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sábado, 13 de julio de 2019

La inducción a la lectura


He sido profesor de literatura muchos años; posteriormente me reciclaron en un híbrido en el que no me sentí a gusto: profesor de lengua y literatura. Son dos materias muy distintas aunque una se alimente de la otra, pero en todo caso, está claro que sobre mí y otros compañeros recaía la maldición de tener que hacer a nuestros alumnos competentes en la lectura, y no solo eso sino aficionarlos a leer, hacerlos lectores porque, según se piensa, los lectores son personas críticas y se dejan engañar menos por el poder, además de disfrutar con los libros viviendo otras vidas de modo imaginativo.

No hay español que no tenga una teoría sobre la bondad de las lecturas en el aula. Se reprocha que se haga leer a infantes casi recién destetados obras inasumibles para ellos. Se juzga que los profesores y el sistema inducen un detestable aburrimiento con la selección de obras que se imponen como canon.

He sido también padre y he leído durante los años de la niñez cuentos y poemas cada noche a mis hijas, esperando hacerlas lectoras en una casa donde los libros se apilan por millares, en todas las habitaciones.

He sido profesor y padre que ama la literatura y he intentado transmitirlo como mi sentido común y la lógica me han sugerido.

Sin embargo, pienso que todas las campañas de inducción a la lectura son ingenuas, como profesores o como padres, a pesar de que derrochemos ingenio e intentemos descubrir la piedra filosofal que transforme a los tiernos niños en salvajes “leones”.

Mi punto de vista es que no hay nada que hacer. Un lector no puede ser construido por diseño pedagógico ni por la influencia paterna o materna. Leer es un acto libre y no permite de ninguna manera ni el imperativo ni la sugerencia: “deberías leer un libro en lugar de estar perdiendo el tiempo”. Algo así nos contó Daniel Pennac en su ensayo  “Como una novela”.

No hay nada que hacer. El lector surge de modo salvaje en pugna con el tiempo y la vida cotidiana. Es una pulsión libérrima que no necesita aliciente ni acicates. Da igual si hacemos leer a nuestros alumnos Manolito Gafotas, Harry Potter, o La Celestina. Yo lo he intentado todo. Y es inútil. Lee el que lee, al que le sale leer, como hay quien juega al fútbol o al básquet o es enamoradizo. No se puede obligar a jugar al fútbol ni a enamorarse ni a sentir profundamente la música. Eso lo lleva uno dentro o no lo lleva. Los libros tiran en soledad como una marea. Es contraproducente “venderlos”, o hacer chantajes bienintencionados para que nuestros hijos o alumnos lean. Es cierto que hay culturas en que se tiene en mucho la lectura. Viajando por Europa se observan diferencias notables en la estima social por la lectura, igual que hay países cuya devoción por la música o el canto coral es superior a otros.

España no es un país lector. Nos encanta el pescadito frito y la cerveza bien fría, salir con los amigos, el fútbol, las procesiones, los centros comerciales, las reuniones familiares –en las que jamás se habla de libros-… Pero la escuela y la familia tienen entre sus cometidos hacer algo que socialmente no se hace, crear lectores ávidos…

Además, estoy seguro que el ochenta por ciento de lo poco que se lee son bestsellers facilones o de circunstancias. Los autores que venden son los que nos exponen las listas de ventas en las diferentes plataformas. Lectores de verdad no hay muchos y estoy seguro que a ninguno de ellos los ha hecho lectores la familia o el colegio. Y de algo estoy también convencido: que la escuela tampoco ha alejado de los libros a nadie que sea un lector de verdad aunque le hicieran leer El Mío Cid o El Quijote o Relato de un náufrago.

Leer es una afición compleja de naturaleza radicalmente libre. Hay apasionados por la literatura de verdad que no han sido “construidos” ni “diseñados” por nadie. Uno descubre los libros un día y ve que tiran de él con una fuerza inaudita y si se siente esa llamada, nada ni nadie podrá romper ese pacto. Por el contrario, por mucho que se intente –échenle toda la imaginación que se quiera- no se logrará hacer lectores con estrategias habilidosas. No es cierto que los niños lean si ven leer. Es otro mito. Es un misterio como tantos. El lector surge como una explosión hacia dentro. Y nadie sabe cuándo ni cómo sucede. Es una sinergia íntima en que se combinan factores que nadie sabe muy bien cómo funcionan, el caso es que el que es lector de verdad tiene en los libros el mayor alivio contra la desazón de vivir o la fealdad que nos aflige. No es mejor persona ni sus metas son más profundas. Es otra cosa de naturaleza inefable…

