Alejo Carpentier (cubano)
Mi entrada al mundo de la literatura no fue por las clases espléndidas en la universidad de Zaragoza de Víctor García de la Concha. Yo repartía pan por las mañanas antes de ir a clase y cuando llegaba a la universidad me encontraba con su asignatura de literatura del siglo XVI. A veces me dormía escuchándolo. Era un histrión fantástico, pero nunca me llegó a emocionar. Sabía mucho de mística y de poesía de postguerra, pero su estilo me resultaba pretencioso y nunca me entendí con él. Tuve más suerte con Agustín Sánchez Vidal, especialista en Buñuel, Miguel Hernández y cine. Algunas clases suyas fueron excepcionales, una en especial recuerdo sobre la construcción de El Quijote proyectándonos Las Meninas de Velázquez. Alguna vez me gustaría conseguir la emoción que sentí escuchándole en sus primeros años como profesor, antes de que percibiera un cierto desencanto.
Pero no es de ellos de quien quería hablar. Tuve en cuarto de Filología a una profesora cuyo nombre no recuerdo y lo siento. Era una profesora que era menospreciada por sus alumnos no sé por qué. No tenía un relumbrón como el de Víctor García de la Concha. Daba la asignatura de Literatura Hispanoamericana. Tenía yo veintiún años en 1977, en plena transición política. Militaba en un partido de extrema izquierda. Descubrí gracias a aquella profesora de nombre desconocido la inmensa riqueza de la literatura en lengua española escrita en América. Descubrí a Alejo Carpentier, a Vargas Llosa, a García Márquez, a José Donoso, a Juan Carlos Onetti, a Carlos Fuentes, a Julio Cortázar, a Borges, a Miguel Ángel Asturias, a Ernesto Sabato, a Uslar Pietri, a Augusto Roa Bastos, a Lezama Lima, a Mújica Lainez, a Guillermo Cabrera Infante, a Manuel Puig, a Adolfo Bioy Casares, a Juan Rulfo… Fueron una revelación para mí. Creo que descubrí mi amor por la literatura –ya era lector contumaz- gracias a los autores latinoamericanos. Me sumergí en ellos con una pasión absorbente. Gracias a ellos llegué a la literatura. Era una época propicia que se manifestaba con el llamado “boom” de la literatura hispanoamericana. Cada libro de Cortázar me maravillaba, lo leía y releía. Su Rayuela lo leí en varias ocasiones de todas las formas posibles. El barroquismo de Alejo Carpentier me fascinaba en una época de profundo compromiso político. Su apuesta por la revolución me resultaba exaltante. Leí sus extraordinarios Los pasos perdidos, El siglo de las luces, La consagración de la primavera, El recurso del método… Yo buscaba en la estética una razón de estar en el mundo. Y el planteamiento experimental de la mayoría de estas obras que ponían en cuestión la literatura tradicional me unía a la revolución literaria y política. La fecundidad de la literatura hispana en los países sudamericanos desbordaba los estrechos límites de la producción en la península. Nos sentíamos ligados a lo que pasaba allí, y no es sino en ese contexto cuando se produjo el golpe de Pinochet contra Allende en 1973. Recuerdo la oleada de solidaridad que despertó en la España predemocrática, incluso en periódicos de supuesta derecha como Pueblo que llegaba a mi casa todos los días.
Latinoamérica estaba presente en nuestras expectativas. Muchos autores del llamado boom vivían en España. Así García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso… Leí todo el Vargas Llosa inicial: Los cachorros, Los jefes, La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral, La casa verde, etc, etc.
Pero luego hubo un momento que nuestro interés por Latinoamérica decayó, en especial por su literatura. Barcelona fue el eje de publicación de las principales obras de los autores citados. Seix Barral fue una editorial esencial en su difusión en el ámbito hispano. La Barcelona de los setenta fue infinitamente más abierta al mundo que lo que es la Barcelona nacionalista de la actualidad. Pero, poco a poco, se rompieron amarras con Latinoamérica. Y su literatura pasó a un segundo o tercer plano. Hoy día los autores de esa porción del mundo nos resultan alejados y extraños, salvando figuras históricas como las de Mario Benedetti. Pero lo más candente y actual de Hispanoamérica no figura entre nuestras inquietudes fundamentales. En algunos sentidos nos sentimos más cercanos a ciertas figuras de la literatura japonesa como Murakami que a los nuevos valores de la literatura hispana en América. El Premio Nobel a Vargas Llosa puede ser un reconocimiento del empate técnico entre las dos vertientes del pensamiento latinoamericano: el representado por Gabriel García Márquez, izquierdista y castrista, y el liberal de Vargas Llosa. Admiro profundamente a los dos, pero la vida me ha hecho y llevado a ser mucho más próximo al liberalismo de Vargas Llosa que el progresismo del autor de El otoño del patriarca. Eran amigos del alma y un día Mario Vargas Llosa le pegó un puñetazo en el ojo a Gabo en Mexico a propósito de una discusión de parejas.
