Recuerdo que el 6 de diciembre de 1978 yo estaba fuera de
Zaragoza, mi ciudad natal, donde estaba sirviendo a mi patria en el servicio militar
cuando fue convocado un referéndum para aprobar la constitución que ahora nos
rige y nos encorseta. No pude pues votar en un sentido u otro y por ello no me
siento atado a sus condicionamientos políticos, condicionamientos muy serios
para los que vivimos aquello ya que en efecto solamente dos años atrás había
fallecido de muerte natural el dictador Franco y un sistema político heredado
de aquel tuvo que organizar un referéndum para dar forma a la nueva
configuración del estado.
Aquello fue una maniobra de supervivencia. Se votó
mayoritariamente a favor de la Constitución porque no había más opciones y el
no a la misma no significaba nada concreto salvo la añoranza del antiguo
sistema o la negativa radical a aceptar dicho artefacto político que nos
encadenaba. En aquel momento teníamos miedo. Las cosas no estaban claras y la
nueva constitución era un producto de las circunstancias a las que estábamos
atados. El ejército era una razón poderosa, y así pudimos verlo dos años y
medio después en el 23 de febrero de 1981. La constitución de 1978 fue una
elección condicionada de la que salió refrendada la monarquía sin que nadie,
absolutamente nadie, nos preguntara específicamente si deseamos una figura
monárquica elegida por Franco o deseábamos otra alternativa de cariz
republicano. Se nos hurtó totalmente este momento y ocasión de decidir. Y se
nos coaccionó por el miedo a votar positivamente algo que en otras
circunstancias nos habríamos pensado una, dos y tres veces. Sentíamos el
aliento del franquismo y el ejército en el cogote.
Entiendo que estas circunstancias propiciaron un
entendimiento de las fuerzas políticas desde la derecha al Partido Comunista
para aprobar un proyecto que nos ha servido durante más de treinta años con
algún éxito, pero que ahora revela su fragilidad cuando se plantea la sucesión
del rey Juan Carlos lo que tarde o temprano sucederá. ¿Somos monárquicos?
¿Quién lo ha decidido? Yo no, desde luego. La monarquía evidencia su origen
impuesto y el sucesor Felipe VI no lo tendrá tan fácil como su padre que tuvo
un golpe de estado para afianzar su figura que se convirtió en incuestionable.
Siento cuando abuchean al rey en algunos estadios. Lo siento
ciertamente, pero es verdad que ha sido una figura que no cuadra en nuestras
circunstancias y se confirma más cada día. Es aguda su decadencia personal en
sintonía con un sistema político que muestra los mismos errores que tuvo la
Restauración de 1876 en que dos partidos, el conservador y el liberal se
alternaban en el poder produciendo una aguda corrupción sistémica. Comprendo
que es difícil dar una alternativa a este modo de organización del estado
basada en la alternancia de dos fuerzas políticas que tienen todo el poder para
ellas, una supuestamente progresista y otra abiertamente conservadora.
Temo que todo estalle por los aires si se airean ciertas
ideas. La configuración del estado (centralista, federal, autonómica, asimetría
autonómica, independencias incluidas...) es controvertida y polémica. Nuestro
país está asentado sobre una enorme fragilidad que se muestra en la inseguridad
que tiene nuestro sistema político partiendo de la base de la incertidumbre
monárquica. No es que seamos republicanos, pero lo cierto es que nunca hemos
tenido ocasión de decidir si queríamos una monarquía como modo de organización
política. La decadencia de una figura que se convirtió en carismática tras el
23 de febrero de 1981 está produciendo efectos complicados por su complicidad
con escándalos que afectan a su estabilidad (Urdangarin) y no solo eso sino que
los españoles somos menos generosos a la hora de permitir la existencia de una
institución incontrolable y fuera de todo orden reglado. Está bien que durante
treinta años, el rey haya podido ejercer de mujeriego honorable sin que hubiera
ningún límite a su morbilidad sexual...
pero los tiempos reclaman otra configuración del estado. Ya sé que es posible otro
Berlusconi y que un presidente de la república no garantiza la moralidad del
estado... pero yo es que estoy cansado ya de una figura que no representa nada
para mí, salvo el miedo al futuro, y cuyo hijo es una entelequia hacia la que
no siento ninguna afición... y reclamo el derecho a manifestar mi opinión al
respecto, algo que no ha sucedido nunca y el 6 de diciembre de 1978 no es
suficiente para mí, dadas sus limitaciones, sus miedos y sus coacciones
evidentes.
Pere Navarro, secretario del PSC ha manifestado su deseo de
que se produzca la sucesión dinástica de modo que sea Felipe VI el nuevo rey.
El PSOE le ha censurado por hablar de lo que no se debe hablar. No se debería
hablar de lo que nos afecta. Pero es que yo voy más lejos y reclamo el derecho
a elegir la configuración del estado monárquica o republicana. Puede ser que
ganen los monárquicos, pero que lo hagan en las urnas tras un debate real y no
condicionado por el miedo. Entiendo que la opción republicana, por la que yo
votaría, tiene un pasado complicado y que en las ocasiones que ha tenido lugar,
ha fracasado por la fuerza del ejército en armas... el ejército y su
desorganización política...
Pero es que no me quedo tranquilo si no digo lo que siento.
Es imprescindible poder votar si monarquía o república.
Alguna vez tendrá que ser. ¿O no?