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domingo, 9 de enero de 2011
Madame Tutli-Putli
Para terminar la serie, os presentamos este vídeo extraordinario titulado Madame Tutli-Putli. Cualquier tema y cualquier tratamiento pueden ser abordados por el corto de animación. En este vemos a la protagonista, que da su nombre al vídeo, una mujer frágil y delicada, que inicia un viaje en un tren nocturno. Va cargada con todas sus posesiones. El viaje, aparentemente normal, se van transformando en este stop motion animado en un recorrido existencial y metafísico en el que la protagonista se enfrentará a todos sus demonios y desembocará en una desasosegante segunda parte que está preñada de imágenes amenazadoras y surreales. El corto aúna un sentido existencial alegórico, de difícil interpretación por el esoterismo que vela todo el desarrollo y que lo hace abierto a múltiples interpretaciones, y el género fantasmal terrorífico que sin duda inquietara a los potenciales espectadores de este domingo. En todo caso es un filme magnético que no dejará indiferente a nadie que esté dispuesto a ver sus dieciocho minutos de duración. Preparad, como decía María, las palomitas y una bebida que las acompañe.
Algunas interpretaciones lo han relacionado con el thriller jungiano y otras con el suspense de Hitchcok.
El corto está dirigido por Chris Lavis and Maciek Szczerbowski y está producido por el National Film Board de Canadá.
Algunos entusiastas del corto de animación nos estamos planteando crear un portal para la investigación de sus recursos imaginativos y narrativos. Sin duda no será el primero pero tampoco quiere decir que no podamos añadir nuestro granito de arena en este terreno que merece ser explorado y fomentado. En todo caso es un proyecto abierto y por construir.
Quiero dedicar este corto lleno de suspense e inquietud a Lola que ha descubierto su pasión por las historias plasmadas en estos filmes llenos de calidad narrativa y magnéticas imágenes. Son, sin duda, un filón que pretendemos disfrutar colectivamente. Atentos, pues, a lo que vaya a surgir.
sábado, 8 de enero de 2011
French roast
Quería poner fin a este ciclo navideños de exploración en el lenguaje del corto animado, pero he encontrado French roast, un interesante filme que desborda originalidad e imaginación, desvelando actitudes de los seres humanos en determinadas circunstancias. Además nada ni nadie es lo que parece.
Mañana domingo publicaré el último de la serie, preparaos para una buena sesión con palomitas y un refresco. Invitad a vuestros amigos.
El vídeo está producido por la Pumpkin Factory.
Dirigido por Fabrice O. Joubert
miércoles, 5 de enero de 2011
La maison en petits cubes
Una pequeña maravilla. Me cuesta expresarme con palabras. Os dejo este vídeo que refleja mi modo de sentir el mundo.
Dirigido por Kunio Kato.
Producido por Masanori Kusa.
lunes, 3 de enero de 2011
Vídeo 3000
VIDEO 3000 from Lola Corbalán on Vimeo.
Un nuevo vídeo que cuenta una historia en cinco minutos. Al final no he podido sino sonreír. Me lo estaba imaginando. Os lo recomiendo. Estos cortos pueden ser un material didáctico muy útil para nuestros alumnos. Narran una historia que puede ser diseccionada y comentada. En este caso, la sorpresa y el humor son factores fundamentales. ¿Qué otros recursos distinguís?
sábado, 1 de enero de 2011
El gato que quería ser pianista
el gato que queria ser pianista from Lola Corbalán on Vimeo.
No sé si habrá algún amigo que se pase esta noche por aquí. Lo programo para que se publique a las doce en punto de la noche, justo cuando las campanadas. Es mi pequeño regalo a todos los que en algún momento decidan salirse de la noche de fin de año y la madrugada de Año Nuevo para pasar por aquí.
Quiero desearos lo mejor en este año recién nacido que se anuncia duro y conflictivo, aunque sé que sabremos salir de ésta. A peores nos habremos enfrentado, sobre todo nuestros padres y abuelos.
