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domingo, 17 de octubre de 2010
Una iniciativa valiente
miércoles, 13 de octubre de 2010
Un poco de espiritualidad
lunes, 11 de octubre de 2010
Una experiencia mística
viernes, 8 de octubre de 2010
Latinoamérica en el corazón
miércoles, 6 de octubre de 2010
El Premio Nobel de Literatura
Se ha fallado el premio Nobel de Literatura 2010 que ha correspondido a Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que refulgió en el panorama literario con La ciudad y los perros y Conversación en la catedral, a los que siguieron La casa verde, Pantaleón y la visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo...
Mario Vargas Llosa y Alejo Carpentier fueron mi pasaporte de entrada a la literatura hispanoamericana.
Los escritores más votadas en la encuesta son Philip Roth, Claudio Magris, Murakami, McCarthy, Kundera...
Una buena noticia para el mundo hispano.
domingo, 3 de octubre de 2010
Pasado de moda
jueves, 30 de septiembre de 2010
El extrañamiento
Una alumna escribía: "A la pregunta de cómo es posible que dos seres que se aman anhelen el sufrimiento, opino que es tal la obsesión de los dos por ser uno que ven la forma de conseguirlo en la muerte. A consecuencia, deciden que Abe acabe con la vida de Kichi para así cortarle sus genitales ya que representaba que si ella tenía esa parte de él, serian solo uno. Por ello, después de cumplir la decisión de ambos, la protagonista escribió en el pecho de él con sangre: "Sada y Kichi, ahora uno."La reflexión que me ha llevado la película, es que se trata de un amor tan extremo que la obsesión que tienen el uno del otro le llevan al punto de cruzar las barreras del dolor hasta llegar a sentirse abrazados por la muerte."
lunes, 27 de septiembre de 2010
Y todo esto ¿para qué?
Soy profesor, además de la ESO, de segundo de bachillerato. Es una asignatura de modalidad: Literatura española. Tengo diez alumnos, no especialmente motivados por la literatura, pero sí por que el estudio tenga una recompensa social. Saben que si no estudian se quedarán sin nada, y en estos tiempos de crisis eso es un suicidio. No son en general estudiantes entusiastas, ni están acostumbrados a pensar. Se rigen más bien por estereotipos elementales. Mi desafío, como profesor, es intentar hacerles amar el pensamiento, ejercer la crítica, superar su tendencia a lo simple. Esto es con lo que sueño.
Sin embargo, he seguido en el diario El País, una serie de reportajes titulado (Pre)parados, a lo largo de la última semana en el que jóvenes sobradamente preparados, con carrera, con varios másteres, con idiomas, con estudios de especialización en Europa, están en paro y sus currículos ni siquiera reciben acuses de recibo. Están camino de la treintena y creyeron que una buena formación profesional les abriría muchas puertas y que su dedicación a su carrera tendría consecuencias definitivas. No ha sido así. La mayoría están en paro o subempleados cobrando salarios de seiscientos euros. No pueden irse de su casa ni vivir con su pareja. Sobreviven algunos con becas o subvenciones, y muchos han de pedir dinero a sus padres para pagar el transporte.
¿Quién les ha engañado? ¿Cómo les hemos prometido que si uno se esfuerza y estudia consigue sus fines? Algunos se plantean que para repartir pizzas o hacer de teleasistente, es mejor ocultar sus carreras o sus másteres. Es algo que cotiza en contra. Tienen una formación excesiva y eso levanta suspicacias. ¿Quién confiaría en un doctor en ingeniería para un trabajo eventual y de repartidor de pizzas?
No deja de ser significativo que muchos de los ejemplos traídos por El País señalen que profesionales superformados han encontrado trabajo en Europa, en el Reino Unido, en Holanda, en Alemania, en China, en Suecia… Son los nuevos emigrantes que ven que su capacitación les vale mucho más fuera de España que en su país. Y en contra de sus deseos, sintiéndose expatriados y desterrados, han de amoldarse a una vida diferente a la que habían esperado. Algunos guardan un sordo rencor hacia su patria y parecen renunciar a ella. Algunos son de los mejores de sus promociones, y su especialización ha sido apreciada en otros países europeos mientras que en España no reciben siquiera un acuse de recibo de su currículum.
