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martes, 24 de noviembre de 2015

Es el momento, profe. No te lo pienses más.



Una idea me está rondando hace unas semanas para mis alumnos de tercero de ESO de trece años. Quiero que escriban una novela. Extensión, unas veinte o veinticinco páginas. Sería una novella al estilo italiano en el Renacimiento, narraciones breves, condensadas. ¿Es posible que un adolescente tenga algo que decir y pueda -y quiera- contarlo? La respuesta la conozco. Sí, clamorosamente sí. Un adolescente es un salvaje en el sentido de puro y en él se agitan fantasmas poderosísimos en su proceso de descubrimiento del mundo. Lleva unas semanas de maceración en mi caletre. Es una experiencia que he planteado otras veces pero un curso más tarde, a los catorce años. Pero el año que viene yo ya no estaré con ellos. He aprendido a quererlos durante los tres años que he sido su profesor. Me gusta estar con ellos aunque a veces tenga que pegar cuatro gritos para calmar su excitación y su inquietud. Hoy se lo he comentado. Quiero que escribáis una novela. La idea no parece haberles sorprendido mucho, como si la estuvieran esperando, como si quisieran decirme que ya están maduros para ello. 

"Es el momento, profe. No te lo pienses más"

Ahora o nunca. Me digo, cuando el nunca está más próximo. Tiene que ser ahora. Varias chicas me han mirado interesadas. Una de ellas debe publicar textos en alguna plataforma como Wattpad. Es increíble que un profesor de lengua no aproveche la realidad de alumnos que escriben, que les gusta escribir. Aunque debería hablar en femenino. A ellas, a algunas al menos les encanta escribir y los profesores no lo sabemos y no lo incorporamos a las clases. Otra chica de pelo de colores me ha preguntado que si podía haber sexo. Le he mirado fijamente y le he dicho que el contenido es libre pero tiene que estar bien contado. ¿Pero podemos escribir de lo que sea? Claro, por supuesto. Podéis escribir sobre lo que sea. Este proyecto lo he llevado a cabo varias veces en mi vida. En los tiempos del BUP y en la ESO. Todas las veces que lo he experimentado me he encontrado con muchas novelas muy interesantes, algunas las recuerdo a pesar del tiempo pasado. Historias de amor, de deseo, de sufrimiento, de aventura, de horror, de ciencia ficción ... No hay idea que no pueda bullir en la cabeza de un adolescente. Los adultos no conocemos su mundo y ellos se ocupan bien de que no lo conozcamos. Una profesora cuando va a clase dice siempre: Voy con la tropa. No me gusta. Da idea de un colectivo amorfo con el que se mantiene una relación jerárquica. No, no me gusta. Sé que mis alumnos van a aprovechar la oportunidad de escribir una novela sobre la vida, sobre su vida. Una vez una muchacha en silla de ruedas, con la enfermedad de los huesos de cristal y que había sufrido más de veinte operaciones en sus piernas, escribió un relato fascinante que tituló Adolescencia dolorosa. Era su vida, su pura y escueta vida contada con una pasión y con un dolor inenarrable. Pura vida en estado salvaje. Este es un ejemplo pero he leído relatos increíbles de todos los temas. Ya hablaremos de las cuestiones técnicas como el tipo de narrador, la progresión de la novela camino del clímax y el desenlace, así como la división en unidades narrativas menores como los capítulos. El tratamiento del tiempo y el espacio. Los personajes. Sin embargo, en mi experiencia sobre esta idea, he visto que muchos problemas narrativos son resueltos intuitivamente por ellos porque tienen algo que decir. Para escribir ese es el motor fundamental: tener algo que decir. Las cuestiones técnicas van después. Tener algo que decir y querer contarlo. Los procedimientos técnicos van apareciendo en el camino. Les prepararé un vídeo para introducir la idea. Tendrán cinco meses para desarrollarla. Y el 20 de mayo presentarán sus novelas. Esto supone la lectura de más de mil páginas para el profesor. No obstante, el instante en que me enfrento a una novela de un adolescente, es un momento mágico  porque dan forma a sus mundos con una gracia y una frescura que invita a la lectura. No los conocemos. Las redacciones sobre temas estereotipados que les proponemos no son expresión de sus posibilidades como narradores. Hay algo más. He leído de todo. 

"Las chicas son formidables narradoras. Detrás de un rostro tímido puede estar escondida una Emile Brönte o una Virginia Wolf." 

