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domingo, 16 de noviembre de 2014

El universo interior


                                              Alicia de la Campa

Mis alumnos escriben una redacción con tema fijado cada dos semanas. Les doy el tema y ellos escriben. Procuro que sean temas motivadores porque dejarles libertad significa para ellos una situación más difícil que tenerlo fijado. Suelo leerlas con gran atención. Mis alumnos tienen ahora en torno a los trece años. Corrijo su terrible ortografía, su caótica puntuación, observo su general pobreza de vocabulario, su mal uso de los tiempos verbales, su capacidad de fabular o de observar la realidad. En general es deficiente. Su imaginación no suele ser una característica de lo que leo. Sin embargo, a veces detecto alguna observación sutil, algún apunte que revela un punto de individualidad, de reflejo de un mundo interior de reflexiones e imágenes que comienza a definirse. No olvidemos que trece años son los que tenía Ana Frank cuando escribió aquel diario famoso universalmente y él, en su conjunto, es una prodigiosa revelación de su adolescencia y de su lugar en el mundo en unas circunstancias ciertamente muy complicadas. Cuando releo el Diario de Ana Frank y me apercibo de su sutileza, de su potente mirada a las cosas y a las personas, a  la reflexión sobre sí misma como objeto de observación, advierto que un muchacho de trece años puede hacerlo: puede tener conciencia de su mundo interior y su relación con el mundo exterior y, además, puede reflejarlo, expresarlo.

¿Qué materia desarrolla la creación de un universo interior? ¿Hay algo que pueda potenciarlo? ¿Es necesario? Recuerdo que en la última redacción, le escribí a una alumna con buenas posibilidades que debía enriquecer su universo interior. No me dijo nada y no sé cómo recibiría mi observación que no vino a aclarar. No sé si le parecería comprensible lo que le escribí o lo tomaría como un comentario sin importancia. Porque observé que su disponibilidad para contemplar su propia realidad y el mundo que lo circundaba era muy escasa. El profesor que corrige lo nota fácilmente por el número de estereotipos que aparecen, lugares comunes, tópicos que no reflejan una auténtica vivencia interior. Cuando aparece algo auténtico, esa reflexión brilla en medio de una hoja llena de hojarasca y desastres ortográficos. ¿Cómo aparece el mundo interior como objeto de observación? Es un misterio. Hay personas que lo descubren prontamente desde niños y otros que se pasan toda la vida ignorándolo. Me escribía una mujer con que comparto una intensa intimidad que su marido era un hombre simple, que no hay dentro de él nada más que lo que se ve. Eso no quiere decir que no sea capaz de tener ternura, pero una ternura estereotipada. Esta reflexión que leí me hizo pensar que puede darse, y se da con frecuencia, la unión entre dos  personas dispares: una con un gran universo interior y otra absolutamente exterior. El diálogo es complicado porque una ha crecido hacia dentro y otra lo ha hecho hacia fuera. Y posiblemente sea una situación que revela una profunda incomunicación puesto que sus mundos no se pueden conectar en ningún caso. Y ¿cómo vivir con alguien con quien no puedes compartir nada de lo que realmente te hace vivir y sentir? Lo que sucede es que, para mantener la paz, la persona con el universo interior que ha crecido, suele supeditarse a la otra y accede a vivir en la exterioridad, la única dimensión que la otra persona conoce. Y esto se hace no con poca frustración y sentimiento de infelicidad que se va arrastrando por años y por décadas.

El universo interior es pura capacidad de autocontemplación de uno mismo como objeto de observación. Nosotros nos desdoblamos entre el que observa y el que piensa, siente, actúa, reacciona... Son dos conciencias distintas. Si no hay desdoblamiento puede ser, y de hecho sucede frecuentemente, los sentimientos nos abruman, el dolor de existir puede ser muy agudo, porque normalmente la capacidad autorreflexiva suele ir unida experiencias dolorosas. El universo religioso por retrógrado que pueda parecer es una fuente de ahondamiento en la interioridad. Yo fui formado en una religión católica que me sumió en terribles conflictos de todo tipo desde mi más tierna infancia. Comulgué a los seis años inmerso en un espantoso sentimiento de culpa. Fue cruel e innecesario, pero aquella culpa cósmica no dejó de tener algún resquicio de potente experiencia existencial que me abrió camino al descubrimiento de la interioridad. El hecho religioso es muy potente en este sentido. Los mejores escritores del siglo XX han tenido una fuerte formación religiosa que ha entrado en conflicto. Me pregunto si el nuevo siglo y nuestro abandono de la experiencia religiosa puede suponer un nuevo factor de alejamiento de esta vivencia de lo interior.