¿Qué he de explicarles a mis alumnos de bachillerato? ¿Qué estudiando se consiguen oportunidades? ¿Qué estudiando uno se forja un futuro profesional? Para ello he de luchar contra la creencia de que lo que en realidad genera expectativas son los amigos que te pueden enchufar y colocar, que los estudios y la dedicación son accesorios. La excelencia no se prima en España. Sé de magníficos estudiantes que, tras acabar la carrera, con buenas notas, están en una crisis mayúscula. Los jóvenes son el segmento de población más castigado por la crisis, además de los mayores de cuarenta años que se quedan en el paro.
Quiero hacerles pensar, pero ¿sobre qué? ¿sobre la relativa utilidad de lo que están haciendo? ¿sobre el escaso aprecio que se tiene en este país hacia la calidad? ¿Pensar para qué? Cuando el futuro de uno está en el alero, las reflexiones son limitadas. Espero que ellos no lean este post. No me suelen leer. Pero quiero plantear esta reflexión a los lectores. Quizás haya otras alternativas como son el autoempleo o el convertirse en empresarios en un país en que es difícil y complejo constituir una empresa y que va en contra de toda la ideología que magnifica la opción de hacerse funcionario sobre todas las demás. Quizás nuestra formación debería empezar por esto, por hacerles ver que el futuro es sumamente incierto, que tal vez tengan que emigrar, que no podrán emanciparse hasta muy entrados los treinta si es que es posible entonces, que el estudio no garantiza un puesto de trabajo y a veces lo dificulta.
Pero mañana he de trabajar para hacerles sujetos críticos y reflexivos. Pero ¿les explicaré esto? ¿Habré de callarme como si no supiera nada? ¿He de dejar que se lo encuentren ellos mismos? ¿O lo sabrán ya? ¿Qué sentido tiene mi clase sobre el neoplatonismo en la poética del Renacimiento?
A veces pienso que tendría que darles dinamita. Pero he de prepararles para selectividad? Otra gran mentira. Este mundo es reflejo de otro, es un espejo, pero ¿de qué? Mañana les he propuesto que sean ellos los que me formulen preguntas que no pienso contestar. Pero formular preguntas supone un ejercicio de primer orden. Y todo esto ¿para qué? –sería una buena cuestión-.
jueves, 23 de septiembre de 2010
Diarismo
domingo, 19 de septiembre de 2010
José Antonio Labordeta
Canto a la libertad
martes, 14 de septiembre de 2010
La literatura como aburrimiento
He querido empezar el curso de Literatura Española de segundo de Bachillerato haciendo una prospección entre mis diez alumnos sobre las relaciones entre ellos y la literatura. El tema era, pues, La literatura y yo. Les sugerí un brainstorming inicial y la elaboración de un mapa conceptual para dar cuerpo al ensayo que les estaba solicitando.
Unos días después, aplicados, me han entregado sus composiciones escritas sobre las tortuosas relaciones entre ellos y la literatura.
Podemos decir que en estos jóvenes de diecisiete y dieciocho años existe unanimidad casi absoluta. Se relaciona, sin lugar a dudas, la literatura con el aburrimiento:
“Leer es aburrido”. “La literatura y yo no somos buenos amigos”. “Sólo he leído por obligación en el instituto”.” Son aburridos los libros obligatorios: son largos y complicados, hay en ellos demasiadas descripciones”. “¿Quién va a preferir leer un libro cuando puede ver la televisión, jugar a un videojuego o navegar por internet?” “Los libros no suscitan interés, no expresan nada, son pesados, una especie de suplicio”.
Estas son un resumen de las opiniones vertidas y que son reiteradas. Se deplora la falta de interés de los libros, su obligatoriedad, la desigual competencia con las nuevas tecnologías, su complejidad, su letra pequeña, el cansancio que produce la lectura…
A la vez se recuerda con enorme afecto el tiempo en que eran niños y alguien les contaba cuentos. Les dije que ahí comienza nuestra formación literaria: con la narrativa oral. Pero esa ligazón se va desvaneciendo a medida que se va creciendo hasta llegar a la adolescencia en que la lectura se ve como un padecimiento al que se resignan apáticamente, pues saben que es obligatoria en las asignaturas de lenguas.