22 comentarios :

  1. Es otra cosa, si... quizá simplemente, un afortunado.
    Me ha gustado esa imagen de la explosión hacia dentro. Leer es una pasión, o mejor aún, una forma de ser.
    Yo he intentado sin presiones, que mis hijos leyeran. El mayor, de 30 años y mal estudiante en su día, lee bastante, aunque no tanto como yo. La pequeña, 20 y universitaria, lee muy poco. Eso le ha generado una cierta mala conciencia que se ha propuesto paliar este verano, leyendo literatura que ella misma ha elegido. Empezó con "Cementerio de animales", de Stephen King, que le ha gustado lo suficiente como para querer seguir con un segundo título. Más complejo, menos comercial (aunque a mí King me encanta no lo digo por subestimarle) El segundo ha sido "Lolita" de Nabokov, y ahí se ha producido esa magia que la literatura cuando es grande, produce en los corazones. Se ha indignado, se ha compadecido y ha sentido con esa historia una cantidad de emociones intensas que le han hecho sentir un gran vacío al acabar la novela y despedirse de sus personajes. Cuando comparía conmigo todos esos sentimientos yo me sentía muy feliz, por entenderla perfectamente. Espero que siga apostando por los libros.
    Y en las reuniones familiares, en nuestra familia proletaria, al menos en las reuniones familiares de mis hijos y yo, se habla de libros. Eso es un gran orgullo para mí.
    Saludos cordiales, Joselu, tu blog es una alegria para mí.

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    1. El mundo es ancho y ajeno. No hay afirmación que se pueda hacer que no sea refutable desde otro punto de vista. Me admira que tu familia proletaria hable de libros. Es algo que no conozco por aquí. Y me alegra que tus hijos sean lectores, además de compartir contigo tu hija la lectura de Lolita, una excepcional obra literaria que tiene una interpretación muy compleja lejos de los bestsellers al uso. Yo la releí no hace mucho y me volvió a despertar nuevamente emociones, diferentes a cuando la había leído recién acabada la carrera de Filología. Fue una obra que me marcó profundamente. A mí también me gusta Stephen King, aunque no lo he leído demasiado, pero sí una colección de cuentos de sus comienzos que me convencieron de su calidad. Una de mis hijas lee algo pero la otra nada, a pesar de que me pasé toda su infancia leyendo con ella cada noche.

      No sabes cómo me anima que me digas que mi blog es una alegría para ti.

      Saludos cordiales, gracias por tu calor.

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  2. Pues ahora que tú lo dices es verdad, el ser lector nace en uno mismo. Cierto que hay que incentivarlo en los colegios y en la familia, la labor de ambos debe ser complementaria en la educación de los niños pero las actitudes primordialmente debe ser aprendidos en el seno familiar (pienso), en el colegio los conocimientos. Mi experiencia personal es que yo fui lectora desde muy pequeña llevada por mi curiosidad, y así leía no solo libros sino periódicos, publicidad que echaban en el buzón... ya de mayor fui eligiendo mi lectura preferida. Pero efectivamente tengo mucha familia profesores y te aseguro que no todos sus descendientes son lectores, hay quien no coge un libro ni queriendo.
    Por otra parte te deseo muchas felicidades por tu cumpleaños y dos días. Casi coincidimos ¡¡¡¡¡

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    1. Supongo que hay más posibilidades de que los hijos sean lectores en un hogar donde hay libros, pero no hay una relación directa de ninguna manera. Ni hay una correlación entre ser profesor y ser lector. Yo he vivido en medio de muchos profesores y no eran lectores, a los que son se les nota, y estos eran minoría. Ni por el hecho de ser profesor supone que los hijos de uno lo sean. La llamada de los libros puede sentirse en diversos momentos de la vida, yo la tuve desde muy niño y como no sabía qué eran los libros leía tebeos hasta que a los once años los descubrí, y desde entonces son una presencia devoradora en mi vida. En mi casa no había libros ni nadie me contaba cuentos por las noches. Mi padre me decía que la literatura era anacrónica y me disuadía de leer. Pese a todo, yo me licencié en Filología para disgusto de mi padre que no veía en esa carrera nada provechoso. No he parado de leer pese a tener un entorno totalmente en contra, y en el colegio no nos hablaban de libros para nada. He sido profesor muchos años, pero al final me di cuenta de que lo que hacíamos en los institutos tenía muy poca relevancia en su conformación del gusto lector.