Hacen falta mundos propios que están estallando en su interior por el descubrimiento de la vida como experiencia fundamental. Y los hay. Las chicas son a veces perversas. No te fíes nunca de un rostro angelical. Son los peores. O los mejores. Sus voces pugnan por salir al exterior. Solo hace falta un profesor loco que las invoque. Y que esté dispuesto a leerse el millar y pico de páginas que van a escribir. Para mí será la despedida. He sido profesor de adolescentes durante muchos años. Me he sentido como un enfant terrible, un maudit de la docencia. Me aburren los discursos de mis colegas en las reuniones. Desconecto. No me interesan sus críticas, sus estados de ánimo, su falta de entusiasmo, su adocenamiento. Puede que sea excesivamente ácido con ellos y sean excelentes profesionales. Seguro que sí, pero cuando estamos juntos todo huele a rancio. No hay debates en profundidad, no hay espíritu de vivir sueños juntos. Solo reproches, quejas, negativismo, rendimiento a la burocracia. Vivo allí, entre ellos, pero soy un gigantesco o diminuto –no vamos a ser narcisista en demasía- son of the bitch. Y como lo soy y lo sé, voy a desarrollar este proyecto que les implicará hasta el tuétano. A mis alumnos. A mis alumnas. Estaremos abiertos al océano, a los sueños, a lo que salga, a lo que encontremos en el viaje. En el que seguro habrá numerosas cargas de profundidad. Y no evitaré que exploten. Les animaré a ello. Los lectores del blog –entre los que hay alguno de ellos (¡pillín!)- estáis invitados a asistir a la deflagración. Luego no os quejéis.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Tratamiento de las diferentes velocidades de aprendizaje


Una de las cuestiones más complicadas como profesor es ajustar el ritmo de aprendizaje a cada uno de los muchachos de la clase. No todos van al mismo ritmo. Sus capacidades de trabajo, de rendimiento, de interés y de desarrollo cognitivo son muy distintas. Ir al ritmo de los más lentos es un fracaso puesto que ralentiza a los que podrían ir mucho más rápido; ir al ritmo de los más rápidos supone también un fracaso generalizado para los que no alcanzan ese nivel de velocidad y trabajo. Es injusto. Otra posibilidad sería asumir un ritmo medio que no se ajustara a los más retrasados ni a los más rápidos sino a un nivel medio imaginario de la clase. Esto no impediría que algunos se quedaran rezagados y que otros no pudieran avanzar todo lo que podrían. Sin duda, para todos los que son profesores, esta es una cuestión medular en cualquier reflexión sobre el aprendizaje. ¿Qué hacer? 

"¿Cómo modular el aprendizaje a todos los niveles sin desaprovechar las posibilidades de los más veloces y sin dejar descolgados a los más lentos?"

A todos los que pasan por aquí les es conocido mi sistema de trabajo de este curso: la clase invertida. Grabación de vídeos sobre literatura y lengua que ellos ven en casa respondiendo preguntas sobre su contenido que me llegan a mí con toda precisión. Esto es común a todos. Pueden ver los vídeos las veces que quieran y ajustarlos a su velocidad. En clase, realización de mapas mentales sobre los contenidos de los vídeos. Uno por semana. Sin embargo, observo que la velocidad de resolución de estos mapas es muy variada. Hay quienes ya han realizado los mapas de las dos semanas siguientes. Otros van retrasados respecto a los mapas que les corresponden por semana e incluso no han terminado los de semanas anteriores.

Cuando les propongo unos ejercicios en el aula –generalmente interactivos y con soporte tecnológico- los hay que lo realizan en breve tiempo y otros que necesitan toda la hora para completarlos y no les llega. A los que avanzan rápido les doy otros ejercicios que avanzan la materia. Y a veces al poco tiempo ya me están pidiendo más porque los han acabado rápidamente. El problema es tener material preparado para los más veloces y que no se aburran. El profesor ayuda – y tiene paciencia- con  los que tienen más dificultades y complace a los más rápidos que se retan para superarse a sí mismos. Se puede decir que la velocidad de trabajo y rendimiento son muy diversas, y no es justo retrasar a unos y bloquear a otros con una velocidad inadecuada, impropia de su capacidad de trabajo o aprendizaje.

