ha hecho modificarse. Mi atención es diferente y mis problemas existenciales son distintos a los que me planteaba hace veinticinco años. Me ha costado mucho entrar en esta nueva dimensión. Los que han seguido la evolución del blog (unos pocos) han podido ser consciente de mis contradicciones.
Mi cerebro ha mutado, y, en lógica consecuencia, el de mis alumnos también. Yo tengo una mayor perspectiva, pero no dejo de asombrarme de dicha transformación. Lo que entendemos por conocimiento no es exactamente lo mismo y pienso cuando digo esto que me meto en un territorio complicado e incierto. Sigo apreciando a Thomas Man, a Cervantes, a Goethe, a Valle Inclán… pero me doy cuenta de que me muevo en un universo distinto en que las cosas no valen del mismo modo ni aquellos hombres nos hablan igual. Ha cambiado nuestra forma de percibir el presente… que se ha hecho absorbente. Hubo un tiempo en que el pasado era la clave de nuestro mundo. Hoy no. Lo que opinaba Platón no es relevante necesariamente, el mundo de Petrarca es lejano… La inmediatez devora todo. Uno siente miedo de sumergirse en este nuevo paradigma en que no se sabe cuáles son las claves. No obstante pienso que una de ellas, si no la principal, es que es un momento extraordinariamente moral. Me inquieta emplear un término como “moral”, pero es imprescindible. El presente frenético en que nos movemos necesita de anclajes morales, de discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, de empatía, de solidaridad, de reconocimiento de los sentimientos ajenos…
Vivimos en una atmósfera diferente cuyos niveles de realidad nos desconciertan. Henning Mankell ha afirmado que Europa pasa hoy por hoy por Lampedusa adonde llegan miles y miles de huidos de la Libia de Gadafi. Muchos mueren en el mar. Y otros no llegan a un mundo que los acoja. La tierra es, por otra parte, un mar de campos de refugiados. El ciudadano del siglo XXI ha de enfrentarse a un mundo y a un cerebro notoriamente distinto, ello supone un desafío intelectual, moral y humano. Hemos de incorporar el cerebro -que está adaptándose- de nuestros adolescentes a este proceso dinámico y abierto, en que hemos de mostrarles el camino a ser no dogmáticos, generosos y solidarios. No hay un nosotros cerrado, ni un ellos distinto a nosotros. Quizás algunos nos llamen ingenuos, pero es el riesgo que corremos, sumergidos en una realidad mucho más permeable y diversa que el ciudadano común que vive en la inopia y se siente amenazado por un mundo que se le derrumba. Y es cierto: se derrumba sobre todas nuestra certezas. Más vale que nos demos cuenta y empecemos a debatir sobre todo lo que creemos saber. Pero es más bien de lo que ignoramos. No hay certezas. El héroe contemporáneo, lo anunció Robert Musil, es un hombre sin atributos, pero debería estar imbuido de conciencia moral para discernir, o atreverse a pensarlo al menos, lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y lo que es injusto en un planeta cuyas reglas tienen como norma el atropello y el privilegio de unos sobre los otros. En esto está la clave de nuestro mundo. Esta es nuestra nueva frontera educativa: acercarnos a esos muchachos y hacerles partícipes de la complejidad del mundo con una mirada libre de estereotipos, crítica y analítica, aprovechando el cambio de cilindrada de nuestro cerebro, que hemos de intentar entender, viviendo nuestro tiempo en toda su dimensión y dificultad.
Antonio, lo grande de este mundo bloguero es que hay personas con las que mantienes un contacto estrecho de ideas y que te vas haciendo permeable a otras que no son a priori las tuyas. Me niego a mantener dogmas cerrados. Pienso que el pensamiento no debe ser un monolito perfecto que muestre la exactitud y armonía de un ser humano. El pensamiento se hace en la confrontación, en el debate, y es consustancial a él evolucionar y transformarse. En eso estamos. Lo bueno es afrontar la realidad con ilusión y aprender a generarla en nuestras clases. Sólo si yo disfruto, lograré hacer disfrutar. Es sencillo, pero no siempre es posible. En esas estamos. Y tienes razón en tu reflexión sobre el tiempo que nos toca vivir, y que debemos estar abiertos a él y a sus múltiples caras. Sólo tenemos un presente, el nuestro, aunque se componga de capas sucesivas a lo largo de nuestras vidas.