      Muchas gracias por tu felicitación. No suelo celebrar mi cumpleaños: mi familia, el suyo sí, pero yo soy de una generación en que no se celebraba casi nada. Para mí es una fecha sin demasiada relevancia que intento obviar.

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    2. Tenía una mediana reflexión pero el móvil me ha jugado una mala pasada (suele ocurrir).
      Mostrar caminos quizás sea el cometido de un buen maestro. Nadie puede elegir por nosotros nuestros afectos.

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    3. Creo que lo has expresado con claridad: "nadie puede elegir por nosotros nuestros afectos". Ese es el quid de la cuestión. Un buen maestro no puede hacer mucho si la semilla no estaba ya sembrada previamente. Y es muy raro que un maestro pueda ponerla si no estaba antes misteriosamente. Pienso incluso que en tal caso ni siquiera los maestros son necesarios. Se tardará más o menos, pero se llegará de igual forma, con maestro o sin maestro.

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  3. Me gusta eso que dices de que uno descubre los libros un día y ve que tiran de él con una fuerza inaudita. Y ya no hay marcha atrás. Habrá épocas en las que uno lea más o menos, libros de mayor exigencia o más livianos, pero ya no hay vuelta de hoja: la lectura te acompaña a todas partes.
    Yo tengo que agradecer a mis profesores de Literatura del instituto que me enseñaran a profundizar en la lectura, a disfrutar analizando una novela o un poema. A que me dieran una lista de libros que sabía que antes o después tendría que leer. Recuerdo disfrutar muchísimo con Pío Baroja o con Buero Vallejo. Por no hablar de Machado o Blas de Otero. En fin, para mí fueron importantes sus clases. Te contagiaban su entusiasmo por los libros. Estoy seguro de que reforzaron mi interés por la literatura.
    Un post muy interesante.
    Un abrazo.

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    1. Yo fui profesor de literatura, creo que muy inspirador, hace muchos años cuando existía el BUP y el COU. Pienso que cumplí bien mi función de abrir caminos muy fértiles en adolescentes que veían en la literatura un arma potentemente imaginativa. Lo viví intensamente. Pero con el cambio de paradigma educativo, la literatura perdió en la enseñanza toda fuerza y virtualidad. Además, el cambio de momento histórico hizo que los adolescentes se alejaran de la literatura. ¿Quién puede competir con los videojuegos? Sentí con dolor que la literatura había dejado de ser expresiva para mis alumnos que fueron perdiendo tanto imaginación como capacidad para las palabras y fueron sustituidas por otras cosas. La llegada de los móviles y las redes sociales fueron demoledoras finalmente. La capacidad de atención a un texto escrito es ya mínima. Los profesores que te abrieron caminos y te llevaron a esos autores ya no tienen opciones. La palabra escrita literaria ya no es propia de estas generaciones. Los problemas que nos motivaban en el siglo XX, problemas existenciales, ya no son válidos. Todo ha cambiado. No diré que a peor, pero sí a algo radicalmente distinto y la literatura hoy día es propia de personas mayores, generalmente mujeres, y algún ejemplar raro, rarísimo entre los jóvenes que vive absolutamente a contracorriente, que también los hay. Yo he vivido como profesor experiencias de alumnos que se quedaban después de clase para comentar la lectura de Rayuela sintiendo una fascinación que hoy me pone carne de gallina. Y eso existió. La literatura fue un arma formidable y yo lo viví. Pero ya no es así. Los verdaderos lectores son rara avis, me congratulo de encontrar en ti uno de ellos.
      Un abrazo.

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  4. "el que es lector de verdad tiene en los libros el mayor alivio contra la desazón de vivir o la fealdad que nos aflige"!!!!

    Tremenda frase, me ha encantado tu reflexión, ciertamente es tal cual lo cuentas. No se puede llegar a la lectura más que de forma espontánea. Mi madre es lectora compulsiva de literatura de cualquier tipo, y podría parecer que yo viví su ejemplo y me hice lector. Pero mi hermano que viene de la misma madre no lee nada de nada.

