Suelo hacer con frecuencia ejercicios de Comprensión Lectora a mis alumnos de
segundo de ESO. Los textos, a veces
muy largos, son entregados sin ninguna información previa de lo que se van a
encontrar. Tras el texto hay una veintena de cuestiones que inquieren sobre el
sentido de lo leído y posteriores reflexiones que se les pide sobre el texto.
Culmino el cuestionario con un recuadro en que les pido un dibujo coloreado que
represente lo que han leído, en el que recalco que no me importa que esté bien
dibujado o no, sino que exprese, a su modo, la lectura.
Los profesores raramente plantean a sus alumnos cuestiones
abiertas. Normalmente se les pide pregunta sobre temas sobre los que se
presupone una “respuesta correcta” o que se infiere fácilmente si son sobre
valores humanos o aspectos de sus relaciones mutuas. Ellos saben qué es lo políticamente correcto y se adaptan sin
problema a la demanda ideológica que plantean los profesores: hay que ser
solidarios, portarse bien, respetar las normas, aceptar a los compañeros,
respetar al profesor, mantener la clase limpia, leer mucho, negociar las diferencias...
Somos transparentes y nuestro estilo hace fácilmente deducible qué esperamos o que queremos que nos contesten. Y ellos lo saben.
Otra cosa es plantearles en un texto un verdadero dilema
diabólico en que no hay una respuesta correcta a priori. Depende de cómo se mire, depende de
la pedagogía que se utilice. Debates que incluso para los adultos serían
complejos. Y no habría una respuesta simple. Eso sí, una condición importante
es que dicho debate les implique emocionalmente, que les interese vitalmente.
Esto es lo que les planteé en mi texto de esta semana. Es
una reflexión de Helen Buckley,
autora de literatura infantil. El relato se titula “El niño”. El niño –nos cuenta- va a la escuela por primera vez con
ilusión. Un día la maestra les dice que van a dibujar. El niño se alegra porque
le gusta mucho dibujar. Van a dibujar una flor. El niño está contento porque
sabe hacer muchos tipos de flores. Pero la maestra les hace esperar y les
muestra cómo deben dibujarla: roja y
con el tallo verde. Al niño le gustan más sus flores pero es obediente y lo
hace como quiere la maestra. Otro día también pasa lo mismo cuando la maestra
les pide que hagan un plato de barro, no sin antes mostrarles cómo lo deben hacer exactamente aunque
al niño le gustan más otros diseños. Un día el niño cambia de barrio y de
escuela. Y la nueva maestra también les pide que dibujen una flor. El niño
espera que le digan cómo debe dibujarla pero la nueva maestra no se lo dice y
les pide que la dibujen como ellos quieran, y les dice que ¿cómo sabría de
quién es cada una si todos dibujaran y pintaran igual? El niño duda pero al
final pinta la flor como le había enseñado la primera maestra: roja y con el tallo verde.
Les planteo preguntas objetivas y subjetivas sobre el texto.
Sé que no hay una respuesta fácil a lo que les pregunto y depende de la lógica
que apliquemos. ¿Es importante dotar de modelos a los niños (en el dibujo, en
las redacciones, en el acceso al conocimiento, en los contenidos, en la propia
letra...) para que luego evolucionen hacia su propio estilo, tras haber
asimilado el arquetipo, o es mejor basarse en su propia creatividad innata y
potenciarla como nos mostrarían pedagogías abiertas o antiautoritarias estilo Summerhill u otras que ponen en cuestión
el modelo autoritario de la escuela tradicional? ¿En definitiva, la escuela
busca crear individuos adaptados a un sistema en que deben ser sumisos o
individuos libres?
Y ahí les meto a
niños de trece años. Y luego les planteo que dibujen algo a propósito de lo
leído. Rápidamente, sin yo mencionarlo, la mayoría se han dado cuenta de que el
asunto iba sobre el valor de la creatividad. ¿Es buena? ¿Hay que dirigirla?
¿Hay que asimilar modelos previamente?