Quiero dedicar este vídeo a Cora Tusnelda en estos días en que el mundo y la vida parecen acelerarse mostrando giros imprevistos. Sé que le encantan los gatos y la música.
¡Feliz 2011!
jueves, 30 de diciembre de 2010
The end
THE END
Cargado por Premium-films-Tv. - Videos web independientes.
Os sugiero que no leáis los comentarios hasta ver el vídeo para no tener pistas. Este corto francés está bien para acabar el año. ¿Qué os parece?
sábado, 25 de diciembre de 2010
Thought of you
Thought of You from Ryan J Woodward on Vimeo.
Vídeo conocido a través del blog de Rosa Musicasabinamora. Necesitaba algo alegre y vital para este final del día de Navidad. El desenlace es algo desconcertante... ¿Qué opináis?
Dedicado a todos que pasáis por aquí y dais calor a la blogosfera.
viernes, 24 de diciembre de 2010
Tiempo cíclico y Navidad
Anwen Keeling
Es difícil decir algo original en Navidad. No lo pretendo. Tengo la impresión de que cualquier mensaje que uno pueda idear tiene algo de manido y convencional. Hay a quienes les entusiasma la atmósfera de la Navidad y hay a quienes les produce urticaria esa profusión de buenos sentimientos que se combinan con el consumismo más extremo. Hay a quienes la Navidad les evoca las fechas de otras navidades en que eran niños y la viven con agrado y cierta ingenuidad que se recupera. Otros reviven en estos días navidades tristes de la infancia o las viven en soledad por razones infinitas. No deja de ser un placer ignorar esta noche y acostarse temprano leyendo un buen libro como El corazón de las tinieblas, y mañana levantarse también pronto para ir a hacer footing en una ciudad vacía.
Lo más interesante de la Navidad para un observador escéptico es tomar conciencia de que representa el acontecimiento de año que más revela el fluir cíclico del tiempo frente al fluir lineal. Ciertamente es un conjunto de ceremonias rituales que se repiten anualmente marcando el solsticio de invierno. Nuestra vida incluye un determinado número de solsticios. No sabemos si llegaremos al próximo o nos quedaremos a mitad de camino. Ignoro cuántos me quedan. ¿Veinte? ¿Diez? ¿Uno? ¿Ninguno? Comemos, bebemos, nos reunimos, bromeamos, cantamos, volvemos a oír villancicos, ponemos el nacimiento, el árbol, adornamos la casa, bajamos a Barcelona a ver el nacimiento de la plaza Sant Jaume. A veces hace frío y unimos estas fechas a una bajada de las temperaturas. El caso es que fichamos diciendo: estamos aquí, no nos hemos ido, pero hay muchas más navidades pasadas que las que vendrán (en mi caso). El tiempo gira vertiginosamente encaminándonos al abismo, pero los ritos anuales contribuyen a que algunos mitiguen su desasosiego y olviden su condición existencial mientras brindan con cava y cantan canciones de Navidad. Somos seres en tránsito, sin una especial densidad, cantamos mientras podemos, hacemos el amor con ropa interior roja (si os gusta), nos aproximamos a la chimenea y sentimos el calor que nos arropa en un universo enigmático y glacial.
Durante unos meses –hace tiempo- me fui a viajar por el oriente. Sólo me llevé un libro de lectura. Se titulaba Mito y realidad y el autor era Mircea Eliade. Me sirvió durante tres meses como reflexión en un mundo (Indonesia) en el que el mito seguía teniendo sentido. El mito es una historia sagrada que evoca un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el de los orígenes. Dicho origen da sentido a nuestra realidad, Mediante ritos volvemos a ese tiempo inaugural de modo que volvemos a renacer cada cierto tiempo. Cada rito es sagrado, la vida se colma de actos que tienen una estructura sagrada. Pero la idea es siempre la de volver a recuperar el tiempo del principio cuando el mundo estaba recién hecho, cuando todavía nada se había degradado. Volver al principio es participar de los ritos de la renovación, de la recreación, del renacimiento.
