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viernes, 4 de marzo de 2016

La muerte del profesor


Es tanto lo que se puede hacer en un aula que en cierta manera ser profesor es un oficio de alquimista en proceso de búsqueda de la piedra filosofal. No descarto ningún método y abrazo toda dinámica que nos lleve a caminos inéditos. Entiendo la labor del profesor como la de un constructor de un mecano cognitivo con infinidad de piezas que pueden dar lugar a artefactos dispares. No hay dos ingenieros iguales, ni las piezas son las mismas ni los métodos y estrategias pueden ser idénticas nunca. Además tenemos el factor tiempo. Toda enseñanza se sitúa en un momento histórico, un fragmento del tiempo, el externo, el que da el calendario, y, por otro lado, un tiempo interno, el que viven los protagonistas que están en el aula. El profesor tiene un reloj biológico interno y los alumnos –cada uno- otro. El resultado de este ensamblaje pedagógico-existencial es altamente interesante. El profesor va cambiando a lo largo de su historia. Pasa procesos, asume riesgos y fracasos, alcanza éxitos y va aprendiendo generalmente solo. Este es un oficio muy solitario, aunque sea una soledad extraordinariamente acompañada.

Se mezcla todo en una coctelera utópica y ucrónica: tiempo, método, existencia, conocimiento, estrategia, procesos paralelos... se le añade un catalizador y he ahí  un resultado, como podría haber sido otro. 

He vivido algunos cursos anodinos. No podría controlar el proceso. Me faltaban ingredientes intelectuales. Y el resultado era realmente deplorable. Lo había intentado pero todo había sido un fracaso. El profesor en tal caso, pasa momentos malos en el aula y sale del curso con un sabor de boca amargo. Una mezcla de espíritu de supervivencia anímica, una dosis de olvido, un par de meses de vacaciones, y vuelta a empezar. Algunos han criticado estas largas vacaciones de los profesores comparadas con el resto de los trabajadores, pero esto quiere decir que no se es consciente del proceso que vive el profesor a lo largo de un curso normalmente agotador y extenuante. Un curso es un viaje en el que se parte a alguna parte, se recorre una larga senda, y termina en una muerte simbólica. El profesor muere a final de curso. No solo es la extenuación anímica, es también un grado de postración en que se cae sin fuerzas. Hace falta un tiempo de transición para renacer de nuevo, un bar-do en la filosofía hinduista y budista.

Un tiempo de reconstrucción intelectual y existencial. Esto es lo que viví este verano pasado. Acabado el curso, comencé a idear el curso siguiente. Indagué en internet, busqué experiencias, vi vídeos de TED, releí textos que tenía olvidados, leí otros que me abrieron el planteamiento de la neuroeducación y fui consciente de que en mi trayectoria más fructífera había aplicado lo esencial de esta disciplina: la presencia de la emoción en el aula, la búsqueda continua de novedad en mis planteamientos educativos, y la idea de juego como elemento constructor de la clase. Descubrí así el Flipped Classroom o clase invertida, una idea realmente operativa si uno está dispuesto a indagar y experimentar. La clase se hace en casa por medio de vídeos y la duración de la clase queda totalmente libre para profundizar en la materia. Los vídeos son una herramienta espléndida. Los grabo yo mismo. Llevan vistos unos treinta y tres. Comenzamos a dos por semana y cubrimos la totalidad del programa de historia de la literatura. Luego iniciamos la sintaxis. Experimentamos intensamente con el léxico por medio de aplicaciones formidables. Surgió sobre la marcha el proyecto de escribir una novela que les ha entusiasmado. Y posteriormente el proyecto Kafka en el cual llevamos unos dos meses metidos, y todavía nos falta la lectura de La transformación (La metamorfosis). Si el tiempo lo permite, quiero hacer una cala en el mundo de Julio Cortázar como derivación conceptual del mundo de Kafka.