ResponderEliminarEsteve, cuando me refiero al hombre sin atributos quiero caracterizar al ser humano que emerge del siglo XX: perdido en la multitud, igual a todos, abocado a una tragedia existencial, sin posibilidades épicas dada la falta de singularidad de la inmensa mayor parte de los ciudadanos. Me refiero a Gregorio Samsa que, convetido en insecto gigantesco, sólo pensaba en qué pensaría su jefe y que iba a llegar tarde al trabajo. Este es el héroe del siglo XX, sin dimensión, sin epopeya, convertido -añado yo- en un ente consumista y predecible. O al menos es la mirada literaria de cierta corriente existencial que me marcó. Por ejemplo Beckett y sus personajes que esperan sin sentido alguno.Yo procedo de esa cultura. Leí Esperando a Godot a mis diecinueve años y fue una experiencia cenital. En cuanto al alcance de lo moral, término que he utilizado, requeriría una extensión que no tengo en un comentario. Pienso que hemos olvidado esta dimensión por considerarla unida a lo religioso, pero existe o existía una moral laica, una suerte de coherencia y honradez personal de algunos hombres que no tenían dobleces. Debía implicar una consistencia anímica considerable. Y una cierta rigidez, también es cierto,porque el hombre honrado tenía unos principios basados en en su consideración del mundo y que no se adaptaban burbujeantemente a las circunstancias. El hombre moderno -nosotros- somos sujetos que vivimos un mundo en permanente y acelerada transformación y se nos elogia cuando somos capaces de adaptarnos constantemente a los cambios continuos, que soportan bien las contradicciones del vivir, que son flexibles incluso laboralmente (o sobre todo), que carecen de principios básicos o los que tienen son adaptables a las circunstancias. ¿Es posible una dimensión moral profunda en un mundo como el nuestro? Cuando vemos que alguien la encarna lo constatamos y lo apreciamos. Pienso en José Saramago, en Ernesto Sábato , en Ángel González, en Benedetti, en Ana María Matute (es la única viva). Me refiero a esa íntima coherencia personal y que es capaz de ser consciente de la realidad del mundo y actuar en consecuencia teniendo referentes de lo que está bien y lo que está mal. Una moral cívica, no una moral casuística, que incluye lo cotidiano, claro está, pero que también se basa en eso que hemos dado en llamar la mejor condición humana. Y nadie enseña esa moral. De hecho hablar de moral es ya una trampa. No aceptaré a nadie que me hable de asumir una moral, pero sí que admiraré a quien la encarne consecuentemente.
ResponderEliminarNo sólo lo nota JOSE ANTONIO, JOSELU, es cierto que se te nota esperanzado.
ResponderEliminarSi alguien me preguntara qué cambio se precia de manera más evidente en todo lo que escribes, es justamente eso... tu naciente y espero creciente visión esperanzada de las cosas, hasta te diría que asoma un tímido pero evidente optimismo, que por cierto no sabes cómo me alegra. Da la sensación que cada vez te encuentras más cómodo... Mmmm no sé, por ejemplo en tu trabajo, con esos chicos a los que se nota aprecias tanto y eso trasciende cuando escribes.
Supongo que es cierto que todos vamos cambiando y en cierto modo evolucionando, a veces para bien, a veces para regular. Personalmente, no creas que por dentro me noto muy diferente a como siempre he sido, será que yo siempre he sido muy dispersa:-)
Hay pocas cosas que gustándome e interesándome hace años, no lo sigan haciendo ahora, en mi caso, siempre me ha interesado casi todo y he estado abierta a todo tipo de ideas. Siempre he bebido de todas las aguas que he pillado a mano, algunas con verdadera ansia al descubrirlas, otras probándolas despacito hasta que les he ido pillando el tranquillo y otras para saber, que no me interesan lo más mínimo. Siempre se puede aprender, hasta donde menos te lo esperas.
