Pasar un tiempo en un hospital te da una medida bastante aproximada de la fragilidad humana. He estado unos días como acompañante en la planta tercera de un hospital público y he tenido ocasión de asistir en la sección de geriatría al encuentro con el lado menos glamouroso de la vida: la enfermedad, la decadencia y la vejez. Cuando salía de la habitación donde estaba, recorría los pasillos en las largas horas de espera. Algunas habitaciones estaban abiertas, a pesar de los carteles en todas las puertas que pedían, para preservar la intimidad, que se cerraran las citadas puertas. Ello me daba ocasión de ver a los ancianos que allí estaban hospitalizados, observar cómo tenían el estado de ánimo o cómo les daban de comer los visitantes que tenían… Asusta verse en ese espejo que nos está aguardando en un futuro más o menos cercano, pero en esta ocasión he querido contemplar la vejez y las enfermedades que la acompañan no como un fracaso existencial ni como una desgracia, sino como un estado necesario del ser. He querido ver sin anteojeras el hecho de envejecer, sin juzgarlo negativamente, sólo considerándolo como una parte de nuestra vida, como una pieza única en nuestra vida, igual que lo es la niñez o la madurez. He intentado vencer el horror que me inspiraba en otros momentos de mi vida y he considerado frágiles y hermosos a los ancianos que veía. Una de ellos –Teresa- tenía alzheimer desde hace cinco años. Su mirada parecía perdida y tímida. Yo la miraba y le saludaba, pero no interaccionaba con mis miradas. No sé en qué estado estaba. Vagaba perdida en el vacío. Sus hijas –las dos testigos de Jehová- la cuidaban con devoción. He tenido ocasión de hablar con ellas por separado. Recordaban a su madre plena de vida, cantando jotas, activa y vivaracha cuando ahora tienen que cuidarla como a un bebé, en este estado extraño de desconexión con la memoria de todo lo que un día fue. Lo más emocionante del caso es ver cómo la trataban, cómo la querían las dos hermanas, personas sencillas y alegres. La madre tenía ochenta y cuatro años y estaba toda llagada por pasarse la vida tumbada. No obstante, su rostro me parecía sereno y en paz.
Otra anciana parecía malhumorada, no quería comer ni beber y parecía dar la impresión de que se estaba dejando morir, como si hubiera llegado ya a un límite de desgaste en que ya hubiera elegido no seguir viviendo. Intuí una vida dramática que abocaba a la desolación y a la soledad, tal vez la desesperación. Su única liberación era la ensoñación en la que pasaba sumida largos ratos. Otro daba berridos cada pocos segundos. Cada uno enfrentaba la situación como podía, y uno podía percibir en la planta un cierto estado de ánimo colectivo.
Uno en la vejez recibe tal vez lo que ha sembrado y es la culminación de todo lo que se ha sido en vida. Alguna vez llegué a pensar que cuando uno llegara a la edad provecta se produciría en un incierto momento algún tipo de iluminación sobre la propia existencia. Pero me doy cuenta de que esto no es así. Uno es el mismo que ha sido siempre pero viejo. Las metáforas optimistas de que uno crece en sabiduría no son necesariamente indiscutibles. La vejez es recapitulación, vértigo, atravesar las lindes del desierto, abandono, luz melancólica de otro tiempo que ya no volverá, aledaños de la muerte, aunque también puede ser plenitud y éxtasis, pero para esto tendríamos que preparararnos para saber envejecer. Se ha mitificado tanto la juventud que todo parece decadencia cuando nos alejamos de ella e intentamos prolongarla. No sé tampoco si la vejez habría que asumirla con un gesto de rebeldía o de estoicismo. Ayer me enteré que Juan Belmonte, el famoso torero amigo de Hemingway que lo hizo personaje de sus novelas Fiesta y Muerte en la tarde, se suicidó a los setenta años enamorado de una jovencísima amazona que no le correspondía, y aquejado de una dolencia que le impedía montar a caballo. ¿Fue el suyo un acto de rebeldía e insumisión ante lo inevitable?