Nada de esto es posible si el profesor no se renueva profundamente, si no muere y vuelve a nacer. Si no investiga, si no indaga en líneas de pensamiento y de didáctica que pongan en cuestión lo supuestamente sabido. Necesité una historia personal, bastante accidentada, con luces y sombras, y un verano en que me dediqué a pensar y a hacer senderismo por los Pirineos. Volví en agosto repleto de energía. Y logré ensamblar las piezas intelectivas de una transformación personal que se proyectaría en el aula. Lo que llevo de curso ha servido para levantar un castillo de piezas que gozosamente, según lo observo, van tomando su lugar. Hoy en un examen sobre Franz Kafka, en que podían tener todos los apuntes delante que hubieran tomado ellos personalmente, he visto cómo el edificio alcanzaba sentido y dimensión. Ha sido un examen en que han estado volcados intensamente. No dependía el resultado del azar en absoluto. No habían tenido que estudiar. Solo tenían que construir un texto de una cara de un folio en que presentaran coherentemente su visión del escritor de Praga en que podían utilizar todo lo que hubieran elaborado ellos. El problema para muchos era seleccionar y sintetizar para articular un texto coherente que tuviera sentido. Hemos leído diversos textos y los hemos comentado durante estos meses. Este tipo de examen con material abre un proceso muy interesante puesto que la información que tenían era fruto de sus apuntes y, por tanto, de su trabajo, de su comprensión y de su capacidad de expresarlo ordenadamente. Creo que es un nivel de examen mucho más interesante que el memorístico. Lo que he visto me ha puesto contento.

El curso va a velocidad de crucero, pero todavía falta el clímax dramático del mismo. Va a ser una pena llegar al final del año escolar. El profesor habrá recorrido con sus alumnos un largo viaje y todos conjuntamente se habrán abierto a los descubrimientos y a las sorpresas. La emoción es fundamental. La emoción unida al ansia de conocimiento. Cuando llegue junio y termine el periplo, el profesor morirá metafóricamente (espero) y esos alumnos habrán de seguir adelante tras vivir una experiencia vital creo que significativa. El profesor ha estado pensando delante de ellos y ellos han asistido al surgimiento de una idea poderosa, intelectualmente potente. Si el profesor piensa, ellos sienten necesidad también de pensar.

Esta es la microhistoria de un curso, un pequeño relato parcial y emocional de un profesor que siente la alegría de la creación compartida.



lunes, 29 de febrero de 2016

El proyecto ODRADEK


Sin haberlo previsto me he encontrado durante este curso con una ilación de temas en tercero de ESO que pueden crear la idea de proyecto. El hilo conductor es Kafka. Un tema anómalo dentro del programa. Soy consciente de que es un elemento perturbador a su edad. Y que puede no atraerles demasiado leído a palo seco. Porque ¿qué me encuentro cuando voy a clase de tercero de ESO? Muchachos a los que les gusta el fútbol, chicas enamoradas de Justin Bieber, lectoras impenitentes de libros románticos que afloran en sus ratos de distensión. ¿Por qué Kafka? Porque, en esencia, les enfrenta al más alto grado de la ambigüedad literaria. Ellos y la inmensa generalidad de los lectores quieren que los relatos sean claros, que se extraiga de ellos una moral, que se den suficientes explicaciones para que todo quede nítido y no haya lugar a dudas, que acaben bien con la victoria del lado bueno de las cosas –el amor, el héroe, el ideal- que les depare un rato de distracción amena sin mayores complicaciones...

