Hace unos cuantos posts Juan Poz nos hablaba de la película dirigida por la iraní Hana Makhmalbaf Buda explotó por vergüenza. Recuerdo que fui a ver esta cinta en febrero de este año y salí profundamente conmocionado. La directora tenía dieciocho años cuando dirigió esta película ambientada en el Afganistán de los talibanes, en el espacio donde fueron dinamitadas las figuras de Buda. El guión es de su madre Marziyeh Meshkini, y la joven directora es hija de Moshen Makhmalbaf, director a su vez de películas notables como Gabbeh, El silencio y Kandahar.
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miércoles, 24 de septiembre de 2008
Buda explotó por vergüenza
jueves, 18 de septiembre de 2008
El grupo 15
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El grupo 15 es una agrupación flexible con alumnos de primero de ESO, que he conocido hoy y que son de muchas partes del mundo. Era la primera clase. El grupo era muy vivo con dos alumnos, uno ecuatoriano y otro bereber, que llevaban la voz cantante. Eran alumnos que se conocían de los colegios de primaria del barrio. Hemos dedicado la clase a dar pautas de trabajo y a conocernos mejor. Quería saber su nombre, cuánto tiempo llevaban en España, si sentían añoranza de su país, el colegio en que estudiaron la primaria… Lo suficiente para saber un poco de ellos.
domingo, 14 de septiembre de 2008
Disney Channel
A veces me quedo embobado viendo escenas de la televisión, en especial las series dirigidas a adolescentes. Las hay muy numerosas en las franjas más accesibles. En los últimos días Disney Channel ha empezado a emitir en abierto para la TDT. Un aluvión de series que tienen como protagonistas a adolescentes arrasan entre sus destinatarios. Sin embargo, cuanto más las veo, más bobas me parecen. Me resultan de una simpleza total esas películas que han tenido un éxito enorme tales como High School Musical, 1 y 2; me parecen inanes la mayoría de los productos que se dirigen a los adolescentes, incluidos algunos libros de lectura que se ofrecen como muy adecuados para ellos. Su sentido del humor con risas enlatadas me subleva, sus conflictos graciosos no me producen ninguna gracia y su música me enerva. Se diría que se quisiera ver convertidos a los adolescentes en unos tontos de capirote y permanentemente inmaduros. En este sentido no son muy diferentes de muchas series “bobas” dirigidas a los adultos en los que los seres humanos aparecen como unidimensionales, planos, carentes de ninguna dimensión misteriosa. Son series banales con un cierto ingenio plano que no estimulan lo más valioso que tienen las personas: su llamémosle espiritualidad. No soy creyente, aclaro, y no dedico en mi declaración de renta la asignación a la iglesia. Estoy en contra asimismo de que se imparta religión católica en los centros públicos. Pero también entiendo que hay dimensiones desconocidas en el ser humano que hacen de éste un ser misterioso en sus motivaciones y en su realidad. Esta realidad tiene otro lado. Hay otros mundos que quizás están en éste como sospechaban los surrealistas. Cuando contemplamos la realidad podemos tener la sospecha de que existe un más allá, otro lado del espejo. Toda la gran literatura conecta este lado visible de las cosas con la intuición de que existe una dimensión desconocida.
jueves, 11 de septiembre de 2008
Once de septiembre
Una fecha con resonancias planetarias que nos lleva a evocar el ataque terrorista contra las torres Gemelas, el Pentágono y otro atentado abortado de setiembre de 2001. Hubo quien dijo que el mundo no sería igual después de aquello. Escribí en mi diario que había comenzado el siglo XXI. Bush sostuvo que aquel era el comienzo de una monumental lucha entre el bien y el mal. Al día siguiente las bolsas de todo el mundo se hundieron y se habló de peligro de una recesión mundial (que no se produjo). Alain Touraine se preguntaba ¿hemos entrado ya en un siglo XXI que va a reproducir la historia del siglo XX pero con un dramatismo aún mayor? Mi diario recoge titulares y reflexiones de aquellos días cargados de temores y miedo a la venganza. Todo se conmovió. Bin Laden había golpeado certeramente el corazón del mundo occidental.
sábado, 6 de septiembre de 2008
Mal de escuela
Mal de escuela es un ensayo del escritor francés Daniel Pennac, autor de aquel otro ensayo memorable titulado Como una novela en la que reivindicaba la libertad gozosa del lector. Mal de escuela todavía no está en las estanterías de las librerías españolas, pero hoy El País (sábado) publica una amplia reseña que me ha puesto los dientes largos.
martes, 2 de septiembre de 2008
Un nuevo compañero
Mi conversación con él y nuestras afinidades blogueras y literarias me hacen presentir que podemos, quizás, formar un buen equipo de trabajo para enfrentarnos con humor y amor a esas fierecillas que no saben que quieren aprender.
sábado, 30 de agosto de 2008
El regreso
lunes, 25 de agosto de 2008
Adolescencia dolorosa
María va en silla de ruedas. Su cuerpo está desproporcionado respecto a sus pequeñas piernas, mínimamente desarrolladas respecto a sus musculosos brazos acostumbrados a impulsar su silla. María en su relato reflexiona acerca de su historia personal vertebrada por las veinticinco operaciones que ha tenido que sufrir en sus piernas, tan frágiles como el más delicado de los cristales. Cada vez que ha de entrar en el quirófano, no menos por frecuente, es una situación que la aflige y la atemoriza. Una de las operaciones se debió a los ejercicios a que la sometió una fisioterapeuta que, sin querer, le fracturó una de sus piernas. Por ello, desde entonces, siente pánico hacia la rehabilitación y hacia los fisioterapeutas.
