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martes, 27 de noviembre de 2018

El presente y el futuro en las aulas


He sido profesor treinta y siete años. Ahora me dedico a viajar, escribir, leer y otras tareas domésticas. No echo en falta las aulas que me proporcionaron momentos de extrema felicidad y otros no tanto, mejor dejarlo así. Ahora estoy fuera del sistema y mi voz ya no cuenta para nada, así que puedo con absoluta libertad desfogarme y opinar sobre dicho sistema educativo en la medida que lo he vivido y sufrido. 

El tiempo presente es apasionante y peligroso. Estamos ante cambios de paradigma social, laboral, tecnológico y existencial como jamás habíamos sospechado. Las transformaciones del mundo en todos los sentidos van a ser exponenciales en los próximos veinte años, por poner un referente. Los adultos –y menos los viejos- no podemos aconsejar a los adolescentes sobre su futuro porque en primer lugar no lo comprendemos. Nada de lo anterior es válido para el tiempo que va a venir que va a experimentar transformaciones tecnológicas, laborales, políticas y sociales que son difíciles, si no imposible, de imaginar. El pasado no nos sirve para el futuro que va a venir. Es totalmente diferente y los conflictos que aparecerán –terriblemente inquietantes- son de una dimensión desconocida. 

¿Y el sistema educativo? ¿Podrá asimilar esa transformación brutal que va a venir? Mi experiencia es que no. El sistema educativo está basado en experiencias del pasado y es tremendamente pesado y le cuesta evolucionar porque está basado en personas que tienen una vida, unas expectativas y un pasado que les condiciona. Los profesores son muy conservadores. Tienden a dar clases como se las dieron a ellos, no quieren cambios, estos les inquietan. Nada hay más rígido que un claustro educativo en un centro escolar público. No se admiten cambios, se quiere que las cosas sean como siempre han sido y que no supongan saltos en el vacío para los profesores que tienen su librillo que esperan que les sirva diez, veinte o cuarenta años sin modificarlo. Los profesores no dialogan, no aceptan nuevas ideas, se cierran a todo que signifique cambio de estructuras. Es el pensamiento rígido en un mundo que exige transformaciones profundas requeridas por las nuevas tecnologías, la Inteligencia Artificial, los big data, la biotecnología, el internet de las cosas, la robotización imparable que va a convertir en inútiles millones de puestos de trabajo en Europa, pero a la vez va a dar lugar a nuevas profesiones que todavía no sospechamos porque no han sido inventadas. La flexibilidad es una necesidad perentoria. Las clases son rígidas y basadas en modelos de un mundo estable cuando vivimos un modelo basado en la inestabilidad y en los saltos cualitativos en los que tenemos miedo a perder nuestra alma, aunque tal vez sería más oportuno decir, nuestra comodidad. Un profesor a nivel individual en activo debería interesarse por las perspectivas de futuro, por las páginas de tecnología, de cultura, de innovación ideológica de la prensa. Se deberían promover debates en los centros educativos sobre las innovaciones que van a venir, estar abiertos a lo nuevo, a lo que nos va a transformar. Pienso que hay que salvar el humanismo en un mundo inestable, líquido, que va a perder todas las referencias del pasado. El futuro es la ingeniería genética, la fusión hombre-máquina, utilizar la mente para activar programas tecnológicos, la nanotecnología que transformará todo incluido la medicina y la ciencia, la robótica que cambiará todo incluido la atención a los dependientes o los ancianos y eliminará decenas de millones de puestos de trabajo. 

El desafío es mayúsculo pero observo que quien entra en la carrera docente, espera aposentarse y esperar que el futuro sea igual que el pasado en que él se formó. Todo es muy rígido, no se debate y se tiene miedo a lo nuevo. Los alumnos han de prepararse para un mundo que todavía no se ha inventado pero que será radicalmente otro. Hubo un tiempo en que los conocimientos que uno atesoraba en su adolescencia le servían para enfrentarse al presente y pensar que servirían para toda la vida, y ahora no es así. Es urgente pensar dialécticamente, estar expuestos a la modificación de nuestros esquemas porque todo va a transformarse radicalmente y nada del pasado servirá, y si algo sirve, habrá que rescatarlo con conceptos nuevos que nos lo acerquen. 