Nada de esto sucede con Kafka. Ni es fácil extraer el sentido de sus relatos –si es que acaso tienen alguno-, ni expresan una moral vencedora que no sea el aplastamiento del protagonista, ni al final todo queda claro y sí más bien asombrosamente abierto y extraño, ni gana el lado bueno ni es seguro el rato de distracción con estas historias... Soy muy consciente de que a este autor hay que ilustrarlo, leerlo con ellos, hacerles asistir a un universo narrativo extraordinariamente complejo y ambiguo. No puedo dejarles solos con él. Kafka no es un contertulio cómodo. Sobre su literatura se han dado interpretaciones de todo tipo, pero me quedo con la lectura de Borges que anima precisamente a no extraer ningún símbolo o mensaje recóndito en sus líneas que no sea puramente literario en la cercanía del mundo onírico.

De este magma sale el proyecto ODRADEK. Acaban de leer Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra, que les ha encantado –los que lo han leído, claro-. El siguiente que leerán sera La transformación –antes conocido como La metamorfosis-. Hay una edición muy barata que encargaré en Amazon para ellos. Lo leeremos casi íntegramente en clase. Pero antes de eso vamos a agitar el tema Kafka. Primero una exposición fotográfica sobre La transformación cuyo centenario fue el año pasado. Vamos a traer una veintena de fotos que un colectivo joven presentó en una exposición reciente. Pero también ellos elaborarán un proyecto –el llamado ODRADEK- que consiste en crear un objeto imaginario –la idea está sacada del relato Preocupaciones de un padre de familia:  Kafka crea un objeto inexistente y le da un nombre cuyo origen es incierto. Atribuye al objeto una personalidad, una sentimentalidad, y llega a dialogar con él. Como es un objeto que no tiene sentido ni finalidad, no es desgastado por el tiempo. Este es el Odradek cuya interpretación gráfica he puesto en la foto del blog. La idea es que creen un objeto que han de dibujar, ponerle un nombre y escribir un texto de ciento cincuenta palabras expresando qué es dicho objeto y establecer una relación con él. No es fácil. El objeto debe carecer de utilidad práctica y ser puramente fantástico. Deben dibujarlo, bautizarlo y escribir sobre él.

Sé que están dando muchas vueltas a la novela que han de presentar para mediados de mayo, pero este objeto fantástico les hará rumiar mucho. No es un desafío convencional. No. No hay una respuesta tópica aunque seguro que bastantes de las que den lo serán. Será precisamente su capacidad de escapar a los tópicos la que hará que la invención sea feliz. Kafka con esta invención genial del Odradek se unía al colegio de patafísica y el posterior Obrador de Literatura Potencial (OULIPO) en que participaría Raymond Queneau. Es tan infértil la lectura biografiada de Kafka, proyectando la idea de un ser angustiado y oscuro, que precisamente esta dimensión de juego en sus relatos nos aleja de esa idea por unos momentos. Cuanto más leo a Kafka más pongo en cuestión los tópicos biográficos que han construido una determinada visión de él. Hay mucho de juego literario en sus relatos.

El objeto imaginario es un ejercicio exigente de creatividad. La peor de las condenas de la cultura de masas es su carácter tópico, cómodo, plano, antiimaginativo. El Odradek que ellos creen debería escapar de esas relaciones causales con la lógica común para entrar en otro territorio más feraz.

¿Se puede pedir lo imposible? Buena pregunta. Pienso que solo pidiendo lo imposible es probable que emerjan poetas desconocidos, frikis anónimos, cronopios avant la lettre. Si solo pedimos lo causal, solo recibiremos eso, lo encadenado a la lógica que nos aplasta. Algunos han dicho que dentro de cada uno de nosotros hay un artista oculto. Puede que sea una hipótesis ingenua, que contraría la realidad diaria, pero ¿qué pasa si por un momento le damos una oportunidad a que pudiera ser cierto?

Que esto no está dentro del programa ... La sociedad necesita de seres grises para construir un conjunto grisáceo. Pero nadie se fija en nosotros, ataquemos mientras otros duermen, avancemos cuando ellos retroceden, escondámonos en las trincheras, leamos a Alfred Jarry, a Dostoievski, a Breton. Soñemos cuando ellos se limiten a ser extraordinarios gestores. Disimulemos, disfracémonos de buen ciudadano, de profesor perfecto que trabaja por competencias. Aullemos de placer cuando la luna se ponga roja.