Hay un alumno que, sin embargo, reconoce que lee novelas policiacas o de cariz psicológico, sobre budismo, criminología o grafología. Es el que más he visto predispuesto a abrirse a la literatura “obligatoria” de este año que incluye: una selección de poemas del siglo de Oro, una antología de El Quijote, El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, una antología de la poesía de Rosalía de Castro, Eloísa está debajo de un almendro y Cinco horas con Mario.
Algo hacemos mal. Lo comentaba con Dunia, mi compañera de departamento, promotora de un proyecto de lectura en segundo de ESO que ha tenido un notable éxito. Prescindió de los libros obligatorios y fomentó que los alumnos en la biblioteca eligieran libremente los libros que iban a leer. Tenemos una buena base donde elegir de la llamada literatura juvenil. Los alumnos de tres segundos el año pasado leyeron –con el soporte orientador de Dunia- un promedio de seis o siete libros voluntariamente, y hubo alumnos –conflictivos en otros sentidos- que llegaron a leerse 17 libros durante el curso. No había obligatoriedad, no había examen pero debía presentarse una ficha cumplimentada sobre la lectura. La experiencia demostró que los adolescentes odian lo obligatorio (no sólo ellos) pero si son expuestos a la libertad y hay donde elegir, convenientemente motivados, pueden convertir la lectura en algo que no sea odioso. Hubo incluso quienes leyeron textos más complejos del prototipo medio como Caperucita en Manhattan o La historia interminable.
Para el que firma esto, son datos y elementos de juicio que me llevan a reflexionar. Movido por los más bellos ideales he planteado lecturas obligatorias con textos de densidad literaria y con frecuencia he conseguido rotundos fracasos. Hoy ha venido a verme una exalumna de hace varios años que recordaba cuando les hice leer en cuarto de ESO (16 años) Corazón kikuyu de Stephanie Zweig, La espuma de los días de Boris Vian y La metamorfosis de Kafka. A ella le fascinaron y todavía los relee, pero la gran mayoría de los estudiantes se mantuvieron totalmente alejados de lo que leían y muchos no se los leyeron. Esa fue la realidad.
Muchas veces ha surgido este debate en blogs pedagógicos. ¿Sirve de algo la obligatoriedad de las lecturas? ¿No estamos tirándonos piedras contra nuestro propio tejado? ¿Se puede forzar la lectura? ¿O es insoportable el verbo leer conjugado en imperativo como sostenía Daniel Pennac en Como una novela?
Considero a mis alumnos de segundo de bachillerato y me doy cuenta de que son herederos de una filosofía de la obligatoriedad, combinada ciertamente con otros factores, y que no ha dado resultado. Prácticamente todos detestan leer aunque reconocen que amplía el vocabulario y da cultura, pero ¿leer?, no gracias.
sábado, 11 de septiembre de 2010
De errores y contradicciones
Escribir con libertad interior no es necesariamente fácil. Llevo cinco años publicando y soy consciente de que en mis posts se han deslizado errores de interpretación o bien se han planteado profundas y serias contradicciones entre mi secuencia de ideas. No soy el mismo que comencé a escribir hace un lustro. La blogosfera me ha enriquecido y me ha hecho conocer líneas de pensamiento, experiencias, procesos íntimos de los blogueros… Pienso que no hay que temer equivocarse, ni a entrar en contradicción. Sólo los aquejados de elementalidad son siempre iguales a sí mismos y no incurren en el absurdo. Así pensaba Unamuno cuya vida y obra es para mí un ejemplo estimulante.
¿Se imaginan lo que es escribir sabiendo que te leen o que pueden leerte en el entorno personal y profesional más cercano? Uno puede caer en el temor a caer mal, a temer sus errores, a ir adecuando sus posts para que no resulten molestos, a irlos limando para que sean irreprochables y políticamente correctos para la administración o para las estructuras oficiales.
