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miércoles, 8 de abril de 2015

La violencia es atractiva y magnética


Acabo de ver unos vídeos de cine emergente ugandés. Uno de ellos lo enlazo en medio del artículo. No os lo perdáis. Dura poco más de un minuto y es revelador del tipo de cine que se está haciendo en Uganda y otros países africanos sin un duro. Este cine ha atraído a cineastas americanos, europeos y australianos por la originalidad y la pasión que supone a pesar de su elementalidad que tiene su centro en la violencia. Nadie cobra allí y una película puede costar poco más de ciento cuarenta euros, lo que no paga ni los refrescos de las estrellas en un día de rodaje de cualquier película occidental que se precie. En estas películas abunda la violencia aparatosa, tanto que no serían políticamente correctas en nuestro mundo. Se realizan mediante efectos especiales a base del croma en el proceso de postproducción. No son efectos muy sofisticados pero funcionan y son divertidos. Los directores de este tipo de películas dicen que no quieren hacer dramas lacrimógenos ni religiosos para hacer llorar y que utilizan la violencia porque es un lenguaje atractivo y que todo el mundo puede entender. Esto me ha llamado la atención porque choca frontalmente con las buenas ideas que fecundan nuestro mundo occidental y que rechazan la violencia por profundamente negativa



En efecto, mi instituto está lleno de murales y dibujos de nuestros alumnos en que se rechaza la violencia y se ensalza la paz, el diálogo, la convivencia... Estas actividades son promovidas por la coordinación educativa, por los tutores, por todas las instancias pedagógicas correspondientes. Y los alumnos se dedican a ellas por imperativo de los profesores. Tienen que hacer murales hablando de la paz, contra la guerra, a favor de multitud de sentimientos positivos. Los chicos son expertos en hacer lo que nosotros queremos que hagan cuando se trata de buenos sentimientos. Hay que ser tolerantes, dialogantes, no violentos, etc ... y toda esa retahíla que tan bien conocemos los que nos dedicamos a la educación. Sin embargo, estoy seguro de que a ellos les seduce profundamente la violencia, las películas de acción y matanzas, los videojuegos en que se cargan a multitud de objetivos (targets) a base de armas letales. Uno de los directores ugandeses sostenía que la violencia es un lenguaje que entiende todo el mundo y mucho me temo que es bastante verosímil. Uno ve el vídeo que enlazo y puede comprender en alguna manera la matanza que ha tenido lugar en Kenia contra estudiantes de la universidad de Garissa y que nosotros hemos desdeñado como cosas de negros a los que no nos une nada, dado su salvajismo y su carácter primario. No obstante, ahí están organizaciones como MSF y otras para aportar algo de conciencia sobre nuestra mirada altiva y supremacista.