Evohé.

martes, 23 de febrero de 2016

¿Debe ser el aula un territorio abierto a la experimentación o no?


Me gusta el género de la entrevista. Disfruto las buenas entrevistas en que el entrevistador conoce al entrevistado y saca lo mejor de él. Requieren de habilidad, de seria documentación previa y de un arte que logre hacer sentir bien al entrevistado que se sienta libre para expresarse en una conversación espontánea y animada. Es el caso de Gorka Fernández Mínguez, colaborador de Educ@conTic en la realización de podcast que tienen como eje reflexiones sobre la educación y sus estrategias más innovadoras.

Gorka y yo nos conocemos virtualmente desde hace casi diez años. Espero que no demasiado lejos podamos conocernos realmente y podamos tomarnos unas birras en Triana (Sevilla) o donde él decida pues que conoce mucho mejor la capital del Guadalquivir. Pues bien, Gorka me planteó una entrevista sobre mi práctica docente con el sistema de Flipped Classroom en el aula. Ya me había entrevistado telefónicamente en otra ocasión y guardaba un cálido recuerdo de él como entrevistador. Así que, con alegría, le dije que sí y grabamos a través de Skype esta entrevista que enlazo aquí. Comparto el espacio con Diego Redondo, profesor que también utiliza dicha estrategia docente.

Animo a los ociosos, a los curiosos, a los exaltados, a los idealistas, a los pragmáticos, a los insatisfechos, a los francotiradores, a los lunáticos, a los pacientes, a los imaginativos, a los salteadores de caminos educativos, a los kenrobinsonianos, a los conservadores, a los tradicionalistas, a los inquietos, a los neuroeducadores, etc, etc ... a que escuchen este podcast en que, en mi caso, un profesor aparentemente incoherente y un agudo y afilado entrevistador dialogan apasionadamente sobre educación.

Para introducir el tema, decir para los visitantes casuales del blog que llevo aplicando la estrategia de la clase invertida (flipped classroom) desde comienzo de curso. He leído artículos contrarios a esta pedagogía como los de Jordi Martí (XarxaTic) que tituló sus posts El Flipped Classroom, la peor idea educativa en muchos años (15-X-2015), El boom de la clase invertida, (22-V-2015), Mamá, papá, estoy haciendo flipped classroom (19-X- 2014).  Estos posts desencadenaron un debate sobre ello en su blog. No vi que XarxaTic tuviera un conocimiento suficiente de ello para poder opinar tan contundentemente y sí que estaba  poseído por apriorismos y deseos de epatar a los lectores que habían oído hablar sobre esta estrategia que para mí ha sido muy positiva en el tiempo que la he aplicado. Me explicaré, aunque mejor que oigáis la entrevista donde desgrano la práctica que hay detrás. No es por una afición desmedida a las novedades ni por un papanatismo cercano a la estolidez por lo que decidí utilizar esta estrategia. En mi larga trayectoria como profesor he empleado didácticas innovadoras cuando la realidad me lo ha permitido. He aprendido que adentrarse en territorios nuevos hace crecer el interés de los alumnos y su implicación, así como su creatividad.  Me gusta la innovación. XarxaTic en otro de sus artículos hace referencia a que la formación más sólida puede ser la tradicional, la basada en el libro de texto y una didáctica conservadora. Según él, muchos padres no quieren experimentación ni métodos revolucionarios para la enseñanza de sus hijos.