Miraba en mi deambular por los pasillos blancos a los internados y el contraste vivo con las jóvenes enfermeras que los cuidaban positivas y llenas de vitalidad. Descubrí alguna mirada de alguno de los ancianos que se dirigía llena de deseo hacia la juventud y la belleza que representaban esas ninfas de los pasillos que tratan con familiaridad a los ochentones. No hay sitio en que más se aprecien unos ojos hermosos, una voz amable, unas curvas insinuantes debajo del uniforme verde que en un hospital en la planta geriátrica. No sé por qué la enfermedad por contraste nos lleva al ansia de belleza y de sensualidad. También lo hace la presencia de la muerte, y probablemente la vejez.
Me queda la ilusión de que puede deteriorarse la cáscara, pero seguir animoso y potente el espíritu. Pero no sé si esto es sólo una imagen que ansío. En algunos ojos de aquellos ancianos detectaba la desilusión y la rendición más que el desafío.
Me imagino siendo algún día en un hospital un viejo lleno de pensamientos inspirados por Venus, pero eso sí con un rostro de no haber roto un plato en mi vida. Nadie sabrá jamás qué pasa por mi imaginación. Sólo vosotros que me leéis desde la lejanía.
La vida tiene sentido porque existe la muerte, pero la decrepitud de la vejez, que en algunos casos llega a resultar patética, es injusta y me cuesta aceptarla. Personalmente preferiría vivir menos a cambio de un final digno...
ResponderEliminarUn abrazo
Como tengo de pintor la gracia que no quiso darme el cielo, llevo toda la vida observándome con ojos de tal, aunque incapacitado para plasmar en un lienzo el deterioro progresivo del cuerpo. No recuerdo ahora a qué psicoanalista, aunque me inclino a pensar que fue Frieda Fromm-Reichmann, le hicieron una foto que le retocaron con piadosa intención estética. Cuando ella la vio protestó enérgicamente: "¡Vuelva a ponerme todas y cada una de esas arrugas que tanto trabajo me han costado conseguir!", respondió airada. Estaba orgullosa de el trabajo del tiempo sobre ella, y hay una dulce belleza en esa obra quebrada del tiempo sobre nosotros. Me sigo contemplando como un organismo vivo que va cambiando año tras año, ¡y aún me emociona descubrir cambios casi mperceptibles! No sé si las comunas son cosa de juventud; pero cada vez estoy más inclinado a pensar que han de serlo de la vejez.
ResponderEliminar¡Qué lástima que esa obra del tiempo se convirtiera, tiempo atrás, en un eslogan publicitario!
Trabajo desde hace varios aos en centros para la tercera edad. También me he dedicado a la ayuda a domicilio, y mi experiencia con los ancianos es amplia.Quise mucho a mis abuelos que vivieron con nosotros hasta su muerte, pero no conocía la dimensión de el deterioro humano porque felizmente mis abuelos no sufrieron ni demencias ni dependencias físicas demasiado graves.
ResponderEliminarMi trabajo me ha enseñado muchísimo, creo que lo más importante ha sido a valorar la juventud y la independencia que ahora tengo, porque sé que no durará siempre. Me gustan los viejos, me inspiran ternura. La claudicación obligada, la involución tristísima de algunos...
Hay una sola medicina para la soledad y el frio de la vejez, y es el amor de los tuyos. Claro que el amor es la medicina para casi todo...
Bueno, podría escribir mucho sobre esto, pero me tengo que ir a trabajar ¡ya!
Un abrazo, Joselu.
Nuestra vejez está predeterminada en los genes y, en una pequeña parte, en la vida que hayamos llevado.
ResponderEliminarTodo es pura genética. Creo que ya sería posible predeterminarla ahora pero es demasiado caro y supongo que si la gente supiera la vejez que le espera pues tomarían iniciativas insospechadas entre ellas el caos civil.
¿Qué viejo seré? Pues lo que establezca mi software.