Nos gusta mostrar buenos sentimientos. A los profesores nos gusta ver lleno el centro donde estamos de frases tan bienintencionadas como vacuas que obligamos a escribir a nuestros alumnos. En la fachada debemos ofrecer buenos sentimientos, ideas positivas, estados de ánimo estimulantes ... aunque lo que en el fondo nos seduzca sea la violencia, mezclada con la parodia y la ópera bufa. Y así en un centro de enseñanza tras los murales hermosos plagados de buenos sentimientos existe una violencia larvada continua: enfrentamientos, insultos, empujones, miradas agresivas, comentarios ofensivos sobre sus madres, tensiones de todo tipo que no responden a nuestra mirada angelical sobre el mundo o cómo debe ser este. Parecería que la historia está hecha a base de buenos sentimientos. La realidad es otra: la historia está hecha a base de violencia, de rencor, de enfrentamientos, de prejuicios, de sadismo, de matanzas indiscriminadas. Y nuestro mundo, el que vivimos, es atroz si salimos de nuestros patios de vecindad en donde se cuelgan murales repletos de buenas intenciones. Y bobaliconería. Porque la violencia es lo que nos mola. Si yo les pusiera una película ugandesa, seguro que se divertirían más que viendo Sonrisas y lágrimas. Respondería más a lo que sienten por dentro porque nuestro interior es demoledoramente violento. Nos conforma por un lado la lucha por la vida. Somos criaturas que buscamos sobrevivir y en esta supervivencia hay violencia porque nos encontramos a otras criaturas enfrente que nos desafían en nuestra ansia de supremacía. El ser humano es atávico (esto se olvida) y cultural. Pretendemos sustituir y eliminar al ser atávico mediante la cultura, pero es imposible. En el cerebro profundo somos fieras que luchan por su territorio, pero desgraciadamente, a ese cerebro límbico se han unido la religión, las patrias, los grupos sociales y étnicos para hacer explosiva nuestra violencia interior. El ser humano no es pacífico. Los bonobos resuelven sus conflictos mediante el sexo, pero nosotros utilizamos la violencia más o menos sofisticada o reprimida. La violencia reprimida puede ser muy peligrosa porque sigue latente aunque se le echen encima eslóganes azucarados y rosas que tantos gustan a los educadores. Nos horroriza la violencia a nosotros, almas sensibles que tanto bien hemos hecho en la historia. Ja. La violencia es propia de primitivos de esos que hacen películas de bajo presupuesto y que llevan a la práctica en sus universidades keniatas ante nuestro desdén supremo. Nosotros tenemos a nuestros Andreas Lubitz que en solo ocho minutos puede realizar tanto espectáculo como Al Shabah en una matanza discriminada en una universidad de cuyo nombre no nos acordamos. Pero luego todos los psicoanalistas del mundo mundial occidental hubieran vendido su alma al diablo por tener en su diván al copiloto de Germanwings para psicoanalizarlo ante el horror de las almas pías que verían en este individuo a un pobre enfermo. Todo menos entender que es la violencia la que nos conforma, la que nos es atractiva, la que nos fascina, la que es nuestro núcleo. Si no entendemos esto, seguiremos haciendo murales sobre la paz y el amor, sobre la convivencia, sobre la armonía celestial y humana... Y nuestros alumnos dentro tendrán igualmente, junto a nosotros que somos más refinados aunque no menos crueles, un fondo violento reprimido que tarde o temprano emerge de un modo u otro. Pero no queremos ver esto y nos esforzamos que entiendan que esto debe ocultarse, pintarse de color rosita para aparecer ante los demás como seres amables y solidarios que saben escribir en cien idiomas las palabras Paz y Amor.

domingo, 5 de abril de 2015

Nuestro desinterés informativo


Ya ha caído una espesa capa de olvido a nivel informativo sobre la matanza de estudiantes cristianos en la universidad tecnológica de Garissa, al este de Kenia. Fueron aproximadamente ciento cuarenta y ocho los asesinados por no saberse versículos del Corán o mirar directamente a los asaltantes, unos trece hombres armados de la guerrilla Al Shabah, vinculada a Al Quaeda. Las agencias de noticias dieron cuenta de la matanza durante algunas horas, rebajándola a noticia de menor entidad ya al día siguiente. Hoy domingo, esta matanza, que ha conmocionado a Kenia, ya ha sido olvidada por la prensa a diferencia de víctimas semejantes como las del piloto homicida Andreas Lubitz o la matanza de periodistas de Charlie Hebdo.

El bloguero que esto suscribe queda abrumado por la diferencia en el tratamiento de la información de unos hechos y otros. Al parecer algunas noticias nos golpean íntimamente y otras lo hacen tangencialmente a tenor de su procesado informativo. Parece ser que la dimensión de una noticia se basa en dos criterios: proximidad y la calidad de la información. Kenia es un país lejano y periférico para nosotros. ¿Se imaginan una masacre semejante sucedida en París o Nueva York? Hubiera sido prime time durante más de diez días y hubiera suscitado infinidad de tuits, opiniones en Facebook, artículos reflexivos y demás. Pero Kenia no pertenece a nuestro mundo simbólico y hay muy pocos periodistas acreditados allí y, por lo que parece, tampoco han llegado enviados especiales a cubrir la información tras la masacre. De tal modo se produce un vacío informativo por falta de cronistas e informadores en la zona. No habrá tampoco un funeral internacional para estas víctimas al que acudan dirigentes de la mayor parte de los países del mundo como sucedió en el caso de Charlie Hebdo.