Mi post Censura digital en las aulas contenía errores que quiero reconocer aquí delante de todos. Sostenía que estaban siendo censuradas alguna aplicaciones por el Departament d'Ensenyament en el programa Educat 1x1. No es así. Salvo Facebook, Tuenti y Messenger, no he detectado que estén bloqueadas otras aplicaciones para los alumnos. No están bloqueados Gmail, Google docs, Youtube, Blogs o Twitter. Lo que yo percibí en una sesión informática fue un problema puntual que posteriormente no se confirmó. Mis disculpas públicas. Siento a la vez un gran alivio porque esto supondrá que estos canales estarán abiertos y serán utilizables. Me alegro de haberme equivocado.
Sin embargo, hacía una valoración del papel de las editoriales elegidas y mi intención de elaborar un programa propio adaptado a mis alumnos con serias dificultades de aprendizaje. Me confirmo en ello. Pienso que será un error convertir el programa 1x1 en un uso exclusivo del Libro digital de cada asignatura. Han sido hechos con mucho apresuramiento y los profesores con que he hablado deploran su deficiente calidad en las distintas materias. Será un error limitarse al uso del libro digital. Este programa nos abre perspectivas diferentes mucho más complejas que hemos de aprender a explorar y a atrevernos a llevar a cabo. Entiendo que muchos profesores asisten a cursos de formación y que esta dedicación ha de ser reconocida, pero también estimo que la revolución digital implica una convicción personal. Uno no puede seguir siendo el mismo profesor –con leves retoques- tras la incorporación a las aulas de las pizarras digitales y los ordenadores personales de los alumnos. Es como ir montado en una nave espacial y pensar que lo que uno conduce es un SIMCA MIL. Los cursos de formación no son suficientes, hay que pensar en digital y eso requiere de una íntima convicción, que estimo que no existe (aunque hay núcleos entusiastas a los que me he adherido tanto en Cataluña como en el resto de España. Entre los partidarios de la web 2.0 se distingue una gran ilusión por la incorporación de las TIC, pero también me anima su espíritu generoso que les lleva a compartir recursos y ponerlos libremente en la red. Me gusta ese ánimo conducente al intercambio, a la puesta en común, a pensarnos miembros de una conciencia e inteligencia colectivas que no tiene líderes y sí infinidad de conexiones que aportan cada una una parte digna de ser considerada.
El profesor medio desconoce esto. Le llega lejanamente. La tecnología es un mal necesario que hay que soportar y hacer algún cursillo de vez en cuando, pero ello no implica la transformación del proceso de pensamiento. Por ello, las editoriales –empresas que se lucran enormemente del mundo educativo- tienen a los profesores como sus más fieles aliados. Yo las he utilizado, siendo consciente de que elaborar es más difícil que seguir un texto. El mundo digital abre un nuevo campo en todas las áreas para adaptarnos al presente. ¿Qué es lo fundamental en lengua –me pregunto-. ¿Qué sepan analizar oraciones? ¿Penetrar en la densidad de las categorías morfológicas? ¿O tal vez que sepan escribir con sentido? ¿Qué entiendan un texto reconociendo sus ideas principales? ¿Que sepan puntuar un texto correctamente? ¿Que se sepan expresar oralmente con un léxico más rico? Alguien podría sugerir que ambas direcciones son compatibles, pero el esfuerzo que dedicamos para que reconozcan los arcanos de la gramática (conozco a un brillante profesor italiano de universidad, doctor en Filología Hispánica, que reconoce no saber nada de verbos transitivos o de complementos directos. En Italia no se le concede ningún valor a este tipo de contenidos), es tan alto que soy consciente de que los alumnos llegan a segundo de bachillerato incapaces de articular un texto con sentido. Eso sí puede que sepan distinguir –o no- una subordinada sustantiva de complemento directo.