Creo que la forma de transmitir es lo que ha cambiado, los formatos ampulosos, esos ensayos y tratados enormes sólo aptos para eruditos han pasado a la historia por la poca difusión e incluso muchísimo esfuerzo de elaboración que requieren. Es impensable, imaginar a nadie encerrado en una oscura habitación entregado a plasmar la esencia de una idea, porque poco o nada hay por descubrir en ese mundo de la teorización. La vorágine de la vida nos engulle, ya casi nadie se limita a verla exclusivamente sobre un papel impresa, mejor experimentar, probar y disfrutar de las mil opciones que se nos ofrecen y si puedes vivirlo en vivo y en directo muchísimo mejor. Eso ayuda a formarte un criterio más real de lo que quieres, lo que crees mejor y peor y por tanto decides con mayor conocimiento de causa, lo cual no quiere decir que igualmente te equivoques, pero ese proceso de ensayo error, es lo que te va formando y haciendo más rico por dentro.
Nunca he comprendido por qué para algunos resultan tan paralizantes y frustrantes los cambios, a mi me aburre infinitamente la rutina, me encanta la novedad en lo que sea, aun cuando me genere muchísima inseguridad, ese vértigo es bueno sentirlo, pasarlo y ver que no ocurre nada. La ductilidad y la flexibilidad son cualidades del hombre que están ahí para ser usadas y sólo así se puede empatizar con personas absolutamente diferentes a nuestra forma de pensar, aprender de ellas e incluso llegar a comprenderlas de verdad.
Para haberlo escrito de noche y cansado, te ha quedado de lo más lúcido este escrito, JOSELU:-) no sé yo, si esto mío será muy tragable, me temo que me he embarullado un poco, como es habitual en mi:))
Muchos besos y feliz tarde.
Aquellos a los que leiste en su día son los que han moldeado-entre muchas otras circunstancias y avatares- la personalidad que ahora tienes. Yo creo que, en realidad, no hay tal dramática ruptura entre lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Hay transiciones, a veces bruscas, pero sin que realmente haya cortes profundos e insalvables. Somos hijos del pasado y padres del porvenir y aunque se nos antoje que nada tenemos que ver con aquellos muchachos que leian emocionados a Cervantes o a Valle Inclán, es mera ilusión. Yo percibo la existencia como un fluir, a veces remansado, a veces en torbellino espumeante. A veces en cauce ancho, otras en salvaje torrentera. Pero siempre el mismo rio, hasta que, finalmente desemboque en cualquier mar. Y el sentido moral del que hablas , Joselu, y en el cual creo firmemente es algo a trabajar en nosotros y en los que tenemos entre manos. Me parece imprecindible el desarrollo de una conciencia hoy más que nunca en que los chavales están perdidos y necesitados de un asidero que casi nadie les ofrece. Están ávidos de palabras, de gestos, de que se les muestre un camino por el que transitar. Y digo que se les muestre, nunca que se les marque ese camino, ni que se les imponga. Pero la necesidad de guía,- no sé en realidad como llamarlo para que no se malinterprete- es imperiosa.
ResponderEliminarEse gesto que has hecho con tus muchachos, ese sacar lo que tantas veces tienen adormecido es, para mí, la verdadera labor de un profesor. Ese tocarles la fibra sensible,ese hacerles sentir bien con gestos sencillos y generosos, ese olvidarse de ser tan "ombligueros" y darse un poco más a los demás, escuchar al que camina a nuestro lado y que tantas veces ni vemos, eso es lo que se necesita en un mundo con una gran pobreza de significados auténticos.
Y hablo de autenticidad y recuerdo a mi padre, un hombre con un profundo sentido de la rectitud amable y alegre, no coaccionadora para nada. Un hombre que fue fiel a sus principios hasta el final de sus días. Un hombre sencillo pero enormemente auténtico.
Un cariñoso saludo para todos.
Me ha gustado mucho ese final de: "imbuido con conciencia moral".