El arte es otra posibilidad muy intensa. Todo artista verdadero vive poderosamente la dualidad de mundo interior y mundo exterior. De hecho su expresión artística, sea la que sea, se nutre de ese diálogo entre un mundo de luces y otro mundo de sombras, entre un mundo aparente y otro que pugna por revelarse detrás de la exterioridad de las cosas. Todo es símbolo. Todo es imagen trascendente de una experiencia compleja que está más allá de lo visible. La mente es ese instrumento necesario para el desdoblamiento y, afilada en su capacidad introspectiva, puede acceder a resonancias que conectan universos que en apariencia están muy separados.


El alejamiento del arte y de la literatura, el ocaso de la formación religiosa, la exterioridad con que se da la vivencia de todo en la educación no favorece la aparición y desarrollo de un rico universo interior. Yo, modestamente, desde mi área de profesor de lengua y en mucho menor medida de literatura, lucho además de la ortografía con la pobreza mental de alumnos que no tienen ningún estímulo para potenciar ese mundo que existe como posibilidad pero que la cultura de época, en gran parte progresista –oh, los progresistas-, ha contribuido a orillar y hacer desaparecer como germen de una mente en la que existan las resonancias de lo misterioso y de lo universal en conexión con la interioridad como microcosmos activo y creativo.

martes, 11 de noviembre de 2014

Las Meninas y El Quijote


Pocas veces me he encontrado con un grupo humano en la clase de literatura de bachillerato tan fascinante como el de este año. Son doce: ocho chicas y cuatro chicos. Los chicos no cuentan. Están totalmente fuera de juego y me duele que sea así, pero es así efectivamente. Y las ocho chicas, son cuatro de origen magrebí, dos latinoamericanas y dos nativas. Lo fascinante es el nivel de implicación en la clase, la intensidad de los debates que se originan, las preguntas continuas y pertinentes, la capacidad que tienen de comprender los problemas literarios que se derivan de El Quijote en cuya lectura estamos inmersos. Hay alguna de estas muchachas cuya agudeza literaria es prodigiosa y eso el profesor lo nota por la precisión de muchos de sus comentarios a la lectura y a los problemas planteados en clase. Falla en general su capacidad expresiva, el dar forma a lo que entienden porque su lenguaje es harto precario, su léxico escaso y su agilidad verbal no es excesiva, además del nivel ortográfico que es preocupante. Sin embargo, no es fácil encontrarse con un grupo que sea tan fácil motivar y que responda con prontitud a estímulos intelectuales planteados con rigor. El profesor disfruta en la clase y nota que estas muchachas también disfrutan, y eso es el máximo a que un estudioso de la literatura puede aspirar.

Hoy les he explicado El Quijote del mismo modo que me lo explicó en la universidad de Zaragoza, el investigador y profesor Agustín Sánchez Vidal. Mediante el cuadro de Las Meninas de Velázquez, un cuadro conocido por todos pero que no es demasiado comprendido, al menos para mis alumnas ha sido una revelación.  Las Meninas presenta a las dos infantas que han irrumpido en el estudio del pintor. Las dos miran al frente donde se sitúan, fuera del cuadro, sus padres, los reyes, que están posando para Velázquez que se incluye en el cuadro, una verdadera audacia por su parte. ¿Por qué sabemos que lo que está pintando Velázquez son los reyes? Porque los vemos reflejados en el espejo que hay en el fondo del cuadro. ¿Qué refleja ese espejo? ¿A los reyes directamente? No, eso es lo genial porque por estudios de angulación de la imagen sabemos que lo que refleja ese espejo no es a los reyes sino el cuadro que está pintando el pintor. Es un juego de reflejos y de relación entre realidad y ficción, problemas profundamente barrocos ya que el hombre barroco, el hombre de pensamiento y los artistas reflexionan sobre la contradicción entre realidad y apariencia, entre realidad y sueño, entre realidad y ficción. ¿Qué es real? La naturaleza de la realidad se hace centro de la reflexión del artista barroco, y así sucede en El Quijote en que la realidad que nos plantea la novela es compleja. 