En su relato detallaba sus recuerdos desde niñez, su historia familiar, haciendo un vívido retrato de sus relaciones familiares en las que destacaba la madre siempre positiva y animosa a pesar de vivir en circunstancias económicas muy delicadas y tener a otros hijos aquejados de esta enfermedad de origen genético; relataba también su experiencia escolar, sus miedos, sus relaciones de amistad, sus fracasos (el año pasado suspendió cuarto de la ESO y hubo de repetir por decisión de la Junta de Evaluación que estimó que un año de maduración sería positivo para ella); sus angustias en ese momento tan frágil como la adolescencia en que se viven unos cambios físicos y emocionales en los que se ansía con fuerza a la otra persona con la que compartir amistad y afectividad. María es consciente de sus circunstancias y en su pequeña novela analizó con extraordinaria minuciosidad psicológica su yo adolescente, inserto como su título expresaba, en una etapa dolorosa. Sin embargo, María, una excelente lectora –Fue la única que en segundo de la ESO se leyó El diario de Ana Frank- con magnífico aprovechamiento, de su complicada experiencia ha extraído oro. Quiere ayudar a los demás, quiere ayudar a aquellos que pueden vivir una historia como la suya. Quiere cursar bachillerato y estudiar Psicología. No quiere que sus circunstancias la limiten en sus aspiraciones a pesar de saber que cada vez que ella necesita trasladarse le es preciso que alguien la acompañe y disponer en muchas ocasiones de transporte adaptado para su movilidad. Esta fue la razón por la que no pudo de ir de viaje de estudios a Londres con sus compañeros la primera vez que cursó cuarto de la ESO. Fue un duro golpe para ella.
El proyecto de escribir una novela fue una de las propuestas más provechosas que he planteado en los últimos años, como pudieron seguir los lectores de mi blog. Eran muchachos de cuarto de la ESO. Este próximo curso imparto primeros y segundos de ESO y me pregunto si es posible una experiencia semejante con niños más pequeños. Nos nutrimos de historias, necesitamos intensamente de la ficción, o reflexionar sobre nuestra propia existencia. Necesitamos intentar comprender nuestra vida. Cada uno lo hace a su manera mediante este cerebro que se alimenta de cuentos desde su infancia, pasando por esa adolescencia vivida como un periodo extraordinariamente complejo y que María en un relato prodigioso, digno de publicarse si se cuidaran más los aspectos formales, retrató como “doloroso”. Yo añadiría también los calificativos para ella, para su relato, y para esos años, de apasionantes y luminosos.
martes, 19 de agosto de 2008
Incertidumbre
¿Qué densidad tienen nuestras palabras como profesores? ¿Podemos intuir el fracaso o el éxito en la vida de nuestros alumnos? La anécdota de Michael Phelps, por el hondo poso que ha dejado en él, me ha hecho reflexionar. Somos ocasionales orientadores de espíritus en desarrollo. Cuando miramos a nuestros alumnos durante todo un curso vemos algunas miradas encendidas, vivas, bondadosas, maliciosas, tiernas, turbias, inteligentes, otras confusas y ambiguas, así como dulces e indecisas. ¿Quién sabe adónde pueden ir a parar aquellos muchachos? Un fracaso en la escuela no implica un fracaso en la vida, del mismo modo que un éxito en la escuela no decide un éxito profesional, humano o sentimental. El cerebro humano es un músculo complejo y regenerable. Una falta de competencia en el área de lengua no es irremediable ni decisiva. Hay otras potencialidades que se van desarrollando en los años de aprendizaje.
Los profesores no somos profetas, nuestro papel es bastante más modesto, y, sin embargo, nuestra aportación es considerable. Unas palabra apresuradas de una profesora de lengua sobre el futuro de un alumno de secundaria le sirvieron de acicate a Michael Phelps en sus últimas brazadas para obtener el mayor éxito de la historia de la natación. Sin embargo, a otros, un comentario negativo o despectivo puede que les hunda anímica y moralmente el resto de sus vidas. Los seres humanos somos un misterio. Las mismas palabras pueden tener efectos totalmente diferentes. A unos los puede catapultar a la gloria y a otros les lleva a la falta de confianza en sí mismos y al fracaso.
Lo tendré en cuenta. Mis alumnos son seres enigmáticos. Sólo hay que ver fotografías individualizadas de ellos. Aislados del conjunto y de sus compañeros suscitan hondas simas de complejidad humana. Hay en ellos campeones olímpicos en potencia, escritores, actores, buenas personas...; también maltratadores, víctimas y verdugos, así como héroes que esperan su momento para la gloria o su pasaporte a la mediocridad. Por ello, necesitamos ser pequeños artistas que potencien lo mejor de ellos mismos, con prudencia, pero también con decisión. ¿Quién sabe si tendremos a Michael Phelps entre ellos? ¿O a ese anómimo panadero que cuece el pan con amor y ternura? ¿O a esa muchacha anónima que sabrá intuitivamente construir un mundo mejor con su bondad e inteligencia?