    Quizás en el tema de mi lectura si que tiene que ver el ella, con apenas 10 años, me mandaba a la biblioteca a que le sacase libros para ella (el que no lo hiciese ella misma es un misterio de mi vida que tengo que resolver aun). Quizás la sencilla y oscura biblioteca de barrio, con un par de bibliotecarias entrañables con sus constantes peticiones de silencio, con un sistema de fichas de papel para el préstamo, y las miles de tardes que me pase allí buscando lecturas, para mi madre, para mí, y consultando la gigantesca enciclopedia Larousse de 45 tomos, tuvieron que ver en mi afición a la lectura. Me ha encontrado esta entrada!!!. Tienes más razón que un santo en este tema. Y para mi es una tristeza enorme no tener la semilla que sembrar en mis hijos. Leí un día lo de "El árbol , la lenta explosión de una semilla".

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    1. Desconocía esta historia tan hermosa que nos traes cuando cuentas que eras tú quien iba a la biblioteca a buscar libros para tu madre, y que te pasaste miles de tardes allí. Me has dejado tocado. Creo que hace tiempo que no leía una historia tan bonita y explicativa. Sin embargo, tu hermano no es lector. No hay reglas ni modo de implantar la simiente si de alguna manera no está ya allí. Tus tardes de biblioteca la hicieron crecer y facilitó tu afición que surgió luego avasalladora. Desde que te conozco te veo unido a los libros y eso me maravilla porque es exactamente lo que me pasa a mí. A veces leemos los mismos libros y a veces he leído algo que tú me has recomendado como Brandon Sanderson u otros escritores.

      Soy un lector pesimista, me gustan los escritores pesimistas más que los optimistas, me alegran sus reflexiones que me ayudan a vivir sintiéndome menos solo. Un buen pesimista te alegra la vida. Por eso me gustaba Boris Vian en La espuma de los días cuando decía que la vida es fea y que solo tenía sentido la música de Nueva Orleans y las chicas bonitas. Lo decía mucho mejor.

      En mi caso, ya lo he contado, tuve en mi padre el principal detractor hacia mi gusto por los libros literarios a los que consideraba "anacrónicos" y que siempre que me veía leer me decía que mejor estaría en la discoteca o pasándomelo bien. Sin embargo, él leía libros de historia de la segunda guerra mundial que yo devoraba sin que él se diera cuenta, y le cogía los ejemplares del Selecciones del Reader's Digest y los leía con pasión. Y no olvido que él tenía uno de los libros que más me ha gustado en mi vida y que leí de adolescente: La conquista del fuego de Joseph H, Rosny. Uno lee porque le sale, así de simple, del mismo modo que uno baila o ama a determinada persona sin saber bien por qué.

      Estoy leyendo Las alas de la paloma de Henry James en el que consigo avanzar con lentitud. No me acaba de fascinar pero me interesa muchísimo. Es curioso cómo algunos libros nos interesan aunque sean muy difíciles y no produzcan placer inmediato.

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  5. Mis padres tenían estudios primarios, venían de la aldea, y en mi casa había un único libro, que no se cómo aterrizó allí, un bestseller que supongo infame y que nadie leyó: Piense y hágase rico, de Napoleon Hill (nombre de autor que de por si ya suena a más falso que un euro de cartón). Así que, yo primero y mi hermano después, por donde enganchamos a la lectura fue por los tebeos que vimos más que leímos, fascinados, que traía como encarte central una revista del corazón que compraba una tia mia cuando estaba de visita. Con los tebeos seguimos durante años, porque, obvio es decirlo, entraban por los ojos (los prefería mil veces a la televisión o las películas de vídeo-club), era lo que se podía encontrar en los kioskos del barrio, eran baratos (así que podías probar de este y de aquel y si no te gustaba tampoco pasaba nada) y ademas los chavales de la calle los intercambiabamos, así que podíamos leer bastantes. Libros lo intenté con alguno, y hasta tenía una colección casi completa, pero no debían ser gran cosa (una explotation de la marca Alfred Hitchcock) porque lo único que recuerdo de ellos eran las portadas. No reniego de los tebeos, incluso en aquellas condiciones de falta de guías y de pistas pude leer bastantes buenas historias que creo que resisten bien el paso del tiempo (pienso en los Asterix, los primeros Superlópez, Johann y Pirluit y el universo de los pitufos, los álbumes más logrados de Mortadelo en su humor disparatado... y algunos buenos tebeos de superhéroes pese a ser muy claramente tebeos-para-chicos-preadolescentes). Me costó pasar a los libros sin dibujos por el vocabulario, y más si era literatura española que la traducida, y he ahí una circunstancia interesante: un lector de tebeos tiene más vocabulario que un espectador de televisión -es una opinión, pero los hechos me han dado siempre la razón en esto-, aunque no lo suficiente como para que la transición al texto puro se haga sin buen trompazo de primeras. Imagina lo que supone para el que da ese salto desde la televisión o los videojuegos... En fin, por terminar, sí, la literatura con la que enganché era ciencia-ficción, o ficción distópica, fantasía... (1984, un periodo de Stephen King, El señor de los anillos, Un mundo feliz) y de ahí en adelante lo que quieras... y nunca he dejado los tebeos, que si no me entran por el lado literario lo hacen por el artístico.

