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domingo, 29 de junio de 2014

Autoficción de una entrevista a Joselu.



Hola, Joselu, hace tiempo que rondas por internet, hace casi nueve años que tienes el blog Profesor en la Secundaria, un blog caótico que a veces tiene algún destello de interés para los lectores. ¿Podrías contestarnos a unas preguntas sobre tu perfil personal y profesional? Te enviamos por correo estas preguntas. Esperamos tus respuestas sinceras.

En primer lugar, ¿qué te mueve a escribir?

Tú lo has dicho, mi caos interior me lleva a plasmar por escrito mis reflexiones. En alguna forma, escribir es un modo de establecer un orden y unas prioridades. Escribiendo me fuerzo a contemplarme y desdoblarme, exige una disciplina a un señor perezoso y desorganizado incapaz de hilvanar los argumentos en su mente con rigor.

¿A quién admiras?

No admiro a nadie. Pero sí que hay personas cuya realidad y su obra me resulta sugerente, digna de ser conocida y pensada, personas que han sido coherentes en su vida personal y creativa, personas que son buenas, generosas, abiertas. No establezco una prioridad entre seres que han pasado a la historia y otros que se cruzan en mi vida como la panadera de mi barrio con la cual hablo con placer. Cada uno tiene la vida que le ha tocado o la que ha podido elegir. No creo que haya seres más grandes que otros. No se pueden comparar las vidas. Todos tenemos una existencia que es única, la única que poseemos.

¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué te parece?

El proceso de Franz Kafka. Lo he leído a continuación de una biografía de Kafka de Reiner Stach sobre los años 1910-1914. No lo había leído. Mi impresión es compleja. Hay momentos que me parece apasionante y hay otros momentos en que me aburre y me suscita el bostezo, pero igual me pasaba con la biografía de Kafka. No soportaba la relación con Felice Bauer, una relación que no le aportaba nada aparente a Kafka pero a la que él daba una fuerte importancia. Desconozco si llegaron a acostarse más de una vez (que fue un fracaso) y toda se construyó por este intercambio epistolar entre ellos. Hemos conservado las cartas de Kafka pero no las de Felice Bauer. El proceso se escribió en este periodo. En algún sentido es una obra extrañamente humorística aunque revela un mundo inextricablemente complejo y diabólico por un entramado de enigmas burocráticos que rodean a ese proceso en el que el protagonista, Joseph K, está implicado. El adjetivo kafkiano cobra en este relato todo su sentido.

¿Quién ha sido la persona más importante de tu vida? ¿Por qué?

Sin duda, mi madre. ¿Por qué? Porque era un ser singular, enferma mentalmente, que no podía reprimir su necesidad existencial de hacer daño a las personas que tenía cerca especialmente si eran seres indefensos. Tenía una potencia inenarrable de causar sufrimiento. Solo se podía huir de ella. Nunca tuvo ninguna duda sobre ser una persona extraordinariamente buena. Estuve en su poder sin ningún contrapeso toda mi infancia. De ahí proviene mi personalidad conflictiva y mi inadaptación social. Cuando murió, la acompañé al crematorio y le deseé un buen viaje. Tuve la satisfacción de verla allí por fin indefensa.

¿Qué te parece el uso que se está dando a la tecnología?

Soy un adicto a la tecnología. Mi iPad es mi tesoro personal. No me desprendo de él. Pienso que los hombres cada vez estaremos imbricados en la relación con las máquinas que se están convirtiendo en una parte importante y fundamental de nosotros. La fusión hombre-máquina está en el horizonte. Ahora google ya es una parte esencial de nuestra inteligencia, es como una extensión de nuestra memoria. Y los móviles, no es necesario subrayarlo, son un elemento que está unido a cada instante de nuestra vida especialmente para los más jóvenes. A la vez, todo esto produce espanto. No concibo mi vida sin tecnología pero añoro el tiempo de mi juventud en que no existía nada de esto y los jóvenes nos reuníamos en clubes juveniles, bailábamos con canciones de John Lennon o Adamo y editábamos revistas a multicopista escritas en clichés. Creo que hablábamos más, nos comunicábamos mejor. Éramos más densos. La tecnología en su versión popularizada hace extenderse la banalidad entre los que la utilizan. Los seres humanos, aislados en sus artefactos tecnológicos se hacen más individualistas  y egocéntricos.

