Estoy devorando el libro de Javier Cercas, El impostor,
sobre ese hombre extraño y a la vez extraordinario que es Enric Marco. Su lectura es apasionante. Supongo que recuerdan el
caso de este personaje que se hizo pasar como deportado en un campo de exterminio
nazi, en Flossenburg, durante varios
años hasta que fue liberado por los aliados. Enric Marco era un señor de unos ochenta y tantos años que iba
dando charlas gratuitas por los institutos de secundaria, consiguiendo
emocionar a alumnos y profesores, hablando de la necesidad del perdón pero no
del olvido y divulgando la necesidad de la memoria histórica para no olvidar a
los que fueron aplastados en defensa de las libertades y de la democracia. Vino
a mi instituto en Cornellà y fue una
jornada memorable por la intensidad de sus alegatos y la evidencia de su lucha
contra la adversidad. Enric Marco
había sido antes Secretario General de
la CNT y vicepresidente de la FAPAC
(Federación de Asociaciones de Madres y
Padres de Cataluña). Recibió el más alto galardón de la Generalitat de Cataluña, la Creu de Sant Jordi y asimismo intervino
en el Congreso de los Diputados, estremeciendo
a los congresistas con su testimonio vívido y comprometido. Hubo alumnos que se
sintieron transformados por las tremendas palabras de Enric Marco y contemplaron su propia vida de otra manera.
Nadie pudo acusarle jamás de haberse lucrado un euro de su
abrumadora actividad sin límites difundiendo la conciencia de los deportados de
Amical de Mathaussen. Era su eje y
su alma en una asociación en que todos los supervivientes ya estaban muy
mayores y eran incapaces de expresar la intensidad con que lo hacía Enric Marco.
El único problema es que Enric Marco no había vivido nada de lo que contaba o lo había
vivido de una forma muy diferente, porque él efectivamente había sido
prisionero en la Alemania nazi, país al que llegó en la posguerra española, de
modo voluntario para trabajar como mecánico. Pero no estuvo en un campo de
exterminio y fue liberado al cabo de un tiempo. Ni fue un héroe de la
resistencia anarquista frente al franquismo como luego difundió. No, había
llevado una vida gris, como mecánico, que era muy bueno, teniendo un taller de Hospitalet. Su vida en el franquismo, a
caballo entre dos familias, fue mediocre como la de todos y no se distinguió en
la resistencia de ninguna manera.
Sin embargo, con la llegada de la democracia, él convirtió,
con una habilidad pasmosa, su vida grisácea en una vida novelesca, se convirtió
en un personaje de leyenda, convenció a todos de que había sido un héroe,
sedujo a todos los que pasaron cerca de él, a pesar de su insolvencia
ideológica como anarquista, enamoró a mujeres de las que era un seductor nato y
admiró a jóvenes con su ejemplo de rebelde que había mantenido en el campo de
exterminio de Flossenburg una
partida de ajedrez con un SS nazi al que había dado jaque mate mirándole a los
ojos. E igualmente en plena posguerra se negó a levantar el brazo en alto
cuando todos lo hacían frente a los pistoleros falangistas. Todo era falso o
eran medias verdades que convertía en verdades incontrovertibles. Enric Marco no buscaba dinero, buscaba
la admiración de los jóvenes, de las chicas, que lo miraban con arrobo y él con
sus ochenta años a cuestas mostraba un dinamismo y una elocuencia
arrebatadores. Era adicto a los medios de comunicación, quería aparecer siempre
en la foto y lo lograba. Se convirtió en una estrella mediática de la
televisión y los medios catalanes donde aparecía continuamente como ejemplo de
un héroe singular que había estado en todos los frentes y había salido
victorioso con su integridad y su valentía. Nadie podía arrebatarle el centro
del escenario. Marco conmocionaba
con su voz y su energía expresando palabras que llegaban al corazón, y lo hacía
mucho mejor que los que verdaderamente habían estado en campos de exterminio
que nunca entendieron por qué Marco
expresaba aquello que ellos querían olvidar. Para componer su personaje,
estudió la carrera de Historias,
accediendo a la universidad en la convocatoria de mayores de veinticinco años.
Aquel mecánico de Hospitalet, que
había tenido problemas con la policía por motivos comunes, supo convertirse en
un personaje literario como Don Quijote,
dice Cercas. Como nuestro caballero, a los cincuenta años y tras una existencia
abrumadoramente mediocre, decidió transformarse por obra de la imaginación en
quien desearía haber sido. Y lo consiguió durante más de treinta años, hasta
que un investigador lo desenmascaró y evidenció que había mentido al descubrir documentos que mostraban que había ido voluntariamente a Alemania.
Era un completo y total embustero, un embaucador, un transformista que ocupó
altas responsabilidades en organizaciones que lo encumbraron como líder. Pocos
han querido hablar mal de él. Cercas
reconoce que aun en muchos ahora hay una cierta sensación de que se lo veían
venir y sienten pena por él, a pesar de que se le pueden reprochar muchas cosas
y graves como que puede haber desvalorizado la labor de organizaciones como Amical de Mathaussen que llevó él a su
máximo esplendor como garante de la memoria y que luego cayó totalmente al
desvelarse su impostura. Asimismo los negacionistas del Holocausto vieron con hilaridad esta situación que es como si se descubriera que el Diario de Ana Frank hubiera sido falso como pretenden,.
Sin embargo, la trayectoria de Enric Marco, como la del falso general
de la Rovere en la película de Rossellini
y que interpretaba Vittorio de Sica,
nos abre un campo fascinante de especulación sobre la realidad y la ficción.
¿Si hubiera llegado la situación al límite y Marco se hubiera jugado su vida por defender su personaje,
genialmente creado por él, habría sido un valiente o un cobarde? ¿Habría ido al
patíbulo como héroe o se hubiera cagado en los pantalones como impostor?