Hay quienes ven en esta concepción arcaica y mitológica un residuo de oscurantismo y de irracionalidad… pero otros consideran que en el mundo que vivimos, nuestra percepción de la realidad, absolutamente materialista y plana, impide la comprensión del íntimo latido de la realidad más misteriosa, y es el de que tendemos a volver al origen. Nos encaminamos a la muerte, teniendo quizás algunos la intuición, de que es el pórtico al renacimiento. Y en ese fluir circular se inscriben tal vez los ritos de invierno, que no podemos dejar de vivir con un secreto estremecimiento de felicidad o de honda tristeza. No pueden dejarnos impasibles o indiferentes. Es el último resto que perdura en nuestra concepción circular del mundo.
Detrás del consumismo, detrás de las cenas con los cuñados, detrás de los villancicos del Mercadona, detrás de los turrones, detrás de las ramas de acebo en nuestras puertas, detrás de toda la mercadotecnia y la tecnología que nos invade, se plasma nuestra tendencia a renacer de alguna manera, pero nuestra sociedad occidental ha perdido la posibilidad de percepción de lo sagrado. En ese tira y afloja reside nuestra navidad.
Yo por si acaso la viviré escépticamente, pero con un interno sentimiento de sorpresa y reconocimiento de que añoro ese origen, ese momento inicial del universo al que tiendo a volver.
La imagen de Anwen Keeling está tomada del blog Imagina y crea de Carmen Sabes. Es uno de los mejores blogs en la red.
martes, 21 de diciembre de 2010
El túnel y mi iPad.
Ernesto Sábato
Lo confieso: me ha dominado el deseo, posiblemente el consumismo, tal como adelanté en algún post anterior. Llevaba meses dándole vueltas al asunto. Había visitado varios supermercados de tecnología: el Mediamark, el Fnac, El Corte Inglés. En todos ellos buscaba a algún dependiente, en horas de no demasiado público, para intercambiar con él impresiones sobre el dispositivo de Apple. No sé por qué pero en todos los almacenes que he visitado los empleados eran hombres, jóvenes y dinámicos. ¿Acaso el mundo de la tecnología atrae mucho más poderosamente a los varones que a las mujeres? Lo cierto es que yo iba con dudas de todo tipo porque en un principio partía de cero sobre la realidad y funciones del iPad. Busqué alternativas en otras marcas como Toshiba o Samsung, pero ninguna me llegó a convencer. Sus aparatos me resultaban rudimentarios al lado del increíble iPad. En alguna ocasión, tras una charla provechosa con el amable empleado que me atendió, nos despedimos con afecto, aunque yo ya sabía que no lo iba a comprar allí. He comentado mis dudas con amigos con los que he mantenido interesantes conversaciones. Uno de ellos que leyó la referencia que hice en el blog, me comentó que por fin aparecían públicamente un vicio o una debilidad míos, ya que, según parece, soy alguien que se presenta orlado de misticismo y lleno de idealismo. Mi intenso deseo tecnológico me hace bajar al terreno de los seres normales, llenos de pequeños o grandes defectos, como mi ansia por un objeto revestido de cualidades casi mágicas. Me interesó el comentario de mi amigo. Puedo dar, sin proponérmelo, una imagen demasiado exquisita, como si fuera un ser puro y perfecto, repleto únicamente de grandes idealismos. Y la realidad no es así ni siquiera por aproximación. Todos tendemos a dar una imagen mejorada de nosotros mismos. Hay pocos hombres de una sola pieza, que no tengan contradicciones, e incluso en ellos seguro que existen los ángulos oscuros.