Es sangrante este desequilibrio informativo que refleja exactamente lo que en seguida podemos pensar: que hay jerarquía en las muertes y que todo lo que pasa en el mundo se rige por redes de poder. Hay noticias que nos golpean directamente como si nos concernieran íntimamente y otras que nos rozan solo superficialmente y no nos implicáramos en ello. He visto intentos en Facebook de recordar a las 148 víctimas estudiantes pero en ningún caso en lo que he visto, he podido constatar que se hiciera mención de que eran cristianos y que se les seleccionó por ello. Me pregunto si influye esto precisamente: nuestra insensibilidad acerca de la condición cristiana de multitud de víctimas que son asesinadas sistemáticamente en Asia y África en distintos países. ¿Acaso no ha sido la iglesia cristiana tanto tiempo culpable de persecuciones religiosas? ¿Acaso Rouco Varela no concita tanta antipatía, unida a la conferencia episcopal y los colegios subvencionados católicos? ¿Hay en muchos progresistas una intensa cristianofobia que les hace obviar este hecho sucedido en Kenia?

Los rehenes fueron decapitados y sus cadáveres se amontonaron en los patios de la universidad de Garissa. El autor intelectual de la matanza parece que ha sido Mohamed Kuno, antiguo profesor de la universidad de Garissa. Y las razones parecen estar en la implicación del ejército de Kenia en la vecina Somalia, hecho por el que Kenia sigue en estado de alerta máxima porque ha vuelto a ser amenazada de seguir el baño de sangre.

Pero Kenia, lo que sabemos de Kenia es poco o nada. Solo sabíamos de costosos safaris organizados en la región de los masai, y que allí residió Isak Dinesen, la autora de Memorias de África, en el tiempo dorado del colonialismoPor lo demás, África no existe sino para las desgracias.

Sé que no servirá de nada mi post, pero es mi forma de recordar y reflexionar sobre lo que ha pasado. No podía dejar de hacerlo tras el amplio seguimiento que ha tenido mi anterior post sobre ese hombre minúsculo y despreciable que era Andreas Lubitz, al que, para mi sorpresa, ahora sería cotizadísima su presencia en divanes de psicoanalistas para hurgar en su mente malvada, tan malvada como la de los asaltantes del campus de la universidad de Garissa, esos que rápidamente hemos olvidado. Y es que nos acostumbramos al horror y solo nos hace salivar cuando está aderezado por elementos adictivos, esos que las redes de poder saben utilizar para hacernos partícipes de unas noticias y de otras no.


Mi recuerdo y solidaridad para todas las víctimas de la masacre en Kenia. Poco puedo hacer, pero menos es nada.

jueves, 26 de marzo de 2015

La fantasía maligna de Andreas Lubitz


En primer lugar quiero compartir el inmenso dolor por todas las víctimas del avión siniestrado en los Alpes franceses. Dolor por las víctimas y sus familiares que para ellos son unas horas de horror y desolación por la pérdida de sus seres queridos. En mi familia todos estamos conmocionados por todos los que han fallecido, por los españoles, por los escolares que iban allí. Mi respeto y mi dolor.

Por otra parte quería reflexionar sobre este hecho que a la altura de esta tarde del jueves parece haber arrojado algo de luz sobre lo que ha pasado, al saberse por la caja negra encontrada que fue el copiloto quien deliberadamente cerró la puerta de la cabina y estrelló el aparato contra las cumbres de los Alpes en un acto que no se sabe calificar.

El copiloto se llamaba Andreas Lubitz, tenía 28 años, seiscientas horas de vuelo, hijo de una familia normal y considerado impecable en su formación por parte de Lufhtansa, la compañía para la que trabajaba realizando su ilusión, fruto de la formación continuada en ese terreno de la navegación aérea.