Los que tienen escrito en su software genético que tendrán la mente clara, pues sí creo que acaban con una cierta dosis de escepticismo de superviviencia y mantienen la creatividad hasta la muerte. De hecho se mueren por "apagado" con todas sus facultades prácticamente a cien ( fue Ramón J. Sender, Saramago, Panikkar y serán Niemeyer,Santiago Carrillo, Carles Sentís, Jordi Pujol, Brogi etc etc etc)
Después de 30 años de profe y tener alumnos ya de casi 40 años te aseguro que el material genético nos lleva por una camino bastante prefijado salvo por ese camino aleatorio que es la suerte o la desventura.
Que poco se piensa en la vejez cuando se es joven. Tenemos abuelos, pero de ellos se ocupan nuestros padres...
ResponderEliminarCuando nos hacemos un poco más mayores nos encontramos con que somos nosotros los que cuidamos a los viejos, y entonces: ¡voila! aparece la vejez, y no solo nos enfrentamos a ella sino que empezamos a pensar en que pasará con nosotros cuando seamos nosotros los viejos.
Hay tantos tipos de vejez que es una autentica lotería lo que nos va a tocar a cada uno de nosotros, aunque evidentemente influye como hemos vivido.
A mi me gustaría no dar mucha guerra a nadie.
Gracias por compartir tu bonita vivencia.
ResponderEliminarA mi no me gustan los hospitales, no puedo entrar, me dan nauseas. Prefiero los cementerios.
Siendo jóven me parece que la vejez y la muerte quedan lejos y no pienso demasiado en ello. Incluso, a veces, que reflexiono y escribo algo, tengo miedo de hacerlo sin conocimiento de causa. De no saber de lo que hablo. Tengo la sensación que no tengo el derecjo de hablar de ello. No obstante, me gusta hablar con los abuelos y abuelas, me gusta verdaderamente mucho. Pero los prefiero en la calle o en su casa.
En todo caso, ya he pensado un poco en mi muerte. Espero morir activo, en el huerto o dando un paseo. Yo creo mucho en la capacidad de dejarse morir, de tumbarse a dormir y parar el corazón.
Hace poco practiqué una técnica de respiración para relajación. Consistía en controlar los latidos del corazón en momentos de gran strés o emociones traumáticas. Practicando soy capaz de bajar mi ritmo cardiáco de 70 a 50. Estoy seguro que a la vejez, cuando nuestro corazón va más lentamente, uno puede pararlo hasta la muerte. Yo creo que preferiría morir así, no soportaría un hospital. Mas de nuevo estoy hablando sin saber me parece, queda muy lejos, o eso espero.
un saludo
Laimagen de los viejos en el hospital en la mayoria de casos me entristece, solo los acompaña sus soledades e historias de lo que fueron y vivieron.... y pocos les escuchan y disfrutan. Pero yo tengo la mia, valiente esforzada risueña joven MI BELLA CANDELARIA es mi referente para la vejez.. ojala tenga la dicha de vivir la tercera edad como la vive ella, llena de optimismo cada dia, orgullosa y aun servidora...a pesar de sus rodillas temblorosas, tiene mas firme el espiritu que una de 15. Para ella hice este post que te comparto http://divanycatarsis.blogspot.com/2010/08/mi-bella-candelaria.html como de ella he aprendido lo que es el amor y el perdon http://historiasdelicamo.blogspot.com/2010/06/nos-volvemos-ver-en-el-cielo.html
ResponderEliminarHa sembrado y yo la adoro..y me ha enseñado como tu lo percibes que la vejes es solo una etapa mas de la vida...saludos JoseLu
Enlazo la página que nos deja Liliana para que sea más accesible EL AMOR Y EL PERDÓN
ResponderEliminarNo tan lejanos, Joselu, no es tanta la lejanía... Tu experiencia hospitalaria es cada vez más frecuente en cualquiera, tanto de un lado de la cama como del otro. Los sentimientos son consecuencia de la fragilidad o dureza de la vida, y del acervo personal. En este sentido, ser joven o viejo es indiferente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Oh,... la vejez, cada vez la tengo mas presente... los malditos años, esos que cuando eres pequeña quieres cumplir y cuando eres mayor quieres borrar.