¿Temes envejecer? ¿Por qué?

Hubo un tiempo en que me aterrorizaba la idea de hacerme mayor. Me obsesionaba el envejecimiento, la decrepitud, me avergonzaba de mi edad. Dilaté mi adolescencia hasta los cuarenta años. Vivía en un mundo sin compromisos duraderos. Estaba como de paso. Sin embargo, la experiencia de ser padre cambió mi perspectiva totalmente, viví una profunda crisis existencial después de vivir la euforia inicial de la paternidad. Hoy mis hijas son adolescentes y yo he vivido el arco que supone su crecimiento. Creo que vivo más reconciliado conmigo mismo, pero a esto no es ajeno la medicación que tomo para paliar mi tendencia a vivir la vida como un conjunto de estímulos negativos. Soy feliz a mi manera. No soporto a quienes quieren ofrecer modelos o recetas para vivir. A vivir solo aprende uno por sí mismo. Mi camino es mi camino, no es de nadie más. Nadie lo puede evaluar. La vejez puede ser un estadio interesante si uno sigue en el sendero de no rendirse a lo dado. El otro día leía en un blog a un bloguero que se recreaba en su ancianidad. Me espeluznó. La vida es una sucesión de estadios superpuestos pero no necesariamente sucesivos. Lo importante es que el pensamiento salvaje, no integrado, siga estando presente. No rendirse nunca. La muerte, vivida en unas circunstancias adecuadas, puede ser una experiencia muy hermosa.

¿Qué libro te gustaría haber escrito?

Habría varios, pero yo escogería Moby Dick por un lado, y Los hermanos Karamázov por el otro. Hermann Melville y Dostoievski.

¿Quién te hubiera gustado ser?

Si yo pudiera haber elegido, me hubiera gustado ser trompetista de jazz como Miles Davis. He sido totalmente negado para la música. Carezco de oído por completo. Una pena. Creo que hubiera dado salida a toda mi tristeza mediante la música. Cuando veo a quien tiene facilidad para este lenguaje artístico, soy consciente de mi limitación. Incluso cuando escribo tiene que traducirse en un lenguaje poco musical, poco armónico.

¿Qué lamentas de tu vida?

Tantas cosas irreparables... Lamento muchas cosas. He sido un experto en meter la pata. A veces juego con mi imaginación a deshacer mi pasado y eliminar tantas y tantas cosas de que me arrepiento... No entiendo a aquellas personas que dicen, con seguridad pasmosa, que no tienen nada de que arrepentirse, ni nada de que avergonzarse, que están muy tranquilos. En este sentido me asombran los políticos. Tienen que ser de un material especial. Si a mí me dijeran un diez por ciento de lo que se tienen que oír estaría destrozado debajo de una piedra. Sí, hay muchas cosas de mí que no me gustan.

¿Has sido un buen padre?

No hay nada que deteste tanto como esos deseos que a veces se expresan diciendo “al mejor padre”, “al mejor profesor”, “al mejor abuelo”. No soy nada de eso. Ha habido cosas que he hecho bien y cosas que podían haber estado mejor. No soy ningún modelo de nada. Me deprimen los halagos generalmente inmerecidos. Procuro estar donde mis hijas puedan necesitarme pero nunca les he intentado llevar por un camino u otro. Mi padre lo intentó conmigo y fue un rotundo fracaso para él.

¿Cómo ha sido tu experiencia como profesor?