ResponderEliminarSe ve que estás esperanzado, pero a la vez nervioso como cuando un cantante inexperto va a salir a darlo todo a un escenario. Me gusta mucho esta entrada, me llena de luz y esperanza.
Un abrazo
Me siento como un espectador privilegiado que ha vivido de cerca y paso a paso esa evolución que cuentas. También yo percibo el cambio que cuentas y como tú confieso la perplejidad que producen estos nuevos tiempos. Cuando estudiamos la historia nos causa sonrojo la posición de aquellos que se mostraban contrarios a los cambios que constituyeron el progreso, tanto en las artes como en las ciencias. No se puede dudar que experimentamos en nuestras carnes el gran cambio de paradigmas que convertirán el mundo en otra cosa, mejor o peor, no se sabe, pero algo distinto sin duda.
ResponderEliminarTambién por suerte -o por desgracia- el oficio nos mantiene pegados a esa situación de cambio y nos da la oportunidad de estar en contacto con sus protagonistas. Descalificar a los que nos traen el futuro significa renunciar a comprender lo que se avecina; tratar de compartir esa visión de mundo y el modo de percibirlo nos hace, al menos, personas de nuestro tiempo y, quizá, nos libre del sonrojo que producirán en el futuro quienes sólo hablaban de ni-nis y de pasotismo juvenil.
Leí hace unos días, en un libro molesto -pero por eso interesante- algo que iba así: "Imagínate a un extraterrestre de visita en la tierra y tú intentando hacerle comprender por qué aquel que está a favor del aborto, también estará en contra de la pena de muerte y seguramente, será a la vez, partidario de los impuestos altos y progresivos"... Evidentemente, es algo que tocó mi fibra, pues va directo al centro de mi concepción del mundo. Y no es que vaya a renunciar a todas mis ideas, pero más allá de eso, y siendo sincero conmigo mismo, me vino a confirmar algo que yo ya sabía: que nuestra idea de cómo debe ser el mundo está tremendamente limitada por una falta de perspectiva e información. La información ha sido democratizada por internet -dónde todo se ve, se comenta y cualquier idea queda expuesta- en cambio, es la falta de perspectiva, la capacidad de procesar y comprender esa información genera nuestra incertidumbre ante lo que tú llamas un cambio de paradigma. Y una cosa he aprendido en estos años: la falta de perspectiva en el ser humano suele tener más que ver con el tiempo que con ninguna otra cosa. Tiempo de adaptación. Tiempo de dedicación. Se suele decir que "el tiempo es dinero" o "el tiempo es oro". Mientras sigamos cuantificando el tiempo como valor económico, la especie humana seguirá anclada en una espiral de destrucción. Yo prefiero decir que "El tiempo es libertad". Me duele un poco -aunque no en mal sentido- leer que te cuesta usar la palabra "moral"... yo entiendo la moral cómo un juicio de valor; la moral no debe ser sino una conclusión a la que se llega tras aplicar el sentido común al análisis de unos hechos... La moral religiosa -o nacional- es dañina, y cada vez estoy más convencido que inservible, su doble juego ya no es útil, cada caso merece su juicio de valor... extrapolar una regla moral general es injusto. Cualquier regla que reduce la particularidad de las circunstancias de un individuo, lo es. El mundo es un lugar complejo -y no sólo de ahora, época de realidades virtuales- generalizar es útil en contadas ocasiones, pero hacer de las generalidades una norma, es malo. Sé que todos intentamos encontrar "ESA" gran explicación, "ese sentido de la vida, ese paradigma unificador... pero no existe salvo en nuestro interior. La moral debe ser una cosa pequeña, cercana, justa... no una norma para un mundo multidireccional y diverso que no entiende de ellas. Las normas morales básicas y válidas para todos, seguramente se podrían reducir a las que podemos contar con los dedos de las manos. Salvo aquellos que padecen una enfermedad que les incapacita para sentir empatía, el resto SABE cuando hace bien o mal para con terceros. En líneas generales estoy de acuerdo con tu post, pero lo del hombre sin atributos "grinyola" -si me permites la expresión- La moral sin virtudes, actitud y aptitudes (innatas o aprendidas) es sólo perversión.