¿Explicaciones? Ninguna todavía. La policía está registrando su casa para buscar algo que lo aclare. No parece haber una intención terrorista planificada. Pero no se sabe nada. Nos hemos quedado helados y sin palabras. Creo que habríamos aceptado cualquier otra explicación aunque hubiera sido causada por el fallo del avión, un atentado terrorista, un desmayo del piloto (si esto fuera posible). No sé, algo lógico. Pero de momento no hay nada lógico. Un joven común, exitoso, con exámenes psicológicos superados y considerado impecable por sus vecinos y por la compañía a la que servía. ¿Qué ha pasado? No hay respuesta. O no la queremos ver. Rápidamente esperamos que haya un atisbo de acto de locura que lo explique. Nos quedaríamos más tranquilos. Pero ¿y si no lo hay? ¿Y si el copiloto tranquila y deliberadamente planificó el acto y, aprovechando la ausencia del piloto cuando se fue al baño, realizó lo que había soñado o fantaseado en su imaginación? Puede que no fuera un arrebato de locura sino la realización de una fantasía maligna, que, en definitiva, “eso” sea la realización de una voluntad consciente y lúcida de causar un daño indecible, de dimensiones apocalípticas. Es decir, un acto malvado sin más explicación. Esto nos cuesta aceptarlo. Entendemos  que el que hace algo siempre tiene una motivación y si no la tiene, buscamos perfiles que llamamos psicópatas para quedarnos tranquilos y pensar que es una excepción. En tal caso, si no hubiera explicación de insania mental tendríamos que enfrentarnos directamente con la dimensión del mal eso que la mente moderna prefiere tener oculto y alejado. ¿Existe el Mal? ¿El Mal con mayúsculas? Nos incomoda esta reflexión porque entonces nos lleva a una disquisición moral y eso no entra dentro de nuestros parámetros de hombres del siglo XXI. Sin embargo, veo que no es algo excepcional. Se sabe que hay personas que se dedican a deslumbrar con punteros láser a los pilotos en las pistas de aterrizaje en el momento más delicado de la maniobra de aproximación. ¿Qué pretenden? Evidentemente realizar una fantasía maligna: que ese avión se estrelle y haya centenas de muertos. Otros, esta vez muchachos, se dedican a tirar grandes piedras a trenes cuando pasan. El otro día salió la noticia de que una persona había muerto por causa de ello y se celebraba el juicio. El menor no podía ser demasiado condenado por su edad. ¿Están locos? ¿Y el tuitero que ha escrito algo abominable sobre los muertos catalanes que ha causado un daño casi irreparable? ¿Qué pretendía? Sin duda, causar daño, causar dolor, producir una espiral de odio que, desgraciadamente, ha sido reproducida y ha llegado hasta medios internacionales como muestra del odio que se tiene contra los catalanes. ¿Qué diferencia hay entre el tuitero y Andreas Lubitz? De dimensión, de nivel, de realización a mayor escala de una plasmación del mal.

Hay personas malas. Hay personas que no pueden o no quieren controlar esas fantasías malignas que se producen en la mente de muchas más personas de las que creemos. El lado oscuro existe, claro que existe. No me cabe duda de que los militantes de Estado Islámico que queman vivo a un prisionero disfrutan con esa fantasía maligna. Las guerras en todo el mundo se establecen a nivel de estados mayores pero hay gente común que realiza a nivel de campo el mal en estado puro: violaciones, torturas, asesinatos bestiales, matanzas de niños frente a los padres, muertes lentas.


El cerebro tiene un lado para estas fantasías malignas, el hemisferio derecho, y nuestra pulsión nos lleva a  realizarlas de alguna manera. El escritor las lleva a cabo en su escritura, en su literatura. El actor en su actuación. Hoy he participado en un rodaje de una película por parte de profesores de mi instituto con alumnos. Era una escena breve, un cameo. Yo tenía que agarrar por el brazo a una muchacha marroquí y acusarla de estar robando en el puesto del mercado. La llamaba mora ladrona y le preguntaba que por qué no se iba a su país. Un muchacho, Martín, venía a defenderla. El impacto de mi actuación ha sido tan potente en medio del mercado que Zakia, la niña, se ha quedado atemorizada y las visitantes del mercado se han espeluznado de la violencia latente de la escena. “Es cine”, “estamos rodando una película”... Yo estudié teatro según el método Stanislavski y sé que en la actuación utilizamos nuestro repertorio de emociones para proyectarlas sobre nuestras palabras. Está claro que he utilizado una violencia extrema para darle verosimilitud a mi actuación. El actor puede hacerlo artísticamente. El arte es la sublimación de nuestros más oscuros impulsos sacados de forma pacífica. Pero Andreas Lubitz tenía otra fantasía, una fantasía que pronosticaron los surrealistas cuando expresaron que arte es sacar un rifle y empezar a disparar contra la multitud. ¿Por qué no estrellar un avión con ciento cincuenta personas a bordo? Es el mal o el Mal en estado puro que se apodera del ser. Y no es locura. No. Eso sucede continuamente pero ponemos diques para que no salga de una forma tan bestial. Recuerdo la confidencia de un profesor de mi instituto al que dejé de hablar. Era una fantasía tan espeluznante que sentí una aversión profunda hacia él. Hay personas malas, que gozan con sus fantasías y que quieren llevarlas a cabo, pero la moral, las buenas costumbres, los diques mentales, el límite que impone la propia vida, hacen que se reserven en un lugar escondido. O salen en el ámbito doméstico, o con los animales, o con los niños. Muchas con las mujeres. Y es que Andreas Lubitz llevaba mucho tiempo incubando la suya bajo la apariencia de un joven amable y encantador. No estaba loco. Solo se dedicaba, como Raskolnikov, a pensar en su cama e imaginar. Cuando el capitán de la nave salió de la cabina, él se levantó, puso el seguro de la puerta para que no se pudiera abrir desde fuera, se sentó a los mandos y llevó la nave a estrellarse contra las cumbres heladas de los Alpes franceses. Su respiración no estaba agitada mientras oía las patadas y puñetazos frenéticos del piloto contra la puerta intentando entrar. Estaba cumpliendo su misión, por fin sabía para qué había venido al mundo.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Una página del diario