Hay dos narradores: uno arábigo, coetáneo de don Quijote que lo conoció y estuvo cerca de sus andanzas. Este es Cide Hamete Benengeli. El segundo autor encuentra los manuscritos en árabe de Cide Hamete y los hace traducir por un moro aljamiado. Algunos han supuesto que este segundo autor es Cervantes, aunque daría lugar a discusión este extremo. El segundo autor recoge el testimonio de Cide Hamete sobre Don Quijote comentándolo y llegando a descalificar al primer autor por ser moro y ya se sabe que los moros mienten. Tenemos pues dos voces narrativas que se contradicen sobre lo que cuentan. A estas se une la voz del traductor que también comenta lo que traduce juzgando a veces por inverosímil la versión de Cide Hamete. De tal modo que tenemos tres voces narrativas que entran en contradicción contando una historia que tiene como protagonista a un personaje que se inspira en los libros de caballerías para dirigir su acción. Este personaje, Don Quijote, debate continuamente con Sancho mostrando cada uno una visión de la realidad distinta y en conflicto. En la primera parte don Quijote transforma la realidad para acomodarla a su mundo de ficción. Donde hay molinos, él ve gigantes, donde hay rebaños, el ve ejércitos enemigos, donde hay ventas, el ve castillos, donde hay cortesanas de vida fácil, el ve a altas damas y doncellas. En la segunda parte, en cambio, don Quijote ve las cosas como son en realidad, pero son los demás, que han leído su historia publicada, los que para reírse simulan un mundo de caballerías que no existe. Así don Quijote verá a tres labriegas donde Sancho le dice que es la excelsa Dulcinea del Toboso. Y toda la segunda parte es el territorio que tiene como eje el desencantamiento de Dulcinea del Toboso pues para Don Quijote, esta ha sido encantada. No puede verla como él la imagina, puesto que la ve degradada. En la segunda parte todos imitan el mundo de caballerías de Don Quijote para burlarse de él, y esta historia nos es contada desde tres ángulos de visión distintos, el de Cide Hamete, el del traductor y el del supuesto Cervantes que niega los anteriores. ¿Qué es real y qué es ficción? La ficción se imbrica en la realidad que es tan ficticia como la primera pero nos da la impresión de ser real. El resultado es una realidad muy compleja y conflictiva. Don Quijote de la Mancha no es simplemente la historia de un loco trastornado. No. Es una reflexión metódica sobre los límites de la realidad y su relación con la ficción y la literatura. Es un juego apasionante de pura literatura, pues es una obra basada en modelos literarios anteriores a los que se da un extraño giro que convierte la aventura de don Quijote en la prospección artística más compleja que se ha visto en la historia de la literatura y generando un héroe que adquiere ante nosotros una dimensión humana sorprendente, pues en medio de todo este entramado de complejidad, emerge una vida humana en toda su grandeza, su miseria e incertidumbre. Todos nos unimos al viaje vital de don Quijote, un viaje humorístico y cruel, en el corazón de la literatura.

Don Quijote es la historia de un caballero cincuentón que se aburre en su lugar y decide meterse en los libros de caballería para disfrutar de una vida más alta y amena. Se mete y como en un juego de espejos semejante al de Velázquez transforma la historia de la literatura y del modo de enfrentarnos a la compleja relación entre realidad y ficción. Y esto lo hizo también un cincuentón fracasado, un tal Miguel de Cervantes, cuya vida distaba mucho de ser feliz o exitosa y sí más bien amarga y desdichada. Su obra triunfó como libro de reír, un libro cruel, que encantó a los españoles, pero fueron los ingleses los que descubrieron la verdadera dimensión literaria de Don Quijote. Los españoles olvidaron El Quijote durante más de un siglo despreciándolo por ser un libro que gustaba tanto a los ingleses. Solo Galdós, dos siglos y medio después, continuó la obra de Cervantes asumiendo sus planteamientos narrativos.