He sido profesor de literatura durante tres décadas y he tenido ocasión de observar la transformación de ese mundo en relación a mis alumnos. Hubo un tiempo en que los libros eran un acicate para su formación e intereses, pero tuve que aceptar que la literatura del pasado no servía para los nuevos tiempos. Ahora ni siquiera tengo claro que la literatura tal como yo la asimilé sirva para el tiempo que va a venir. Tal vez los libros desaparezcan y se impongan otros modelos basados en los videojuegos para contar historias. Si he de ser sincero, no me gusta, pero puedo constatar en mi ambiente la falta de lugar de los libros entre los adolescentes que están pendientes de otras cosas. Nunca ha habido una ruptura tal con el pasado como la que está sucediendo ahora en que los adolescentes exploran nuevos modelos literarios a través de redes sociales o en la interacción. Era sencillo cuando yo podía recomendarles un libro de calidad y que este respondiera a sus intereses, yo lo viví durante un tiempo, pero hace tiempo que ya no es así. Hacen falta modelos audaces, fruto de la exploración, de la experimentación, de nuevos enfoques que rescaten la literatura –en la medida de lo posible- de la desaparición. Ya estoy fuera pero sé que el sistema educativo sigue funcionando como si los desafíos no existieran y los profesores siguen enseñando como si estuviéramos en 1970. Y los centros educativos son rígidos y renuentes a la experimentación en edificios puritanos que no responden a las necesidades del presente y menos del futuro. Ya no es solo un cambio de paradigma que decía Ken Robinson, es la misma concepción de paradigma la que está puesta en cuestión.  

7 comentarios :

  1. Pero de qué manera cambian esos modelos: ¿será adoptando la misma tecnología que satura ya su mundo? No sé. No soy maestro. A veces pienso que tecnología equivale a distracción. Tal vez es la vieja manera de ver esto? ¿Qué propones? (Enhorabuena por este regreso furtivo).

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    1. Víctor, estas reflexiones están centradas en el mundo educativo español y no en el norteamericano que presumo mucho más flexible y dinámico. Al menos la sociedad americana es mucho más flexible en cuanto al empleo a lo largo de la vida y vuestro país en este sentido es puntero en cuanto a investigación tecnológica referida a Inteligencia Artificial, robótica, etc. La realidad española no es así. Y es sobre ella sobre la que pensaba. En USA ahora hay casi pleno empleo pero en España hay más de un 15% de desempleo. Son realidades distintas y yo no conozco vuestra realidad. En todo caso, centrándome en mi país, esta orientación hacia el futuro no es solo introduciendo la tecnología en las clases, algo que sí que ya está sucediendo sino haciendo del sistema educativo algo mucho más flexible, introduciendo nuevas materias enfocadas cara al futuro, fomentando y prestigiando los estudios de enseñanza profesional, flexibilizando los grupos, los espacios de clase, abriendo la enseñanza a la sociedad, colaborando con empresas punteras en investigación tecnológica, introduciendo dinámicas abiertas que reflexionen sobre el futuro que les espera, las profesiones que tendrán salida y las que no... No solo es utilizar tecnología que puede ser destractiva según cómo se utilice, no, es una filosofía de fondo que España no está implementando por el conservadurismo del sistema educativo, de la sociedad y de los propios docentes, como decía.

      Me ha hecho mucha ilusión tu comentario especialmente ahora que no tengo redes sociales que me sirvan para amplificar su difusión -lo que limita el alcance del post-.

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  2. Entre todos los pensamientos profundos que leo en tu post, voy y me fijo en: "Nada hay más rígido que un claustro educativo en un centro escolar público". Yo te diría que sí lo hay, el de un centro escolar privado. Seguro que no lo has escrito a mala fe, lo sé, pero no lo puedo dejar pasar cuando todos sabemos que los privados y concertados van a piñón fijo, atiborrando al alumnado de conocimientos solo para presumir de que salen mejor preparados que los de la pública. No se arriesgan en innovaciones que pueden llevar a los padres a preguntarse qué zarandajas son esas y sacar al niño/cliente.
    Sé que esa no es la cuestión sobre la que pretendes que reflexionemos, pero ese inconsciente colectivo hace tanto daño...

    En otro ratito sigo comentando las cosas importantes. Un abrazo, amigo.

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    1. Tienes razón en parte porque hay iniciativas que han llegado hasta mí como la de los jesuitas en que sí que despliegan una amplia innovación educativa. Te dejo el link INNOVACIÓN EDUCATIVA EN CENTROS DE JESUITAS EN CATALUÑA Esto es solo una muestra, nuestra visión de la enseñanza privada es algo sesgada. Hay muchos centros que van a piñón fijo pero creo que hay más innovación en conjunto que en la pública. Cierto que hay algún centro educativo público en que se han abierto camino las innovaciones. En Cataluña hay algún instituto que ha formulado respuestas nuevas a los problemas educativos, pero son escasos, muy escasos. Pienso, por contra, que la enseñanza privada, al menos parcialmente ha intentado presupuestos mucho más novedosos. Claro que hay que tener en cuenta que su alumnado tal vez es de otro nivel económico, que hay selección social algo que en la pública no existe. Yo he dado clase en un entorno muy complicado socialmente con elevado número de inmigrantes (casi setenta por ciento) y nuestro campo de experimentación fue reducido. Sí que se instalaron pizarras digitales y los alumnos tuvieron durante un tiempo ordenadores personales, pero fueron utilizados sin ninguna filosofía innovadora, mecánicamente y al final se ha vuelto al libro de texto que es más seguro.