ResponderEliminarJoseLu el enlace como lo titulas no corresponde. Son dos distintos de una misma protagonista. Igualmente, gracias por compartirlos.
ResponderEliminarJoselu, interesante tu sobrevuelo por la ancianidad: no soy geriatra, pero muchos de mis pacientes son ancianos. Si se excluyen aquellos con sus capacidades cognitivas ya muy mermadas, que ya no pueden dar su opinión, la mayoría no quieren morir, ni ven la muerte cercana hasta ya la última hora. Ahora aun soñamos con grandes cosas cada mañana al despertar, más tarde nos reconfortará ese culo bamboleante que atraviesa el pasillo, o esa mano amiga que nos da con paciencia el yogur para que nos atragantemos. Como puede se eso? Sin duda nuestro propio cerebro teje un velo, coloca un filtro, que nos deja ver lo que aun tenemos y nos ahorra el recuerdo lo que que ya hemos perdido. Estrategia de supervivencia. No todo el mundo es Monicelli, y aunque lo fuese. Saludos.
ResponderEliminarEl otro dia, en un post, hablaba yo de que cuando llegamos a una edad muy muy avanzada, se nos pone un velo delante para no pensar en la muerte. Y la olvidamos. Y creemos que aun tenemos futuro.
ResponderEliminarEspero que a mi no me pase esto pues lo veo pueril y yo quiero ser lo que soy en cada momento. No me gusta nada la vejez, en general los viejos me repelen, y creo que esto se debe a mi rechazo a la decrepitud. La muerte no me asusta pero la vejez ya es otro cantar.
Me asombra ver a esos ancianos y ancianas casi centenarios que se muestran la mar de lúcidos (Francisco Ayala poco antes de morir, por ejemplo). Quisiera para mí una vejez así, lúcida, aunque no fuese tan larga. Ya sé que eso no se elige ni depende de variables que uno pueda controlar, pero ingenuamente confío en que el entrenamiento neuronal que supone escribir y leer todos los días me salve del deterioro.
ResponderEliminarEn todo caso, espero que haya alguien para recordarnos de vez en cuando quienes fuimos.
A mi JOSELU,
ResponderEliminarla vejez siempre me ha inspirado muchísima ternura. Nunca he comprendido el desprecio con el que en general se les trata. Seguramente será porque mi abuelo, vivió toda la vida con nosotros. Te diré que falleció con 91 años y hasta los 85 años viajaba solo por todas partes.
Yo creo que lo más triste, no es que envejezca el cuerpo, que eso es absolutamente inevitable, lo peor es que se haga vieja el alma. Por ejemplo mi abuelo siempre fue un viejo joven, al final incluso te diría que se volvió como un niño.
Recuerdo que me daba dinero a escondidas de mi madre, para que le fuera a comprar chuches y chocolate jajaja Incluso es cierto lo que comentas de las chicas jajaja Verás, a mi madre casi la mata de un soponcio cuando con más de 80 años, siendo un hombre de costumbre de lo más serias y formales, de pronto un buen días, se enteró que se había ido con unos amigos por ahí de picos pardos:-) Recuerdo perfectamente su cara cuando salió el asunto, igual que si a un pillo le pillas mangando en un súper. A mi me encantaba su jovialidad y su energía. Así que creo que mi abuelo, jamás fue viejo, sólo envejeció su cuerpo, nada más.
La vejez, es como la vida, depende como la encares. Y es muy cierto que en la gran mayoría de las ocasiones, si queda la lucidez suficiente y el cuerpo no está demasiado castigado, los ancianos se agarran a la vida, con una fuerza increíble. La vida, siempre es vida y mientras exista la más mínima lucidez, pelean por ella y la valoran, incluso más que muchos jóvenes.