Echo a faltar esa presencia cálida de lo hispanoamericano en nuestra vida cultural. Lo de Vargas Llosa está bien, pero es premiar –y es magnífico- a un fenómeno que dio lo mejor de sí mismo hace cuarenta años.
Me gustaría que Barcelona siguiera siendo ese puente entre lo español y lo latinoamericano, y que la literatura del otro lado del océano volviera a estar presente en nuestra vidas cuando tantos compatriotas ecuatorianos, bolivianos, colombianos, peruanos, dominicanos, chilenos, etc están presentes en nuestra España de comienzos del siglo XXI. Que no se sientan nunca ciudadanos de segunda.
Sin duda la literatura hispanoamericana me abrió las venas de mi amor por la literatura.
Creo que muchos filólogos compartimos contigo esa sensación maravillosas de descubrimiento de América en sus Letras. En mi caso, la profesora (no diré su nombre) no era ejemplar a la hora de motivar a los alumnos, pero su lista de 25 lecturas imprescindibles para aprobar incluía muchos de los nombres que citas.
ResponderEliminarEntonces, apenas conocía a Borges o a Cortázar, por lo que aquellas lecturas supusieron un auténtico boom literario para mí: El señor Presidente, Los de abajo, Cien años de soledad, La vida breve, Residencia en la tierra, Trilce, etc. son algunos títulos que no olvidaré, así como autores como Felisberto Hernández o Ricardo Piglia.
En todo caso, percibo que para mucha gente (profes de literatura incluidos), la literatura americana sigue siendo una gran olvidada, sobre todo si se trata de nombres recientes (si alguien lo duda, que eche un vistazo a la lista de narradores imprescindibles de Granta a ver si han leído algo de ellos.)
Un saludo.
¡Cúanto me sigue quedando por leer!
ResponderEliminarPues si que te mereces ser filólogo!
Un saludo!
Si JoseLu hay mucha belleza en la literatura latinoamericana, esa pasion que se trasmite al lector que identica en un pueblo el amor a la vida, el dolor de la guerra y el llanto de toda una tierra... me gusto tu post y si.... ojalá en tu tierra bella España los latinoamericanos nunca se sientan ciudadanos de segunda.
ResponderEliminarTodos tenemos nuestros autores "secretos". Yo, aprovechando la coyuntura, revelo el mío: Salvador Elizondo y su novela "Farabeuf", que, literalmente, me hechizó, sin que hoy haya desaparecido el efecto de aquel encantamiento. Por otro lado, descreo mucho de los Nobel y lo creo todo de la pervivencia, sobre la que es difícil conjeturar. ¿Qué queda de Echegaray, por ejemplo, que también fue Nobel? Borges, quizás el escritor más influyente del siglo XX, con Joyce y Proust, jamás fue Nobel -¡y lo que le hubiera gustado serlo, curiosamente!-; es decir, que la Literatura mayúscula poco o nada tiene que ver con los galardones. El único impagable es el que concede cualquier lector, por ejemplo yo, que se acerca al "Asno de oro" de Apuleyo, lo lee, se troncha y lo recomienda enseguida a todo bicho viviente. Por cierto, Pantaleón y las visitadoras es una obra maestra del humor, eso si.
ResponderEliminarEn cuanto a nuestro divorcio lector de Iberoamérica n o creo que haya tal, sino un replanteamiento de inclinaciones lectoras posibilitado por el fenómeno intenso de la globalización. Está bien que seamos fieles a lo cercano, pero los creadores literarios siempre aspiran a lo universal, lo llevan en su ADN.
Sic transit gloria mundi, que en castizo es como decir no somos nadie. Yo también participé de tu entusiasmo por los latinoamericanos, pero no tuve tanta suerte con el maestro que podría haberme guiado. Sin embargo, no hay autor nombrado por ti que yo no haya leído, algunos en la totalidad de sus obras. Uno de ellos, ahora algo olvidado y que habría que recuperar, es Alejo Carpentier, un escritor elegante, cultísimo y siempre ameno. También he conservado como amor literario a Rulfo. Pero no muchos más. Ahora me doy cuenta de que eran moda, y la moda pasa; de que eran deslumbrantes, pero detrás había poco. Releer a García Márquez ha sido una profunda decepción, y temo el momento en que tenga que empezar a explicarlo a mis alumnos de este año, que lo tienen en segundo de bachillerato como lectura obligatoria, porque si no amo lo que explico se me nota al momento, y no querría darles una idea negativa.