La clase invertida -que dedica todo el tiempo en el aula a ampliar conocimientos- es un excelente medio de trabajo que propicia trabajos a velocidades variables sin que se resienta el desarrollo normal del aula. El problema para el profesor es desenvolverse a suficiente velocidad para atender a todos los ritmos de aprendizaje. Las clases son muy intensas para el profesor pues debe atender múltiples cuestiones que responden a velocidades distintas. La trastienda de la clase invertida es también muy laboriosa e implica trabajo añadido al que es habitual a los profesores, precisamente porque se basa en esos diferentes ritmos de aprendizaje a los que hay que dar salida.


La satisfacción es que los alumnos con más velocidad no quedan frustrados y pueden aspirar a más, sin límites intermedios o lentificados por el lastre de los más retrasados, y, para estos, la clase también se ajusta perfectamente a su desarrollo personal. Observo que hay un gran interés por cumplir las tareas en más de un ochenta por ciento.  

"Uno ha de ser autocrítico con la pedagogía que está implementando, más si es de carácter experimental, pero también ha de saber reconocer los puntos fuertes y débiles de la misma". 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Europa en la encrucijada


Arturo Pérez Reverte ha publicado unos tuits que han levantado algún revuelo y múltiples retuits. En alguno de ello venía a decir que los europeos nos hemos acostumbrado a vivir en Disneylandia y no sabemos enfrentarnos al horror y a la guerra cuando esta nos viene de frente como son los yihadistas que han atentado estos días en París. Ante hombres dispuestos a morir no sabemos cómo actuar. No se ajusta a las reglas y a la normalidad y eso nos paraliza y nos inmoviliza.

¿Qué esta pasando?¿Hay una guerra declarada por el Estado Islámico a la civilización europea? ¿Cómo debemos contestar si esta existe? Estas preguntas nos producen agobio y zozobra y no sabemos responderlas. Queremos pensar en términos de personas bondadosas que aman Imagine de John Lennon y queremos parecer guays, personas que asumen su pasado colonial y que creen que Europa ha hecho mucho mal y ahora tenemos que pagar nuestros errores de siglos pasados. Nos sentimos culpables y eso nos paraliza y puede que no estemos viendo qué está pasando delante de nuestros ojos. Porque Estado Islámico (Daesh) no es solo un territorio entre Siria e Irak fruto de nuestros errores recientes. No. Daesh es un concepto, es un tipo de guerra que no excluye ningún método de ataque, desde el atentado brutal como los de París, Ankara, Beirut o Kenia, la ciberguerra, el flujo gigantesco de refugiados a Europa a los que queremos acoger por razones humanitarias, la explosión de la natalidad... Daesh ha nacido, que nadie se sorprenda, en Europa, o en una confluencia muy compleja dentro de Europa. Ha nacido entre nosotros donde hay millones de musulmanes, formados en nuestras escuelas y universidades, de los que una parte son proclives a la radicalización. Ya hay zonas de Bélgica, Francia, Suecia y Alemania donde apenas hay ciudadanos blancos occidentales. Hemos interiorizado que el Islam ya es parte de Europa como ha sostenido Merkel. Esta radicalización en choque con la sociedad occidental los lleva a odiar nuestros valores entre los que están la tolerancia, la libertad, la democracia. Nos podemos fustigar y decir que los hemos segregado en guetos como las banlieus de París o Marsella, que la sociedad francesa no se ha abierto a ellos. Podemos seguir enarbolando banderas de paz y amor, pero hay algo que está pasando en nuestras fronteras. Y no es tranquilizador. Más bien es aterrador. Estamos en una espiral diabólica porque hagamos lo que hagamos nos equivocamos. Si no hacemos nada, es suicida; si hacemos, generamos más conflictos y más guerras en un área terriblemente ardiente –el oriente medio-, si sigue creciendo la islamofobia como es inevitable, los sectores del Islam en Europa tendentes a la radicalización crecerán por sentirse rechazados; si seguimos acogiendo a millones de musulmanes, que llegan a nuestras fronteras, en veinte años es posible que seamos sociedades ya del tercer mundo y en las que rija la sharia. Cada musulmán tiene siete u ocho hijos frente a los dos o uno que tenemos los occidentales. Si tienen varias mujeres esto se dispara a veinte o veintidós hijos. ¿Forma parte de un plan de ocupación de Europa por todos los medios? Daesh conoce nuestra psicología y nuestro miedo, así como nuestra comodidad, nuestros complejos, nuestras contradicciones. Son expertos geniales en marketing audiovisual. Cuando degüellan a un prisionero y cuelgan espantosas imágenes saben que no querremos creerlo, que pensaremos que no nos atañe a nosotros. Nosotros vivimos en un mundo libre y tolerante en que estas cosas no pasan. ¿No? Los atentados de París y el miedo que se ha extendido en toda Europa a pesar de nuestros servicios de información, antidisturbios, y nuestros ejércitos, son pruebas evidentes de que la guerra de Siria ya está aquí. Creíamos vivir en Disneylandia y ahora vemos que lo que está sucediendo allí, también sucede aquí.  Daesh ha nacido en Europa. Exportamos combatientes islámicos y luego vuelven dispuestos a liquidar esto. A bombazos, por medio de la multiculturalidad, por medio de la natalidad, por medio de nuestros miedos, por medio de nuestros complejos de culpa, por medio de nuestras zonas de confort, de nuestra civilización débil cuya única aventura semanal es ir a Mercadona y Primark. Pero ellos están dispuestos a extenderse, a crecer, a dinamitar nuestras seguridades y valores.

