Fernando Botero
Entiendo que una buena clase de bachillerato es un
laboratorio de ideas, de pensamiento, de audacia experimental. Hoy no lo ha
sido menos. Ha sido una de las clases más prodigiosas que recuerdo por el
intercambio tan intenso que se ha producido entre el profesor y los alumnos que
más que alumnos eran un sujeto pensante junto con el profesor que hacía de
incitador y agitador.
Hablábamos de la diferente recepción de El Quijote a comienzos del siglo XVII en España e Inglaterra. En
España fue tomado por un libro extraordinariamente cómico y esas aventuras
grotescas del caballero fueron divulgadas y se extendieron con rapidez,
convirtiéndose en un libro muy popular. El primer Quijote se publicó en 1605 y la continuación en 1615. Hacia 1612
apareció la traducción inglesa. En Inglaterra no se percibió del mismo modo. El
humor español y el humor inglés son muy diferentes. Los ingleses veían
situaciones muy crueles que no les inducían a la risa tanto como a los
españoles, pero vieron en El Quijote otras lecturas de índole filosófica y
literaria que no fueron percibidas por los españoles que tras un gran éxito,
olvidaron El Quijote durante más de
ciento cincuenta años, mientras que en Inglaterra gozó de un merecido prestigio
como obra maestra de la literatura. Hemos reflexionado sobre el humor español y
el humor inglés y nuestros diferentes talantes. La ironía inglesa y el humor
grueso español que ahora se concreta en la saga de Torrente. Nos reímos de las desgracias, sin capacidad de distancia
que lo suavice. Y la envidia es uno de nuestros rasgos más acentuados. Esto nos
ha llevado a analizar qué es la envidia. Yo les he propuesto que la envidia es
sentir desagrado por los éxitos de los amigos y experimentar un cierto placer
por sus desgracias. Por si acaso, les he dicho, cuando hablo con amigos les
cuento primero una serie de motivos de desgracia para que así ya se sientan
confortados y no me deseen más mal. Esto les ha hecho pensar y la clase ha
comenzado a abandonar la lectura de El
Quijote y se ha transformado en una reflexión colectiva.
¿Puede ser que la belleza, por ejemplo, sea motivo de serio drama en la vida? He evocado una situación que conozco bien de una exalumna
de gran belleza que, al cabo de casi dos décadas, sé de la sucesión de experiencias
amargas que ha vivido por malos tratos físicos y psicológicos, palizas y
agresiones de todo tipo. ¿Puede ser que los hombres –ahora mi dardo va sobre la
psicología masculina-, o algunos hombres
no soporten una situación en que la mujer destaque sobre ellos. Por ejemplo,
que sea más inteligente, más sensible, más compleja que ellos? ¿Es cierto que
muchos hombres temen a las mujeres? ¿Es posible que una mujer hermosa atraiga
la desdicha sobre ella por hacer sentir inseguros a los hombres que están con
ella? ¿No es cierto que muchas veces las mujeres aprenden a simular que son
poco listas para no asustar a los hombres que están con ellas? ¿Soportan los hombres
a una mujer que esté por encima de ellos en cuanto a jerarquía, inteligencia,
sensibilidad, exquisitez, belleza? Es cierto que los hombres persiguen a las
mujeres guapas y las pretenden conquistar, pero luego tienen miedo a que otros
hombres las consigan también. Su complejo de inferioridad masculino lo
proyectan en algunos casos en odio hacia la mujer a la que pretenden devaluar,
degradar, humillar, destruir, incluida su belleza. Los asesinatos de mujeres
que se producen en todo el mundo y el alto nivel de malos tratos hacia ellas de
tipo psicológico y físico solo puede deberse al íntimo temor que tienen muchos
hombres a las mujeres, al miedo cerval que estas les producen, a la sensación
de inseguridad que les produce el sentirse inferiores. Este verano hice varios
días de camino de Santiago con una mujer alemana de cuarenta y tres años que
deseaba un hombre para ella para tener hijos y tener una estabilidad familiar.
Sus hándicaps son su alto nivel en una empresa alemana, su alta inteligencia,
su altura física, algunos kilos de más. Los hombres no soportan a una mujer
así. Y ella lo sabía. Le tienen miedo. Y la reacción en las culturas es laminar
la situación de la mujer.
Entre los alumnos había varias alumnas marroquíes, latinas,
españolas y cuatro chicos que asistían a estas reflexiones sumamente
interesados. La mayoría de las chicas asentían a lo que se estaba diciendo,
pero añadían que la mujer aprendía a manejar su poder desde la sombra, desde el
segundo plano. Había que dejar al hombre la sensación de que dominaba la
situación: que mandara más, que gritara más, que creyera que tenía la vara de
mando, para así dominarlo sibilinamente. La crueldad de muchas mujeres no es
menor que la de los hombres pero se ejerce de forma distinta.
Lo que se evidencia es la falta de una realidad de
equilibrio entre hombres y mujeres, una relación en que no haya dominador y
dominado, que no acabe de encontrarse un modelo armonizador. La cultura democrática no ha
supuesto el avance en temas como la igualdad. Vemos continuamente en los
centros de enseñanza la pervivencia de modelos regresivos, profundamente
machistas. Los celos se consideran una prueba de amor, y estos celos llevan a
querer controlar a la pareja de modos muy peligrosos e invasivos. Esto está a
la orden del día. Muchos chicos se sienten inseguros en este terreno y
reaccionan con agresividad, con violencia psicológica y, tal vez, física.
Ellas se decían que no aceptarían nada de eso, pero les he
comentado que en una situación en que domine una dependencia emocional, se una
la dependencia económica y el hecho de tener un hijo de ese hombre, cambia
mucho las cosas. ¿Cuántas mujeres se ven maniatadas por ello? ¿Cuántas aceptan
una situación de violencia como si fuera normal y síntoma de amor por ser
producida por los celos?
Todo ha empezado con la lectura de El Quijote y la consideración del carácter español proclive a la
envidia y al humor negro, y nos ha llevado a darnos cuenta de que la belleza
puede ser un factor importante de infelicidad y vida dramática. ¿Se puede anhelar
destruir la belleza para equilibrar la situación de inseguridad en que vive el
hombre?
Varias alumnas, marroquíes y latinas, se han quedado hablando
conmigo al finalizar la clase diciéndome que no habían visto la cuestión desde
este punto de vista e interesándose por qué yo había llegado a esa visión de
las cosas, a esa reflexión tan perturbadora de que muchos hombres temen a las
mujeres y se vengan agrediéndolas por ese miedo inconsciente.
La clase ha derivado de un tema literario a uno vivencial,
pero el nivel de interés ha sido muy alto. Raramente se abordan cuestiones como
estas en las aulas pero son de todo punto importantísimo. Las relaciones
humanas son altamente complejas y no se les da la relevancia que tienen.