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    1. Yo comencé también con los tebeos. Aprendí a leer a los cuatro años y comencé a devorarlos. Era uno de los niños que mejor leía en el colegio cuando entré a los citados cuatro años. Pasé muchos años, algo así como siete, alimentándome de tebeos hasta que descubrí los libros ilustrados de la colección Héroes o Historias. Luego, sin un cambio muy traumático, pasé a libros más de texto. Enyd Blyton, Karl May, Julio Verne, Emilio Salgari. A los catorce llegué a las noveluchas del oeste y leí cientos de Marcial Lafuente Estefanía que me cautivaban, de espías, del espacio. Así hasta que a los dieciséis años, sin que nadie me orientara, llegué a una publicación médica donde se presentaban textos de Stevenson, Eça de Queiroz, Dostoievski, etc. Nadie me mostró caminos y yo hube de descubrirlo todo por mi cuenta en contra de la opinión de mi padre que se disgustaba si me veía leer. A los 16 y 17 años leí cientos de volúmenes de la colección de superhéroes -Spider, Spiderman, Patrulla X, Los cuatro fantásticos, Los vengadores, etc, etc-. Los tebeos fueron fundamentales en mi evolución, pero hubo un momento en que me alejé de ellos y hoy ya no suelo acudir a ellos. La literatura dura se apoderó de míl. Por supuesto que leí El señor de los anillos, Stephen King, Tolkien, Huxley, Frank Herbert (Dune), Orwell, etc, etc. He leído ciencia ficción, horror, fantasía, realismo, de todo, no tengo géneros excluidos en mi canon. Me ha encantado tu historia a partir de los tebeos. Es una pena que esos textos maravillosos que leíamos los niños de los años cincuenta o sesenta hayan desaparecido de nuestra cultura. Hace años en Sumatra estuve en un local dodne los niños leían tebeos y se los intercambiaban y ello me recordó mi tiempo de infancia. Tú has seguido unido al arte visual y de él surgen estas espléndidas viñetas que siempre me maravillan. ¡Qué lujo saber dibujar! Lo dice uno totalmente nulo para ello.