Katherine
da al cuento el título de “Estilo propio”
y entiende que el texto plantea que los niños deben ser creativos y cree que la
escuela que ella conoce permite que los niños sean así.
Karelys le da el título de “Hay
que ser pacientes” y entiende que el texto quiere decir que hay que saber
esperar y mirar. Cree que nadie pinta igual a otro niño, tiene una aguda percepción de su individualidad y se siente rara a los ojos de los demás. La escuela puede que busque que todos sean iguales pero es imposible porque todos son diferentes.
Mohamed
en su representación gráfica dibuja dieciséis flores con el tallo verde y la
flor roja y lo titula “Todos iguales”. La escuela no siempre pretende que todos sean iguales.
David (un excelente alumno en sus
resultados) cree que el texto dice que en la escuela no puedes hacer lo que
quieres y que hay normas y modelos que asimilar, que hay que hacer lo que digan
los maestros.
Imane (una niña
marroquí de resultados excelentes) cree que el texto nos anima a utilizar
nuestro propio talento. Cree que la escuela a veces intenta que seamos todos
iguales, pero no es la norma, puesto que ayuda, según cree ella, a que los
alumnos confíen en sí mismos.
Mireia
cree que el texto sostiene que las cosas tienen que salir de tu imaginación y
no como te diga la gente. Y piensa que la escuela busca hacer a todos iguales pero en solo en cuestión
de derechos sin importar cómo sea cada uno. Dibujaría una flor roja con el tallo verde porque es más bonita.
Allyson piensa que la escuela solo enseña cosas pero no quiere que
todos sean iguales. Ella dibujaría una flor morada con tallo verde. Cree que el
texto defiende la idea de que tienes que ser tú mismo.
Pili piensa que la escuela que ella conoce es como la segunda, que
hay libertad. Y ella dibujaría un clavel rojo porque es como ella sabe. Odia
ser como los demás. Ella tiene su propio estilo.
Joselyn piensa que la escuela sí busca que todos sean iguales.
Haría una rosa roja porque así aprendió a hacerlas en el colegio.
Jose piensa que la escuela sí que
quiere que sean todos iguales pero en el sentido del respeto y el compañerismo.
Cree que el texto expresa que cada uno debe liberar su propia creatividad.
Jennifer cree que la escuela hace
dibujar a todos igual, vestir igual y a veces pensar igual. Ella dibujaría una
flor con cuatro pétalos y un tallo verde con dos hojas verdes porque de pequeña
le enseñaron así. Su dibujo, en cambio, es terrible y muestra a una niña
llorando por ser diferente y atacada por sus compañeros que, no obstante, se muestra
orgullosa de ser como es.
Ismael
cree que la escuela acepta a cada uno como es y aclara en mayúscula ASÍ DEBERÍA SER. En la escuela primera del
cuento la maestra es manipuladora y
quiere controlarlo todo; en la segunda, la maestra deja a los niños hacer lo
que quieran pero controlados.
Alonso
cree que los niños muchas veces acaban sin personalidad porque les implantan
una que no es suya. Su escuela era como la primera maestra y nunca dejaban
desarrollar sus ideas. Sostiene que a muchos humanos les da miedo lo nuevo. Dibujaría
una flor con el tallo verde y pétalos rojos porque es como le gusta a él.
Cristal cree que hay que dejar volar la
creatividad porque si no, se puede apagar. Las escuelas que ha conocido eran
una mezcla de las dos. Para ella los profesores quieren que sean ellos mismos
porque en el futuro serán todos diferentes. A ella le gusta ser diferente,
destacar entre la multitud. Su dibujo expresa el pensamiento del niño del
cuento de que su flor es mejor que la de la maestra.
Elena cree que el niño aprendió a esperar y mirar. Y que si a un
niño le cortas la imaginación tan rápido, luego no hará nada por sí mismo. La
escuela para ella es solo un método para enseñar pero corre el peligro de ir
matando la imaginación de los niños. Ella dibujaría una flor azul con el tallo
verde.