En fin, quiero dejar claro a quien corresponda o lea esto, que seguiré escribiendo con libertad interior, me lea quien me lea, o reciba –legítimamente tal vez- los más sonoros rapapolvos institucionales por el contenido de este blog. Sé que me puedo equivocar o cometer errores, pero estos son connaturales a cualquier proceso de pensamiento. Aunque de eso a querer autocensurarme, nada de nada.
martes, 7 de septiembre de 2010
El último tweet de Sócrates
Hace unas semanas recalé en la cripta románica de Santa María de Aínsa. Intenté orar a mi manera –siendo un descreído- , pero no lo encontré como una contradicción insalvable. Stephen Hawking ha publicado un libro en el que argumenta que dios no existe. Ya hace tiempo que la ciencia y la literatura ha razonado y recreado que dios no es necesario para explicar el universo. A esa misma conclusión llegué a mis veinte años tras una profunda crisis de fe. Imagínense, una crisis de fe. ¿Qué es eso? Pero pienso que las crisis de fe son importantes, necesarias, estimulantes. De allí no saqué la idea definitiva de que dios no existía, sino de que no me era necesario para vivir.
En la iglesia románica de Aínsa fui consciente del poder que tuvo en otro momento la iglesia, de su capacidad de seducción (se equivocan los que piensan sesgadamente que la iglesia sólo tuvo poder arbitrario). Es no entender nada si no reconocemos la enorme seducción de lo sagrado, pero visto hoy el más magnífico retablo realizado por el más exquisito artista renacentista, no nos comunica nada necesario a nuestro tiempo. Ello no impide que reconozcamos su belleza y la sutileza que llevó en otros tiempos a los hombres a emocionarse y percibir la trascendencia. Las tallas sagradas son hoy monumentos funerarios salvo en las salvajes y paganas procesiones andaluzas.
¿Qué quiero decir con esto como enseñante que lleva treinta años en el oficio? Que casi nada del pasado nos sirve. Que hemos entrado definitivamente en otra era en que las inquietudes son otras, en que lo que emocionó en el pasado requiere de un esfuerzo suplementario para volver a darle vida si es que se consigue; que la velocidad interior de nuestro tiempo es infinitamente superior a la del siglo XIX e incluso del siglo XX; que no tenemos conciencia muy bien de hacia dónde vamos (si es que vamos a algún sitio, pero en todo caso vamos rápido, muy rápido); que la lentitud es una carga; que el mundo de las palabras se inclina ante el mundo de las imágenes vertiginosas. Que el cambio se desarrolla a una velocidad normal para los nativos, pero alucinante para los emigrados a esta época. No sabemos cómo pararnos. Y es necesario hacerlo, aunque sólo sea para tomar impulso y recapacitar.
Este curso se incorporan los ordenadores personales al proceso educativo. Mis alumnos estarán en clase con un PC conectado a internet, y yo estaré frente a ellos con una PDI, una pizarra digital y mi propio ordenador. ¿Qué significa esto? ¿Volveré a explicar la morfología del sintagma nominal? Es acción lo que requiere la situación, acción y teatralidad. El sintagma nominal pierde densidad que sólo puede recuperar con la praxis, con la experiencia. Se impone la experimentación, los saltos hipertextuales, los enlaces, el pensamiento discontinuo. El saber ya no es una enciclopedia ordenada y codificada, sino una vorágine de impulsos que enlazan unos con otros. Las partes están conectadas con el todo. El profesor pierde aparentemente su capacidad taumatúrgica y se convierte en un explorador que abre el mundo en su dimensión más desconocida a adolescentes que ya no son ingenuos y que creen saberlo todo. La pérdida de la inocencia es el factor más decisivo que he constatado en mis treinta años de profesión. Hubo un tiempo que mis alumnos se quedaban los miércoles por la tarde para ver una película alquilada en vídeo VHS. Era fascinante verlos en masa asistir en horas fuera de clase a ver Alien el octavo pasajero. El adolescente ahora hace el amor a edad más temprana, consume drogas y alcohol cada vez antes, tiene sus redes sociales que le comunican con el mundo. Sabe de la virtualidad y de la discontinuidad de la realidad, la tecnología es su mundo nativo, y la tecnología es extremadamente sexual y alienta la idea de que somos más fuertes que la muerte.