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  6. Yo confieso... haber sido culpable durante 39 años y 9 meses de ese "chantaje bienintencionado" del que hablas para intentar hacer lectores a mis alumnos. Les he leído en voz alta cada día, desde el primero hasta el último de mi carrera docente.
    Echando la vista atrás, temo coincidir contigo en creer que quizá no sirvió para nada, y solo tengo la ¿pobre? satisfacción de haberlo pasado muy bien en el proceso. Lo volvería a hacer, esos momentos eran los mejores del día, pero no sé si fructíferos en despertar lectores.
    Yo no quería que se perdieran algo que yo valoraba tanto, que a mí me daba tan altos goces.
    Hasta el día de hoy, tengo como teoría preferente de mi afición a la literatura, los cuentos que mi padre me contaba cada noche (no me los leía, los narraba extrayéndolos de su magín, él no había leído un libro en su vida) y las veladas que compartimos en el cine del pueblo (muchas, y de temática muyyy variada).
    Después me han empezado a surgir las dudas. He intentado hacer lo mismo con mis hijos supliendo mi falta de inventiva con los cuentos e historias escritos por los demás, leyéndoles cada noche, llevándolos al cine, a las bibliotecas... No funcionó, y para eso hay dos explicaciones. O bien yo carezco de las aptitudes de mi progenitor, o bien, como tú dices, no hay tu tía, o se nace lector o no se nace.
    ¿Qué me ha llevado a mí a disfrutar tanto de la lectura? Aparte de que no descarto como fundamental el papel de mi padre, hubo otro detonantes...
    Por ejemplo, los tebeos, que ya habéis nombrado. Quizá sea el eslabón perdido para estas generaciones. Su papel de facilitadores de lecturas más serias ha sido ya estudiado, pero como bien dice otro de tus comentaristas, leer cómics te daba un vocabulario y una profundidad temática, visual, artística, que pavimentaba perfectamente el camino a la literatura adulta. No comparemos con sus pobres sustitutos, los vídeojuegos, pero ese sería otro tema...
    Otro detonante que yo no puedo obviar es que leer era una manera de trascender la clase social que te había tocado en suerte, daba prestigio y, por supuesto, te daba acceso a carrera universitaria. Ahora esto está devaluado totalmente, es posible que se rían de ti por solo plantearlo, pero en aquel entonces querías mejorar la vida que llevabas, y eso se podía conseguir si eras una persona de libros.
    Claro que podréis decir que los libros que posibilitaban hacerte con un título universitario nada tenían que ver con la literatura, y... ¡aquí llegamos al meollo de la cuestión (esbozado al final del post)!
    Mi teoría es que los lectores voraces utilizamos la literatura como refugio, que somos las personas más cobardes de todas. Los demás hacen frente a la vida a pecho desnudo; nosotros, con un libro en la mano.
    Cualquier psicólogo te diría que es una adicción que hay que vencer, que no es sano refugiarse y/o utilizar tales muletas para vivir. Yo lo encuentro imposible. La literatura es mi droga y mi religión, así, todo junto, en una mezcla divina a la que no pienso renunciar sin lucha.
    Durante un tiempo, pensé que era superior a los demás por ser lectora empedernida, ya saben, más vocabulario, más cultura, más experiencias. Hoy ya sé que es justamente lo contrario, solo soy una persona más necesitada que las demás de la ayuda impagable de las palabras, que leí afanosamente cuando operaban a mi padre, cuando sufría los dolores del parto, cuando velaba a mi madre... Mis amigos me dicen que ellos, en esas circunstancias, no se pueden concentrar en la lectura. Ya les dije, son de los fuertes, no necesitan este opio que yo busco sin cesar.

    Ave, Joselu, mihi pergratum est te convenire.

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    1. Tu comentario es suficiente para justificar la existencia de un blog que busca enfoques reflexivos y no simplemente aquiescentes.

      Me centro en el final de tu comentario. ¿Qué somos los que leemos apasionadamente? En ninguna forma somos mejores en ningún sentido que tenga valor en el mundo actual. Estoy haciendo un curso de estética del siglo XVIII y en él percibo la importancia que tenían la cultura, las ideas, la poesía, las bellas artes en general como conformadoras de buen gusto y la sensibilidad. En este tiempo era fundamental ser poseedor de un criterio y unas reflexiones que alentaran la aquilatación de la belleza. Ser lector hoy día no tiene mayor importancia. Ninguna. Unos leen y a otros les gusta el fútbol. O simplemente son aficionados a los videojuegos. O a los viajes low cost. Ser culto o lector no tiene ya mayor relevancia salvo la satisfacción personal que no llega ya demasiado lejos. La cultura es un valor en declive. Los lectores no tenemos ninguna pátina que nos atribuya nada en especial. La gran cultura o la cultura basura no están tan distantes.

      En la familia de mi mujer nadie lee, son muchos y son ignaros en cultura general. ¿Y eso qué significa? Unos ganan mucho más dinero que yo, otros son felices y perciben una visión mucho más integrada de sí mismos que yo mismo, otros tienen bastante con lo que tienen -con sus viajes, con sus cenas, con su vida-. Yo no percibo que con mis miles y miles de libros leídos pueda suponer nada en especial. A nadie le importa lo que he leído y carece de cualquier tipo de valor. ¿En qué sentido yo tengo algo superior? En ninguno. Mi cultura literaria es un placer, un vício, una pulsión, pero nada más. A otro le apasiona el fútbol y entrena a equipos cuando le contratan. Los lectores, como bien dices, somos seres a los que nos falta algo, no se si enfermos necesitados de droga o muletas. La sociedad que valoraba la cultura ha desaparecido hace mucho tiempo. Sin duda somos más débiles o frágiles. Y eso nuestros alumnos lo perciben: ser lector no tiene nada que lo haga prestigioso. Importa mucho más publicar fotos en instagram en plan sexy que leer. Hoy día es impensable entre los jóvenes regalarse libros por algún acontecimiento o celebraciones del amigo invisible.