Andrea (la alumna más
aventajada de la clase) no cree que la escuela pretenda que todos sean iguales
porque cada uno es como es, y entiende que la segunda escuela es más libre.
Dibuja una flor con el tallo verde y los pétalos rojos rodeada de nueve
margaritas.
Ibtihal cree que la
escuela no permite hacer algo hasta que el maestro dice qué hacer. Para ella la
escuela responde más bien al primer modelo.
Marina cree que la escuela pretende que todos sean iguales. Pero no lo consiguen –aclara-.Sin
embargo, ella dibujaría una flor con buen trazo, sin salirse porque eso cuenta
como buena presentación.
Yassin (un
excelente alumno marroquí) hace las cosas como le enseñaron desde pequeño y no
quiere que le digan que esto lo haces mal o que no es así. Dibuja una flor roja
con el tallo verde.
Nassira piensa
que en la escuela hay que saber esperar, escuchar y mirar hasta que el maestro
te diga qué tienes que hacer y cómo. Dibuja
a una niña obediente en su mesa.
Luka
dibujaría una flor de color negro con el tallo amarillo. Cree que a los
profesores les gusta más que los alumnos sean diferentes. Hay que aprender a
hacer flores de colores diferentes.
Isaías
cree que la escuela sí que pretende hacer a todos iguales para convertirlos en
niños y personas sin creatividad. Dibujaría una flor de color negro con el
tallo rojo...
El post es un poco largo, pero creo que merecía la pena. La
muestra no es muy extensa pero da idea de las distintas percepciones de la
escuela que tienen muchachos de trece años. La respuesta a las preguntas no
era simple y yo no sabría tal vez qué contestación dar a estos
interrogantes. Eso sí, por el tipo de respuestas que han dado y cómo las han
dado, la cuestión les ha implicado profundamente. Han tenido que pensar y no
les ha desagradado.
Tal vez podéis añadir algo al debate.
Joselu, en mis años de estudiante nunca me preguntaron cuestiones como la que planteas. No había lugar para la opinión, ni siquiera existía el comentario de texto: aprendíamos de memoria datos, lugares, fechas, títulos... y luego los "vomitábamos" en los exámenes (la palabra "control" llegó mucho después). Hoy es muy diferente. Sí pedimos a los alumnos respuestas estándares para ciertas preguntas, pero hay debates, opiniones, dudas, ya desde la asamblea diaria en Infantil. No creo que hoy adoctrinemos a los alumnos, salvo en ciertos centros con determinadas características. A mí sí me obligaban a copiar modelos en dibujo, por ejemplo. Una y otra vez tenía que rectificar mi trabajo para reproducir exactamente lo que me ponían delante. El escaso margen de libertad que tenía lo plasmaba en las redacciones que me mandaban (muchas, por cierto; en cambio hoy son una rareza). Yo creo que los alumnos deben poder expresar su opinión, protestar cuando corresponde, razonar su negativa a hacer ciertas cosas, pero, sobre todo, han de aprender a ser críticos y no borregos, a diferenciar la verdad de la mentira, a saber cuándo y cómo son manipulados por la publicidad, por ejemplo, y no digamos por los políticos. Ése es nuestro gran reto. Te felicito por tu iniciativa y admiro el rigor con el que has recogido las respuestas de tus alumnos. Hay que formar ciudadanos pensantes y no robots.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, colega.
Mi experiencia con adolescentes me lleva a considerar que hay muy pocos -son una rareza- los que tienen planteamientos de ideas propios, sean los que sean. Sé que es pronto, que son muy pequeños para tener una perspectiva propia. Esa la tienen solo muchachos muy determinados. La mayoría no ejerce la materia gris, no cuestiona, no juzga críticamente. Son desordenados, son indisciplinados, pero no suelen ejercer porque no se les pide que lo hagan, que actúen críticamente. Estoy de acuerdo en que no se les adoctrina, pero tampoco se les enseña a pensar. ¿Y qué es pensar? Ahí está la clave de la cuestión. Entiendo que no se comprende lo que es el proceso de pensamiento. El pensamiento que cuestiona todo, todo, incluso a uno mismo, y ese, el primero. No encuentro apenas muchachos con ganas de pensar, pero prefiero los más pequeños. Son más frescos. Luego el sistema los deja aplastados. Es lo que veo yo.
