“No
estudian”, “no se esfuerzan”, “no trabajan” ...
han sido los comentarios más frecuentes en la Junta de Evaluación de un curso
al que doy clase. El perfil era un curso no conflictivo pero cuyo trabajo y
estudio era puesto en cuestión por los profesores. Las notas no eran
desastrosas pero se suponía que de estos alumnos se esperaba mucho más. Sin
embargo, mi visión contrastaba con estos puntos de vista. Mis calificaciones
eran mucho mejores que los de la media de profesores. Es un curso de 25 alumnos
y tengo cinco excelentes y otros tantos notables. El resto son bienes y
suficientes. Cinco suspenden. La nota media final del curso es de 6.4 teniendo
en cuenta que hay casos de alumnos absentistas que sacan cero y que bajan dicho
promedio. Supongo que todos mis lectores saben que yo imparto lengua castellana
y que este curso es de tercero de ESO.
"Yo ya sé que mis alumnos no me van a estudiar para un examen".
Los que he hecho han supuesto unas notas bastante
bajas salvo alguna excepción. ¿Pero he de basar mi evaluación en este concepto?
¿Estudio para un examen? ¿Eso es todo? Pienso que la mayor parte de mis colegas
han extraído la calificación de un par de exámenes, la presentación del dossier
y poco más. Al menos en su mayor porcentaje.
Por mi parte la nota ha sido fruto de
exactamente ochenta calificaciones
en que he tenido en cuenta absolutamente todo lo que se ha hecho y lo que no se
ha hecho. Supongo que sabéis que aplico el sistema de Flipped Classroom y que mis alumnos han de ver unos vídeos que
grabo yo sobre la materia de lengua o literatura. El porcentaje de fidelización
a los vídeos ha sido superior al noventa por ciento y de cada visionado yo
extraía una nota fijada por la aplicación EduCanon
que permite insertar preguntas sobre su contenido. Han visto exactamente 22
vídeos en que hemos cubierto la historia de la literatura hasta el siglo XVIII
según marca el programa. Esto no hubiera sido posible con un sistema
convencional. Al día siguiente realizamos un Kahoot sobre el contenido del vídeo del que han de presentar
también un resumen que valoro. El resto de la hora se dedican a realizar mapas
mentales con Mindomo sobre los temas
tratados que vale cada uno treinta puntos. El resto de calificaciones son
distintas pruebas lingüísticas de enriquecimiento de léxico, categorías
literarias o sintácticas, resúmenes, dictados, lectura del libro del trimestre
... Es todo un entramado al que los chavales en general se han enganchado y han
visto que su nota no era fruto de un examen para el que hubiera que estudiar,
algo que no saben hacer, no tienen método y no tienen muchas veces
circunstancias favorables para ello. No son chicos de estudio. Tal vez en otros
sectores sociales sean importantes estas valoraciones. Entiendo que son
una parte de la nota aunque no la fundamental. Quiero que la calificación final
refleje exactamente todo lo que han hecho, todo en lo que han participado. Esto
supone una valoración del esfuerzo total. Y ellos reciben un documento con las
ochenta calificaciones y el resultado final en un sumatorio. Los alumnos
marcaban el techo de ese sumatorio, de modo que si los que mayor nota han
sacado ha sido superior a mil puntos, como así ha sido, la nota de aprobado era exactamente la mitad. En un curso la nota
máxima ha sido de 1022 puntos, de modo que el aprobado lo he establecido en
510. Por debajo suspenso, por encima aprobado.
"El techo lo marcan ellos y el suelo también".
También hay una cocina
de las notas mediante la rúbrica que les proporcioné a principio de curso y
que puede suponer alguna leve
modificación en el resultado final. El fin de semana pasado les envié el
documento digital con las ochenta calificaciones y el nivel de aprobado. Solo
he recibido tres correos haciéndome ver algún error en alguna nota. No ha
habido ninguna reclamación.
Este modelo es una experiencia que estoy
llevando a cabo. El resultado, sin ser galáctico, es muy superior al que
hubiera obtenido con cualquier otro modelo convencional. Un 6.4 de media de la
clase es una cifra estimulante y que puede hacer pensar, al menos a mí me hace
pensar. Los profesores saben que la idea de estudio para un examen en este
contexto supone un proceso en origen fallido. Atragantamiento de datos que se
vomitan de cualquier manera en un examen y que, después, se olvidan a las pocas
horas. Además mis alumnos no lo hacen. Creo que instarlos a un proceso de
puesta en funcionamiento de sus habilidades,
me resisto a llamarlo competencias
como manda la pedagogía convencional, es una fase más constructiva del
aprendizaje. No puedo suponer que mis alumnos hayan retenido toda la
información que ha pasado por ellos. No. Ni lo harían los profesores que les
damos clase si nos enfrentáramos a una suma de despropósitos como supone el
sistema de enseñanza. Ninguno de los profesores, que tan fácilmente los
suspendemos, superaríamos ocho o nueve asignaturas en cinco días de clase con
horarios de seis horas diarias, más los deberes. Y cuando llegan los exámenes
no es raro que tengan tres en un día.
No
se esfuerzan, no trabajan, no estudian ... No
estoy de acuerdo en este planteamiento. Y me imagino a los diez alumnos que han
sacado Excelente de 53 sintiendo algo como mariposillas en el estómago al ver
que su esfuerzo real ha tenido su premio.
Creo que nos equivocamos.