ResponderEliminarJosé Antonio Cabrera, me planteo escribir cada tres días lo que supone un ritmo muy frecuente. Ello supone que he de rastrear temas, rumiarlos, ver sus distintos ángulos y darles forma. Este post salió de modo poco elaborado. Era tarde por la noche y estaba cansado. Me alegro de que incluso en esas circunstancias haya podido decir algo con algún sentido y que, maravilla de maravilla, haya logrado transmitir luz y esperanza. Eso significa que en algún grado las tengo. Gracias por tus generosas palabras.
ResponderEliminarAntonio, lo grande de este mundo bloguero es que hay personas con las que mantienes un contacto estrecho de ideas y que te vas haciendo permeable a otras que no son a priori las tuyas. Me niego a mantener dogmas cerrados. Pienso que el pensamiento no debe ser un monolito perfecto que muestre la exactitud y armonía de un ser humano. El pensamiento se hace en la confrontación, en el debate, y es consustancial a él evolucionar y transformarse. En eso estamos. Lo bueno es afrontar la realidad con ilusión y aprender a generarla en nuestras clases. Sólo si yo disfruto, lograré hacer disfrutar. Es sencillo, pero no siempre es posible. En esas estamos. Y tienes razón en tu reflexión sobre el tiempo que nos toca vivir, y que debemos estar abiertos a él y a sus múltiples caras. Sólo tenemos un presente, el nuestro, aunque se componga de capas sucesivas a lo largo de nuestras vidas.
ResponderEliminarEsteve, cuando me refiero al hombre sin atributos quiero caracterizar al ser humano que emerge del siglo XX: perdido en la multitud, igual a todos, abocado a una tragedia existencial, sin posibilidades épicas dada la falta de singularidad de la inmensa mayor parte de los ciudadanos. Me refiero a Gregorio Samsa que, convetido en insecto gigantesco, sólo pensaba en qué pensaría su jefe y que iba a llegar tarde al trabajo. Este es el héroe del siglo XX, sin dimensión, sin epopeya, convertido -añado yo- en un ente consumista y predecible. O al menos es la mirada literaria de cierta corriente existencial que me marcó. Por ejemplo Beckett y sus personajes que esperan sin sentido alguno.Yo procedo de esa cultura. Leí Esperando a Godot a mis diecinueve años y fue una experiencia cenital. En cuanto al alcance de lo moral, término que he utilizado, requeriría una extensión que no tengo en un comentario. Pienso que hemos olvidado esta dimensión por considerarla unida a lo religioso, pero existe o existía una moral laica, una suerte de coherencia y honradez personal de algunos hombres que no tenían dobleces. Debía implicar una consistencia anímica considerable. Y una cierta rigidez, también es cierto,porque el hombre honrado tenía unos principios basados en en su consideración del mundo y que no se adaptaban burbujeantemente a las circunstancias. El hombre moderno -nosotros- somos sujetos que vivimos un mundo en permanente y acelerada transformación y se nos elogia cuando somos capaces de adaptarnos constantemente a los cambios continuos, que soportan bien las contradicciones del vivir, que son flexibles incluso laboralmente (o sobre todo), que carecen de principios básicos o los que tienen son adaptables a las circunstancias. ¿Es posible una dimensión moral profunda en un mundo como el nuestro? Cuando vemos que alguien la encarna lo constatamos y lo apreciamos. Pienso en José Saramago, en Ernesto Sábato , en Ángel González, en Benedetti, en Ana María Matute (es la única viva). Me refiero a esa íntima coherencia personal y que es capaz de ser consciente de la realidad del mundo y actuar en consecuencia teniendo referentes de lo que está bien y lo que está mal. Una moral cívica, no una moral casuística, que incluye lo cotidiano, claro está, pero que también se basa en eso que hemos dado en llamar la mejor condición humana. Y nadie enseña esa moral. De hecho hablar de moral es ya una trampa. No aceptaré a nadie que me hable de asumir una moral, pero sí que admiraré a quien la encarne consecuentemente.