He vivido momentos de éxtasis profesional y momentos de honda depresión. Para algunos he sido un profesor motivador y para otros, especialmente en los últimos tiempos, he sido un profesor aburrido, carente de sentido del humor, que no conecta con sus inquietudes y sus necesidades. La enseñanza ha cambiado tanto... Puede que hace un tiempo yo reuniera cualidades espléndidas como profesor que, con el tiempo, se han convertido en lastre para el ejercicio de la  profesión. Una carrera docente es demasiado larga. Uno tendría que tener el derecho a cambiar de profesión cuando se da cuenta de que su tiempo ha pasado ya.  En la enseñanza he dejado buena parte de mi vida. He tenido aciertos importantes y he cometido errores lamentables. Siempre he sido un profesor que ha pretendido innovar,  pero no siempre es posible.

¿Qué es la literatura para ti?

Una tabla de salvación. En un tiempo demoledoramente triste descubrí los libros y siempre he sido fiel a ellos. No he leído para divertirme o pasar el rato. No. Siempre he leído para intentar comprenderme a mí mismo. Leer a otros que son mucho más inteligentes que han vivido algo parecido a lo que he vivido yo, me interesa y mucho. En ese diálogo implícito que se da con el libro surgen chispazos de inteligencia que me iluminan. Me atraen los autores de fuerte componente existencial, aquellos que han vivido la vida como un bosque oscuro al que han aprendido a darle sentido.

¿Cuándo conociste el amor?

A los cinco años. Ella era mi compañera y no la he olvidado nunca. Cada día me acuerdo de ella. Nunca la he vuelto a ver ni querría hacerlo. Basta saber el lugar que ha ocupado en mi vida.

¿Qué esperas de la vida?

Nada especial. Poder seguir caminando, leyendo y seguir aguantándome sin demasiado pesar. Mis hijas irán encontrando su camino. Cada una es muy singular. Han heredado la voluntad de su madre y son tenaces, tanto que me sorprende esa evolución personal y radicalmente suya que han tenido, que están teniendo. También espero seguir manteniendo mi relación de pareja que lleva ya más de un cuarto de siglo y en la que he encontrado mi estabilidad e íntima libertad.

¿Políticamente como te defines?

Me defino como conservador aunque nunca votaría a la derecha. No entiendo a los radicales que piensan que todo lo que tiene este país es una mierda y que todo es corrupción. Lo que pasa es que las buenas cosas que suceden no son noticia. Hay muchos españoles serios, responsables, honrados y eficientes que no son noticia. Hay mucho de lo que sentirse orgulloso en este país, aunque las noticias sobre corrupción en todos los niveles ocupen los titulares. No somos solo una pandilla de pícaros y tramposos. Hay mucho bueno pero siempre tendemos a desmerecernos y a depreciarnos. Es como si cada treinta años quisiéramos poner de nuevo el reloj a cero y comenzar adánicamente otra vez de nuevo. Es el carácter español que sigue considerando que somos atrasados y atávicos.

¿Cómo llevas el proceso independentista en Cataluña?

Con prudencia e íntima desolación. Hubo un tiempo que viví que Cataluña era un espacio abierto e interesante, con gentes no extremistas, un espacio tolerante... Pero el avance totalitario del nacionalismo ha hecho que esta tierra se convierta en simplista, ensimismada, autocomplaciente, pueril. Cataluña tiene dos almas que se complementan perfectamente. Querer negar una para afirmar la otra solo puede llevar a un resultado empobrecedor y desastroso. Si Cataluña se fuera de España pronto surgiría el sentido de la nostalgia de algo que era enriquecedor y plural.

¿Eres feliz?

A mi manera sí. Me gustaría tener algo de sentido del humor, pero el que tenía lo perdí en el camino. Soy incapaz de reírme por las cosas que se ríen mis compañeros de trabajo. Me gusta el humor absurdo en la radio de Los especialistas secundarios. Me encanta. Tengo momentos de íntima y profunda felicidad, y otros momentos de desolación y tristeza. Supongo que para que existan unos tienen que existir los otros. A cada momento feliz le corresponde uno de dolor. Es el equilibrio de la vida. No creo que la vida pueda existir como una sucesión indefinida de momentos de felicidad plena. La plenitud la he sentido en algunos instantes de mi vida, de éxtasis existencial que no se puede explicar. Supongo que todos vivimos instantes así. Por contrapartida el dolor más agudo también ha existido.

¿Crees en la magia?

