Tengo la impresión de que el debate es algo ajeno a nuestra
cultura. No lo encuentro por ningún lado. Ni en la cultura política, ni en las
aulas, ni en los blogs. Debatir supone aceptar una parte del razonamiento del
otro y mostrar sus puntos débiles o frágiles y argumentar de modo que se
alcance una visión más amplia. En este debate los participantes tienen que
estar abiertos a modificar sus puntos de vista y sus razones, de modo que su
posición puede ser modificada como consecuencia del debate. ¿Han visto alguna
vez esto en el parlamento o en alguna tribuna política? Si alguien lo hiciera
sin duda sería memorable. No, no es lo que se acostumbra. Se parten de
posiciones políticas inamovibles o solo movibles en función de pactos que no
tienen nada que ver con el debate sino con la fuerza política o la necesidad de
apoyos. No interviene para nada la racionalidad ni el intercambio de razones.
En torno a la ley WERT sobre educación, la conocida como
LOMCE, se ha argumentado por parte del ministro que viene a dar respuesta al
fracaso del sistema educativo ideado por los socialistas y que viene a traer un
30 por ciento de fracaso escolar entre los alumnos que no promocionan la ESO.
Esto es una verdad como un templo, me refiero a lo del fracaso escolar español
superior al de otros países europeos y muy distante de ese modelo inalcanzable
que es Finlandia o en el otro espectro educativo, los modelos de Corea o
Shangái. Este ha sido el argumento estrella del PP para defender la LOMCE, algo
a lo que le resulta muy difícil contestar al bando de la izquierda educativa.
¿Por qué ese elevado fracaso en nuestras aulas? ¿Por qué tan bajo nivel en las
competencias PISA tras unos veinte años de aplicación de modelos progresistas
en la educación? No encuentro una argumentación que me convenza. Algunos
argüirán que se debe a la escasa inversión educativa por debajo de otros países
del entorno. Otros mostrarán su convencimiento que se debe a la escasa
formación del profesorado cooptado entre carreras ligeras y con escaso
compromiso educativo. Otros seguirán arremetiendo contra el profesorado y lo
acusarán de conformista. Los profesores argumentarán que el modelo educativo no
es estable y que ha sufrido continuos cambios a tenor de los partidos en el
poder que han cambiado a su antojo sin auténticos pactos transversales la
legislación educativa. Desde la izquierda se señalará el daño profundo que
hacen los conciertos educativos –aprobados por el PSOE cuando se iniciaba la
andadura política de la transición- y que segregan a una buena parte de las
clases medias, aquellas cuyos padres están más implicados en la educación de
sus hijos, cuando en Finlandia la casi totalidad de la educación es pública y
apenas existe la enseñanza privada.
Desde perspectivas críticas se señalará que los modelos
educativos de la izquierda son roussonianos
y que han montado mediante su sistema educativo parques temáticos ligeros e intrascendentes para entretener a los jóvenes que van a las
aulas a pasarlo bien, sin presión, sin verdadera cultura del esfuerzo y de la
pasión por el conocimiento. Los padres, de paso, pretenden que la escuela sea
una especie de aparcamiento donde sean recogidos sus hijos durante la dura
jornada escolar.
Desde el seno de ciertos movimientos pedagógicos dirán que
lo que pasa es que el paradigma educativo está obsoleto, que lo que se enseña
en las aulas es ininteresante y no adaptado a la sociedad del siglo XXI. De ese
modo los alumnos se distancian de lo que se explica en las aulas que son más
propias del siglo XIX que del siglo en que estamos. De este modo aprender no significa lo mismo que desde
posturas tradicionales y se fomenta un aprendizaje en red, cooperativo, no
jerarquizado, en que el profesor es un acompañante más que el representante del
saber institucional.
Desde ángulos más esotéricos se nos vendrá a decir que la
escuela es una institución conformista y acrítica y se nos vendrá a hablar de empoderamiento mediante un acto casi
mágico en que el profesor por medio de un discurso maravilloso convierte a sus
alumnos en sujetos activos de su aprendizaje, frente al modelo tradicional en
que existe uno que sabe y enseña y otros pasivos que no saben y aprenden. Este empoderamiento es representado en vídeos
en que se muestra un cambio trascendental de actitud por parte de los alumnos
que pasan a ser sujetos activos y creativos de su propio aprendizaje.
El PP acaba de aprobar su ley educativa, una ley que no sé
cómo responderá al fracaso mencionado del 30 por ciento. Tal vez pretenden
levantar una escuela competitiva a nivel interno y externo para generar otro
estado de ánimo en las instituciones educativas ancladas al parecer en el
conformismo. Parece que es un modelo más bien gerencial y empresarial, que
comienza con impresionantes recortes en la financiación de la educación, aumento
de alumnos por aula, disminución de apoyos y profesores y la aplicación al
sistema de reválidas externas para verificar el funcionamiento del sistema
mediante un modelo competitivo. De paso todo el apoyo teórico y económico para
la enseñanza privada a la que se ve como un modelo
exitoso frente al fracaso de la pública en la que no se cree en realidad y
se la tiene como un lastre caro y pesado para entretener a las clases más
desfavorecidas a las que, por desgracia, también hay que darles educación. De paso
disminuye el valor de las materias humanísticas y artísticas, da carta de
naturaleza a la enseñanza de la religión católica en el seno de la institución que debía ser laica y fomenta los
equipos directivos fuertes y gerenciales frente al cooperativismo de otros
puntos de vista.
Como profesor estoy expectante intentando saber cómo va a
afectar a mi día a día e intento averiguar sin conseguirlo cómo este nuevo
modelo va a ser exitoso y va a promover un clima que levante los ánimos de unas
instituciones –las educativas- que están confusas, desorientadas y sometidas a
conmociones continuas en sus planteamientos pedagógicos, además de estar
sufriendo los mayores recortes económicos de la historia de la democracia.
Por más que quiero ver al ministro WERT como un hombre
iluminado y no comprendido por la masa de profesores, no alcanzo a ver cómo un
experto en marketing y sociología ha promovido algo cuyos perfiles se me
escapan.
¿Qué pretende en realidad?