      Tengo una amiga que ahora trabaja en un instituto público de clase media donde no hay problemas en general económicos y me dice que en su centro no hay ninguna experimentación, que se va a dar clases como toda la vida, que molestan las innovaciones, que los profesores que ella conoce dan clases como hace cuarenta años con alumnos con muchas ganas de enfoques nuevos.

      Por lo que he visto en mi experiencia profesional en centros públicos, no he visto ganas de innovar, de planteamientos revolucionarios, hay profesores independientes, claro pero no es una cuestión de mayoría que intente debatir e iniciar planteamientos nuevos.

      Pienso que la privada, al menos parte de ella, se prestigia precisamente por la incorporación de de la innovación educativa. Claro que hay centros que son conservadores y en los que no hay ninguna de estas cosas, pero los profesores de la pública tenemos una visión demasiado sesgada de la enseñanza privada o concertada como si fuera la bicha. Otra cosa es si debiera existir. Hay países en que no hay o su sector es muy limitado. Este es otro debate.

      En perspectiva pienso que la visión y el sentimiento funcionarial no alientan precisamente la asunción de retos y de innovación educativa. Yo he conocido en mi praxis a muy pocos, poquísimos, profesores innovadores y tenían que hacerlo al margen del sistema y a veces en contra de sus compañeros. Un claustro, al menos los que yo he conocido, es profundamente reaccionario, el cementerio de cualquier ilusión para un profesor joven que llegue y quiera cambiar las cosas, que tampoco son tantos.

      Un abrazo, muchas gracias por comentar y por difundir el post. Yo no tengo redes sociales salvo Google+ cuyo alcance es muy limitado.

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  3. ¡Ah, yo te difundo en las redes, especialmente en twitter!

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  4. Estoy contigo en esa idea de que es un cambio incomparable con otros anteriores y que, además, es irreversible. No coincido en que los profes sean mayoritariamente conservadores: pienso que son bastante responsables y actúan siguiendo unas leyes que sí están ancladas en el pasado, por lo que no es del todo culpa suya parecer desfasados. Eso sí, se les ve en muchas ocasiones un punto irracional de nostalgia. Habría que mirar más el presente y el futuro y no idealizar un modelo diseñado por una minoría para satisfacer a una parte pequeña de la población. Un abrazo.

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    1. El pasado que yo viví para mí fue mucho mejor que lo que vino después. Tu apenas lo viviste. Era profesor de literatura a tiempo completo y no de lengua ni de lengua y literatura. Con la Logse desapareció la literatura como materia seria y específica y dejé de ser lo que constituía mi vocación. Así que es normal que haya sentido nostalgia de aquel tiempo en que podía abordar cuestiones y obras literarias con una profundidad inimaginable posteriormente.

      Dicho esto, es cierto que el mundo no está para literaturas en los tiempos en que estamos. No me valen los sucedáneos juveniles, pero aquí estamos, en otro mundo, en otra etapa histórica en que la tecnología ha abierto posibilidades inmensas y también nuevos riesgos que no habìamos sospechado y no son pocos. La tecnología, las redes sociales, la IA, la realidad aumentada, la bioingeniería, la robótica, etc, son temas de interés crucial y ni el sistema político perdido en debates estériles, ni la enseñanza son conscientes de lo que se nos viene encima. Yo no veo que la profesión sea consciente de lo que está pasando ni de los debates que habría que estar habiendo en estos momentos.

      Por otro lado, volviendo al principio, dices que el anterior sistema estaba diseñado para una minoría pero olvidas que fue diseñado para el babyboom de los años setenta y parte de los ochenta. Las clases estaban saturadas con cuarenta alumnos por aula e incluso yo viví a más de cincuenta. Fue con la reducción exponencial de la natalidad que pudo implementarse una reforma educativa en la que incluso se cerraron institutos porque ya no había alumnado -el mío-. Si no llega a ser por la inmigración probablemente habría un treinta o cuarenta por ciento menos de centros educativos, algo que no pasaba en los años ochenta y parte de los noventa en que estaban a reventar por la alta tasa de natalidad como decía. ¿Educación para minorías? Nunca las aulas han estado más llenas.

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