Me he atrevido y he encargado en Amazon el reciente relato, publicado por la editorial Alpha Decay en coedición con Pálido fuego, La casa de hojas de Mark Z.
Danielewski (1966) , en
traducción titánica de Javier Calvo. Llega la traducción en castellano trece años
después de su publicación en inglés. Es una novela de culto que ha tenido éxito
viral (minoritario) en todos los sitios donde ha sido editada. Sin embargo, el
autor tardó diez años en escribirla y diez más en encontrar un editor de su
novela que fue rechazada por treinta y dos editoriales. Su novela es una
historia de terror extraordinariamente compleja basada en el hipertexto y la
física cuántica. Básicamente es un relato de un escritor, Will Navidson, premio Pulitzer,
que se va con su familia a vivir a una casa mutante, que es más grande en su
interior que en su exterior. En ella hay una puerta que no estaba antes que
conduce a pasillos, escaleras en espiral, estancias y laberintos que se van multiplicando,
a modo de las hojas de un árbol. Es una novela que tiene como centro la casa
encantada. Pero esto solo es parte de la historia que se bifurca y complejiza. Navidson filmó un supuesto documental
de terror sobre la casa (al modo de The
Blair Witch Project) y esta es comentada por otro personaje anciano y ciego,
Zampanò, en un manuscrito que
encuentra un tal Johnny Truant que
vive en Los Ángeles. Truant en un monólogo nos cuenta sus
problemas con el alcohol, la droga y las mujeres, así como asistimos a la
locura de su madre que invade los apéndices.
El autor, Danielewski,
estudió Literatura en Yale y estudios cinematográficos que
tienen mucho que ver con su novela que recoge asimismo la influencia de Cervantes, Poe, Hermann Melville, Borges,
Cortázar, Stephen King, Don de Lillo, Thomas Pynchon, y, sobre todo, Roberto Bolaño, novelista al que admira
profundamente. El relato está contrapunteado, al modo de Moby Dick, con digresiones, ensayos, notas bibliográficas que
remiten a libros que no existen, que detienen la historia que se está contando poniendo a prueba la paciencia del lector que se ve obstaculizada por este
bosque de referencias enciclopédicas. De hecho, el autor abre el libro con una
dedicatoria que viene a decir que “Este
libro no es para ti”. El lector que se adentra en el libro debe estar
dispuesto a sumergirse en el juego que le lleva a abrirse camino en un bosque
que se adentra en la oscuridad de la mente y del universo, así como en el
absurdo. El libro, de gran formato y pesado, tiene más de setecientas páginas
en que hay caligramas, hojas en blanco, diferentes tipografías, colores,
diagramas, imágenes, notas a pie de página que cruzan en horizontal o diagonal
las páginas del libro. El lector tiene que hacer un gran esfuerzo por seguir la
historia y tiene que elegir entre si leer o no las notas o seguir una historia la
de Navidson o la de Truant que además como el narrador de El Quijote, Cide Hamete Benengeli, es posible
que no nos esté contando la verdad en una especie de juego sucio sospechoso.
El libro es como un árbol, con sus ramificaciones
hipertextuales al modo de internet y el conocimiento en red. La narración va
creciendo y ampliando el mundo de lo fantástico en que se adentra el lector que
inevitablemente se va perdiendo en un laberinto que puede llegar a hartarle
porque no hay salida en medio de las digresiones hipercultas, a la vez que se
nos escamotean elementos imprescindibles de la trama. El lector se ve perdido en
la oscuridad que existe entre las estrellas como dice el autor en una entrevista en ABC, y la literatura debe servir para explorar esa tiniebla y ese
vacío. El caso es que la imaginación tiene que volar y el lector ha de pensar,
concentrarse y sentir. Tiene que hacer un esfuerzo imaginativo considerable
para entrar y centrarse en un universo cambiante e inestable en que no se sabe
qué es cierto y que no. Y además es posible que esa caótica disposición del
texto refleje que los narradores están entrando en el reino de la locura. La
dimensión psicoanalítica que plantea puede ser fascinante, según he leído.
Se dice que es un libro en el que el lector puede
desesperarse y tirarlo a la basura, que tiene que tomar decisiones y hacer
elecciones, que redefine el concepto de libro, que tiene un componente
autoparódico y autorreferencial muy intenso sobre el hecho de la ficción
literaria. Javier Calvo viene a
decir que el lector queda prendido, si entra en el juego, durante meses en la
fascinación de la novela que para él es uno de los libros más singulares que ha
leído y traducido.
Empezaré a leerlo de aquí a dos semanas cuando acabe lo que
estoy leyendo ahora y me lea para resarcirme de lo serio de la novela de Muñoz Molina (La noche de los tiempos), una narración divertida y estimulante de David Lodge, Pensamientos secretos. Entonces me adentraré en esa narración
proteica y desafiante que ya me han avisado que no es para mí. Sin embargo, la
preparación para la lectura ya me ha dado elementos de referencia sobre lo que
me voy a encontrar. Espero poder hallar lectores que me acompañen en la
lectura de La casa de hojas. De
momento solo se ha podido leer en inglés por la terrible y costosa labor de
traducción que supone y que ha llevado a cabo Javier Calvo del que dejo enlace a su blog para leer su análisis de la novela.
La casa de hojas nos espera. ¿Alguien recoge la propuesta?
La foto inicial del post es del blog de Javier Calvo y la foto del escritor está tomada de ABC