Rotundamente sí. En mi cosmovisión está presente la magia. Hay muchas cosas en mi vida que nos son inexplicables sin esa realidad mágica de que hablaba Ana María Matute. La magia existe en el mismo hecho de existir. Además hay coincidencias, hay encuentros, hay constelaciones de hechos mágicos en nuestra existencia. Otra cosa es saber qué sentido tienen. Eso lo ignoro. Cuando ha surgido la magia en mi vida, lo ha hecho como un deslumbramiento cenital, pero no sé para qué ni por qué. A veces pienso que para alumbrar nuestro camino a la muerte.



Bueno, Joselu, por hoy ya hay suficiente. Tus respuestas han quedado consignadas como testimonio de una fracción de existencia. Ojalá que alguien las lea y pueda comentar algo al respecto. Buenos días.

miércoles, 25 de junio de 2014

Ana María Matute y un gin-tonic



Sobre las diez de la mañana ha llegado hasta mí la muerte de Ana María Matute (1926-2014) . Me he sentido conmocionado por la noticia que, aunque previsible, me ha afectado en mucha mayor medida que la de cualquier otro escritor. Y es que Ana María formaba parte de mi familia, de mi adolescencia, de mi faceta de profesor, de los trabajos que hicieron mis hijas de pequeñitas para el cole. Este año y el anterior, además, su novela Luciérnagas ha sido prescriptiva en bachillerato para las PAU. Me he quedado un momento en silencio y mi mente ha evocado su imagen bellísima como anciana, sus palabras cálidas, su lucidez... Y me he ido hasta ella recordando el poder de su narrativa -ella que empezó a escribir a los cinco años con faltas de ortografía-, su grave enfermedad a la misma edad, sus estancias en Mansilla de la Sierra con sus abuelos... que conformarán a alguno de sus personajes como Paulina. Me he recogido y el resto del día he ido leyendo entrevistas suyas, esas en que rechaza radicalmente hablar de política, en que habla del universo mágico en que ella vive y que se proyecta en su literatura, tanto que dice que no hay libro suyo por realista que parezca que no contenga elementos mágicos. Para ella la vida, la existencia, era mágica, y el escritor penetra en esa magia incorporándola a sus personajes, muchos niños o adolescentes que sufren el gran trauma de la pérdida de la inocencia. Porque nuestra vida es dejar atrás esa inocencia que somos cuando somos niños, pero algunos la conservan en parte, como ella, que nunca terminó de crecer del todo y, así, oírla y leerla es hablar con esa niña perversa y cruel, pero buena en el fondo.

Ana María Matute era tartamuda cuando niña. La tartamudez se le curó con el miedo durante los bombardeos sobre Barcelona durante la guerra Civil, un tema que aparecerá en numerosas obras suyas. Nunca se sintió como las demás niñas ni le interesaban los temas de ellas ni de las damas de la burguesía que solo se centraban en trapos y novios. No, ella vivía en su propio mundo que salía a raudales en sus relatos protagonizados por adolescentes que debían crecer en un mundo triste y feo, que solo, por la literatura se convertía en lírico y mágico. Porque la mirada de Ana María Matute era desoladoramente triste. Esto nos ha sorprendido este año durante la lectura y comentario en clase de bachillerato de Luciérnagas. La protagonista, Sol Roda, educada en un medio social afortunado se enfrenta con el estallido de la guerra en Barcelona al hambre, el asesinato de su padre por los republicanos, la pérdida de todo lo que constituía su mundo... y ha de encontrar de nuevo sentido a su vida. Y lo encuentra en el amor, porque Sol, igual que Ana María Matute, reclama amor como fuerza esencial de la vida. No cuento el final de la novela porque animo a leerla y descubrir la tremenda precocidad narrativa de Ana María a sus veintitrés años. Mis alumnas, alguna de edad cercana a la de la autora cuando su obra fue finalista en 1949 en el Premio Nadal, se sorprendieron de la riqueza expresiva y de la potencia de su mirada sobre las circunstancias de los seres humanos a los que comprendía bien sabiendo, no obstante, que cada uno era un misterio insondable.