Estos días me daba una impresión de ingenuidad totalmente naïf el canto de la Marsellesa en Wembley, las dos cámaras legislativas francesas reunidas para también cantar el himno francés, el chiste de El Roto contra las bombas... Y mientras ellos, cada vez más, inmunes a la crueldad que nosotros querríamos que no fuera de mal gusto, y centenares de miles de musulmanes llegando a Alemania, Suecia, Francia, Reino Unido ... tierras que no podrán satisfacer todas sus demandas de bienestar inmediato puesto que creen que llegan a lugares en que todo el mundo es rico y ellos exigirán inmediata y violentamente sanidad, escuela, vivienda, trabajo ... y cuando no sea posible, nos odiarán, odiarán nuestros valores y nuestra democracia.


Esta es la encrucijada en que estamos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Una jornada cualquiera en un instituto de barrio cualquiera

L


Hoy ha sido un día muy especial. Viernes, último día de la semana. ¿Qué se puede hacer en viernes? Una mañana intensa desde las ocho de la mañana hasta las dos y media. Detallo el día para que alguien intuya qué es lo que he vivido hoy en esas seis horas. Tras una guardia a primera hora, ha venido una amiga bloguera, Paz Montserrat, a ver una clase en directo planteada con la estrategia de Flipped Classroom. Para mí ha sido emocionante hacer una clase acompañado. Paz ha podido contemplar el desarrollo de una sesión. No sé qué impresión ha podido sacar. Antes le había mostrado el control que tengo sobre la realización de tareas, el visionado de los vídeos, las herramientas digitales que utilizo, el iPad con las numerosísimas notas que tengo recogidas de cada alumno. Los chavales se han portado muy bien, aunque ha habido un conato de pelea a la que no he querido darle más importancia. Ambos tenían responsabilidad. Supongo que otro profesor hubiera estimado mandarles a casa a los dos durante unos días. Soy lento reaccionando porque normalmente estoy muy abstraído en lo que estoy haciendo. En todo caso, la clase ha sido productiva e interesante y un observador externo ha podido aquilatar lo que hacemos en el aula. Gracias, Paz.

A la hora del patio tenía guardia. Un muchacho de origen bereber ha venido a hablar conmigo y hemos estado charlando animadamente todo el patio. Di clase a su hermana. Era muy inteligente y trabajadora. Le di clase tres años hasta cuarto de ESO. Guardo muy buen recuerdo de ella. Tenía unas posibilidades muy buenas para seguir estudiando, pero no lo ha hecho. Me ha dolido. Son ocho hermanos y parecen estudiar solo los varones. No sé qué será de su vida, si se habrá casado. Debe tener 18 o 19 años.

A la siguiente hora he tenido otra clase invertida con el mismo desarrollo que ha visto Paz. Todos han trabajado intensamente menos un grupo de niñas latinas que parecen estar más por la diversión que por el estudio. Se lo he hecho saber. Forman un grupo de cuatro. No me gusta presionar más que mediante las palabras suaves de un profesor que les da algún consejo, pero sé que es inútil. Están pasando ese sarampión que es la adolescencia. Y les va hacer el tonto. Creo que puede peligrar el curso. Se pintan los labios de rojo y llevan ropas ajustadas. Hay una que actúa como líder negativo. El resto se unen a su área de influencia. Me he ocupado de ellas animándolas a trabajar. Sin embargo, tenía que ir revisando los mapas conceptuales que hacían los chicos para corregírselos y darles el visto bueno. Realmente hay algunos excelentes. Han captado en esencia qué es un mapa mental. Creo que es muy positivo, pero no sé qué posterior desarrollo puede tener esto. Es una herramienta cognitiva muy interesante. Salgo del aula, recojo el ordenador tras desconectarlo y los trabajos que me han entregado hoy.