Y lo cierto es que El Quijote es un libro del que todo el mundo habla y conoce la historia de los molinos de viento, pero muy pocos han entrado a fondo dentro de él. Para mi placer, en clase de literatura de bachillerato, las muchachas han entrado en el juego y, seducidas por él, juegan ya con los narradores y el multiperpectivismo de la narración. Me lo paso bomba.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Das Volk


La tribu es un concepto etnológico que se aplica a grupos ligados sanguínea y culturalmente, pero tiene un sentido más amplio que podemos considerar figurado ya que puede referirse también como concepto social para designar la Weltanschauung (cosmovisión) de una sociedad. Una sociedad con sus mitos y sus demonios, una sociedad con su conjunto de afinidades, creencias, valores y rechazos. Algunos conscientes y otros inconscientes. Una sociedad que se considera pueblo elegido por creer ser mejor que las tribus que la rodean es un fenómeno interesante para observar y describir especialmente si uno vive en medio de ella pero no participa de su cosmovisión. Esta es una situación complicada porque uno está rodeado de personas que tienen una conciencia común de destino colectivo, de percepción de una historia épica y conflictiva curtida en el sufrimiento y en la resistencia. Es difícil oponerse a esta visión que se enraíza en el mito ancestral de un tiempo puro antes de la llegada de los opresores.

El pueblo –que sufre la opresión y la explotación en su conciencia- es consciente de la injusticia cósmica que se ha hecho con él. ¿Cómo no va a ser así si todos sienten del mismo modo? Y tienen los mismos valores y mitos Un pueblo así tiende a la uniformidad sentimental, a las vibraciones colectivas compartidas, a los colores, a las banderas, a los himnos, a la percepción común de una realidad inequívoca para la que se genera un lenguaje lleno de tautologías y demostraciones que no dan lugar a ninguna duda. Los mejores dialécticos de la tribu tejen un argumentario tan sólido que es imposible no creer que es la única visión posible. Fuera de ella, solo está la maldad del enemigo exterior que busca por todos los caminos la destrucción y el aniquilamiento del ethos colectivo. El ser individual forma parte de un organismo superior que lo engloba, que lo integra dándole sentido en el caos del mundo, y le ayuda a resistir frente a la malignidad exterior del opresor. El nosotros nunca es atacante, no, siempre actúa con justicia y en propia defensa, la defensa de la dignidad. El nosotros es débil ante la brutalidad del enemigo, así que solo queda como fuerza la unidad, la homogeneidad, la vibración común ante la fuerza tosca y grosera del enemigo que es despreciado porque el nosotros colectivo se sabe mejor en todos los sentidos que ese agresor atávico y reaccionario al que hay que enseñar a despreciar desde todos los frentes, en especial en las escuelas donde se forman los cachorros de la tribu. Hay que hacerles sentir especiales, hay que educar a los hijos en el sentimiento de Patria grande, una patria cálida y acogedora que tiene por delante un destino que hay que forjar. El futuro es de la tribu y hay que alcanzarlo con unidad y astucia, hay que engañar a ese enemigo pérfido que en el fondo es ignorante y elemental.

Todo vale en la batalla. Cualquier arma es buena si es alzada por los ideólogos de la tribu. Y hay que crear una tupida malla de defensa que exorcice a los traidores, a los colaboradores con el enemigo... frente a los cuales solo queda el desprecio y el desdén. Y si algún día el enemigo en una nueva maniobra distractora quiere ganárselos concediéndoles premios o prebendas, hay que reaccionar al unísono. Del enemigo no se quiere ningún regalo, se renuncia a sus caramelos, se los desprecia, se arrojan lejos con altivez. Lo que simboliza el enemigo, esa entidad brutal que tanto daño ha hecho como colectivo, es objeto de burla, de ridiculización, de mofa para que ningún cachorro de la tribu sea tan mezquino de quererse identificar con sus valores. Y ese mismo nombre de la nación enemiga hay que evitarlo, hay que cosificarlo como algo feo, desagradable, cargarlo de emociones negativas frente al dulce nombre de la patria que representa la racionalidad, la hermosura, la justicia, la pureza inmarcesible, la felicidad de una vida libre en el momento que se pueda deshacer de esa bota grosera y rústica, cuartelaria, fascista.


