Hay muchos profesores que se sienten inquietos cuando ven una clase con alumnos que tienen cada uno un ordenador portátil. Temen -con razón- que sus alumnos se meterán en páginas ajenas a las oficiales, temen que sus alumnos se pongan a chatear o ver vídeos o a jugar a aplicaciones interactivas mientras se desarrolla la explicación del tema correspondiente. Entonces optan por limitar el uso del portátil a lo que llaman "una herramienta más" y continúan dando la clase como si no se hubiera introducido en el aula la más prodigiosa de las posibilidades tecnológicas.
Otra reacción frecuente, y que tiende a imponerse en los centros, es la de restringir el acceso a los alumnos a multitud de aplicaciones como facebook, messenger, youtube, blogs, wikis, plataformas interactivas... para que se limiten exclusivamente a los libros digitales vendidos por las editoriales y que no puedan navegar por páginas resbaladizas o potencialmente distractoras.
Jordi Adell ha sostenido que "un ordenador sin pedagogía es pura cacharrería", pero la formación de un docente en el área digital es larga y compleja. Muchos profesores sienten miedo al mayor dominio que tienen los alumnos de ese artilugio diminuto. Un docente digital ha de pasarse muchas horas aprendiendo a familiarizarse con los entornos digitales, conocer aplicaciones que van surgiendo continuamente, establecer vínculos en red con colegas de cualquier parte de la geografía del mundo que tengan problemas parecidos y aprendiendo de ellos. Algunos incluso asisten a congresos digitales sobre el uso de los blogs para compartir experiencias.
No es posible dar una clase convencional con un ordenador en la mesa del alumno. No es un instrumento más. Es el arranque de una pedagogía. Eso no quiere decir que los muchachos no compatibilicen su destreza digital con habilidades tradicionales como la escritura manual, el uso de libros físicos, realización de resúmenes y esquemas. Es más, son necesarios y no deben olvidarse. De la armonía en la interacción entre lo clásico y lo digital se desprenden el éxito o fracaso de una pedagogía. No hay que arrinconar a la escuela de siempre, ni hay que olvidar que el objetivo de toda enseñanza es el conocimiento. No se trata de abandonar un modo de hacer que se ha confirmado eficaz. El docente ha de explorar el potencial creativo del ordenador y de la pizarra digital que permiten prodigiosas ventanas al mundo. Los alumnos aprenden de modo diferente y nosotros hemos de enseñar de modo diferente. La tendencia a la distracción es cada vez más intensa. Una clase tradicional, por mi experiencia, es tediosa. Las mentes de nuestros alumnos están conformadas por internet, no funcionan linealmente, funcionan estableciendo conexiones y dando saltos hipertextuales... Es tarea del profesor intentar aprovechar el modo inconstante de funcionar el cerebro buscando métodos que potencien la capacidad de la atención de los alumnos que tiende a la dispersión y al desorden. Algunas veces hemos hablado de las prácticas contemplativas que favorecen dicha atención.
No podemos funcionar como si el futuro no hubiera entrado por puertas y ventanas. Los profesores que enseñamos en la escuela pública y en entornos desfavorecidos, sabemos de la escasa predisposición que encontramos en nuestros alumnos al rendimiento académico. Sin embargo, hay que intentar hacer atractivo el conocimiento. A lo largo de mi vida como profesor he ido observando cambios fundamentales en el modo de ser y de estar de mis alumnos. Han cambiado profundamente, como yo también me he transformado. Hemos de hacer interesante los fundamentos clásicos del conocimiento sabiendo que estamos en tiempos nuevos, y que la tecnología alienta un modo distinto de hacer y de acercarnos al mundo.
En ningún caso deberían restringirse las potencialidades de la red. Un internet "capado" de peligros es un internet muerto. Hay aplicaciones muy atractivas, didácticas e interesantes, que permiten el aprendizaje en red. Pero el profesor ha de conocerlas y los alumnos tener acceso a ellas sin censura. La distracción es inevitable, pero en la enseñanza tradicional también los alumnos desconectaban al margen de nuestros deseos. El desafío es entender internet y conducir a nuestros alumnos al núcleo más denso del conocimiento y a sus aplicaciones más útiles.