      Me ha encantado la historia de tu padre. ¡Qué hermoso recuerdo! Yo no lo tuve en absoluto. Somos más débiles, más necesitados de algo que no tiene nada que revelar a los hombres de este tiempo. Lo mejor que podría suceder es que hubiera un sistema que prohibiera la literatura como en Farenheit 451, pero eso no será así. Nadie buscará reprimir algo que carece totalmente de valor social.

      Ego quoque.

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  7. Aqui, como diria el otro, yo te voy a contar "mi libro". Empece a leer cuando deje de estudiar, vivía en un apartamento de alquiler, me subieron el alquiler y me metí en una hipoteca de un apartamento. Como tenia que pagar el alquiler y las letras al constructor (era en construcción), no podía salir de juerga ni de nada, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Los domingos me compraba el ABC y el Pais y un dia me compre en el Rastro, de segunda mano, "El nombre de la Rosa" y empece a leer, descubrí que pocas cosas hay más baratas que un libro y que pocas cosas pueden llenar más tu cabeza que una buena narración. Puedes ser JUlio Cesar, un aventurero, un amante, un monje medieval, un filosofo y lo que quieras.
    Otro día en el Rastro de Burgos compré "a lo tonto" el Discurso del Metodo" de Descartes y ese libro, que he leído muchas veces, cambió mi forma de ver el mundo, todos los años lo leo por lo menos una vez.
    Resumiendo, ¿porque empece a leer yo?, porque no tenia ni un duro, así de sencillo... Me gustaría hablar de mis profundas inclinaciones intelectuales y esas cosas, pero no fue así; sin embargo, ahora es lo que más disfruto en mi vida, todos los días leo, todos y creo que lo seguiré haciendo hasta que me muera... no se si me servirá de algo o no, pero lo disfruto y con eso a mi me vale...
    UN saludo

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    1. Tu historia como lector -que ya conocía por otras intervenciones anteriores- merecería un buen relato: el de un hombre ajeno a la lectura que conoce los libros un día, y, seducido por El discurso del método, se hace lector tenaz, y habla de ello con un entusiasmo que nos admira. He conocido a grandes lectores que se aficionaron a la lectura tardíamente, y, desde entonces, no han dejado de leer. Esto abona la tesis que defiendo: el lector es un ser de naturaleza libre que no lee porque le dicen que lea (en el instituto, en la escuela, en casa...) Lee porque sí, por ejercicio de su libertad. Unos lo descubren antes y otros después. Nada hay que haga a alguien lector si no es por propia iniciativa. Tú lo descubriste de un modo, otros se quedan sin probarlo... Tu historia es muy elocuente. Se te notan las lecturas en tus recreaciones del mundo romano, algo que debe ser muy frecuente en ti como lector. Un saludo.

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  8. Pensando en ese refrán que dice que el hábito hace al monje, como padre negocio tiempo de juegos electrónicos por tiempo de lectura. No estoy seguro de que el método surta efecto, es solo una apuesta como tantas en la vida.

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    1. Sin duda, son más productivas las buenas intenciones que el abandono al azar. Ojalá que tus hijos salgan lectores. Al menos alguno de ellos. Las convicciones de Bruno hacen presagiar que será un muchacho y un hombre con una fuerte voluntad y una interpretación propia del mundo.