"Y el momento decisivo va llegando, la historia se abrirá a la racionalidad entre dolores de parto... Pronto nos desharemos de ellos y estaremos solos con nuestro destino entre nuestras manos. Y ese día será feliz, reinará el arco iris, habrá helado en todos los hogares todos los días, y nuestra patria será dichosa, libre, rica, justa, democrática, pura. El tiempo se está acercando a lo irremediable pero nuestra fuerza y nuestra astucia se impondrá ante la conciencia mundial de que nuestra voluntad es ser libres y no esclavos. Todo lo que hemos hecho en la historia ha sido ejercer dicha astucia ante un enemigo deforme y feo al que hemos engañado sistemáticamente. Cuando era más fuerte que nosotros, simulábamos complacerlo para obtener beneficios que llegaban a nuestras arcas; cuando el enemigo intentó racionalizarse, simulamos también el pacto para distraerlo, y cuando el enemigo se ha hecho débil y nosotros hemos crecido, es el momento de impulsar la historia hacia la libertad y empujarlo con desdén hacia la nada pues nada tiene en su alma de destructor de pueblos a los que quiso sojuzgar. Ahora es la hora de decidir, de avanzar como pueblo, como conciencia cívica y colectiva. Ahora es la hora de aplastar todo lo que se oponga a nuestro avance. Nuestra artillería conceptual, nuestras asociaciones, nuestra red organizada de resistencia está forjada y funcionando a plena velocidad. Las hoces deben cortar cabezas, no físicas sino intelectuales, decapitar todo pensamiento anómalo que se escape de lo que quiere el Volk que ya a paso decidido se encamina hacia el horizonte luminoso y lleno de color que es la Independencia".

miércoles, 29 de octubre de 2014

Dulcinea del Toboso


Comienzo de nuevo mi aproximación a El Quijote a los alumnos de segundo de bachillerato como hace más de quince años puesto que es lectura obligatoria per saecula saeculorum. Es una lectura difícil para este tipo de alumnos cuyo dominio del idioma es escaso -muchos son de origen inmigrante- por su propia pobreza de léxico y carencia de ingeniosidad verbal para entender los juegos lingüísticos de la obra. Explicar El Quijote quince años seguido puede ser demoledor para el profesor pero que no cunda el pánico. El profesor intenta cada año enfoques distintos que le permitan disfrutar con la obra nuevamente. Este año, para mi sorpresa, hablando de los géneros literarios que están en el origen de la novela y citando la narrativa sentimental y de caballerías, ha salido a colación el personaje de Dulcinea del Toboso, la dama que se inventa Alonso Quijano el Bueno a partir de una labradora de pelo en pecho que conocía y de la que anduvo enamoriscado. Don Quijote no existe. Primera conmoción entre los receptores. ¿cómo que no existe? Dulcinea no existe. Segunda conmoción entre los alumnos. Nos has quitado la emoción de la novela. Me dicen. No existen, les repito.

La historia es la de un hidalgo cincuentón que, aburrido, se dedica a leer novelas de caballería, un género popular en aquel momento. Su vida es tan ociosa que urde la extraña y ridícula idea de hacerse caballero andante como imitación de aquellos libros que leía. Para ello necesitaba unas armas, una armadura, un caballo y una dama. Y que lo ordenaran caballero. Todo eso lo consigue. En el desván tiene unas armas llenas de óxido, una celada como casco, que arregla con cartones y cintas, un caballo viejo al que llamará de forma altisonante Rocinante. Su aspecto es grotesco. Cualquiera que leyera la novela (o que la oyera) en su tiempo se partiría el culo de lo mostrenco que era ese hidalgo que se da así mismo el nombre de una pieza de la armadura, la que cubre en muslo, el quijote y luego le añade el de su comarca, La Mancha, como hacían los caballeros de los libros. Su nombre sonaría algo así modernamente como Don Calzoncillo de Cornellà. Pero además necesitaba a una dama. Todo caballero tenía una para dedicarle sus hazañas y que le sirviera de inspiración en ellas. Como he dicho antes, Alonso Quijano había tenido un amorío con una labradora del Toboso, amorío blanco de madurez en que no había dicho nada a la citada lugareña llamada Aldonza Lorenzo, que no era nada refinada ni femenina y sí forzuda como un zagal. Olía a ajo que echaba para atrás. La realidad de El Quijote es vulgar como una mala película de los años sesenta de Antonio Ozores en sus papeles peores.