ResponderEliminarMe ha agradado mucho este recuerdo tuyo, porque, dado el momento, creía sinceramente que entrarías al trapo de comentar a otro autor. Tú siempre en la divergencia, amigo.
Comparto ese deslumbramiento iniciático por estas obras que venían del otro lado del mar: yo estaba en el instituto, en los 80, y una profesora maravillosa nos leía a Rulfo, a García Márquez, a Borges y a Vargas Llosa. Éstos, junto con Carpentier, Cortázar y Fuentes son mis favoritos, pero también hay novelas memorables que me impresionaron profundamente como , de Míguel Ángel Asturias, o La invención de Morel, de Bioy Casares. A los actuales me estoy acercando ahora: me sorprendió agradablemente El vuelo de la reina, del argentino Tomás Eloy Martínez, y tengo en la lista de lecturas abandonadas pero con derecho a ser retomadas (me pasa a veces: no era su momento y no hay que darle más vueltas): Los detectives salvajes, de Roerto Bolaños, durísima, o Balas de plata, del mexicano Élmer Mendoza, quien recurre a una jerga que dificulta mucho la lectura (al menos, a mí). A Jorge Volpi, a quien tuvimos el honor de recibir en mi instituto hace unos años, lo tengo en la esilla, a la espera. Una vez más, todo un universo por descubrir, Joselu. Un abrazo.
ResponderEliminarLa novela memorable de Asturias es El señor presidente.
ResponderEliminarCuando abres un libro y quedas ahí preso en la luz de las palabras y de tu imaginación se levanta un mundo de imágenes como si tuvieras pájaros en la cabeza es que hay un escritor que al crear ha sabido desaparecer. Te ves involucrado en el proceso de creación o desciframiento del libro concebido como juego, laberinto, rompecabezas. Esa nueva literatura en lengua castellana cómo no se iba a producir si en esos años 60 fue cuando se cambió de estilo de vida.
ResponderEliminarSaludos
Yo debo confesar mi desconexión (y desconocimiento) con la literatura latinoamericana. Mis brevísima lista de lecturas en este sentido se limita a "Cien años de soledad", que me fascinó, la poesía de Neruda, y poco más. Tengo que leer algo del reciente premio Nobel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que en literatura latinoamericana se crearon nuevos vocables, que me permitieron escuchar mi esencia perdida en nuestra historia... ya me puse nostalgica
ResponderEliminarYo entré en contacto con los escritores hispanoamericanos a principios de los 80, cuando empecé en el instituto. En aquel tiempo y en aquel lugar andar por el recreo con un libro debajo del brazo ajeno al mundo era la mejor forma de hacerse el interesante. Recuerdo que un muchacho que me gustaba leía Pedro Páramo y yo, ya gran lectora entonces, lo compré y no me enteré de nada. Hoy Juan Rulfo es mi referente literario, cada palabra de Pedro Páramo o de El llano en llamas me parece Literatura en estado puro. Abro el libro y me detengo en las palabras por el puro placer de leerlas. Pero, en realidad, ese no fue mi comienzo. En 1º de BUP el primer libro que tuvimos que leer fue El túnel de Sábato. Me maravilló entonces, así como también me maravillaba Vargas Llosa (ahora, no, lo siento, es un escritor que ya no me emociona) y García Márquez y también Isabel Allende(ella tampoco, ahora, aunque la recomiendo a quienes se quieran iniciar en la lectura). Leí los pasos perdidos de Carpentier en COU. Después Álvaro Mutis, Cortázar, Benedetti,Horacio Quiroga, Uslar Pietri, ... Cuando en 5º de carrera cursé Literatura Hispanoamericana ya me había leído todos los libros del programa.
ResponderEliminarAutores actuales reconozco que he leído pocos. Es una asignatura pendiente.
Saludos.