Pero nosotros hemos de incorporarnos a ese mundo haciéndolo nuestro y llevarles a la armonía del clasicismo, al lenguaje de la tradición, al pensamiento filosófico, a la poesía que implica transitoriedad y humanismo.
El profesor que no se incorpore a este mundo virtual y tecnológico no entenderá el universo de sus alumnos -aunque he conocido a magníficos profesores que sólo ansían poderse jubilar-. El tiempo del shock del futuro ha llegado hace décadas. El lenguaje de nuestro tiempo es la tecnología. Las pizarras son digitales, abiertas al mundo, a los lenguajes múltiples, a las conexiones interactivas, a la clase en red, al conocimiento informal, al sistema asistemático pero a la vez coherente en su discontinuidad, porque detrás de cada revolucionario que nos incorporemos a la contemporaneidad digital, ha de haber un hombre del medievo, del clasicismo, del siglo XIX. Hemos de traerles la cultura del pasado con el lenguaje de este tiempo.
Se abre un tiempo fascinante y lleno de perspectivas. Quien no se dé cuenta caerá en la inanidad, en la queja de la canción ya amanerada. Los deseducativos llegarán a desencontrarse con la entraña del presente y quedarán arrinconados, obsoletos, caducos. Definitivamente off. No me cabe duda alguna por qué mundo hubiera apostado Sócrates antes de apurar la cicuta y tras haber redactado su último tweet:
Yo sólo sé que no sé nada.
sábado, 4 de septiembre de 2010
Censura digital en las aulas
Sin embargo, yo no asistí a esta reunión. Me negué a secundar el proyecto digital que cambia las cosas sólo en la superficie. Ignoro qué repercusiones va a tener sobre mis alumnos, pero quiero experimentarlas. Soy consciente del escaso aprovechamiento que obtengo por medios tradicionales, de modo que no quiero cerrarme la posibilidad de comprobar si lo que se aprende por la experiencia directa y personal, puede lograr mejores objetivos. No lo tengo claro, pero sí pienso que esto supone un salto cualitativo y un enfoque totalmente diferente a lo hecho hasta ahora. Quiero convertir el aula de segundo de ESO en un aula virtual en que los alumnos no utilicen el papel ni los libros digitales suministrados por las editoriales. La programación será la elaborada conjuntamente por el profesor y los alumnos. Quiero dar relevancia a la expresión oral y escrita, a potenciar su capacidad crítica, a la elaboración de resúmenes, a la realización de fórums poéticos en que los alumnos graben su propia voz recitando poemas, quiero elaborar un libro digital con narraciones o cuentos de distintas latitudes de mis alumnos, en su mayoría inmigrantes. Quiero realizar dictados digitales, trabajos de investigación sencillos, presentación del dossier –tradicional en mi centro- en formato word digital con índice, notas a pie de página, justificación de contenidos de toda la materia elaborada a lo largo del trimestre. Quiero utilizar imaginativamente la pizarra digital. Me he pasado muchas horas experimentando con ella. Curiosamente me he dado cuenta de que soy el único que lo hace. Tiene posibilidades interesantes, pero que hay que conocer. Quiero estar enlazado a internet para proyectar vídeos cuyo contenido quiero que resuman mis alumnos con sus palabras. Tengo la impresión de que este instrumento del 1x1 abre posibilidades inmensas que no están siendo evaluadas, y que son contempladas con abierto desinterés por la mayoría del profesorado que piensa que todo ha de cambiar para que no cambie nada. El comentario más explícito que he oído es el temor a que la webcam de los portátiles sea utilizada malévolamente por los chavales.
Un instrumento básico para que el aula virtual funcione es la conexión a internet a la que han de tener acceso mis alumnos. Sin embargo, la clave digital con que contarán para conectarse al wifi del instituto restringe radicalmente su acceso a la red. Imagino que velando por que no accedan en clase a páginas no adecuadas o de entretenimiento, se limita totalmente su uso del mundo de los blogs y los wikis en los que no pueden dejar comentarios ni intervenir; del mismo modo su acceso a youtube, twitter, facebook está igualmente cerrado. Pero no sólo esto sino que muchos de los enlaces educativos que se pueden obtener a través de Google (Earth, Maps, documentos, grupos de discusión, blogs de redes educativas, correo electrónico de gmail u otros) están severamente restringidos o totalmente inhabilitados porque se justifica que no son "educativos" por parte de la administración pública catalana (Departament d'Educació).