Llueve. Tres días antes de que comience para los profesores la Semana Santa. Noticias desoladoras sobre el accidente del avión alemán que se estrelló en los Alpes. ¡Qué horror! La cercanía de la tragedia me estremece. Algunos iban a trabajar, otros eran alumnos de un intercambio escolar con un instituto de Llinars del Vallès. Volvían a Düsseldorf tras unos días felices con sus amigos. Llueve. El sábado volamos a Granada a pasar tres días. Parece que hará buen tiempo. Leo el primer diario de Iñaki Uriarte de los años 1999-2002. Me gusta el género diarístico. Pero para ello hay que ser una persona interesante. Yo no sé si lo soy. En este tiempo uno se ve absorbido por las lecturas, el trabajo y la fotografía. También mi vida familiar. Mis hijas adolescentes son un prodigio de entrega al trabajo académico. Hemos tenido la suerte de que sean buenas estudiantes. Nunca hablo de ellas. Saben enfrentarse a la exigencia y responden bien ante ella. Asumen el esfuerzo. Tenemos nuestros más y menos pero en conjunto hay buena relación. No soy un padre divertido ni chistoso. Pero les he transmitido amor por el lenguaje: cuidar con esmero ese mecanismo de comunicación que es la palabra. Ambas redactan muy bien. 

Ayer escribí en Facebook sobre la imposibilidad del diálogo. Xavi de Miguel me contestaba que dialogar nos es incómodo y nos da una gran pereza. Buscamos a nuestros iguales. Pienso en ello y advierto que mis amigos todos son cortados por un patrón semejante. No tengo amigos millonarios, no tengo amigos en situación desesperada, todos tienen títulos académicos y ninguno es nacionalista ni tiene en su balcón la estelada. Creo que todos vivimos en círculos estancos y nos protegemos con los que son iguales a nosotros. La excepción para los que leemos es la literatura. Al leer nos confrontamos con perspectivas muy diferentes de vida. Leer es una puerta a la complejidad. Pero también elegimos a nuestros autores. Mis libros recientes han sido unas memorias de Balthus en que reivindica la dimensión espiritual del arte. Dunia, mi compañera de departamento, ve con extrema desconfianza sus pinturas de púberes adolescentes. También he leído un libro titulado Reparar a los vivos de Maylis de Kerangal sobre la muerte de un adolescente y la terrible decisión de unos padres de donar sus órganos para trasplantes. Ello me llevó a tomar la decisión de hacerme donante potencial de médula ósea. Llamé por teléfono a la fundación Carreras pero me dijeron que por mi edad ya no era posible. Soy ya mayor. Seguiré dando sangre. Eso no me lo impiden. He leído una novela de Andrés Barba titulada Teresa sobre una relación de un monitor con una muchacha adolescente discapacitada mental en la que interviene también la hermana de esta. Tengo ahora como lectura los diarios de Iñaki Uriarte que me absorben. He de leer para el instituto La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. Entra en selectividad. Lo leí hace muchos años, casi veinticinco, y no lo recuerdo nada. Hemos terminado de leer Luciérnagas de Ana María Matute que les ha gustado aunque se han quedado las chicas desoladas por el final que no destripo por si alguien quiere leerlo. Al fin y al cabo esta página de mi diario es pública.