EliminarUn abrazo fuerte.
No soy quien para evaluar la enseñanza, para mi lo que la escuela publica debe igualar son las oportunidades, no las personas.
ResponderEliminarQuizas si tus alumnos enseñasen cada uno una cosa (de la que sepan) y luego la evaluasen ellos, su prisma cambiaria. Eso hago yo con mis hijos, (espero que me salga bien)
Añado una frase al tema. "Si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte."
EliminarJohann Wolfgang von Goethe
El aforismo de Goethe es oportuno. Para hacer algo de valor, la perspectiva y la realización deben contener riesgo. Si yo copio (y es lo que hacen) no aprendo nada, pero todo funciona bien. El profesor, tranquilo, porque la clase está tranquila, y el alumno, perfecto, porque no tiene que pensar.
EliminarSí merecía la pena la extensión. Conocía el relato y siempre me he preguntado en qué momento exacto la escuela deja de fomentar la creatividad para conseguir personas adocenadas...
ResponderEliminarYo escribiré algún día sobre ello. Un día me pondré y lo haré. Será mi relato de una pedagogía salvaje para unos alumnos que ya están domesticados por el sistema y se han convertido en máquinas de copiar sin ninguna originalidad. Tú en la universidad debes tener otro panorama sin duda más halagüeño, pero no creo que sobresalga la creatividad entre tus alumnos. Para ser creativo hacen falta perspectiva y criterios propios. Eso no es frecuente. Mis alumnos se tienen por muy personales, pero la mayoría responden a motivaciones de grupo, a pensamientos estereotipados. Pero los adultos tampoco son especialmente originales. Los profesores en este proceso no salimos bien parados. No. La pedagogía crea muchachos adocenados, la escuela los adocena. Yo intento sacar algo de ese magma pero no es fácil. Este relato les hizo pensar y eso está bien.
EliminarPintando, un niño no titubea, no tacha, no copia, no sufre. Y sin una pizca de pintura en la memoria lo que le sale es definitivo, original, puro, sin patraña como si llevara mucho tiempo en el arte: como para que alguien sin imaginación le lleve su mano cuando es la del viento la que pinta. Ya sabes que los niños evacuados en la guerra civil, en las colonias, dibujaban ( vi la exposición hace unos años)como terapia lo que habían vivido de la guerra para que bajo los colores quizás se apagara algo el trauma de haberles arrancado de la infancia.
ResponderEliminarA la edad de trece años ya han perdido esa espontaneidad que describes, tras diez años de sistema educativo.
Eliminar"Ellos saben qué es lo políticamente correcto y se adaptan sin problema a la demanda ideológica que plantean los profesores: hay que ser solidarios, portarse bien, respetar las normas, aceptar a los compañeros, respetar al profesor, mantener la clase limpia, leer mucho, negociar las diferencias... Somos transparentes y nuestro estilo hace fácilmente deducible qué esperamos o que queremos que nos contesten. Y ellos lo saben."
ResponderEliminar¿Crees que han sido sinceros contigo? ¿Crees que han escrito lo que en realidad piensan o aquello que te podría agradar a ti como profesor?
Si la enseñanza genera un canon de comportamiento entre los alumnos al que ellos se adaptan para quedar bien con el profesor, sus propias respuestas ante ese texto estarán contaminadas del mismo mal. Un chico de Segundo da la ESO tiene que tener una personalidad muy acusada si es capaz de decir lo que realmente piensa y no lo que sé espera de él. En los primeros años de la adolescencia no hay un cuestionamiento de la autoridad tal como se produce a partir de los 15 o los 16 años. Los chicos todavía creen en el criterio de autoridad de los adultos aunque empiecen a tener sus dudas. Esa es, al menos, mi opinión.