Joselu, creo que, a pesar de los muchos esfuerzos a ambos lados del Atlántico, la literatura hispanoamericana sigue siendo algo así como el pariente pobre de la nuestra, la madre, la originaria. Por un lado les pedimos perdón por la muchas barbaridades cometidas a lo largo de siglos de cruel ocupación ("colonizar" es un eufemismo terriblemente mentiroso)y por otro nos alegramos todos de poder compartir una lengua más o menos común que nos une y hermana. Nos salieron alumnos aventajados que mantienen una pureza que nosotros perdimos hace tiempo y nos dan continuas lecciones de buen hacer y mejor escribir. Son distintos a nosotros, de eso no hay duda. Su imaginación es portentosa y al mismo tiempo permanecen atados a la realidad, tan dolorosa frecuentemente.
ResponderEliminarYo tuve un profesor estupendo de Literatura Hispanoamericana en la facultad. Era joven, tranquilo y amable. "Pasaba" bastante del sistema, no le interesaban los exámenes ni las notas. Le llamábamos "El Sudaca", cariñosamente. Temimos por él cuando se incendió la discoteca de Alcalá 20 en 1983, pero afortunadamente esa noche no estaba allí. Aprobé la asignatura y no supe más de él, ni siquiera recuerdo su nombre. Lástima. Mantengo el gusto por la lectura de allende los mares, si lo supiera sería un orgullo para él.
Todos debemos alegrarnos por el Nobel concedido a Vargas Llosa, sin duda es merecidísimo.
Un fuerte abrazo, colega.
Yo conocí a García Márquez justamente en clase de literatura, en segundo de BUP. La profesora era una inepta total pero entre la lista de libros que nos dio a elegir para leer estaba Cien años de soledad, que me fascinó. La he leído por lo menos 20 veces desde entonces, la última el año pasado. Después, por mi hermana, conocí a Borges, a Vargas Llosa y a Cortázar. Borges para mi es algo especial, y he disfrutado con algunas de Vargas Llosa. Me permito recordar "La guerra del fin del mundo", quizá algo menos conocida que otras. Nunca sintonicé completamente con Cortázar, lo siento. Justamente ayer estuve un rato escribiendo algo acerca de Borges. Me ha fascinado no solamente la obra si no el personaje, he leído un par de biografías y pasé por algunas de "sus" calles en Buenos Aires. Ha tenido muy mala prensa, cosa que también entiendo, pero yo creo que era un pobre hombre devorado por los complejos.
ResponderEliminarUna idea: Que tal organizar una conferencia sobre literatura, como una de tus clases pero para "adultos"? Seguro que se puede encontrar un local.
Yo no tuve la suerte como tú, de tener eminencias como profesores de literatura, JOSELU ( tampoco pasé por lo de repartir pan antes de clase:-)
ResponderEliminarVerás, a mi desde siempre me ha encantado la literatura, pero sin lugar a dudas, si me dieran a elegir un género literario, si es que se le puede llamar así, me quedo con "el realismo mágico" y ahí, los reyes del Olimpo son los escritores hispanoamericanos.
Seguramente el libro que más veces he releído es "Cien años de soledad", otros tanto de lo mismo, "Como agua para chocolate" y Pedro Páramo, este me costó más la verdad...No se si es porque son unos magos en el arte de escribir, lo fantástico y lo irreal con una verosimilitud "abrallante" que se diría en galego. Su maestría en el uso de las palabras o lo que sea, pero es una delicia leerlos. Creo que fue García Márquez quien dijo: "la verdad no parece verdad, simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga".
Yo conecto muchísimo más con estos escritores, que con muchos europeos. En poesía me ocurre igual, desde Benedetti, Octavio Paz, Cortázar, Borges, Onetti ( su amor, Idea Vilariño) , Neruda y un larguísimo etc...
A veces pienso, que quizá a Barcelona que es verdad que en esa editorial que citas se han editado a muchísimos de estos autores, le ha ocurrido como al resto del mundo, la fantasía, la ternura, el que se desangre por dentro alguien a quien lees, ya no mola.
Ahora te tienen que sacar las tripas a ti, mientras lees, tienen que removerte desde la uña del dedo gordo del pie, hasta lo más profundo del cerebro, impactarte y romperte toda. Esa es la literatura que hoy triunfa, me parece a mi, lo de estos hombre es demasiado blando, demasiado intimista o demasiado perdido en la estratosfera, para los tiempos que corren me temo.
Me da igual, yo me seguiré muriendo de gusto entre sus páginas.
Cada vez, me alegro más del Nóbel de Vargas Llosa, fíjate a lo mejor la siguiente entrada que haga, trata sobre alguien de quien él ha hablado muy bien y cuya novela, me impresionó muchísimo jajaja te dejo con la intriga:-)
Muchos besos JOSELU.