Sobre 1973 o 1974, Ana María Matute sufrió una profunda depresión que la aquejó durante casi quince años y dejó de escribir y publicar. Esta depresión, en un tiempo en que ella era feliz y tenía todo lo que se podía anhelar, la hundió en una sima que ella explica remitiendo a ese libro extraordinario que es Esa visible oscuridad de William Styron, libro que he leído hace años y que desarrolla desde dentro qué es una depresión, uno de las enfermedades más dolorosas que pueden afectar al ser humano.

Hacia los noventa salió de ese pozo y comenzó a recuperar su vida como escritora y, curiosamente, se descubre a una Ana María Matute más reconciliada con la realidad, más optimista, más serena, y sus libros se orientan, más que al realismo de lo circundante, hacia una Edad Media como en Olvidado Rey Gudú (1997) y Aranmanoth en que aparece un mundo más que fantástico, mágico. Siempre ha rechazado que su literatura fuera autobiográfica, pero es cierto que muchos de sus relatos evocan y recrean experiencias suyas. Llegaron los premios y el reconocimiento universal a una escritora que vivió un tiempo en que dominaba la literatura social, pero ella creo un mundo radicalmente propio que no se puede encasillar. Probablemente sea la escritora más singular de su generación. No es que ella no diera importancia a temas como la injusticia, el dolor, la opresión, la falta de libertad. Sí que se los dio, pero entiende que el compromiso del escritor se da en su obra y en ella como artista. Entró en la Real Academia de la Lengua, recibió hace tres años el premio Cervantes, el último del ámbito hispánico que le faltaba y tuvo que leer un discurso en el paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares a toda la élite política y cultural que estaba allí presente, y no quiero pensar el esfuerzo que tuvo que hacer para no salir de allí corriendo.

En los vídeos en que se la ve en los últimos años de su vida había perdido ya esa frescura y rapidez que le era consustancial y fue tal vez retornado a ser esa niña que ella anhelaba en el tiempo mágico de la infancia, un periodo “completo, autónomo y poético” fuera de toda blandenguería donde los niños viven tal vez las experiencias más hondas de su existencia para desembocar luego en ese periodo triste de la adolescencia, o al menos así aparece como reflejada en sus novelas, ya que se abandona la niñez para siempre y se pierde la inocencia.

No he hablado demasiado de sus libros. He dejado enlaces para los que queráis saber más de ella y su obra. He preferido redactar a vuelapluma mis primeras impresiones, mi mirada cercana a su vida  y su obra. Hoy me falta alguien que hacía mi Barcelona más cálida y humana. Lástima que no la haya llegado a conocer. Y si me preguntan qué me hubiera gustado llevarle a su casa para charlar con ella, no me cabe duda de que hubiera sido una botella de buena ginebra para hacer un gin-tonic, ese combinado que le quitaron por los achaques y que ella siempre reclamaba en sus entrevistas.


Por tí, Ana María, este gin-tonic lo bebo por ti. Te deseo que encuentres al otro lado de la vida, alguien o algo esperándote como tú anhelabas.

martes, 24 de junio de 2014

Sexo, droga y rock and roll en Secundaria



Hoy recurro a una pequeña artimaña a la hora de dar título a mi post. Lo he titulado provocativamente como veis arriba para ver qué pasa con las visitas. Estoy intrigado con las visitas al blog, tanto a la entrada última como a algunas de las históricas que continúan incrementándose a pesar de ser muy antiguas. Ignoro por qué algunas entradas son atractivas y siguen sumando visitas masivamente y otras pasan al olvido por completo. En mi columna lateral aparecen las más visitadas en la última semana. Hay algunas que se mantienen meses y meses entre las más visitadas. Ignoro si lo que promueve las visitas es el título de la entrada a la hora de que los buscadores la posicionen en un lugar destacado. Hagamos un repaso de las más visitadas en la historia del blog que apareció como tal en diciembre de 2005.

En primer lugar, destacadamente, tenemos el post incombustible, El valor del silencio, publicado el 2/4/2011 y que ha recibido 66074 visitas.

