Una primavera lluviosa ha dejado abundantes precipitaciones en casi toda España. Incluso se han batido records en muchas capitales y regiones. El curso ha ido acabando y ahora estamos en los últimos días. Prácticamente las clases han acabado. En mi centro nos dedicamos estos días a los llamados Créditos de síntesis y a las clases de preparación de suficiencia para alumnos con asignaturas pendientes. El clima se ha relajado y todos nos preparamos para un receso veraniego que nos llevará a cargarnos de energía cara al curso que viene.
Quiero retener aquí algunas conversaciones captadas a nivel de pasillos en estos días finales. Varios profesores se estremecen con el alumnado que ha habido este año en primero de la ESO. Han sido cursos realmente conflictivos en que bastantes alumnos creaban un clima de difícil resolución académica. Algún profesor ha confesado que se ha despertado soñando con determinados alumnos. Se han hecho estimaciones que en primero de la ESO hay 26 familias que han perdido totalmente el control de sus hijos. En su casa no pueden con ellos y en el instituto tenemos graves problemas para contenerlos faltos de diques emocionales y de autoridad.
Curiosamente, hoy en hora de guardia, he tenido ocasión de conversar con una de las alumnas más famosas del centro por sus constantes amonestaciones y su permanente asalto a las normas de convivencia. Llamémosle Adriana. Parecía una muchacha razonable. Estaba expulsada. Quería ser derivada a la UE (Unidad Externa), especializada en alumnos conflictivos. Charlando con ella no parecía esa alumna terrible que retratan sus docenas de partes de expulsión.
Hay otros casos de alumnas descaradas que gritan a algún profesor comentarios obscenos y desafiantes. En este blog en la anterior entrada se daban interesantes claves para controlar el aula. He leído todas con sumo interés aunque no las haya comentado en el post. Ser un buen profesor es un don como ser buen artista o un buen arquitecto o un buen actor. No todo el mundo posee esas cualidades casi mágicas que convierten la entropía en orden y equilibrio. Hay un desafío palmario a la autoridad. Hay quien lo resuelve con el carácter justo y equilibrado, hay quien lo hace con autoritarismo y el juego de miradas, hay quien con la presencia sólida en la clase. Ser profesor es un ejercicio difícil del uso de la autoridad. Y es como el caso de los buenos y malos toreros. A veces se sale a hombros y otras nos cae encima una lluvia de almohadillas y silbidos. Este año que acaba he salido con una sensación compleja. Por un lado me doy cuenta de que ha habido aciertos, pero también salgo con una sensación de cierta desolación por la que me digo que podría haberlo hecho mucho mejor. Mi carácter desordenado y caótico no contribuye a la ordenación de alumnos faltos de método y de hábitos. Y es un problema difícil de resolver. Sin embargo esta carencia de orden en mi constitución personal –que es un grave problema- es un buen aliciente para alumnos con ciertas estructuras organizadas porque les anima a crear.
Por eso pienso que el orden mental es un potente organizador del aula. Nadie lo había citado salvo Cariátides en su magnífico comentario. Lamentablemente quien esto escribe es enormemente deficitario en todo lo referente al método. No sé hacer dos veces la misma operación del mismo modo. Ello es un factor de creatividad en ciertos niveles pero también de desconcierto y desbarajuste en los niveles que más necesitados están de rigor, método y reglas fijas. De ahí mi desconsuelo y pesadumbre.
Quiero retener aquí algunas conversaciones captadas a nivel de pasillos en estos días finales. Varios profesores se estremecen con el alumnado que ha habido este año en primero de la ESO. Han sido cursos realmente conflictivos en que bastantes alumnos creaban un clima de difícil resolución académica. Algún profesor ha confesado que se ha despertado soñando con determinados alumnos. Se han hecho estimaciones que en primero de la ESO hay 26 familias que han perdido totalmente el control de sus hijos. En su casa no pueden con ellos y en el instituto tenemos graves problemas para contenerlos faltos de diques emocionales y de autoridad.
Curiosamente, hoy en hora de guardia, he tenido ocasión de conversar con una de las alumnas más famosas del centro por sus constantes amonestaciones y su permanente asalto a las normas de convivencia. Llamémosle Adriana. Parecía una muchacha razonable. Estaba expulsada. Quería ser derivada a la UE (Unidad Externa), especializada en alumnos conflictivos. Charlando con ella no parecía esa alumna terrible que retratan sus docenas de partes de expulsión.
Hay otros casos de alumnas descaradas que gritan a algún profesor comentarios obscenos y desafiantes. En este blog en la anterior entrada se daban interesantes claves para controlar el aula. He leído todas con sumo interés aunque no las haya comentado en el post. Ser un buen profesor es un don como ser buen artista o un buen arquitecto o un buen actor. No todo el mundo posee esas cualidades casi mágicas que convierten la entropía en orden y equilibrio. Hay un desafío palmario a la autoridad. Hay quien lo resuelve con el carácter justo y equilibrado, hay quien lo hace con autoritarismo y el juego de miradas, hay quien con la presencia sólida en la clase. Ser profesor es un ejercicio difícil del uso de la autoridad. Y es como el caso de los buenos y malos toreros. A veces se sale a hombros y otras nos cae encima una lluvia de almohadillas y silbidos. Este año que acaba he salido con una sensación compleja. Por un lado me doy cuenta de que ha habido aciertos, pero también salgo con una sensación de cierta desolación por la que me digo que podría haberlo hecho mucho mejor. Mi carácter desordenado y caótico no contribuye a la ordenación de alumnos faltos de método y de hábitos. Y es un problema difícil de resolver. Sin embargo esta carencia de orden en mi constitución personal –que es un grave problema- es un buen aliciente para alumnos con ciertas estructuras organizadas porque les anima a crear.
Por eso pienso que el orden mental es un potente organizador del aula. Nadie lo había citado salvo Cariátides en su magnífico comentario. Lamentablemente quien esto escribe es enormemente deficitario en todo lo referente al método. No sé hacer dos veces la misma operación del mismo modo. Ello es un factor de creatividad en ciertos niveles pero también de desconcierto y desbarajuste en los niveles que más necesitados están de rigor, método y reglas fijas. De ahí mi desconsuelo y pesadumbre.