Quiero hacer fotografías en Granada. Mi hermana Carmen está allí. La he visto muy pocas veces en  mi vida. Una vez cuando yo tenía dieciocho años. Otra, el año pasado cuarenta años después. Hemos vivido vidas totalmente separadas pero ambos hemos estudiado Filología Hispánica y hemos sido docentes. Sin vernos tenemos muchas cosas en común. Ambos leímos a Teilhard de Chardin. Esto me sorprendió. Un encuentro en que tendremos tiempo de hablar de muchas cosas. Quedan dos días para tomar el avión a Granada. La casa está desmontada. Pintores, carpinteros, lampistas haciendo reformas en varias habitaciones... Hoy hace frío. Un bloguero me pregunta indirectamente por mi vida sexual. Me río y le contesto por privado. Los blogs suponen relaciones muy complejas. El otro día conocí a un comentarista de FB que también vive apasionado por la fotografía. Quedé con él. Se llama Markus y es alemán. Me dio ideas muy interesantes y sugerencias que me apresuré a poner en marcha. Entre ellas un libro de Eduardo Momeñe, titulado Curso de fotografía para jóvenes fotógrafos. No aborda la técnica sino la composición de la imagen. 

Cuando abandone la docencia definitivamente quiero dedicarme a la fotografía en cuerpo y alma. El otro día le decía a Yolanda, una entrañable profesora con quien me escribo, que la docencia ha sido un modo de vida pero que tengo otras vocaciones. Cuando deje de ser profesor, cerraré una etapa relevante de mi vida pero no la esencial. No tengo alma de profesor. Más de actor, de fotógrafo, de viajero, de bloguero, de periodista. Cuando era adolescente quería ser periodista. Era director en un club juvenil en que estaba de una revista muy interesante que se llamaba Nosotros. Nunca he hablado de ella en este blog pero fue una etapa brillante de mi trayectoria. El blog es una forma de darle salida a mi faceta periodística no desarrollada. Dimas Mas me ha planteado muchas veces que escriba y publique un libro con mi biografía. Pero no soy escritor. Me falta ambición para ello y estar dispuesto a asumir la vía de sufrimiento que es publicar un libro. Él lo sabe muy bien. Las humillaciones que uno de pasar para que le publiquen (o no) una novela. 


Mañana participo en una filmación de una película hecha por dos profesores del instituto sobre una muchacha árabe –Zakia- y un muchacho español –Martín- que se enamoran. La actriz ha manifestado que en la película ella no puede tocar ni besarse con el chico. Su padre lo proscribe totalmente. La alumna inicial que iba a representar a Zakia en esta historia basada en Romeo y Julieta abandonó el proyecto por este problema de presunta sensualidad entre los dos novios que se aman. Tengo que aprenderme el papel. Soy un tendero que llama algo así como mora de mierda a Zakia presumiendo que me ha robado un pañuelo. Martín sale a defenderla. Actúo como racista cabrón. El rodaje hará que no dé clases por la mañana. Me tendrán que sustituir. Rodaremos en el mercado de San Ildefonso. Ayer Dunia me dio un beso en la mejilla. Me supo bien. Otra alumna marroquí a la que di clase hace dos años me saludó y aproximó su mejilla para besarme. Se llama Khadija. Me sorprendió. Uno piensa que pasa como un fantasma por las clases pero ocupo un lugar aunque sea mínimo. No espero mucho de mí como profesor. Hubo un tiempo que pensaba que podía revolucionar el mundo, transformar la realidad, pero ahora solo espero no sufrir demasiado. Eso no quiere decir que no intente hacerlo lo mejor posible, pero ya no busco lo imposible. Nunca he renunciado a la experimentación. Me gusta enseñar a pensar a mis alumnos, eso pretendo, pero vete a saber. Tampoco se puede imponer el pensamiento. ¡Qué ilusión: fomentar el pensamiento! Tengo las manos heladas. Escribo pero no sé cuándo darle final a esta hoja de mi diario escrita para el blog. Me interesan más los diarios y las biografías, los ensayos, que las novelas. Me cuesta meterme en la ficción. En fin. Me fascinan la fotografía y la escritura. Le decía a Markus que en una coctelera pondría mi formación literaria, la fotografía, las caminatas, la meditación y tal vez saldría algo. Acabo ya. No creo que nadie se lea todo esto que carece de interés. Pero a mí me ha gustado escribirlo.

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