El caos en la era google fue publicado el 9/11/2011 y ha recibido 40076 visitas.

Otro que se mantiene imperturbable en los más visitados es Reflexiones sintácticas en la pista de fútbol, publicado el 1/12/2011 y ha recibido 35057 visitas.

Comprensión lectora,el origen del todo el fracaso educativo (18/11/2011) ha recibido 23984 visitas.

Copiar en un examen(reflexiones éticas) cuenta con 16007 visitas (1/6/2013).

Cine clásico paraniños, publicado el 25/4/2010 ha recibido 16183 visitas.

Adolescentes musulmanas, publicado el 24/2/2011 ha recibido 14474 visitas.

Platero y yo en el aula convertida en un remanso de poesía, publicado el 10/1/2012 ha recibido 13948 visitas.

La maldición del currículum (28/10/2011): 7651 visitas.

Un post curioso titulado La radio de galena publicado el 31/1/2009 alcanzó 7318 visitas.

La soledad delprofesor (28/4/2012) aparece con 6945 visitas.


El enigma ortográfico, publicado el 21/1/2011 aparece con 5149 visitas.

En la última semana se ha posicionado en primer lugar un post de hace dos años (15/05/2012) : Leonor,alteza real y futura reina de España, se sincera. Cuenta con 4149 visitas.

Un post titulado España publicado el 14/5/2009 contó únicamente con 48 visitas.

He decidido titular como experimento este post Sexo, droga y Rock and roll en la secundaria. El post no tiene nada que ver con ese título como habréis podido ver, lo que no quiere decir que no dejaría de ser interesante un desarrollo temático del mismo abordando el lado menos correcto de la realidad. Quiero saber si el título de un post ayuda a su difusión o es el contenido del mismo lo que lo hace interesante. No deja de ser fascinante que El valor del silencio cuente con casi setenta mil visitas y un título tan curioso como Reflexiones sintácticas en la pista del futbol obtenga más de 35000 visitas. La constancia en la repetición de estos títulos da idea de su difusión más que cualquier otro parámetro porque muchas visitas pueden ser simplemente de rebote, por pura casualidad. Y lo cierto es que cuando uno escribe no tiene conciencia de la proyección que tendrá ese post. Hay posts que escribo con mucho trabajo y que pienso que van a ser interesantes que pasan, sin pena ni gloria, totalmente desapercibidos. No sé en dónde está la clave. Hoy vamos a indagar un poco en ello.

Sexo, droga y rock and roll en Secundaria es el título que aparecerá.

¿Dónde creéis que está la clave de la difusión de un post?



viernes, 20 de junio de 2014

La verdadera vida de Franz Kafka



Ando las últimas semanas abismado en una biografía de Franz Kafka que abarca exclusivamente cuatro años (1910-1914), escrita por Reiner Stach y titulada Los años decisivos. Mi experiencia de sumergirme en este grueso volumen biográfico es extraña por el escaso tiempo que abarca y la extensión minuciosa de lo que allí aconteció, en aquellos años en que compuso entre otros títulos, El fogonero y La metamorfosis. No es fácil entrar en la vida de Kafka de la cual sabemos prácticamente todo. Hay días incluso que sabemos hora por hora qué hizo a través de sus diarios y su abundante correspondencia (más de 1500 cartas). Sin embargo, nada de eso explica a Kafka ni a su obra literaria que mana de la profundidad abisal de su psique conflictiva.