A lo único que parece que puede haber acceso abierto es al libro digital correspondiente de la editorial TEIDE que yo no quiero utilizar. Digo que hay acceso, pero esto no es exacto porque dependerá la capacidad de nuestros servidores, que se presupone será muy limitada cuando haya trescientos ordenadores conectados a la vez.
¿Dónde está la revolución digital? ¿Ha de haber censura para conjurar los miedos que se tiene a la red? No he encontrado en ningún sitio un lugar para el debate sobre ello. Prefiero asumir como profesor los riesgos de un acceso abierto y potencialmente creativo, que encontrar un internet despojado de la inmensa mayor parte de sus posibilidades y que quiero explorar. Hasta ahora la conexión del instituto no tenía limitaciones en cuanto a las webs y contenidos posibles pero desde que se ha instalado el 1x1, la red ha sido amputada en todo aquello que tiene de más fascinante.
lunes, 30 de agosto de 2010
Da igual
Escucho a Charlie Mariano en la noche. Escribo. Tengo varios temas en mi mente, pero he decidido centrarme en el teatro. Hubo un tiempo que yo fui actor. Un tiempo maravilloso. Pienso que mi vocación –aunque a Serenus Zeitbloom le estremezca esta palabra- es la de que yo debí ser actor. Da igual. No ha sido así. Una pena. Actuaba y veía teatro varias veces a la semana. Creo que para ver algo valioso teatralmente hay que asistir a una veintena de espectáculos que merecen relativamente la pena. Pero cuando estalla la magia del espacio vacío es una experiencia difícil de olvidar. Han pasado años pero me quedan imágenes grabadas en la retina que me acompañarán siempre. No voy a hacer un inventario de obras extraordinarias que vi. El teatro es un fenómeno inexplicable. En una improvisación de una modesta escuela teatral de barrio puede surgir la fuerza, el misterio y ese algo inexplicable que no surge en actuaciones de Centros Dramáticos Nacionales. He sido consciente de ello. No hay nada objetivo que justifique que algo sea inolvidable.
viernes, 27 de agosto de 2010
Invitación a la sabiduría
lunes, 23 de agosto de 2010
El Danubio
Romeo Mancini
Detesto los libros calificados como de autoayuda que, en modo de manual sencillo, nos enseñan a arreglar nuestra vida o a solucionar sus zonas erróneas y que promueven ideas clave como aprovechar y disfrutar el presente, a asumir el pasado como irreversible, a apreciar las pequeñas cosas, a tener más en cuenta nuestras posibilidades que nuestros lastres, a forjar el optimismo como una fuerza creativa frente al pasivo pesimismo, a desarrollar el pensamiento positivo y darnos cuenta de que cada día que amanece es un filón de potencialidad si somos capaces de dejar atrás nuestra carga negativa. También enseñan a aprovechar las crisis como momentos de oportunidad, a conocer nuestros sentimientos y expresarlos de una forma asertiva, a aprender a negociar teniendo en cuenta que siempre habremos de ceder en algo para conseguir otra cosa que nos interese, a aprovechar nuestros conflictos como expresión de algo nuevo, etc, etc.
He resumido en pocas líneas el núcleo de la mayoría de esos libros que llenan anaqueles de las librerías y que se han convertido en un filón para algunos autores de éxito como aquel libro espeluznante titulado La buena suerte de Álex Rovira o aquel best seller empresarial, que nos enseña a saber cómo adaptarnos a los cambios, que es ¿Quién se ha llevado mi queso? de Spencer Johnson. Muchos de estos títulos son utilizados en escuelas de negocios y son una oferta habitual en los aeropuertos para ejecutivos en tránsito a punto de entablar negociaciones comerciales. Esta flexibilidad que nos propone este género de libros que ayudan a vivir mejor, y que son clasificados en la sección de ciencias humanas, desarrollan y exponen la esencia misma del capitalismo en la fase de desarrollo tecnológico actual que sume a muchas personas en crisis de adaptación y trastornos de la personalidad. Sus fuentes vulgarizan en general las corrientes de pensamiento oriental como el tao y el budismo en su vertiente zen que es la que mejor ha sabido expresar el concepto de mujo (insustancialidad, impermanencia, transitoriedad) adaptado a las sucesivas fases del capitalismo.