Un beso grande y feliz noche
¡¡vaya horas!! ¿verdad?:-)
Hola Joselu, pasé por tu blog y si me das tu permiso me quedo un ratillo…vale..? ehhhh…ese vale… no es para que le pongas precio..jajajaja que estamos en plena crisis y ta la cosa achuchaita como para pasar por taquilla….aunque sea para recibir lecciones de un adorable maestro de elemental……elemental quiero decir porque me refiero a lo que no está escrito en los libros de texto y sin embargo más valor tiene…y tú nos muestras….que son los sentimientos…¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarBonita reflexión la que haces sobre un estado al que todos hace ya tiempo que hemos llegado….la juventud…la madurez….la viejez…si..si…viejez…..por aquello de “ Señores…bajen por favor que al final del vieje estamos llegando….” Cojan sus pertenencias….recojan baúles de recuerdos….aquellos a los que la enfermedad no se los hubiera borrado….pueden…..si disponen de ellos…ayudarse de familiares o amigos…..aunque estos últimos estén igual de cascados………..
Haces una descripción muy tierna y preciosa de los sentimientos que esas visiones..a tí..te han inspirado, es de verdad muy bonita Joselu.
Yo, modestamente, creo que somos reflejo de aquello que llevamos dentro…..implacables jueces de nosotros mismos …..cuando por la vida te has desplazado sin enfrentarte a la realidad que cada uno llevamos dentro, a la enorme contradicción entre lo que somos y aquello que nos hubiera gustado llegar a ser, cuando esos pequeños enfrentamientos…pleitos…los hemos eludido…nos encontraremos casi al final del camino con el peor tribunal emitiendo su descarnado veredicto……insensato despilfarrador de tu tiempo ¡¡¡
Probablemente en ese caso asome a nuestro rostro una mueca de infelicidad profunda, ausente de ilusión por nada de lo que todavía nos quedara por…caminar, frustración, impotencia , pena , añoranza por todo aquello que quizás hubiéramos podido realizar….y sencillamente no hemos sabido…aprovechar…en la oportunidad que la vida…minuto...a minuto..nos fue ofreciendo……..
Por el contrario Joselu….si el caminito los hemos recorrido asumiendo nuestras pesadas cargas , a veces descarnadas…..limitaciones….
luchando por percibir…pasito a pasito…los múltiples sorbos de felicidad que la propia sensación de lucha nos regalaba……quizás nos encontremos igualmente…en esa habitación de hospital…
aparcados….más o menos acompañaditos…..pero conscientes del trabajo realizado…….digo trabajo refiriéndome al encargado por nosotros mismos….y sin darnos cuenta no tendremos que esforzarnos…..en esbozar una profunda ….íntima sonrisa…..sin temor a ser o no comprendidos…..
Por lo demás…es una trastada que el chasis que nos acompaña no haga juego con los cilindros que nuestro joven corazón guarda…….
Y es que nunca los sentimientos están al albur del paso del tiempo…sencillamente….como el vino…..nos emborrachan y embriagan de felicidad interior…..sin que los comensales que a nuestro lado descansan….sepan…ni intuyan…por qué porras éste ancian-a de todo …..pasa……como película cien vista…como páginas mil veces en silencio releidas………
Es la vida amigo…..el minuto….el segundo….el tiempo…del que no éramos conscientes…se nos escapaba…….aunque recordando todo esto….nos despierte…de repente….una bonita muchacha…..atento joven…..que nos requiera….para hacernos la cama ¡¡¡¡¡
Felicidades por tu blog Joselu
Posdata: No hay nadie que te lea en la lejanía Joselu…todos lo que lo hemos hecho….estamos aunque no te lo parezca muy cerquita……
Sólo por si ni te has dado cuenta, JOSELU :-)
ResponderEliminar¡¡ Ahora sí que tienes a un gnomo de los mágicos en tu blog !! se que no hace falta que te lo diga, pero cuídalo:-)
Montón de besos para los dos y feliz domingo.