Mi experiencia ha sido muy elocuente. Grabo los vídeos sobre Historia de la literatura o sobre lengua en especial en el área de sintaxis, los cuelgo en YouTube, los enlazo en Educanon e introduzco preguntas en el vídeo que han de contestar cuando lo están viendo. Cuando llego al aula ya sé quién ha visto el vídeo y quién no, y tengo una nota sobre las actividades realizadas. Tienen que hacer el resumen del mismo y presentarlo. El aula se libera, pues, de la función explicativa y podemos dedicarnos a profundizar en el tema explicado. Realizamos kahoots o socratives, mapas mentales u organigramas (con Mindomo) sobre dicho tema, leemos textos literarios, realizamos análisis sintácticos, ejercicios léxicos, dictados. El aula se convierte en un entorno de trabajo y no de explicación de la materia. Mi opinión sobre esta didáctica es favorable. El aula se transforma y el ambiente es diferente. Es más viva. Cuando ven el vídeo lo hacen en casa en un ambiente más propicio a la atención.

Todos mis alumnos tienen conexión a internet, aun siendo un centro de máxima complejidad y precariedad social. Si no la tienen, pueden ir a la biblioteca o a algún centro de recursos que hay en el barrio. El nivel de aprobados ha sido netamente superior. Hay cinco o seis (de 54) que se han descolgado por absentismo o por otras cuestiones, pero la inmensa mayoría han seguido el sistema con enorme fidelidad y aprovechamiento. Ellos están muy contentos y encuentran la clase como potenciadora de inquietudes y estimulante.

Mi pregunta es la siguiente: ¿es el aula un lugar donde deben aplicarse innovaciones mediante la experimentación como el flipped classroom o debería ser un entorno en que solo se utilizara una didáctica tradicional, asentada en la experiencia al gusto de muchos padres? ¿Es pura hojarasca toda esa retahíla de reflexiones (p.e. Ken Robinson) sobre una enseñanza caduca que mata la creatividad, que cabría renovar radicalmente para hacer una escuela de los tiempos en que estamos? En la crisis mayúscula de la escuela, ¿cabe aferrarse a la supuesta solvencia de lo de siempre o arriesgarnos a entrar en terreno desconocido?



martes, 12 de enero de 2016

La improvisación en el aula




Hoy he recibido un libro en formato digital a primera vista muy interesante. Se titula Profesor en secundaria. Claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias. Sus autores son Andrés Carmona Campo y Antonio Fonseca (2015). No lo he leído pero he mirado su índice para saber los temas que aborda y me han parecido francamente jugosos. Ha habido uno que me ha llamado poderosamente la atención. Es el capítulo titulado Nunca improvises.  Me he ido a él con sumo interés por motivos que luego aclararé. Los autores son defensores a ultranza de la preparación de las clases y de que se evite la improvisación solo posible para verdaderos maestros del jazz y no para los novatos. Añaden la ineludible programación de aula para realizar un trabajo realmente solvente y eficaz. Me he mirado atentamente y me he preguntado si yo era un profesor que improvisaba en el aula. No porque no me prepare las clases, algo que hago con exhaustividad sino porque la improvisación forma parte de mi modus operandi medular como profesor de literatura. Los mayores logros intelectuales de mi larga carrera docente han sido fruto de una intuición poderosa que me ha asaltado y se ha adueñado de mí. A veces se unen cabos sueltos para dar lugar a una idea que destroza las programaciones de aula y los planes prefijados con anterioridad. ¿Cómo puedo saber qué haré exactamente a lo largo del curso? ¿Puedo planificarlo con precisión de antemano? Yo no. No puedo responder a un guion estable, no sé hacerlo, si lo hago me veo hundido en el hastío profesional. Necesito una idea que surja estelarmente para embarcar a mis alumnos en viajes que exigen riesgo. No puedo siquiera programar las lecturas que van a tener mis alumnos. ¿Cómo voy a saberlo si no conozco bien sus límites?