ResponderEliminarNo sólo lo nota JOSE ANTONIO, JOSELU, es cierto que se te nota esperanzado.
ResponderEliminarSi alguien me preguntara qué cambio se precia de manera más evidente en todo lo que escribes, es justamente eso... tu naciente y espero creciente visión esperanzada de las cosas, hasta te diría que asoma un tímido pero evidente optimismo, que por cierto no sabes cómo me alegra. Da la sensación que cada vez te encuentras más cómodo... Mmmm no sé, por ejemplo en tu trabajo, con esos chicos a los que se nota aprecias tanto y eso trasciende cuando escribes.
Supongo que es cierto que todos vamos cambiando y en cierto modo evolucionando, a veces para bien, a veces para regular. Personalmente, no creas que por dentro me noto muy diferente a como siempre he sido, será que yo siempre he sido muy dispersa:-)
Hay pocas cosas que gustándome e interesándome hace años, no lo sigan haciendo ahora, en mi caso, siempre me ha interesado casi todo y he estado abierta a todo tipo de ideas. Siempre he bebido de todas las aguas que he pillado a mano, algunas con verdadera ansia al descubrirlas, otras probándolas despacito hasta que les he ido pillando el tranquillo y otras para saber, que no me interesan lo más mínimo. Siempre se puede aprender, hasta donde menos te lo esperas.
Creo que la forma de transmitir es lo que ha cambiado, los formatos ampulosos, esos ensayos y tratados enormes sólo aptos para eruditos han pasado a la historia por la poca difusión e incluso muchísimo esfuerzo de elaboración que requieren. Es impensable, imaginar a nadie encerrado en una oscura habitación entregado a plasmar la esencia de una idea, porque poco o nada hay por descubrir en ese mundo de la teorización. La vorágine de la vida nos engulle, ya casi nadie se limita a verla exclusivamente sobre un papel impresa, mejor experimentar, probar y disfrutar de las mil opciones que se nos ofrecen y si puedes vivirlo en vivo y en directo muchísimo mejor. Eso ayuda a formarte un criterio más real de lo que quieres, lo que crees mejor y peor y por tanto decides con mayor conocimiento de causa, lo cual no quiere decir que igualmente te equivoques, pero ese proceso de ensayo error, es lo que te va formando y haciendo más rico por dentro.
Nunca he comprendido por qué para algunos resultan tan paralizantes y frustrantes los cambios, a mi me aburre infinitamente la rutina, me encanta la novedad en lo que sea, aun cuando me genere muchísima inseguridad, ese vértigo es bueno sentirlo, pasarlo y ver que no ocurre nada. La ductilidad y la flexibilidad son cualidades del hombre que están ahí para ser usadas y sólo así se puede empatizar con personas absolutamente diferentes a nuestra forma de pensar, aprender de ellas e incluso llegar a comprenderlas de verdad.
Para haberlo escrito de noche y cansado, te ha quedado de lo más lúcido este escrito, JOSELU:-) no sé yo, si esto mío será muy tragable, me temo que me he embarullado un poco, como es habitual en mi:))
Muchos besos y feliz tarde.
Aquellos a los que leiste en su día son los que han moldeado-entre muchas otras circunstancias y avatares- la personalidad que ahora tienes. Yo creo que, en realidad, no hay tal dramática ruptura entre lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Hay transiciones, a veces bruscas, pero sin que realmente haya cortes profundos e insalvables. Somos hijos del pasado y padres del porvenir y aunque se nos antoje que nada tenemos que ver con aquellos muchachos que leian emocionados a Cervantes o a Valle Inclán, es mera ilusión. Yo percibo la existencia como un fluir, a veces remansado, a veces en torbellino espumeante. A veces en cauce ancho, otras en salvaje torrentera. Pero siempre el mismo rio, hasta que, finalmente desemboque en cualquier mar. Y el sentido moral del que hablas , Joselu, y en el cual creo firmemente es algo a trabajar en nosotros y en los que tenemos entre manos. Me parece imprecindible el desarrollo de una conciencia hoy más que nunca en que los chavales están perdidos y necesitados de un asidero que casi nadie les ofrece. Están ávidos de palabras, de gestos, de que se les muestre un camino por el que transitar. Y digo que se les muestre, nunca que se les marque ese camino, ni que se les imponga. Pero la necesidad de guía,- no sé en realidad como llamarlo para que no se malinterprete- es imperiosa.
