Los que siguieron mi blog Profesor en la Secundaria hasta su pausa en el mes de febrero recordarán que impartía tres cursos de Lengua de Cuarto de Eso y un curso de Literatura Universal a primero de Bachillerato. Todos han sido motivo de satisfacción. Siempre de un año académico saca uno enseñanzas y nuevas perspectivas, amén de decepciones que es preciso archivar.
El último libro que hemos leído en Literatura Universal ha sido El jugador, la famosa novela de Fedor Dostoievski que el autor escribió en menos de un mes, redactándola a su secretaria Anna Snitkina, con la que se casaría posteriormente. En ella refleja su propia pasión por la ruleta y reflexiona sobre el carácter ruso, carácter que me atrae porque en algún sentido enlaza con el sentimiento trágico de la vida de raíz hispana.
Para mí la explicación de la novela, desgranada capítulo a capítulo, por los ocho alumnos de la asignatura, tenía un valor añadido. Uno de ellos, Olga, es de origen ruso. Era un privilegio para mí hablar del más querido de mis autores delante de una persona que en cierta medida encarna ese carácter contradictorio y lleno de sutilezas que es el ruso.
Mis alumnos han penetrado en la novela, en la compleja y tormentosa relación amorosa de Alexei y Polina, pero lo que más les ha divertido, con diferencia, es la figura vital de la abuela que llega a Rouletembourg cuando todo el mundo la da por muerta, y se pone a jugar a la ruleta apostando buena parte de su fortuna para desgracia del general que la necesitaba para casarse con una buscavidas, llamada Mademoiselle Blanche.
Los ojos de Olga brillaban. Había leído la novela originariamente en ruso, pero para hablar de ella utilizaba su versión en castellano. Yo, con frecuencia, le preguntaba a ella para confirmar o desestimar esa reflexión intensa de Dostoievski sobre el carácter ruso.
El último libro que hemos leído en Literatura Universal ha sido El jugador, la famosa novela de Fedor Dostoievski que el autor escribió en menos de un mes, redactándola a su secretaria Anna Snitkina, con la que se casaría posteriormente. En ella refleja su propia pasión por la ruleta y reflexiona sobre el carácter ruso, carácter que me atrae porque en algún sentido enlaza con el sentimiento trágico de la vida de raíz hispana.
Para mí la explicación de la novela, desgranada capítulo a capítulo, por los ocho alumnos de la asignatura, tenía un valor añadido. Uno de ellos, Olga, es de origen ruso. Era un privilegio para mí hablar del más querido de mis autores delante de una persona que en cierta medida encarna ese carácter contradictorio y lleno de sutilezas que es el ruso.
Mis alumnos han penetrado en la novela, en la compleja y tormentosa relación amorosa de Alexei y Polina, pero lo que más les ha divertido, con diferencia, es la figura vital de la abuela que llega a Rouletembourg cuando todo el mundo la da por muerta, y se pone a jugar a la ruleta apostando buena parte de su fortuna para desgracia del general que la necesitaba para casarse con una buscavidas, llamada Mademoiselle Blanche.
Los ojos de Olga brillaban. Había leído la novela originariamente en ruso, pero para hablar de ella utilizaba su versión en castellano. Yo, con frecuencia, le preguntaba a ella para confirmar o desestimar esa reflexión intensa de Dostoievski sobre el carácter ruso.
Olga cursa por tercera vez primero de bachillerato. Llegó a España hace tres años sin saber una palabra de español. La adaptación fue muy dura. No abundan los alumnos rusos en mi instituto y ella se encontraba radicalmente sola. Sin embargo, ahora ella es una enamorada de España, pese a su carácter misterioso y reservado.
Ella representa esa pasión interior que consume a los personajes de Dostoievski y que tanto me atrae: explosiones volcánicas, contradicciones, reflexiones profundas, estallidos vitales. La propia pasión de Alexei por el juego expresa esa atracción por el abismo, al todo o nada que es propio del alma rusa.
El próximo relato que vamos a leer y comentar es La metamorfosis de Franz Kafka. Todos mis alumnos conocen, en parte, el argumento. Es la historia de un empleado que sueña que es un insecto espantoso y se despierta, pero no logra salir del sueño, porque el sueño es realidad, abominable realidad. Quizás esta es la mejor perspectiva para leer este cuento extraño y perturbador.
Me interesan las reflexiones de mis alumnos. Cuando les enfrentas a la literatura auténtica, ésta es un acicate del pensamiento. En la intimidad de la clase, pueden hilvanar sus impresiones. Sólo hace falta un clima de atención y que las cosas fluyan. En el fondo se aprenden más cosas de las que uno sospechaba.