La vida de Kafka es gris, apenas hizo nada destacable.  Era empleado de una empresa de seguros, empleo que le daba seguridad pero que él no amaba. Vivió con sus padres hasta pasados los treinta. Recordemos que murió a los cuarenta años por tuberculosis de laringe en junio de 1924, solo vivió media vida, una vida marcada por el fracaso vital más profundo, fracaso en su intento de abandonar su opresiva profesión, fracaso en sus relaciones amorosas, fracaso en su vida sexual... Parece que tuvo que ser un ser frágil, aislado, inmaterial, aquejado de profundas depresiones endógenas y estados enfermizos y angustiosos. Kafka dejó tras de sí un campo de ruinas. Vivió toda su vida en la misma ciudad -Praga- y estuvo obsesionado por la relación con su padre por el que se sentía aplastado. A partir de un momento determinado se dio cuenta de que él era Literatura, que solo podía vivir en la Literatura. Sus textos no son muy numerosos y raramente se sentía satisfecho de ellos. Si alguna vez lograba terminar un relato, se sentía profundamente feliz. Escribir le serenaba pero tenía que ocupar buena parte de las noches para hacerlo porque estaba esclavizado por su trabajo de burócrata que detestaba. Sus relatos son de una precisión asombrosa, nada hay que sobre en ellos, son como una pieza de orfebrería maravillosa, pura exactitud que recrean un mundo inhabitable al que el lector tarda en acostumbrarse. Nada hay en su vida que explique su genialidad, ni viajó demasiado fuera de algunos viajes a ciudades cercanas como Viena o Budapest o Berlín. Visitó brevemente París y Venecia. Su literatura brota de las profundidades, tan hondas que no pueden ser explicadas por sus circunstancias biográficas por lo demás totalmente alejadas del aventurero. Todo le hacía pensar a aquel neurótico que era Kafka y, sin embargo, aunque no hiciera nada salvo quedarse en el sofá todo el día, lo que escribió conmocionó la historia de la literatura occidental haciéndonos pensar a millones y millones de personas.

¿Qué significa su mundo? ¿Qué quiere decir con sus relatos? Se han escrito centenares de estudios con sus posibles interpretaciones, pero nada explica su fuerza y hondura, su inabarcable complejidad que ha dejado en los registros comunes el adjetivo “kafkiano” para referirse a algo incomprensible, tal vez absurdo, pero algo más que absurdo porque en el mundo de Kafka todo está medido, todo tiene su lógica que no conseguimos desentrañar. Su potencia estética es abrumadora y nos sume en el desconcierto más absoluto.

Kafka era un apasionado de las biografías, era seguidor de las tendencias naturistas e higienistas de la época, era vegetariano, practicaba la gimnasia desnudo en invierno con la ventana abierta o en el bosque. Tuvo relaciones fundamentalmente por carta con diferentes mujeres como Felice Bauer que vendió su correspondencia después de la muerte del autor nacido en Praga (Imperio Austrohúngaro), dejándonos un testimonio enigmático porque no conseguimos descubrir qué buscaba en aquella mujer tan gris, a la que escribía dos y tres veces al día cartas a veces de quince o dieciséis páginas explicándole lo imposible que sería la vida con él. Estuvo comprometido dos veces con ella, pero ella rompió el compromiso tal vez por la extrañeza de aquel hombre obsesivo e incompresible. A la vez que él la escribía no dejaba de mostrarle el absurdo que sería estar con él. Después de seguir el desarrollo de sus relaciones, no consigo, como lector, saber qué buscaba en aquella empleada berlinesa cuyos dientes deteriorados parecían repeler a Kafka.

Cuando nos acercamos a Kafka tenemos la impresión de que su reino no es de este mundo y que hubiera estado siempre buscando un Arte de vivir para hacerse cercano a las experiencias de otros seres humanos en su definitiva otredad.  Era un ser enigmático y frágil del que es imposible hacer una biografía porque por mucho que se ahonde, y se ha ahondado mucho en todos los aspectos por sesudos especialistas, Kafka y su literatura se nos escapa, pero su universo nos ha afectado a todos y los que nos aproximamos a lo que él fue o escribió no dejamos de sentir algo que es fruto del dolor más hondo y de la extrañeza de vivir. Aunque tal vez también pueda extraerse un sentido del humor que no se puede calificar sino de kafkiano. Sin duda, si alguien ha creado un mundo radicalmente suyo, personal e intransferible que es definitivamente elusivo, es este autor checo que escribió pocas obras completas  y dejó en su testamento establecido que fuera quemado todo lo que él había escrito. Afortunadamente Max Brod, su amigo y albacea,  no respetó su voluntad.



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