Tengo ya mi iPad 3G de 64 gigas. He esperado durante meses, imaginándolo, teniéndolo en mis manos en las tiendas de tecnología, buscando debates en foros de internet que me informaran sobre él, conociendo las grandes utilidades de este instrumento y también sus insuficiencias. He experimentado el deseo como hacía tiempo que no hacía. Me gustaba en momentos de tristeza o dolor, imaginarme con el aparato en mis manos como si estuviera dotado de cualidades maravillosas para conjurar el sufrimiento, y lo cierto es que llegaba a sonreírme ante cualquier pequeña o gran adversidad pensándome con mi iPad.
He comenzado incluso a leer un libro en formato digital. Concretamente El túnel de Ernesto Sábato que leí hace más de veinte años, y lo cierto es que me ha vuelto a subyugar la historia del pintor que se enamora de una mujer que observa en un cuadro un aspecto no considerado por la crítica, un detalle marginal, pero que al pintor le demuestra que es la única que ha comprendido su obra. Siento una sensación parecida a la que sentí en 1996 cuando por primera vez navegué por internet en un cursillo de la Generalitat. Me dije con orgullo: soy internauta. En este sentido advierto que ahora ya soy lector digital, a pesar de mis reparos manifestados en este blog. He puesto la pantalla con una luminosidad tenue y de momento no me resulta fatigosa la lectura.
Ha sido admitido ya como un miembro de la familia e incluso mi hija mayor le ha puesto nombre, y es que en esta casa muchos objetos tienen su propio nombre o apodo. Nos encanta bautizar a los personajes aparentemente inertes de nuestra vida cotidiana con un apelativo afectuoso que hace que nos los incorporemos. Mi iPad se ha transformado en los dos o tres día que hace que lo tengo en un protagonista indiscutible de mi modo de entender mi relación con la tecnología.
Es un dispositivo fascinante.
Recuerdo el tiempo en que me decía a mí mismo –en los primeros tiempos de mi carrera docente- que me mantendría al margen de la rudimentaria informática que había en los años ochenta del siglo pasado.
Hoy puedo decir que mi realidad es tecnológica en buena parte de mi vida. Tal vez debería enmendar esto con ese viaje nunca llevado a cabo de varios meses vagabundeando por África. Creo que sentiría un placer igualmente intenso de poder prescindir durante ese tiempo de cualquier relación con la tecnología y volver a mi diario personal escrito manualmente con pluma estilográfica. Me atraen los extremos.
He escrito este texto con mi iPad. Lo comparto con vosotros.
Espero que no haya alguno que se diga con toda la razón del mundo. ¿Qué diablos es en realidad un iPad?
viernes, 17 de diciembre de 2010
En la planta geriátrica
Pasar un tiempo en un hospital te da una medida bastante aproximada de la fragilidad humana. He estado unos días como acompañante en la planta tercera de un hospital público y he tenido ocasión de asistir en la sección de geriatría al encuentro con el lado menos glamouroso de la vida: la enfermedad, la decadencia y la vejez. Cuando salía de la habitación donde estaba, recorría los pasillos en las largas horas de espera. Algunas habitaciones estaban abiertas, a pesar de los carteles en todas las puertas que pedían, para preservar la intimidad, que se cerraran las citadas puertas. Ello me daba ocasión de ver a los ancianos que allí estaban hospitalizados, observar cómo tenían el estado de ánimo o cómo les daban de comer los visitantes que tenían… Asusta verse en ese espejo que nos está aguardando en un futuro más o menos cercano, pero en esta ocasión he querido contemplar la vejez y las enfermedades que la acompañan no como un fracaso existencial ni como una desgracia, sino como un estado necesario del ser. He querido ver sin anteojeras el hecho de envejecer, sin juzgarlo negativamente, sólo considerándolo como una parte de nuestra vida, como una pieza única en nuestra vida, igual que lo es la niñez o la madurez. He intentado vencer el horror que me inspiraba en otros momentos de mi vida y he considerado frágiles y hermosos a los ancianos que veía. Una de ellos –Teresa- tenía alzheimer desde hace cinco años. Su mirada parecía perdida y tímida. Yo la miraba y le saludaba, pero no interaccionaba con mis miradas. No sé en qué estado estaba. Vagaba perdida en el vacío. Sus hijas –las dos testigos de Jehová- la cuidaban con devoción. He tenido ocasión de hablar con ellas por separado. Recordaban a su madre plena de vida, cantando jotas, activa y vivaracha cuando ahora tienen que cuidarla como a un bebé, en este estado extraño de desconexión con la memoria de todo lo que un día fue. Lo más emocionante del caso es ver cómo la trataban, cómo la querían las dos hermanas, personas sencillas y alegres. La madre tenía ochenta y cuatro años y estaba toda llagada por pasarse la vida tumbada. No obstante, su rostro me parecía sereno y en paz.
Otra anciana parecía malhumorada, no quería comer ni beber y parecía dar la impresión de que se estaba dejando morir, como si hubiera llegado ya a un límite de desgaste en que ya hubiera elegido no seguir viviendo. Intuí una vida dramática que abocaba a la desolación y a la soledad, tal vez la desesperación. Su única liberación era la ensoñación en la que pasaba sumida largos ratos. Otro daba berridos cada pocos segundos. Cada uno enfrentaba la situación como podía, y uno podía percibir en la planta un cierto estado de ánimo colectivo.
Uno en la vejez recibe tal vez lo que ha sembrado y es la culminación de todo lo que se ha sido en vida. Alguna vez llegué a pensar que cuando uno llegara a la edad provecta se produciría en un incierto momento algún tipo de iluminación sobre la propia existencia. Pero me doy cuenta de que esto no es así. Uno es el mismo que ha sido siempre pero viejo. Las metáforas optimistas de que uno crece en sabiduría no son necesariamente indiscutibles. La vejez es recapitulación, vértigo, atravesar las lindes del desierto, abandono, luz melancólica de otro tiempo que ya no volverá, aledaños de la muerte, aunque también puede ser plenitud y éxtasis, pero para esto tendríamos que preparararnos para saber envejecer. Se ha mitificado tanto la juventud que todo parece decadencia cuando nos alejamos de ella e intentamos prolongarla. No sé tampoco si la vejez habría que asumirla con un gesto de rebeldía o de estoicismo. Ayer me enteré que Juan Belmonte, el famoso torero amigo de Hemingway que lo hizo personaje de sus novelas Fiesta y Muerte en la tarde, se suicidó a los setenta años enamorado de una jovencísima amazona que no le correspondía, y aquejado de una dolencia que le impedía montar a caballo. ¿Fue el suyo un acto de rebeldía e insumisión ante lo inevitable?
Miraba en mi deambular por los pasillos blancos a los internados y el contraste vivo con las jóvenes enfermeras que los cuidaban positivas y llenas de vitalidad. Descubrí alguna mirada de alguno de los ancianos que se dirigía llena de deseo hacia la juventud y la belleza que representaban esas ninfas de los pasillos que tratan con familiaridad a los ochentones. No hay sitio en que más se aprecien unos ojos hermosos, una voz amable, unas curvas insinuantes debajo del uniforme verde que en un hospital en la planta geriátrica. No sé por qué la enfermedad por contraste nos lleva al ansia de belleza y de sensualidad. También lo hace la presencia de la muerte, y probablemente la vejez.
Me queda la ilusión de que puede deteriorarse la cáscara, pero seguir animoso y potente el espíritu. Pero no sé si esto es sólo una imagen que ansío. En algunos ojos de aquellos ancianos detectaba la desilusión y la rendición más que el desafío.
Me imagino siendo algún día en un hospital un viejo lleno de pensamientos inspirados por Venus, pero eso sí con un rostro de no haber roto un plato en mi vida. Nadie sabrá jamás qué pasa por mi imaginación. Sólo vosotros que me leéis desde la lejanía.
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