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  9. Asiento de principio a fin, porque mi experiencia es exactamente la misma. De todos modos, el ejemplo", que tus hijos te vean "sumergido" siempre en una lectura diferente, constantemente, acaba haciendo fructificar la semilla de la lectura. A mis hijos les he leído hasta la extenuación, y de todo. Pasaron por épocas que se alejaron de la lectura, pero ahora, los dos, advierto que "necesitan" leer, y material para hacerlo no les va a faltar en su casa, está claro. Mi hijo mayor le dio un repaso a l sección de filosofía y ensayo y, después de seleccionar unos cuarenta libros, e me acerca y m dice: "Papá, tú tienes muy buenas cosas ahí". "Si, la historia de mi vida", le contesté. A uno le tira el ensayo. A la otra, el feminismo, la psicología y algunos clásicos. Yo ni me meto. Allá ellos, pero ver que, como yo, leen con un lápiz en la mano y subrayando aquí y allá pasajes que les llaman la atención es, para mí, el colmo de la felicidad. Insisto, no me meto, ni les sugiero nada. Es más, me dejo sugerir títulos y autores y les hago cosa y leo lo que ellos me descubren, como me pasó con el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que me descubrió mi hijo. "Tienes que leerlo", me dijo, entusiasmado. Y le hice caso, po supuesto. Así me he formado yo: atendiendo a las sugerencias de los demás y, de vez en cuando sugiriendo yo, a mi vez, algún título, con prudencia. Te doy,toda la razón, Jose, y lo has descrito a las mil maravillas, a pesar de que sea algo inefable, por definición. A la lectura se siente uno convocado y el impulso está presidido por la necesidad de comprensión, de uno mismo y de lo que nos rodea. A la lectura uno se encadena de por vida a poco que haya sido capaz de dejarse sorprender por alguna de las infinitas maravillas que han sido escritas a lo largo de la la historia de la humanidad: desde el Tao Te King hasta la Biblia pasando por el Cántico Espiritual de Juan de la Cruz. En nuestra sociedad banal y figurativa, sin embargo, la lectura es una actividad secreta, nada espectacular, y ya se sabe que lo que no puede desarrollarse como espectáculo no tene cabida en nuestra sociedad. Me llamó poderosamente la atención, en la primera edición de Gran Hermano, que estuviera prohibido leer o poco menos; del mismo modo que me lo llamó que en la vida de Elton John la lectura no apareciera nunca, en ninguna de sus etapas vitales.... En fin, como tú, estoy convencido de que cualquier campaña en pro de la lectura no hace sino crear enemigos de la misma; del mismo modo que las campañas feministas contra la violencia machista equivocan de lleno sus objetivos y no sé si hasta constituyen un acicate para ciertos desaprensivos energúmenos violentos ...

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    1. Me alegro de que las semillas dejadas por vosotros en vuestros hijos estén fructificando y puedas comprobarlo con felicidad cuando los ves subrayar. Me gustaría sentir lo mismo pero mi experiencia no es exactamente la misma o, al menos, es dual y contradictoria. Veremos si el tiempo hace que evolucione.

      Tomo una parte de tu comentario para glosarlo. Dices que tu hija se interesa por el feminismo, algo que veo que también pasa con mis hijas, y ello me parece algo paradójico. Si hay unas muchachas que han vivido un ambiente igualitario sin ninguna discriminación tanto en la educación, en casa o en el ambiente social, esas son nuestras hijas. Es curioso que vivan con tanta intensidad las reivindicaciones feministas y sus símbolos, ellas que no han sufrido ninguna supeditación por ser mujeres. Pero está en el ambiente, parece que es el siglo de la mujer. Hay quien dice que las revoluciones avanzan no por los auténticos oprimidos sino por los que han salido de la opresión y viven relativamente bien. No son las sociedades oprimidas quienes hacen la revolución sino las sociedades con cierto nivel de vida. Nuestras hijas han salido feministas por lo que parece. Todo en nuestro entorno parece girar en torno a ello y a la famosa liga LGTBi. No dejo de vivir con perplejidad este proceso que arrincona a los varones heterosexuales que pagan impuestos... Son los únicos que no pueden exhibir un día del Orgullo. Aunque a este paso, dentro de algún tiempo habrá que defenderlo. En parte de ahí sale Trump y semejantes.

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  10. Estoy de acuerdo contigo en que el lector surge de manera espontánea, curiosidad por la vida y por la enorme complejidad que atesoramos los seres humanos. Probablemente nos mueve la necesidad de experimentar, de salir de la realidad cotidiana para apreciar otras perspectivas, creo que es eso lo que compartimos los aficionados a la lectura.
    Estoy ahora con El mito de la educación, y aprovecho para agradecerte la sugerencia. Parece dar sentido a algunas teorías que se me habían pasado por la cabeza y me abre los ojos ante esos principios tan arraigados que se caen como castillos de naipes. Ya te contaré sobre mi conclusión cuando lo acabe, a lo mejor hasta hago una entrada en el blog.
    Un abrazo.

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    1. Me encantará leerte, es un libro que me hizo pensar mucho incluso antes de ser padre. Poco después lo sería, pero me hizo ver con bastante escepticismo mi función educadora, como luego así se ha confirmado. Un abrazo, Ana.

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