La vejez no la debemos tomar como un fracaso, como un derrumbarse ante la vida por nuestra falta de pericia, sino todo lo contrario. La vejez es una meta, es un final, es una culminación, una realización de la vida. Es un sitio a donde anhelamos todos llegar. Lo que pasa es que nuestra sociedad nos enseña todo lo contrario. Parece ser que lo virtuoso es lo joven, y cuando ese joven se hace viejo, no imoporta, se cambia por otro joven. Así se alcanza la eterna juventud sin tener que recurrir al elixir de la eterna juventud. Y los viejos quedan fuera de este marco vital donde está la vida. Pero todo esto es una comedia, un teatro que se ha montado en nuestra sociedad capitalista y que el que más y el que menos aceptamos. Somos capaces de cuidar a un bebé, pero nos da repelús y fastidio cuidar a un viejo... algo falla en nuestra sociedad...
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda vuestros comentarios enriquecen -y mucho- mi aportación que sólo era un punto de partida sobre el que reflexionar. Disculpadme que no conteste uno por uno porque casi lo consideraría una falta de respeto. Prefiero dejarlo así. Cada comentario aporta un ángulo de visión que me ha llevado a reflexionar. Estoy orgulloso de poder participar en este intercambio de universos narrativos que somos cada uno de los que por aquí participamos. Gracias a todos y bienvenidos los que habéis escrito aquí por primera vez. He leído muy atentamente cada aportación. Y sí, estas navidades me las pasaré en el hospital. Algún día hablaré sobre ello.
ResponderEliminarJoselu, este post tuyo es muy oportuno en estos días de celebraciones y recuerdos. Lo he leído despacio varias veces mientras pensaba en los que se han ido, quizá demasiado jóvenes: mis padres, mis tíos, mis tías abuelas... A mi edad estoy nadando entre dos aguas: aún estoy cerca de los que me precedieron y también lo estoy de las nuevas generaciones, y son tan diferentes... Apenas recuerdo a alguien que muriera de puro viejo. Todos sufrieron una muerte súbita o esperada pero no una larga enfermedad. Sí conozco casos de ancianos con demencia senil o Alzheimer, y quienes los tienen cerca sufren lo indecible. Son enfermedades largas y crueles, condenan a la persona al olvido de todo lo que fue. Como cuenta Rosa Montero en una de sus novelas (creo que "El corazón del tártaro", o quizá fuera "La hija del caníbal"), creo que preferiría irme por mi propia voluntad antes que esperar a que el deterioro fuera terrible para mí y para los demás. No sé, hablo así ahora que aún estoy bien, con varios años de trabajo por delante (no me preocupa la jubilación que avisa el Gobierno, no tengo prisa), aunque reconozco que mis compañeros jubilados tienen un aspecto envidiable, están sanos y son felices con sus nietos, sus viajes, sus aficiones... Otros lo desean a toda costa porque aguantan a duras penas el día a día con chavales difíciles.
ResponderEliminarBueno, me estoy yendo del tema. Es cierto que la vejez se ve como un final nada idílico, lejos de la idea que manifiesta Miguel: debería ser un triunfo, un colofón hermoso. Como cuenta un correo cuyo autor no recuerdo, la vida debería vivirse hacia atrás para terminar en un glorioso orgasmo. Qué lindo, ¿no? Pero la realidad e smuy distinta. Siempre que hablo con mis suegros se lamentan de sus achaques, la artritis, la mala circulación, la falta de movilidad, el apartamiento de los hijos... Me amarga escucharles, pero no hay nada tan cierto como el epitafio que dice: "Como te veo, me vi; como me ves, te verás". Ya lo canta la jota segoviana: "Donde hay mozos hay fachenda/donde hay mozas, alegría/ donde hay viejos setentones/sermones todos los días". Mis colegas mayores me demuestran que no siempre es así, que la edad no conlleva irremediablemente malhumor y amargura. Vivimos más, es cierto, pero ¿vivimos mejor? Por desgracia, no siempre. Cuando se visita un hospital, tal como tú cuentas y yo misma he comprobado demasiadas veces, es fácil ver escenas terribles de viejos mantenidos a duras penas con un hilo de vida, esqueléticos, inconscientes, reducidos a casi nada. Me pregunto cómo fueron de niños, cómo y cuándo empezó ese deterioro. No hay una línea definida. Ves a alguien aparentemente bien y a la vuelta de nada, unas semanas, unos meses, parecen haber caído sobre él años enteros que le encorvan y le lastiman desde cualquier flanco. No me gusta envejecer así, no quiero ser un estorbo para nadie. Y, sin embargo, es la esencia de la vida: cuidar unos de otros.
