Este año vuelve a entrar en Cataluña en las pruebas de acceso a la universidad una selección de poemas de Rosalía de Castro. Para preparar la edición y comentario de sus poemas, hacemos una introducción a la época, el movimiento romántico, el Postromanticismo, su biografía y las claves de su poesía, tan interesante en tantos sentidos. Para acercarnos a su modo de contemplar el mundo, hemos de entender e impregnarnos de esa tristeza profunda que penetra sus poemas. Dolor de la existencia, dolor de vivir, sentimiento radical de soledad existencial que se expresa en la saudade que no es sólo añoranza o nostalgia de algo perdido. En su poesía están presentes todos los matices del sufrimiento que afectan a la intimidad de un ser torturado y extremadamente sensible. Sus libros Follas novas (en gallego), 1880, y En las orillas del Sar -1884- (en castellano) tienen una profunda unidad de concepción vertebrada por la desolación, la enfermedad que arrastraba, las presencias inmateriales de los que ya no están, de imprecaciones contra Dios al que se le reprocha su silencio ante la angustia del hombre y el sufrimiento de los más débiles sobre los que parece cebarse la crueldad divina. En muchos sentidos, Rosalía anticipa la angustia que explorará Unamuno y los existencialistas del siglo XX enfrentados a la nada y el vacío.
Mis cinco alumnos reales de bachillerato asisten atónitos al desplegar de un mundo sentimental que les resulta lejano. Ellos no han conocido la angustia y el desgarro de necesitar a Dios y buscarlo entre la niebla y sólo percibir el silencio, ellos no han necesitado buscar un sentido a su vida porque este planteamiento sólo sirve para “comerse la olla” y además no hay respuestas. Ellos parten, parecen partir, del punto al que algunos de nosotros llegamos tras un largo proceso de reflexión, de dudas y angustias. Están allí y no necesitan hacerse preguntas que les cuestionen o planteen una búsqueda del sentido. Me doy cuenta de que el mundo de Rosalía les suscita atracción y rechazo a la vez. El eje de su modo de estar en el mundo es la intrascendencia (en el sentido de no trascendencia) y sobre todo el tópico más tópico que domina nuestro tiempo: la versión más utilitarista del carpe diem que lleva a gozar permanentemente y negar el valor del sufrimiento. Es bueno todo lo que proporciona placer y malo todo lo que nos aleja de ello.
Rosalía de Castro padecía (hoy diríamos) una profunda depresión endógena que podría haber sido tratada con fármacos y tal vez hubiera conseguido una notable mejoría en su estado de ánimo abocado a la desolación. Tal vez sí, pero entonces no hubiéramos tenido dos textos maravillosos que son Follas novas y En las orillas del Sar. El dolor es una buena fuente de conocimiento, el dolor nos hace humanos, la cercanía de la muerte nos ilumina. La negra sombra de Rosalía anidaba asimismo en la luz del sol, en los murmullos del viento, en la llamada amorosa del mar (que es la muerte) y que atrae al ser humano como los cantos de las sirenas. El lenguaje y el mundo de Rosalía es magnético para mí. Me seduce esa profunda tristeza expresada con hondura existencial y maravillosa naturalidad. Pero mis alumnos están desconcertados por muchas razones ante sus poemas y la negra sombra que los inspira. Cuando percibo esta distancia abismal entre lo que plantea la poetisa gallega y la realidad en que viven estos muchachos, advierto la brecha que se ha abierto entre una concepción existencial del mundo y la vida y la que es inspirada por los valores contemporáneos que no necesitan nada de aquello, ni se sienten compelidos a la búsqueda de sentido. Tal vez sea mejor, pero uno no deja de sentir como necesaria esa indagación interior sobre la realidad última. Creo que en definitiva buena parte, si no toda, la esencia del arte de todos los tiempos termina por ser opaca e intraducible al lenguaje de estos tiempos en que viven los jóvenes de dieciocho años para los que no existe el misterio salvo en los videojuegos de Final Fantasy o en el resultado de la final de Copa entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona.