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viernes, 22 de mayo de 2009

Homenaje a Mario Benedetti

Ya está en marcha nuestro recital poético en recuerdo de Mario Benedetti. Es un lujo y un placer haber asistido en los últimos días a tantas referencias a su persona y a su poesía en múltiples blogs. Hemos querido unirnos a esta marea sentimental -no nos duele el adjetivo sentimental- que ha generado su desaparición, del mismo modo que su figura concitaba el encuentro de multitudes ansiosas de oírle en persona. Guardo como un tesoro el disco El sur también existe de Joan Manuel Serrat con textos de Mario Benedetti, porque la poesía de Benedetti siempre tiene como trasfondo a ese ser humano anónimo, angustiado, deseoso de luz y de justicia.

Os animo e invito a parcicipar en este pequeño homenaje que sigue en sus líneas el que coordinó Antonio Solano con el hermoso recordatorio que dedicamos a Ángel González.

He creado un wiki titulado Homenaje a Mario Benedetti. Habréis de registraros como usuarios del mismo para evitar el vandalismo. Se trata de poner nuestra voz a sus poemas, a algunos de ellos que he seleccionado de la página A media voz, pero podéis recitar otros no presentes en la antología. Sólo tenéis que añadirlos a la página portada.

¡Sólo necesitáis un micrófono y vuestra voz!

En la página de Normas de publicación se os explica cómo hacerlo posible técnicamente.

Me encantará oír vuestras voces dando vida a la poesía de Benedetti.

HOMENAJE A MARIO BENEDETTI

martes, 19 de mayo de 2009

Pedro y el capitán

No me gusta que el velatorio de Mario Benedetti haya sido en el lujoso y marmóreo salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los diputados uruguayo, ni me resulta estimulante que su tumba vaya a estar en el Panteón Nacional de uruguayos ilustres. Benedetti era un escritor del pueblo, sus palabras estaban escritas y pensadas en la cercanía al lector de la calle. No pensaba que la poesía hubiera de estar escrita con un lenguaje alejado de la cotidianidad. Benedetti era el hombre con el que me hubiera gustado estar departiendo toda la noche sobre poesía, política y literatura con unos vasos palmeros de whisky y un paquete de cigarros sobre la mesa.

 Tuve una experiencia intensa con Benedetti. En los años 1986-87-88 disfruté de la magnífica ocasión de interpretar a uno de sus personajes dramáticos más populares. La obra era Pedro y el capitán y yo interpretaba la figura del torturador que interrogaba al preso político Pedro en una de tantas dictaduras latinoamericanas que hubo en el cono sur. La obra constaba de cuatro densos actos en que los dos personajes se enfrentaban en circunstancias dramáticas. Pedro era un detenido político al que era esencial extraer información sobre sus compañeros de partido. El capitán era un coronel del ejército, culto y refinado, que recibía al preso tras el paso por otros interrogadores menos dialogantes. Porque el capitán era el “bueno” en ese juego infernal de la tortura. El capitán le advertía de lo brutos y bestiales que eran los otros, que lamentaría mucho que le hicieran daño, que él era diferente y que le convenía hablar. Pero Pedro no hablaba sobre lo que le interesaba al capitán y el enfrentamiento entre ellos era cada vez más tenso tanto que el militar termina desmoronándose ante las respuestas dialécticas del prisionero. La obra marca una relación cambiante entre los dos personajes. Primero el capitán está arriba ante un prisionero indefenso que lleva una capucha negra que le impide ver. Cuando le quita la capucha, sintiéndose seguro, es el mismo capitán el que se expone a la mirada y las palabras de Pedro. De nada valen sus amenazas de que van a violar a su mujer y van a golpear y matar a su hijo. Pedro resiste todo y sabiéndose ya al final de la obra, roto físicamente, que va a morir, manda a su hijo un último mensaje de que no traicione, de que sea fiel a sus ideas. El capitán está destruido moralmente. Su personaje presenta un declive y es él  quien  suplica a Pedro que diga algo para justificar tanta violencia, tanto dolor. 

 Representamos esta obra frente al público en el pequeño teatro de la Riereta en el Raval barcelonés durante dos meses, la llevamos por institutos de bachillerato y formación profesional donde tuvo una aceptación magnífica, y también la representamos en la prisión Modelo de Barcelona ante los presos de la sexta galería. La obra no hacía concesiones al espectáculo. Solamente era diálogo entre dos personajes, sin efectos especiales. Duraba una hora y cincuenta minutos de toma y daca dialéctico marcado por la iluminación plana y cenital de los focos. Los alumnos de dieciséis años se sentían cautivados por ella y el aplauso que recibía la obra era de lo más gratificante y emocionante. Recuerdo en Sant Boi en un centro de Formación Profesional donde la representamos ante cuatrocientos alumnos dispuestos a cargársela. Todo eran gritos y risas cuando salimos a escena. Cinco minutos después el silencio era absoluto y se podía cortar con una hoja de afeitar. La tensión subía cuando el capitán le daba una fuerte bofetada y lo tiraba al suelo. Ciento diez minutos ininterrumpidos de bla-bla que tenían a aquellos adolescentes terribles prendidos de la obra, del debate que suscitaba: fidelidad a unos ideales, sentimiento moral, abyección del torturador frente a la dignidad del Pedro, la victoria final del prisionero antes de morir sin haber dicho nada de sus camaradas. El aplauso final era rotundo y sentido.  La obra les había entusiasmado.

 Y es que Benedetti conectaba con el público por su sentido del dramatismo y de lo poético. Tenía esa cualidad de hablar de cosas importantes con el lenguaje de las personas sencillas, igual que su poesía densa y humana, comprometida con la vida, con los hombres, con la sociedad, con su tiempo. El poeta Antonio Gamoneda ayer, tras su muerte,  lo vino a calificar de poeta menor y facilón por su lenguaje coloquial y carente de artificiosidad; lo puso al mismo nivel que el habla de los periódicos y la publicidad. Sin embargo, sin entrar en la polémica, no me cabe duda de que Mario Benedetti llenaba teatros para escucharle y sus versos caminan llenos de luz por la calle entre los transeúntes y los viajeros del metro o el autobús. Es de los pocos poetas que ha logrado romper el aislamiento de la poesía encerrada en una torre de marfil. Pienso que hay lugar para ambas tendencias de la poesía y que necesitamos, sin embargo, más que nunca, a poetas que lleguen a las calles, a los institutos, al metro, a las cárceles, a los auditorios, a los blogs… ¿Podemos, Antonio Solano, hacerle un pequeño homenaje como el que hicimos a Ángel González? ¿Se apuntaría alguien más a la idea?  

No me interesa el Benedetti de los panteones sino el poeta de la calle, de los blogs, de las prisiones, allá donde haya hombres y mujeres hambrientos de poesía. 

jueves, 14 de mayo de 2009

España

Después de los silbidos, gritos y abucheos mayoritarios de las dos aficiones vasca y catalana a los reyes de España y al himno español, no por esperados menos dolorosos, me puse a pensar en España, en si tenía sentido España a estas alturas. Para los que silbaban y chillaban desde luego que no. No voy a recriminarles su actitud. En el Parlamento español se ven diariamente ejemplos de pésima educación por parte de los que más defienden en principio la idea de España. Me puse a pensar y llegué a la conclusión de que España es un error de fondo. Un error histórico que ya no tiene solución de continuidad. Fidel Castro hace unos días calificó a España como de imperio colonial con muletas. España es una cárcel de pueblos que aspiran a su soberanía. Pensé en un día gris, pero no muy lejano, en que Cataluña y Euzkadi proclamarán su independencia. Esto supondrá un aldabonazo en la conciencia de país y quizás los demás pueblos piensen que España no tiene sentido sin catalanes y vascos. Navarra irá detrás en desagregarse de la supuesta unidad, Canarias pedirá su incorporación a la Unión Africana, Andalucía y Aragón reivindicarán su carácter nacional y no querrán ser menos que los demás. Los parlamentos autónomos servirán de soporte provisional hasta la redacción de sendas constituciones que revaliden las nuevas independencias que irán incrementándose a medida que pasen los días: Asturias, Cantabría, Galicia, Extremadura, Murcia, Castilla, León que exigirá segregarse de Castilla, El Bierzo que exigirá segregarse de León y unirse a Galicia, la franja de Aragón que querrá unirse tal vez a Cataluña, Valencia que no querrá unirse a Cataluña para formar els Països Catalans, las islas Baleares que verán con desconfianza la nueva capitalidad barcelonesa, la Mancha de igual modo pedirá su desagregación de la unidad y proclamará su carácter nacional del mismo modo que La Rioja. Sólo quedará Madrid en el centro como resto de un cadáver desmembrado. Todos los parlamentos independientes reivindicarán su definición nacional y su historia diferenciada. Los que tengan lengua propia la impondrán como única en su territorio y se exigirá pruebas de adhesión a la nueva patria y su bandera.

 Sólo quedará subastar las posesiones compartidas como el museo del Prado que se repartirá equitativamente entre todas las nuevas naciones que pedirán su entrada en la Unión Europea. Todas estas naciones reivindicarán su entidad republicana y los Borbones se quedarán sin trabajo. El príncipe Felipe se exiliará en Grecia con su madre, su padre y sus hijos. Se acabaron los vividores del cuento.

 Los conflictos internacionales arreciarán y las relaciones entre estados vecinos serán cada vez más tirantes. Las nuevas naciones tendrán que constituir fuerzas armadas para defender su soberanía y las líneas fronterizas, tan permeables por tantos años de cohesión obligada. Iparralde no querrá unirse a Euzkadi y preferirá seguir siendo francesa y Navarra se dividirá  entre los partidarios de la unión a Euskalerria y los de la navarridad.

 Los historiadores de cada nueva nación serán convocados para redactar una nueva historia sin contaminación y explicando los largos siglos de dominación centralista. Las cuencas hidrográficas serán blindadas por los parlamentos nacionales lo que causará conflictos sin fin entre los distintos estados del mismo modo que las comunicaciones, y las vías del trazado del AVE que serán pospuestas por falta de acuerdos de financiación.

 Los torneos de fútbol y demás deportes contarán con las respectivas selecciones nacionales soberanas. Ciertamente será menos divertida la liga de cada estado sin competir con las de los demás, pero bueno. El Barcelona juega contra el Manresa y el Tarrassa y gana la liga Nacional Catalana sin problemas.

 La economía se resentirá y los mercados exteriores  se contraerán por la complejidad de las exportaciones y los conflictos originados entre estados.

 Alguien sugerirá en algún momento la creación de una Confederación Ibérica de pueblos independientes. Los pueblos Andaluz y Aragonés apoyarán la idea pero desde la república Catalana se verá como un intento de resucitar la vieja, rancia y casposa España. Desde Euskalerría se dirá que ni pensarlo. El pasado ha sido demasiado ominoso como para dar vida a confederaciones españolistas.

 Cartagena se querrá independizar de Murcia y crear su propia autonomía dentro de la nación Murciana. El panocho se convierte en lengua nacional de la nación Murciana,  la fabla, de la Aragonesa, y el  bable, de la Asturiana. Todas estas lenguas se unirán a las que serán comunes y utilizadas en la Unión Europea.

 Las ligas europeas se animan con la incorporación de dieciocho nuevas naciones, los presupuestos de defensa de los nuevos estados se incrementarán exponencialmente y la recesión económica  golpeará la andadura de estas nuevas naciones que por fin podrán respirar en paz sin la dominación centralista.

 España, esa cárcel de pueblos, ya no existirá y sólo algunos nostálgicos pensarán en Juan Ramón Jiménez  como un poeta español y no andaluz porque también se repartirán los escritores, los músicos, los pintores, los científicos…

 El problema es que Madrid, esa ciudad-Estado no sabrá ubicarse sin machacar, sin coaccionar a otros pueblos. Pero por fin seremos soberanos, plenos, libres e independientes y el mito legendario de España será enterrado en todos los libros de historia y desaparecerá de nuestros corazones. Podremos respirar en paz. ¡Qué alivio liberarse de España!

 ¡Qué razón tenía Pepe Rubianes! Y qué razón tenían ayer los silbidos contra ese proyecto totalitario que significa lo español. Porque existen los pueblos Andaluz, Murciano, Catalán, Extremeño, Vasco… pero no esa excrecencia del pasado que es España. 

lunes, 11 de mayo de 2009

El espíritu de la colmena

Reconozco que cuando vi en 1973 la película de Víctor Erice El espíritu de la colmena no reconocí la obra de arte que había detrás. Ha sido treinta y seis años después cuando he vuelto a visitar este prodigioso filme y me he quedado completamente boquiabierto. La he visto en tres ocasiones en tres días seguidos y aún quiero volver a verla con mi hija pequeña de nueve años. Estoy seguro de que le sorprenderá o maravillará y que le servirá de vacuna para enfrentarse a bodrios como Hanna Montana que ahora hace furor entre las preadolescentes adictas a Canal Disney.

 El espíritu de la colmena recrea en un filme lento, poético, lleno de silencios y elipsis la confusión  maravillosa de un niño entre realidad y ficción. Vemos en él, a través de esos ojos inmensos de Ana Torrent, que se comen la pantalla, el funcionamiento de la imaginación de una niña de seis años que se siente fascinada por el mito del monstruo de Frankenstein que conoce a través de una película que llega a su pueblo, perdido en la meseta castellana. El presentador les habla de una de las películas que más ha estremecido a los espectadores desde que empezó el cine, pero les recomienda que no se la tomen demasiado en serio. Pero Ana sí que se la toma en serio y asistimos a la conversión de todo el universo que la rodea en un lugar misterioso y enigmático. Víctor Erice transforma  el caserón donde viven Fernando y Teresa  (Fernando Fernán Gómez y Teresa Gimpera) en un mundo inmenso con sus silencios y con sus miedos… El campo, el pozo, el fuego, la muerte, la hermana poco mayor que ella (Isabel) son los ejes junto a ese mundo extraño y metódico que es el de las abejas que los seres humanos no llegan a entender. Víctor Erice tomó el título de la película del libro del autor alemán Maurice Maeterlink que escribió el texto más hermoso sobre la vida de las abejas.

 Animo a todos los que lo tengan lejano a ver este extraordinario filme que es uno de los mejores de toda la historia del cine español e incluso universal. Es francamente sorprendente. Pero quería traer a colación un tema colateral y es el de la imaginación de los niños. Esta película me ha hecho reflexionar sobre ello. ¿Es posible hoy en día que se desarrolle en el mundo de los niños esa increíble capacidad que es la imaginación? Me temo que esa sobreprotección que ejercemos sobre ellos les imposibilite para ello. A esto se une la televisión que es auténticamente demoledora para la imaginación. Un niño se pasa centenares por no decir miles de horas frente a la televisión. Muchos padres desde que nace lo conectan allí. Luego está el mundo aséptico de los centros comerciales donde pasan muchas horas; se añade el alejamiento de la naturaleza, la ausencia del silencio y la persistencia de un estrépito continuo que impide que el cerebro se quede jamás en calma, el estrés de la vida cotidiana, las múltiples actividades que han de hacer, las madres y padres bienpensantes que los llevan un rato al parque para que jueguen en juegos absolutamente estúpidos y carentes de imaginación. Todo se orienta a alejar el peligro de las vidas de los niños y se les expone a un universo comercial, ausente de imaginación, y cuando ven libros, ven los dibujos de historias de un niño –Teo- cuya principal aventura es perderse en el supermercado. Todo vacío de emoción. Se quiere extirpar el mal, el peligro y el misterio de la vida de los niños. Se les excluye y aleja de la muerte -oh, tabú innombrable- , del fuego, de los pozos, del silencio, de la inmensidad, de las casas oscuras, de la soledad, de las noches estrelladas, de la autoridad. Todo aderezado con ruido y televisión del tipo Canal Disney, un auténtico insulto a la inteligencia.

 Cuando uno ve los ojos de Ana Torrent que se ambientan en la posguerra española (1940) se da cuenta de lo que hemos perdido, de los tabiques que hemos puesto a la imaginación. No me extraña que los adolescentes sean tan previsibles, que tengan tan escasa capacidad de concentración, que se limiten tanto a esquemas trillados y estereotipados y que estén tan faltos de contención.  Han sido educados en la televisión, en la videoconsolas, en el consumismo, en un ritmo frenético, en la sobreabundancia y superprotección, en los centros comerciales, en visiones empobrecedoras -políticamente correctas- sobre el bien y el mal… Les ha faltado el peligro, la soledad, el silencio, la muerte, la lentitud, la emoción auténtica, los pozos, los ritos, el fuego, los ríos, los monstruos de Frankenstein, la vida auténtica y llena de pasión. Luego no tiene arreglo. Y además la literatura es una especie ya en trance de extinción. ¿No se entiende todo ya?

viernes, 8 de mayo de 2009

Evolución y azar

Un blog amigo -Waldeland 25 cuyo capitán es Serenus Zeitbloom- me lanza una propuesta interesante, siguiendo la cadena de la SFPA (Sociedad de Filosofía de la provincia de Alicante), sobre la importancia e influencia del evolucionismo darwinista en todos los ámbitos científicos y académicos. Profesor en la secundaria ha sido requerido para que reflexione sobre el concepto de “evolución” en el campo humanístico. Sin embargo, plantear el término “evolución” referido a la historia o la cultura a estas alturas es como intentar demostrar que hay luz a las doce del mediodía. ¿Cómo demostrar lo evidente? En el doscientos aniversario del nacimiento de Darwin su planteamiento evolucionista forma parte de modo intuitivo de nuestra concepción del mundo y de la ciencia. ¿Cómo imaginar la historia de la humanidad y del arte sin el concepto de “evolución”? Tendríamos que retrotraernos a un universo fijo e inmutable en donde todos los organismos, las personas, las sociedades, los géneros literarios o las tendencias artísticas ocuparían un lugar inmóvil en el mundo -como determinados por una voluntad divina- , y nuestra constatación, sin hacer mucho esfuerzo, es totalmente la contraria. Somos fruto de la evolución, estamos en cambio incesante, y ello lo percibimos en el transcurso de nuestra vida y a poco que nos interesemos por nuestro pasado y nuestro presente lo percibimos como una realidad incontrovertible.

La realidad funciona de forma dinámica -y no estática- interconectando fenómenos, influyéndose unos a otros, determinando tendencias o modelos evolutivos que se caracterizan por su continua adaptación a las condiciones dadas. Somos lo que somos en función del tiempo que nos ha tocado vivir y no nos cabe otra opción que adaptarnos a él o quedarnos atrapados como náufragos de un tiempo pasado. Nuestra realidad se manifiesta como la de una infinita variedad de organismos que luchan por la supervivencia, por su lugar en el mundo podríamos decir. En esta pugna perviven necesariamente los mejor adaptados teniendo en cuenta que en una sociedad democrática como la que vivimos no son sólo los más fuertes físicamente los que marcan la tendencia sino que son los más astutos, los más maleables, los más flexibles... A veces es una ventaja ser más pequeño o más simple que tus antepasados.

La lucha por la vida forma parte de nuestra concepción de las cosas. El mundo es un entrecruzamiento de fuerzas que entran en competencia feroz. Por ello la sociedad democrática se esfuerza en articular códigos de comportamiento tolerante mediante el cual podamos vivir en un inestable y enriquecedor equilibrio. Todos tienen su lugar, se nos viene a decir, y ello nos lleva a ser también tolerantes con los intolerantes; a ser compasivos y solidarios con los más débiles; a establecer cauces de mediación entre las partes en conflicto, asumido éste como inevitable; a favorecer al discapacitado; a la discriminación positiva; a ser permisivos ante el asalto a la autoridad cuyos fundamentos son dinamitados por teorías, comportamientos y tendencias corrosivas.

La evolución implica orden pero también caos, y en esa pugna reside nuestro estatus existencial y social. Durante mucho tiempo pensamos que nuestra evolución conllevaba la idea de progreso y consideramos que el tiempo se dirigía a un orden superior entendido éste como la culminación de las teorías humanistas que derivan de los fundamentos racionalistas de nuestra civilización occidental. Los seres humanos caminarían hacia un mundo más justo y solidario en el que existiría un nivel de felicidad mayor que el que hemos conocido. La idea de progreso es optimista, pero hemos llegado a un estado histórico en que nos hemos convertido en radicalmente pesimistas. Por primera vez el ser humano por su acción puede poner en peligro la existencia misma de la vida. Cada día desaparecen centenares de especies animales y vegetales y la biosfera está en grave peligro (deforestación, calentamiento global, desertificación, contaminación...). Los seres humanos se multiplican inexorablemente y con su deseo de poder van destruyendo la naturaleza que los contiene, las pandemias vuelven con fuerza, y el mundo almacena suficientes armas nucleares como para hacer desaparecer el planeta varias veces. Parecería que nuestro modelo de desarrollo está chocando contra sus límites y nuestro futuro nunca ha parecido tan incierto.

Unos conceptos que son recurrentes en las leyes de la evolución son el azar y la necesidad. La vida empezó por azar. No hubo ningún designio divino detrás. Existimos del mismo modo en que podríamos no existir, surgió la vida y el ADN y comenzó un proceso evolutivo biológico, geológico, humano y social que no tiene ningún sentido, no camina hacia ningún lado, no hay un punto de confluencia ni de llegada. Cambiamos por azar y por necesidad. Este fatalismo es el que nos lleva a concebir que del mismo modo que empezamos por azar podríamos concluir del mismo modo. Si desapareciera toda la vida humana en el planeta, el universo no se conmovería, somos un error en medio del espacio vacío y estamos probablemente solos en la negrura interestelar.

Hay quien piensa que si han de sobrevivir los mejor adaptados estos serían en última instancia las ratas, los virus y los mutantes.  

En medio de este azar extraño que es la vida, que sólo posee el sentido que queramos darle, nos orientamos como ciegos, pero a veces nos paramos y sentimos como confortante nuestra irrelevancia o levedad, y contemplamos con una sonrisa irónica nuestra dimensión trágica, nos bebemos un vaso de agua o de vino y empezamos a reír ahítos de felicidad incomprensible. 

lunes, 4 de mayo de 2009

Cráneo privilegiado

Hemos pasado unos días en el sur de Francia. Vivir en Barcelona supone que Francia está a unas tres horas. Ello da ocasión de visitar el lado norte de los Pirineos con cierta frecuencia. Y lo cierto es que me siento bien en Francia. Lo primero que uno nota cuando llega allí es la importancia de la cortesía en el trato. Bon jour es común cuando entras en cualquier establecimiento, pero dicho con especial énfasis, no un bon jour desmayado y protocolario. Los franceses ponen intensidad en sus saludos. Igual que a la despedida un merci con una amplia sonrisa y Au revoir, y un Bonne journée o un Bon voyage. Reconozco que me resulta cálido y cordial. Cuando he ido con mis alumnos al sur de Francia, ellos han notado la importancia de la cordialidad y la cortesía en comparación con el estilo bronco de nuestras relaciones en las que los saludos parecen fórmulas vacías de sentido. Uno se siente atraído por ese calor, por esa predisposición a cuidar las formas dotándolas de contenido.

 También me atrae de Francia el cuidado que ponen en conservar sus pueblecitos con  su estilo tradicional. En efecto, todos los pueblos que he visitado mantienen su imagen armoniosa no especialmente lujosa pero sí buscando proteger la piedra, los tejados de teja, las contraventanas y puertas de madera y evitando elementos “modernos” distorsionantes. En España hemos destruido la mayoría de nuestros pueblos dejando caer las casas en los centros históricos y sustituyéndolas por edificaciones modernas o se cambian las ventanas de madera por aluminio igual que las puertas. En Francia todo es discreto pero bien conservado, con primor, con conciencia del paisaje urbano, sin esa fiebre destructora que se ha impuesto en España en las últimas décadas, no sé si con mentalidad de nuevos ricos que odian su pasado y sus elementos arquitectónicos.

 Me asombra de Francia también el uso del usted en las relaciones sociales. Es preceptivo entre iguales y presente entre los jóvenes, y por supuesto lo es en la escuela entre alumno y profesor e incluso entre los mismos profesores. El usted predispone al respeto y a la consideración. Ignoro por qué se ha perdido en España  incluso con personas mayores. Quizás tenga algo que ver con el estilo de camaradería bronco que se puso de moda entre los falangistas en la postguerra. Los camaradas falangistas se trataban sin rodeos con un tú agresivo. Recuerdo en mi niñez que aún era frecuente el usted en las relaciones sociales, pero en la década de los sesenta y setenta fue totalmente arrinconado y olvidado. Las personas mayores se sienten menos mayores si se las trata de tú. El usted es como un síntoma de envejecer a la gente y se olvida su significado de respeto y valor de la distancia y la consideración.

 Y en cuanto a relación con el pasado, me admira de Francia que dicha relación no parece conflictiva mientras que en España lo es y mucho. Tenemos en nuestra historia una dictadura de cuarenta años que nos ha marcado profundamente y con cierta lógica tendemos a hacerla desaparecer o a ignorarla o a detestarla. Todo lo que proviene de la dictadura sea o no cierto nos parece sospechoso, incluido el ejercicio de la autoridad que parece de raíz franquista. En Francia no es así.

 Igual que en los nombres de sus calles aparece siempre una place de la Republique de la que se sienten orgullosos, y dentro de la nomenclatura urbana se realzan personajes del pasado compartido de Francia, al lado de prohombres locales. En España, la España de las autonomías, se tiende a destacar sólo las supuestas glorias locales, y se olvida o hace desaparecer los hombres de letras que han formado nuestra tradición. Me gustaría encontrar en Andalucía una calle dedicada a Salvador Espriu o en Cataluña una avenida con el nombre de Miguel de Cervantes. Somos muy poco conscientes de nuestro pasado, de su valor, de los momentos de gloria compartida. El pasado es peligroso y está contaminado de centralismo, dictaduras, un imperio ominoso, de suciedad...

 Me admira de Francia su bandera, su himno, su historia compartida por todos los franceses, mientras que en España no hay nada que sea asumido por todos y cualquier atisbo de intentarlo es lógicamente visto como un signo de amenaza.

 Acabamos nuestro recorrido en Collioure donde está la tumba de Antonio Machado y allí pude encontrarme con lo mejor de nuestra tradición, con algo que sería imposible en España: el calor republicano. Toda la tumba estaba llena de referencias tricolores, poemas, banderas catalanas y republicanas. Aquel cementerio es un remanso de paz de la España que pudo haber sido y no fue. Veo absurda y abominable la idea de trasladar la tumba de Antonio Machado a España. Está bien enterrado donde murió, en las circunstancias que lo hizo, después de  una derrota de los ideales republicanos, tras una huida azarosa y dolorosa, y donde fue acogido con afecto y allí sigue enterrado recibiendo cada día a docenas y docenas de visitantes que llegan hasta allí, un lugar tranquilo y hermoso, un pedacito de la España republicana en Francia.

 ¡Cómo añoro un país reconciliado con su historia, con su paisaje, con su cultura y con sus ideales. No sé si para ser español hay que odiar ser español. ¡Qué controversia!

 España.

Don Latino.- ¡Un esperpento!

El borracho.- ¡Cráneo privilegiado! 

lunes, 27 de abril de 2009

L'enfant sauvage

Ayer veía de nuevo la película de Truffaut con mi hija pequeña. Ella había quedado maravillada la primera vez que la vio. Desde entonces no había dejado de decirme que quería volver a verla. Por fin pude disponer de ella, y lo dos nos quedamos frente al televisor viendo esta película que plantea problemas fascinantes sobre la posibilidad de educación social de un niño que ha crecido sin contacto humano en plena naturaleza. Tiene una base histórica en el famoso niño de Aveyron que fue encontrado hacia 1800 con cicatrices en la cara y en el cuerpo. Aparentaba tener doce años pero era muy pequeño. Bebía en los arroyos y comía bellotas o raíces. Tras diversas vicisitudes, el doctor Itard se lo lleva a su casa e intenta socializarlo enseñándole el lenguaje, el sentido moral y el comportamiento civilizado.

El niño hace progresos aunque nunca puede pasar de determinado umbral y a pesar de que aprende el alfabeto y un cierto número de palabras, nunca deja de añorar su vida salvaje. En la película, el niño, Víctor, se coloca siempre al lado de la ventana mirando el bosque donde había crecido. Una vez se escapa y vuelve a su vida salvaje, pero los progresos dados en la civilización le impiden readaptarse a su vida anterior y vuelve con el doctor Itard tras varios días de vagabundeo por el bosque. El niño estará condenado a soñar con la vida en libertad, aunque será incapaz ya de volver a ella, pero tampoco podrá progresar en la vida civilizada y será en ella un permanente extranjero.

 Esta historia inmediatamente la he conectado con Blanca, una muchacha sobre la que escribí hace un tiempo en un post titulado Le bateau ivre. Os recomiendo releerlo. Tiene ahora veintipocos años y vive una vida equilibrada en compañía de su pareja. Solemos escribirnos y nos contamos nuestras respectivas situaciones. Sus correos electrónicos son un prodigio de capacidad de autoanálisis emocional y existencial. Blanca se hundió durante años en abismos de locura por causa de su enfermedad (TLP, Trastorno Límite de la Personalidad). Ello le llevó a vivir en la calle, a sufrir agresiones y autolesionarse,  a terminar por fin en psiquiátricos en los que fue internada. Me habla de su estancia en ellos. Ahora vive medicada y estabilizada, pero no deja de añorar aquellas fases de locura en que existía un yo que fue  químicamente lobotomizado para dejarle posteriormente en equilibrio pero sin aquel núcleo de identidad que la vertebraba causándole sin duda un terrible dolor pero dándole alguna consistencia. Añora esa vida en los psiquiátricos y me habla de las personas que conoció allí, de su interacción con ellas, de la exquisita sensibilidad de algunos de ellos, de la brillantez intelectual y artística de alguna mujer que estaba allí internada, de la prohibición de tocarse que existe en dichos centros, pero que ellos se las ingenian para sortearla y tener contacto físico de mil maneras diferentes, incluso follando salvajemente. Es una vida de cierta libertad entre electroshock y tratamiento farmacológico en que los yoes desbocados de los internos pueden manifestarse. Trastornos bipolares, esquizofrenia, psicosis… son enfermedades graves que conviven allí en el “hotel” en el que no hay que hacer nada y se puede estar todo el día en pijama y dedicándose a pensar y a relacionarse, a besarse, a tocarse, a darse afecto de una manera u otra, lo que a veces es mejor terapia que la química.

 Ahora Blanca está resignada y se reconoce como no feliz aunque vive en una paz química. Su yo fue extirpado –piensa ella-. No quiere volver a ello claro está, sabe lo que le espera al otro lado (una habitación con barrotes), pero no acaba de sentirse cómoda en la “cordura” y la “normalidad”. La locura tenía su atractivo. No debe pensar en ello. Era un mundo visionario, en el límite mismo de la identidad y del ser. Ahora debe estar acostumbrada a la vida gris y cotidiana que no le atrae para nada. No sabe quién es. Le curaron pero no le dejaron traerse su yo y no todo era desechable. Está condenada a ser alguien desconocido para ella misma. Lo peor además es que ya nunca podrá relacionarse con sus compañeros de locura. Sería malo. Ahora ella está a este lado y no debe volver al otro. No debe volver a ser yo porque ella ya no es así. Su lado patológico y dañino debe quedar alejado.

 Yo le animo a escribir sobre ello. Pienso en el extraordinario testimonio sobre la depresión en que consiste ese breve ensayo titulado Esa visible oscuridad de William Styron, en el que el autor relata su caída en simas de dolor y de tristeza insondables a consecuencia de una crisis que padeció hacia los sesenta años. Es un libro lúcido y apasionante para todos aquellos que han sufrido una depresión y también para los que no. Pienso que Blanca podría articular su visión del mundo y dar origen a un relato magnífico de todo eso que está al otro lado del espejo. Sin embargo, nada parece ilusionarle. Cuando recibo un correo de ella, me pongo contento y lo leo atentamente. Tengo la misma impresión de cuando era alumna mía y la veía expectante en clase, esperando acceder al conocimiento o a la luz. Sigue siendo una lectora compulsiva y una excelente cinéfila. Elementos no le faltarían para crear si pudiera encontrar en ello un aliciente, una motivación. Retratar esos dos polos de la vida (locura-cordura) es una vertiente que merece ser explorada.

 L'enfant sauvage no deja cada día de sentir nostalgia de la vida en libertad que dejó atrás, aunque sabe que no puede volver a ella. No hay retorno, -no debe haberlo- pero tampoco a este lado está la felicidad ni un simulacro de ella.

 ¡Oh ciudad de los gitanos!

¿Quién te vio y no te recuerda?

Que te busquen en mi frente.

Juego de luna y arena.

 FGL

viernes, 24 de abril de 2009

Debates a contracorriente.

Ensayo de diálogo dramático en el sillón del psicoterapeuta. 

Andrés: El modelo de educación está en crisis. Los chavales no aprenden casi nada, los resultados de los distintos informes internacionales así lo avalan. Y yo pienso que el problema fundamental es que en las aulas públicas no existe el ambiente necesario para el aprendizaje. El grado de indisciplina, de desidia y de pereza dominan totalmente. El principal problema que tiene un profesor en clase es cómo crear una atmósfera propicia para el aprendizaje...

Iturrioz: Lo que llamaban los clásicos la potestas, el reino de la disciplina. Sin disciplina no puede haber aprovechamiento, sin disciplina los alumnos se aburren. Son los propios alumnos con su indisciplina los que están reclamando que los organicen, que les den un orden. La rebelión puede ser divertida y la van a intentar por todos los medios, pero lo que ellos anhelan es orden.

Andrés: Pero hay muchos profesores que piensan que lo que hay que hacer es interesarles, hacerles agradable la estancia en el instituto porque les resulta muy pesado pasar tantas horas aguantando clases magistrales.

Iturrioz: Siempre se ha pasado muchas horas sentado, pero el problema es que para que éstas resulten interesantes, hay que estar trabajando y concentrados, bien sentados y con la clase limpia. No hay peor tortura que pasarse seis o siete horas haciendo lo que te venga en gana o teniendo profesores que sólo buscan halagar tus tendencias a la molicie. Pienso que todas las teorías psicopedagógicas que se han impuesto en occidente y que arrastramos parten del error de que son espontáneas las ganas de aprender y que el problema en la escuela es el aprender a aprender. Y esto es incierto. Los alumnos necesitan que el sistema educativo ordene su mundo mental que tiende a la autosatisfacción, a la renuncia al esfuerzo, al caos, al asalto de la autoridad.

Andrés: Pero este no es un problema sólo de la escuela. Lo que ven en la televisión, en la publicidad, en los videojuegos, la falta de modelos en la misma familia inducen un comportamiento que dinamita la esencia de la autoridad. Los propios padres cuestionan la autoridad de los profesores con sus comentarios sobre ellos.

Iturrioz: Es cierto y en muchos casos que se detectan, son los propios padres los desbordados por la rebelión de sus hijos, bien sea por dejadez, por comodidad o por falta de tiempo... Lo cierto es que muchos alumnos que llegan a los institutos no tienen asimilados unos comportamientos responsables porque en la propia familia se les ha dejado hacer lo que quieren. Es muy difícil enfrentarse a un curso en que los alumnos carecen de límites naturales porque estos no se les han marcado en la propia familia. Tenemos un problema fundamental de jóvenes consentidos, narcisistas, sin límites y acostumbrados a hacer lo que les viene en gana, así como a tener todo o casi todo sin excesivo o nulo esfuerzo.

Andrés: Parece que es una cultura de época. El capitalismo siempre está excitando tus deseos para ser satisfechos inmediatamente mediante el consumo. No hay demora en la satisfacción. Lo queremos todo aquí y ahora, sin esfuerzo, y el conocimiento implica un enorme esfuerzo.

Iturrioz: Las generaciones anteriores, en especial la de los abuelos, sabían que todo costaba un esfuerzo, mucho esfuerzo. Se acostumbraban a luchar mucho y a obtener sólo en contadas ocasiones alguna satisfacción que era entonces celebrada con gozo. La vida era luchar. Ahora muchos adolescentes lo único que añoran es estarse la vida tumbados viendo la televisión. Pero lo peligroso es que eso es terriblemente aburrido. Necesitan emociones para entretenerse, para salir de su letargo soporífero. Y esas emociones las buscan saltándose las escasas normas de disciplina o practicando juegos de ordenador o videojuegos que les llevan a un mundo de violencia simulada para descargar su insatisfacción, la insatisfacción del aburrimiento y la falta de objetivos.

Andrés: El hecho de que la escuela sea obligatoria no ayuda ¿No?

Iturrioz: La pedagogía occidental progresista ha hecho de la escuela obligatoria una conquista social con toda la buena intención del mundo. Eso es cierto, pero esa misma obligatoriedad conlleva una devaluación completa del modelo educativo. Si algo es obligatorio ¿qué interés tiene? Lo lógico es rebelarse contra ello, contra todo lo que signifique. En todos los países subdesarrollados es un privilegio la educación. Los niños conocen su importancia y no es para todos. La alternativa es ponerse a trabajar a temprana edad. Muchos niños en África, Asia y Latinoamérica han de compaginar los estudios con el trabajo. No hay bromas. Es sintomático que muchos inmigrantes que llegan a España están acostumbrados a modelos de autoridad muy fuertes en las escuelas. La figura del profesor es decisiva. Tienen una enorme decepción cuando experimentan el modelo educativo en que el profesor es devaluado y su autoridad corroída por el sistema. Muchas veces es el profesor el que se siente culpable y piensa si es él el que falla y se pregunta constantemente sobre qué habrá de hacer para atraer a sus alumnos. Muchos se han ilusionado con que las TIC sean la panacea para esta situación, pero las TIC, si son exigentes, también conllevan esfuerzo y esa dimensión ya no gusta. Sólo atrae lo que reporta una satisfacción inmediata: los chats, youtube, facebook, fotologs, aplicaciones instantáneas que no conlleven esfuerzo.

Andrés: ¿Son iguales las chicas y los chicos?

Iturrioz: Las chicas -en general- son más disciplinadas, más ordenadas, están más acostumbradas a demorar la satisfacción. Hoy son ellas los que marcan una tendencia más positiva y parecen tener la cosas más claras. Además son menos individualistas y están más habituadas a compartir y a colaborar. El gran problema del fracaso escolar estriba en las tendencias de los varones. Quizás las mujeres tienen interiorizado que han tenido que luchar más para conseguir sus objetivos. No todas son iguales, claro está. 

Andrés: ¿Y la escuela privada?

Iturrioz: Vende lo que exactamente le falta a la pública. Disciplina, selección, método, un ambiente apropiado, aprovechamiento. Y como hay que pagarla, ya entonces no hay tantas bromas. Lo que es gratuito y obligatorio está condenado al fracaso.

Andrés: ¿Cuál es el futuro?

Iturrioz: Mucho me temo que lo que sucederá en Occidente es que tarde o temprano se volverá a modelos autoritarios y tornará el fascismo, quizás con formas menos rudas, no tiene por qué ser como lo fue en los años treinta. La escuela occidental en sus modelos pedagógicos más extendidos, basados en la pedagogía constructivista, inclusiva, la escuela en que es el profesor el que se adapta a todas las necesidades o caprichos del alumno, la escuela del aprender a aprender, la de la idea roussoniana de que el adolescente es bueno y tiene ganas de aprender naturalmente ha sido un fracaso completo. El panorama educativo actualmente es desolador y es insostenible. Volverá el autoritarismo, y ello será una tragedia para las sociedades, pero la sensación de aburrimiento es su principal caldo de cultivo. La crisis tarde o temprano hundirá los modelos occidentales. Y habrá seísmos políticos que todavía nos son desconocidos. Y nuestros adolescentes, aburridos, hastiados y anhelantes de autoridad, serán sus principales partidarios.  

lunes, 20 de abril de 2009

Un lobito bueno

Mi amigo Jorge y yo hemos visitado por fin la fundación Círculo de Lectores donde hay una exposición sobre la figura de JAG (José Agustín Goytisolo) con motivo del décimo aniversario de su trágica y enigmática muerte (19-03-1999). Es el primero de su generación en tener publicada su Poesía Completa cuando en vida algunos compañeros de promoción (Carlos Barral entre otros) lo acusaban de poeta excesivamente popular y pedestre, lo que no dejó de causarle una gran inseguridad poética. Pero lo cierto es que sus versos (tal vez sencillos, pero cálidamente poéticos) nos llegan y nos golpean muy adentro. Su poesía es elegiaca, irónica y urbana. Forma parte con Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma de la llamada escuela de Barcelona, ciudad a la que estuvo íntimamente unido, lo que no impidió que también fuera un puente para sus compañeros de generación como Ángel Gonzalez, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Francisco Brines, José Caballero Bonald, Antonio Gamoneda, María Victoria Atencia..., la llamada generación del medio siglo de la que se cumplen cincuenta años de su acto fundacional en Collioure ante la tumba de Antonio Machado.

Él se definía como un catalán-cubano, escritor en la lengua de Castilla. Sus antepasados paternos tuvieron en Cuba ingenios de azúcar y aún hoy el apellido Goytisolo (que significa “campo de arriba en vasco) es común en la isla caribeña entre los cubanos descendientes de su abuelo. Su madre, Julia Gay, murió trágicamente durante un bombardeo de la aviación italiana sobre la ciudad de Barcelona cuando JAG tenía diez años. Nunca pudo reponerse de la muerte de su madre. Estudió en los mejores colegios como La Salle Bonanova donde coincidió con Luis Carandell con cuya hermana Asunción Carandell se casaría.

La poesía de JAG nos emociona por su sencillez y su profundo aliento lírico. Tuvo la suerte de ser musicado por varios cantautores que han hecho sus poemas inmensamente populares. Su principal trovador fue Paco Ibáñez que musicó Palabras para Julia, El lobito bueno (nombre que tienen algunas guarderías), Me lo decía mi abuelito.... También interpretaron sus poemas Rosa León, Serrat, Amancio Prada, Soledad Bravo, Mercedes Sosa, los Goliardos, Kiko Veneno, Peret, Los Suaves, entre otros.

JAG decía que la poesía no es de quien la trabaja sino de quien la necesita. Me parece una hermosa idea igual que su idea de que no le importaría ser olvidado mientras sus versos sigan vivos porque querría decir que los necesitamos. Y ¿quién no ha acudido a alguna de las estrofas de Palabras para Julia en momentos de tristeza? A mí me conmueve ese poema dedicado a su hija y que es uno de los más hermosos testamentos humanos que puedan hacerse.

JAG fue asimismo una gran persona y puente entre la literatura catalana y española. Su figura ha quedado sin continuación. Él tradujo espléndidamente a los poetas catalanes (Espriu, Foix, Riba, Vinyoli...) en la edición bilingüe Poetas catalanes contemporáneos (1968) y posteriormente Veintiún poetas catalanes para el siglo XXI (1996) con las incorporaciones de Pere Gimferrer, Marta Pessarrodona, Pere Rovira...

La Universidad Autónoma de Barcelona le ha dedicado unas jornadas con motivo del aniversario citado así como por la publicación de su Poesía completa (Lumen), en edición de Carme Riera y Ramón García Mateos y sus Artículos periodísticos en edición del Círculo de lectores. Dichas jornadas estuvieron repletas de emoción pues estuvieron presentes su hermano Luis Goytisolo, su hija Julia y el cantante Paco Ibáñez, su más conocido trovador.

Me atraen de su poesía el lenguaje directo sin retórica, su tono conversacional y reflexivo, elegiaco o satírico, sus reflexiones sobre la vida y su compromiso vital, sus evocaciones del tiempo pasado llenas de delicadeza y de ternura. Y es que José Agustín Goytisolo encarna al poeta solidario, que no se cree ungido por los dioses en su quehacer poético, y lo notamos extraordinariamente cercano y ni un milímetro por encima de nosotros que lo leemos. A los recitales, que llevaron por toda la geografía española juntos  Paco Ibáñez y él, iban nostálgicos de la poesía del compromiso, pero también muchísimos jóvenes que seguían considerando su poesía como actual y emotivamente humana, con un aire neorromántico que la aleja de frialdades y distancias poéticas. Era esencialmente un buen hombre y un apreciable poeta.

La cuestión para participar, si lo deseas, es si conoces la poesía de JAG y qué opinión te merece y si no, qué poetas te conmueven si es que la poesía lo hace y por qué. Yo reconozco que cada vez me gusta más la poesía, y no puedo viajar sin llevar conmigo a algún compañero de viaje. Mis últimas adquisiciones han sido un par de libros de Chantal Maillard, Francisco Brines, Antonio Gamoneda, José Agustín Goytisolo, Luis García Montero... ¿Por qué leer poesía? Buena pregunta ¿No?

Os dejo un regalito con la versión de Paco Ibáñez de Palabras para Julia en el mítico recital del Olympia de París.  


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