Una profesora vocacional y comprometida con su trabajo me
comentaba en el departamento de castellano que los alumnos que habían llegado a
primero de ESO hace tres años eran una generación brillante. Eso en los
términos en que nos movemos en nuestro mundo significa que era una promoción
buena. Al cabo de tres años de estancia en el instituto se habían contagiado de
un ambiente de relajación y desidia y se habían convertido en cursos mediocres,
que suspendían la mayoría al menos en castellano. El sistema les había
transformado en alumnos perezosos, dejados, incapaces de realizar un esfuerzo
continuado, faltos de convicción, entregados y esencialmente haraganes.
Me pregunto qué parte de responsabilidad tenemos nosotros
como profesores a la hora de crear un ambiente tenso y exigente que lleve a que
exista un estrés necesario y creativo que mueva a una continua renovación del
espíritu inicial con que llegaron estos muchachos al instituto.
Sin embargo, un conjunto de ideas y de movimientos
pedagógicos nos llevan a pensar que la selección es negativa, que el
aprendizaje ha de ser cómodo y sobre todo igualitario, que debe ser inclusivo no dejando a nadie atrás. El
resultado de todo esto es un sistema falto de tensión y estrés en que se vive
sumamente bien, en que se suspenden muchas asignaturas y se pasa de curso, en
que los profesores van reduciendo sus expectativas, acomodándose a un ambiente
relajado, en que tras múltiples recuperaciones los alumnos que no han dado un
palo al agua van promocionando y todos van viendo que la vida en el instituto
es confortable, tranquila y amable. Ya se nos ha dicho que nuestro proyecto debe ser
integrador, que no debe promover la insatisfacción y que debe contar con la
participación de la mayoría que se va acostumbrando cada vez más a hacer cada
vez menos. Y además hay que contar con que el instituto es un centro de relaciones sociales en que los muchachos aprenden valores y actitudes
Esta es la pedagogía de que nos hemos impregnado en los
veinte últimos años. No debemos ser verdugos sino colaboradores de la felicidad y de las
aspiraciones de nuestros alumnos... Hemos de crear un clima creativo,
participativo que no suene ni por asomo a los procesos de selección que muchos
recordamos en la época del franquismo. Aprender en un centro debe de ser una
actividad agradable y placentera, no discriminatoria...
Cuando redacto esto me viene a la memoria la anécdota del
estanque dorado en que había peces rojos que vivían plácidamente sin amenazas.
Al final todos murieron por falta de necesidad de espíritu de supervivencia. En
el mismo estanque se echaron peces azules que comían peces rojos y la especie
sobrevivió.
No sé por qué la izquierda es roussoniana y ha traído sistemas educativos sin tensión ni estrés
que llevan al maleamiento de los alumnos que se hunden en una vorágine de
holgazanería y distensión. La derecha es darwinista
y aplica la idea de selección de las
especies y lleva a sus hijos a colegios sumamente exigentes y selectivos donde
han de aprender a convivir con la tensión y el estrés anejo a cualquier tarea
intelectual, y lógicamente ha de haber elementos que sean dejados al margen, en
la cuneta, o tal vez elementos que necesitan ser reorientados a otras opciones
menos exigentes. La izquierda con sus planteamientos promueve un ambiente
acomodaticio. Tal vez porque se ha planteado como ambición metafísica que se
deben salvar todos o ninguno. La derecha es más cruel y promueve la selección
natural y triunfa en la realidad.
Tal vez hay una pedagogía para pobres y otra pedagogía para
ricos.
Pero, en tal caso, ¿por qué hay tantos dirigentes y cargos
políticos de la izquierda que llevan a sus hijos a colegios donde rigen planteamientos
de la derecha?