Voy a continuación a bachillerato. Estamos estudiando El Quijote. No había preparado la clase. Pero una alumna estaba comentando el capítulo XXV de la primera parte. He creído que merecía la pena detenernos durante toda la hora en él. Dudo que lean los capítulos que tocan diariamente. El Quijote no les atrae. No captan el humor y la ironía de Cervantes. Y el lenguaje les resulta muy difícil. Pero hoy hemos diseccionado frase a frase la parte final del capítulo mencionado. Es cuando Don Quijote está en Sierra Morena, tras liberar a los galeotes. Ha decidido hacer penitencia al modo de Amadís de Gaula en la Peña Pobre. Quiere enviar un mensaje a Dulcinea y es Sancho quien tiene que llevarlo. Y aquí surge un momento apasionante porque ha de revelarle quién es en realidad Dulcinea que no es otra que la labradora Aldonza Lorenzo. Sancho se carcajea porque sabe que Aldonza es machuna, robusta y muy cortesana con todos los hombres. ¿Esa es Dulcinea del Toboso? –dice Sancho-. La respuesta de don Quijote es genial. Le dice que se la  pinta en su imaginación como le da la gana. Y que él decide y elige que Dulcinea sea la más bella dama de la tierra. Como hacen todos los poetas que se inventan a sus damas. Este momento de El Quijote es bellísimo. ¿Acaso don Quijote está loco? Es capaz de distinguir fantasía de realidad. Y sabe que él se inventa a Dulcinea, imprescindible para ser caballero. Sonia ha leído el capítulo y yo iba desmontado cada frase que van revelando el juego cervantino. Me he levantado, he llenado la pizarra de frases, de firmas, de gráficos, y me he sentido trasportado al mundo de don Quijote. Y ellos también. Creo que por primera vez han entrado en la obra. No ha sido una clase preparada. Pero me sé el capítulo casi de memoria. Y he hecho lo único que se puede hacer con El Quijote: leerlo. Y comprenderlo. No es fácil. Hace falta un maestro de ceremonias como he sido yo hoy. Han quedado fascinados por el juego de El Quijote. Como cualquiera que entre en él. Sabiendo las claves, claro.

Última hora. Un curso de tercero de ESO de adaptación curricular. Buenos chavales. Ninguno con mala intención. Para mi sorpresa me propusieron ayer que les pasara alguna película. Recordaban que hace dos años les había pasado dos películas. Y recordaban clarísimamente cuáles eran. Me he dicho: tal vez estos chavales de ritmo lento lo único que recuerdan de hace dos años en que fui su profesor son las películas que les pasé (Cometas en el cielo, Sang Woo y su abuela). ¿Por qué no pasarles otra que les sea inolvidable? Al fin y al cabo, ver cine es un extraordinario ejercicio lingüístico y literario. La mayoría son de origen inmigrante y algunos con importantes problemas con la lengua. ¿Quieren ver cine? Tienen que reconstruir una trama, entender los diálogos, seguir los personajes que se van haciendo poco a poco. ¿Qué película les puedo pasar? He pensado en una peli muy lenta que han de ir reconstruyendo escena a escena, oscura, romántica, con protagonistas de su edad, vampírica, de horror, de amistad, de acoso en la escuela, literaria, difícil pero magnética... Y he llegado a la conclusión de que Déjame entrar (Let me in) era una propuesta formidable. Cuando han visto que les iba a poner una película han lanzado un rugido de alegría y emoción. Tal vez lo único que recuerden de este curso sea esta película, lo único que se salve al cabo del tiempo.

Cuando ha sonado el timbre estaban absorbidos totalmente por la película, pero han reaccionado como si hubiera explotado una bomba. Han salido corriendo. Tras colocar las sillas, claro. Alguno me ha dicho que guarde el minuto en que está la película. Estaban fascinados por ella.


Ser profesor es algo de esto.

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