ResponderEliminarEse gesto que has hecho con tus muchachos, ese sacar lo que tantas veces tienen adormecido es, para mí, la verdadera labor de un profesor. Ese tocarles la fibra sensible,ese hacerles sentir bien con gestos sencillos y generosos, ese olvidarse de ser tan "ombligueros" y darse un poco más a los demás, escuchar al que camina a nuestro lado y que tantas veces ni vemos, eso es lo que se necesita en un mundo con una gran pobreza de significados auténticos.
Y hablo de autenticidad y recuerdo a mi padre, un hombre con un profundo sentido de la rectitud amable y alegre, no coaccionadora para nada. Un hombre que fue fiel a sus principios hasta el final de sus días. Un hombre sencillo pero enormemente auténtico.
Un cariñoso saludo para todos.
A nadie le gusta que anden su camino por él. Entiendo que una moral no debe ser impuesta, si no mostrada, calibrada, aceptada en cierta medida y por último, adaptada. La moralirad rigida conllevara al que la ejerce o bien a una ruptura interna o bien a doblegar a terceros. Asi llego a la conclusion de que mi moral debe ser flexible -adaptable al hecho- y por lo tanto mas resistente.
ResponderEliminarExisten problemas basicos ante los que la respuesta sera practicamente invariable, pero pretender que esa es la norma es un error.
Un error de perspectiva, inducido a partir de un analisis que siempre intenta justificar, a traves de la busqueda de premisas que nos son favorables, la opcion que tomamos. Sumale a eso un reves de la fortuna en sentido negativo y tendras o una persona deprimida o una sociedad en plena crisis de valores.
Soluciones -a pesar de la metafisica y la abstraccion- honradez y adaptabilidad. Y mucho cuidado con las trampas del lenguaje, que recordemos que entre un anarquista libertario y un anarquista liberal solo existen unas letras de diferencia y una grieta entre dos mundos distintos.
Quiero decir, al final las ideas tienden a la grandilocuencia metafisica, y la vida real, el paso que das a cada minuto es mucho mas cercano y sencillo.
Castilla, tras dos días de desconexión de blogger, he releído tu desaparecido (y recuperado) comentario. Me parece tan hermoso (y tan inspirador) que lo tendré en mi mente esta noche en que hago una caminata desde Cornellà a Montserrat (55 kilómetros). No me he preparado apenas y sé que sufriré como cada año pero cuando mañana a eso de las nueve llegue allí y me tome una copa de cava fresquito, me sentiré extraordinariamente bien. Espero hacer otro vídeo con mis alumnos de segundo antes de que acabe el curso. Me gustaría que se sintieran protagonistas. Quiero darles la voz nuevamente. Un abrazo.
ResponderEliminarMaría, soy lento ante los cambios. Me cuesta cambiar de estación del año, me cuesta cambiar de año, de milenio (no veas lo que me tuve que esforzar). Es como si tuviera una matriz fundamental forjada en otro tiempo que me hubiera dado mi consistencia (o inconsistencia) personal. Tuve momentos de extrema felicidad en unas coordenadas determinadas. No sé cómo los demás se adaptan a la realidad. A mí me cuesta, máxime cuando uno vive algo tan intenso como el mundo educativo. Supongo que tienen una mayor dosis de certezas o de asentamiento personal. No obstante, voy avanzando, a pasito de caracol, y advirtiendo que no todo está perdido, que la historia es un proceso no lineal, que da saltos, que las seguridades de un tiempo no sirven en otros tiempos, que hemos de ir desvelando el misterio que se nos abre en cada encrucijada, y no sé si lo desvelamos. Es como la pregunta de la esfinge, que sonríe, mientras nosotros nos quedamos perplejos. Pero sí, soy un experimentador nato al que le cuestan enormemente los cambios. Paradojas. Mañana más. A ver si puedo escribir tras la noche caminando. Besos.