Puedo parecer insolvente, pero pienso que para ciertas cosas es necesaria la magia de la inspiración. Y la capacidad de adentrar a los alumnos en objetivos insólitos. Los parámetros con que inicié el curso se han cumplido con bastante acierto, creo yo. Sin embargo, se han enriquecido con nuevas propuestas como la de escribir una novela de veinte a veinticinco páginas. Esto no lo había planificado. Hablé de ello en un post anterior. Fue una idea, ya realizada anteriormente, que surgió de repente y me dije ¿por qué no? Sería mi última oportunidad de llevarla a cabo. Para mi sorpresa, tras las vacaciones muchos alumnos se han sumergido en la novela y llevan varios capítulos ya escritos. Me lo han dicho varios con orgullo. Esa novela será sin duda la mayor aportación vital que van a realizar este curso. Quiero que se sientan satisfechos con ella. Que sea expresión de ellos mismos en un momento cenital de su vida. He lanzado la piedra y ya está formando círculos en el agua. Pero esto, como digo, no lo había previsto. Otra aportación es dedicar el curso al escritor Franz Kafka como hablé el post anterior. Fue una improvisación total. Tal vez sugerida por el gato del libro Marina de Carlos Ruiz Zafón. Se llamaba Kafka. Y eso fue la chispa que desencadenó un proceso dentro de mí llegando hasta un profundo centro. Kafka es un autor que había dejado de lado durante largo tiempo. Sentía que su mundo revelaba la impotencia del ser humano y eso me desconcertaba y ponía nervioso. Pero sabía que en algún momento habría de enfrentarme a él. Tengo en mi mesilla varios libros de relatos del autor de Praga, he recibido sus novelas completas, El proceso y El castillo. Anteriormente había leído América y La metamorfosis. He recibido asimismo un par de libros de novelización de la  última parte de su vida, el tiempo que pasó en Berlín con Dora Diamant y  en diversos sanatorios hasta que murió el 3 de junio de 1924. Es un Kafka distinto del que me había imaginado. Mi inmersión gozosa en Kafka propicia este proyecto en que voy a implicar a mis alumnos de tercero empezando con la lectura de Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra y luego leyendo directamente las setenta páginas de La metamorfosis. ¿Una lectura adecuada para alumnos de quince años? No lo sé. No lo sé realmente. Puede ser y representar un fracaso o una experiencia fascinante la lectura de este relato verdaderamente sorprendente. Pero he de entrar en su mundo enigmático para poder expresar a mis alumnos el misterio de la literatura con mayúscula. Sin duda dará lugar a debates intensos la lectura de esta obra. No quiero destripársela. Quiero que se encuentren con ella, si acaso que sepan del autor, de su lugar en la literatura del siglo XX, la vida de un modesto oficinista de una compañía de seguros que creó las más extraordinarias historias de un mundo extraño y misterioso no reducible en absoluto a las etiquetas.

Así se une mi pasión por un tema a la indagación que van a hacer ellos. Pura improvisación. De hecho he recibido una llamada de atención por parte del AMPA por no respetar las lecturas programadas. ¿Cómo voy a saber qué diablos van a leer con un año de antelación? ¿Cómo lo voy a saber si no sé dónde estaré yo y dónde estarán ellos? De momento veo las dos clases de tercero de ESO inmersas en una fiebre creativa muy interesante. Están creando su propia novela. Como hacía Kafka en sus noches de insomnio.


Un curso de literatura pierde su esencia si sabemos con demasiada precisión qué va a suceder. Supongo que habrá los partidarios de las programaciones de aula y que quieran llevar al milímetro lo que entra en cada clase. Puede ser. Y que sean magníficos profesionales. Lo único que puedo decir es que yo no soy así. Que necesito un margen para la creación y el arte de enseñar, que necesito la inspiración, que no me desagrada tomar carreteras secundarias y pararme en un paisaje para verlo con delectación. Creo que hay una vertiente maravillosa del arte de enseñar que tiene en la improvisación uno de sus principales fundamentos. Yo no hubiera sido el que he sido sin la improvisación cuando empezaba, cuando seguí y ahora cuando acabo.

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