Un abrazo.
Tu comentario tiene sentido pero no atiende a algo fundamental que es que yo no tengo criterio al respecto. Yo no les puedo demandar nada puesto que no tengo una opinión formada al respecto y el ejercicio estaba planteado de tal manera que no hay una salida políticamente correcta. De hecho la dispersión de opiniones al respecto es evidente. Hay quienes creen que los modelos son necesarios y los que entienden que se está coartando la creatividad. Yo no sé qué podrían decir para agradarme porque no se lo he planteado en ese sentido. No lo sé. Francamente no sé si es mejor desarrollar su espontaneidad libremente considerándola un valor o considerar que hay que darles pautas y modelos para ir formando su disciplina y su capacidad reproductiva (de copia). Creo que han contestado muy libremente sin ser inducidos en un sentido u otro. El cuento es suficientemente ambiguo como para sugerir distintas interpretaciones. Y si, lo que yo estuviera sugiriendo veladamente es que hay que dibujar libremente sin manipulación, he de considerar que todo el sistema educativo va en dirección opuesta y no sé si yo siquiera soy un profesor que fomente la creatividad. Pero una cosa es cierta como dice el educador americano Ken Robinson: la escuela mata la creatividad. Los hacemos máquinas de reproducir. Pero es más cómodo, es más correcto, y es más pedagógico hacerlos copistas para ir apagando su espíritu libre, así los vamos adaptando a la sociedad donde hay que envainársela y ni aun así.
EliminarUn abrazo.
Hola Joselu.
ResponderEliminarTras leer el texto y los comentario me viene a la memoria otra entrada en la que hablabas de la autoridad docente. El niño se ve condicionado por el hacer del profesor que dirige, evalúa, programa, analiza y busca la manera de que el muchacho progrese. En el texto que comentas en tu entrada veo cosas muy interesantes. La maestra primera decide que hace el niño, dirigiendo en todo momento y el niño se adapta a las pretensiones de la maestra por el principio de autoridad. No se tiene en cuenta al niño como agente activo, como persona que piensa. La maestra es la que sabe lo que al niño le conviene y que como debe aprender. La segunda de más margen de maniobra, más libertad. Sin embargo el niño ya condicionado por su pasado educativo piensa que tal vez hacer lo que le dijo la maestra anterior seguro que es valorado positivamente. Así es como interpreto el texto. Un saludo.
Buenas tardes,
ResponderEliminarAcabo de descubrir su blog y creo que me quedaré por aquí :)
Enhorabuena.
Un saludo,
Elisa
Hola, Elisa, llevo nueve años en internet. ¡Ya era hora de que me descubrieras! Jajaja. No sé si merezco la enhorabuena, pero sí que siento algo parecido a un pellizco de placer al saber que has llegado hasta aquí. Bienvenida al mundo de la educación que se da la mano con la literatura. Todo es como parece hasta que deja de serlo. Un saludo.
EliminarLeyendo tus notas desde hace años, he aprendido a darles voz a mis alumnos. Cada día dedico más tiempo a la expresión oral y al debate, sobre todo en el PQPI, ese curso estigmatizado. Atrapados por las programaciones, los docentes vivimos el aula con la presión de "dar clase" y de "acabar los temarios", pensando sobre todo en los que puedan sobrevivir y necesitar algún día nuestras enseñanzas teóricas. En esa vorágine, muchos -la mayoría, creo- van perdidos y solo ven nuestras clases como una sucesión de intrincados conceptos que no les sirven de nada. Por suerte, a veces tenemos un atisbo de iluminación y los ponemos a hacer cosas, a debatir, a recitar, a dramatizar... Entonces ven que tienen voz y que la escuela reserva cierto protagonismo para ellos. Lamentablemente, cuando nos ponemos estupendos hay muchos que ya han abandonado, pues parece que la Escuela está condenada a llegar siempre tarde a dar respuestas al mundo en que se inserta.
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