ResponderEliminarEsteve. te contesto mañana. A ver si te veo algún año en la caminata clásica de Cornellà-Montserrat. Yo soy un asiduo sufriente de la misma. Un cordial saludo.
ResponderEliminarLas personas estamos sometidas al paso del tiempo y de las circunstancias y estas nos modelan a su antojo. Nadie es el mismo que antes. Todos hemos cambiado, para bien o para mal. En tu caso ha sido para bien. Lo noto en tus reflexivos posts día a día. Veo tus intenciones y me parecen muy loables. Tratas de aclimatarte al mundo actual y luchar contra sus injusticias...
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tu afecto. Disfruta de tu marcha en una primavera que revienta por los cuatro costados de pura belleza. Disfuta también de tu copa de cava. Es algo tan repetido pero tan cierto...en la sencillez, en las cosas pequeñas encontramos los momentos de felicidad más auténticos.
ResponderEliminarUn abrazo, Joselu.
Joselu...no me digas eso del cambio de cilindrada, que con el cabezón que me gasto si encima me crece terminará por desequilibrarme...:):)
ResponderEliminarMoral, conciencia crítica, excepto en lo de Platón, estoy toralmente de acuerdo con tu visión y planteamiento.
Exceptuo a Platón porque el Mercado se ha encargado de hacernos vivir mirando nuestra propia sombra.
Joselu, muchos docentes nos damos cuenta de lo que planteas. Lo hacemos más o menos bien (nuestro trabajo, quiero decir) pero somos conscientes de que la sociedad va muy por detrás de la sociedad. Debería ser al revés, pero es imposible. No podemos preparar a nuestros alumnos para un futuro cada vez más incierto porque no sabemos en qué dirección irá. ¿Lo sabe alguien? Estos chavales han nacido en plena era tecnológica y cuesta muchísimo meterles conocimientos y experiencias de otra manera. Hace unos días una colega me decía que la escuela de su pueblo segoviano había celebrado su aniversario y que fue muy emotivo contemplar la exposición que prepararon con antiguas fotos, material escolar, aquellos cuadernos tan limpios y ordenados, las primorosas labores con distintos puntos, los mapas, los pupitres... Algo parecido han puesto en otras ocasiones por aquí. Parece algo de otro mundo, y desde luego lo es, y ya ves, apenas han pasado cincuenta años o menos desde entonces. Cómo hemos cambiado... ¿o no? Seguimos empeñados en inculcar orden y disciplina a base de escribir correctamente, por ejemplo, sin darnos cuenta de que muy pronto nadie escribirá nada de puño y letra. El otro día escribí una carta a mano a una amiga y me resultó una experiencia casi extraña, pero fascinante. Qué pronto olvidamos... Ahora con el procesador de textos no importa equivocarse, puedes cambiar la letra, el tamaño, el color, deshacer, corregir, guardar y ampliar, un abanico infinito de posibilidades que permite guardar cantidad de información en un pequeño pendrive sin necesidad de cargar con montones de libros y archivadores. Todo parece más fácil, pero más caduco. Vemos periódicos de hace pocas fechas y casi hemos olvidado las noticias que cuentan. ¿Qué pueden decir Petrarca, Quevedo, Lorca, Rosalía y tantos otros a las generaciones actuales? Me temo que muy poco prque cada vez tenemos menos tiempo para enseñárselos. Me propongo llevarles al menos un poema por semana y no hay manera, me como el tiempo en no sé qué. Tiempos difíciles, colega, inciertos, cambiantes, convulsos. Haz ese segundo vídeo, tus alumnos nunca lo olvidarán. Por cierto, mis alumnos han ganado el primer premio al vídeo más divertido y tienen un viaje de estudios. Mañana intentaremos averiguar los detalles. Total, que el curso está acabado.
ResponderEliminarTe imagino cansado, pero feliz, tras tu larga caminata. Ya nos la contarás. Cuídate mucho. Un fuerte abrazo.