El ser humano carece de esencia y de noumeno y esto le acongoja cuando presiente la impermanencia de sí mismo y de todo que le rodea. El cambio forma parte esencial de nuestra vida. Frente a esto sentimos angustia porque nos exponemos a una realidad intrascendente y a la única verdad constatable: que vamos a morir. ¿Qué sentido tiene el vivir? El existencialismo del siglo XX intentó darle una salida a este conflicto esencial mediante la idea del compromiso y la aceptación del pacto humano con la nada. En mi ciclo de vida como hombre del siglo pasado y emigrado en el presente, he constatado que el pensamiento existencial ha caducado en buena parte. Era un núcleo denso y complejo que iluminó a buena parte de la literatura, el teatro, el cine y la filosofía de varias décadas hundiendo sus raíces en Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche... En el siglo XXI todo es más evanescente y crecientemente acelerado. Ya no nos interesa ni nos atraen los conflictos existenciales a los que ya nos hemos acostumbrado e intuimos que no tienen salida de ningún tipo. La muerte está ahí, y lo mejor es no pensar en ella. Entretanto hemos de aprender a vivir en un mundo que no permite dejar apenas ningún poso. Somos viajeros de circunstancias que tal vez se angustian por su levedad. El capitalismo nos necesita fungibles, dispuestos al cambio permanente, sin demasiadas rémoras del pasado, sin raíces que nos anclen en visiones periclitadas... La angustia o la incertidumbre son estados que se pueden enfrentar con libros prácticos de autoayuda -que nos permitan cambiar sin aferrarnos a factores innecesarios e improductivos-, y, en todo caso, la ingestión de antidepresivos ha aumentado exponencialmente para poder soportar la aceleración de un modo de vida que nos exige siempre jóvenes y adaptables. Y a ser posible con una sonrisa como una tajada de sandía. Es el tiempo del pensamiento débil frente a la solidez de otros sistemas filosóficos más arriesgados. La filosofía oriental en su faceta más seria ofrece un análisis de este fenómeno del cambio como elemento central de la vida, pero desconfío de su banalización en recetas del vivir cotidiano en los citados libros.
Se necesitan manuales prácticos, fáciles de leer y que nos inyecten flexibilidad y buen humor para poder llevarnos nuestra porción de queso y esquivar el sufrimiento.
Entretanto leo lentamente un libro magnífico titulado El Danubio de Claudio Magris. Cada párrafo me supone momentos de intensa reflexión sobre el sentido de la historia, del ser humano, la cultura y la vida... que no me da respuestas ni píldoras inspiradas en el pensamiento positivo. Me cuesta avanzar porque me detengo continuamente y subrayo con placer e interés. El autor no pretende arreglarme la vida ni hacerme más feliz, pero sí que me invita a acompañarlo en un viaje literario y existencial. Es un discurso profundo que responde a una concepción de la vida a través de un viaje poético y filosófico por el curso del Danubio. No son fórmulas para disipar o solucionar nuestras crisis sino la expresión de un pensamiento orgánico y denso que seguro que no serviría para ejecutivos exitosos en la sala de espera de aeropuertos ni para mancebos en la crisis de los cuarenta o para hombres y mujeres que necesitan una solución que les lleve al optimismo. Es la opción del conocimiento frente a la sonrisa enlatada que a algunos no nos interesa. Prefiero arriesgarme a ser infeliz ahondando en mí mismo y pensando que mi vida no está concluida ni cerrada. Es lo que según Claudio Magris divide a las personas: esa necesidad de estar siempre en movimiento en una curva que no está clausurada. Y añado yo, siguiendo al recuerdo que tengo de Joan Brossa, una curva en espiral no concéntrica.