Creo que se nota que estoy cansada y necesito ya unas vacaciones. Supongo que tras el descanso seré más optimista.
Un fuerte abrazo, colega.
Me ha gustado, me ha gustado y me resulta harto conocido. Tengo la suerte de salvo un par de excepciones tener una familia muy pero que muy longeva. Hace tres años murió Antonio el mayor de la saga con tan sólo 102 añitos de nada, hace dos Eugenia, con 96 y María con 87 el pasado año Desideria con 91 están por ahí y bastante sanos Lorenzo, con 93, mi madre que hará 92 en febrero, Eugenia con 91, Filomena que hizo 85 a primeros de mes, Carmen con 80, Isidro con 78 y que se queja porque le cuesta trabajo levantar los sacos y se cansa de trabajar la huerta...de cuando en cuando pues toca pasar una temporadita de hospital... al que no se le rompe una cadera, se le desmadra la tensión, tiene una oclusión intestinal... bueno esas cositas que les pasan a los mayores... cabría decir que bueno que con los adelantos...pero es que si busco en la memoria familiar y para la edad que murieron y los años que hace... la palma se la lleva una tía abuela, Aurelia, murió hace unos 40 años y no olvidaré que en el Ayuntamiento de mi pueblino no encontraban la partida de nacimiento y los registros para anotar el fallecimiento... murío con 100 años de los de entonces ...había conocido la Guerra de Cuba y Filipinas, la 1ª Gran Guerra... He visto muchas muertes y desde muy joven...con 8 años dormí en la cama de al lado a la que yacía mi abuela Manuela, esta murió más joven con 80 años...de herencia tengo su reloj de mesa, de esos con cristales a los lados y la alarma es una musiquita...funciona. aún funciona, de cuando en cuando he de llevarlo al relojero para limpiarlo. Ahora voy todas las semanas con mi madre a ver a mi tía su hermana que está en una residencia de mayores... poliomelítica desde los 7 años, soltera sin hijos y con la cadera de la pierna buena rota prefirió la residencia, pasado mañana he de ir por ella, las vacaciones las pasamos todos juntos...Navidad, Semana Santa, Verano... y veo a los residentes...ves a unos con la mirada perdida, otros que te confunden con sus hijos, sus hermanos...sus maridos. Los hay que están bien y, ya conocidos de tanta visita entablan conversación...en unos ves resignación, en otros ganas de vivir, en más de uno...les riñen porque se van al bar de un parque cercano y se ponen...y no pueden por las medicaciones... pero lo tengo claro, sé que en el sorteo de la vida me ha tocado una buena papeleta que la inmensa mayoría de los nombrados tenían y tienen la cabeza en su sitio y que mejor o peor todos se valen...llegado el momento y cuando vea que empiezan a pintar bastos...sin ruidos, sin espectáculos lamentables este que está aquí se irá por la puerta falsa, como dicen en mi pueblo.
ResponderEliminarGracias Malo, Yolanda, Miguel, María, José Francisco, Antonio, Lola, Pepe, Liliana, Eloi, Erelea, Josep Fábrega, Ex-compi, Antonio, Javier, Ilona, Juan Poz, Luis Antonio...
ResponderEliminarMe ha parecido una oportunidad espléndida para reflexionar y todos vuestros comentarios me han alumbrado parte de la cuestión.