Pero este caballero decadente y viejo decide trasmutar su mundo de vulgaridad aplastante en un mundo superior y literario. Decide que su imaginación sea la que a partir de entonces cree el mundo en que va a vivir. Él será, por obra de su soberana imaginación, Don Quijote de la Mancha y la fuerza de su imaginación será tal que ha conseguido encarnarse en la mente de millones y millones de lectores que le conceden realidad y creen efectivamente que existió, como mis alumnos. Y no solo eso sino que convierte a Aldonza Lorenzo en la dama más hermosa y delicada, soberana de sus sueños, de la que se convertirá en su más fiel servidor. Dulcinea es por obra de su imaginación un ser real que existe para nosotros y todo el desarrollo de la segunda parte expresa la disolución de ese ser que se va desvaneciendo, para nuestra congoja y la del caballero, hasta convertirse en una liebre como malum signum cuando el hidalgo, derrotado, vuelve a su aldea a morir. El caballero existía porque existía Dulcinea. Cuando esta, problematizada en su realidad, va desmoronándose, don Quijote a su vez pierde la razón de ser y también se difumina hasta morir efectivamente.

Como telón de fondo está el amor cortés y el servicio de amor a una dama. Yo les preguntó si sería posible hoy una relación como la que plantea dicho amor, combinado con la imaginación quijotesca. ¿Sería posible el servicio de amor a una mujer real convertida en una inspiradora imaginaria de las hazañas de un hombre? ¿Sería posible un servicio de amor -sin realización física- pero con alto nivel de erotismo como juego compartido?

La cuestión interesa vivamente a mis alumnos, a mis alumnas sería más exacto pues los varones en esta clase están fuera de línea. Expresan su sorpresa y su negativa rotunda a que pudiera existir en este tiempo una relación caballeresca que es propia, según dicen de otro tiempo. ¿Por qué iba a existir? Lo normal en este tiempo es que las cosas se lleven a cabo, que el amor se realice. No es posible esa concepción del amor, si es que eso puede ser llamado amor sino más bien sadomasoquismo. ¿Por qué lo iban a hacer? Imaginad que los dos son casados y la relación surge como distracción de la aridez conyugal. Se quedan perplejos. ¿Quién iba a buscar algo que no se consuma y que solo busca la intensificación del deseo que nunca se lleva a término? Eso es literario dice una de ellas con gran acierto. ¿Podría darse en el territorio de la imaginación una relación literaria de dos personas reales que adquirieran identidades fantásticas como juego altamente erótico? Internet es un mundo de identidades problemáticas como bien saben todos y en la red de redes son posibles intercambios de personalidad de forma engañosa o concertada. ¿No existió una aplicación exitosa en su momento que se llamaba Second Life en que cada participante adquiría la identidad elegida, no teniendo que coincidir con su sexo o condición social o real? ¿Sería posible una relación amorosa –el amor es siempre una entidad difusa y ambigua- en que dos seres se amaran en reinos de ficción y creyeran a pies juntillas en su mundo imaginario? Pues es lo que hace don Quijote de la Mancha: trasmutar la realidad gris de su aldea en que no pasaba nada en un universo literario y a esa labradora experta en salar puercos en la princesa más alta y maravillosa que ha existido en todos los tiempos.


En El Quijote no se plantean relaciones eróticas mentales entre los dos seres conectados por la imaginación, pero podemos suponerlas. La inspiración es una fuerza lúbrica muy potente. Y Dulcinea existe, ya lo creo que existe, por obra y gracia de la imaginación de su amante cuya principal fuerza era el aburrimiento y las ganas de jugar en el terreno de la literatura de caballerías, un mundo lleno de circunstancias mágicas que pronto van a implicar a nuestro héroe en aventuras tan oníricas como se quiera conceder. Todo es cuestión de imaginación en cuyo reino lo gris se convierte en multicolor. Y lo multicolor en esa dualidad apasionante que es el blanco y negro. Hemos partido de la tesis de que Dulcinea no existía en la realidad, pero sí en la imaginación. ¿Qué es más poderoso? Mis alumnas se quedan confundidas y empiezan a entrar en el juego de El Quijote. Y este profesor, una vez más, ha disfrutado, reelaborando el juego cervantino para solaz y contento de su propia imaginación.

La foto es de Josep Koudelka de su libro Gypsies

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