Estoy en un centro que se acogió al plan de 1x1 de la
Generalitat de Catalunya para surtir de ordenadores a los alumnos
subvencionándoles el 50 por ciento del coste, lo que dejaba los 300€ en 150€.
Posteriormente este programa se anuló de modo que son ahora los alumnos los que
han de pagar la totalidad del artefacto informático. Una de las razones que se
esgrimieron para acogerse a este programa era de índole económica.
Efectivamente, si un alumno en 1º de ESO compra un ordenador, le vale (si no lo
rompe o lo inutiliza) para todos los cursos. Han de pagar las licencias
digitales de una editorial que surte de contenidos todas las materias, lo que
supone 30€ al año.
Sin embargo, la realidad es que un diez o quince por ciento
de los ordenadores están fastidiados, o en reparación, o ciertamente hay
problemas de conexión por razones equís. La posibilidad de trabajo es muchas
veces incierta, y sabemos lo que cuesta que los alumnos paguen esos 30€ que
cuestan las licencias digitales. Hay que ir detrás de ellos e insistir todo el
curso.
En la revolución 2.0 hemos intentado todo... pero parece
haber llegado a su límite. El ordenador no es ninguna novedad para nuestros
alumnos y la calidad de su trabajo en líneas generales, contemplado desde mi
atalaya, no ha mejorado en absoluto. Los resultados son paupérrimos. Quizás
otros tengan otras perspectivas y puedan aducir que la revolución 2.0 ha traído
mejoras sustanciales en algún sentido.
Yo tiendo a crear mis propios materiales y los comparto con
ellos a través de EDMODO, esa plataforma educativa que ofrece posibilidades muy
interesantes. El resto de profesores se apoyan fundamentalmente en los
materiales de la editorial que nos surte educativamente. Necesitan en general
un esquema organizado de la asignatura y esto se lo proporciona la editorial
correspondiente.
No sé qué pensar. No sé si la revolución 2.0 se ha agotado o
ha mostrado claramente sus límites que se manifiestan cuando nuestros alumnos
son incapaces de interpretar un texto expositivo o informativo, o bien son más
bien poco diestros en elaborar un texto con un mínimo de coherencia y las
correspondientes propiedades textuales.
La búsqueda de información es precaria cuando esto era una
de las metas más claras de la revolución digital. Raramente saben buscar la
información y menos evaluarla para discernir qué es lo importante o qué no. Se
han hecho máquinas de copiar contenidos y maestros del corta y pega. Y el nivel
es tan mínimo que ciertamente cuando ellos redactan, que es raro, se percibe
una precariedad angustiosa.
Nadie compra los libros de lectura. Esto es algo que
pertenece al pasado. En el mejor de los casos el profesor les envía pirateado el archivo pdf del libro que hay que leer y ellos
intentan leerlo en el ordenador, lo que es altamente problemático por la
incomodidad que ello supone.
Todo evidentemente está condicionado por el bajo nivel
económico y cultural de nuestros alumnos que se sitúan en un entorno social muy
débil.
Sin embargo, cuando uno sabe de centros en que los alumnos
llevan libros de texto impresos y que compran los libros de lectura, tiende a
sentir una añoranza de un tiempo en que esto era posible. El libro de texto ha
mostrado su eficacia, pese a todo su posible cuestionamiento, en cuanto a
organización de los materiales, disposición coherente y exposición de todos los
niveles de la lengua... Claro que hay editoriales y editoriales, y solo con el
trabajo continuado con una de ellas se da cuenta uno de sus límites y de sus
fallos, puesto que es en la praxis donde es posible la evaluación pertinente de
los materiales y de los ejercicios prácticos necesarios para la consolidación
de la materia.
En ocho años de blog he ido evolucionando de posturas
favorables a la escuela 2.0 con reservas a sentir actualmente sus límites que
se cifran fundamentalmente en su fragmentarismo, en la tendencia a la falta de
concentración, en la dispersión de esfuerzos, en la infinitas maneras de
enfocar una materia fuera de la orientación tradicional.
Ya nada supone novedad para nuestros alumnos en el mundo
digital. Y en el fondo lo que queda del proceso educativo es la coherencia, la
estabilidad, la organización y en contrapartida la capacidad de esfuerzo y el
hincar los codos de nuestros alumnos. No hay ideas geniales sin estos elementos
detrás que suponen la motivación.
Los libros de texto llegaron a un punto en que cansaban, yo
lo viví. Ahora son los ordenadores los que han mostrado su insuficiencia y sus vicios,
y también han llegado a cansar. Si yo pudiera, que no puedo, me gustaría que
mis alumnos tuvieran libros de texto de una buena editorial, pero esto ahora
solo está al alcance de clases sociales no agobiadas por la crisis por el alto
coste de los mismos.
En todo caso la revolución digital no ha supuesto ninguna
mejora real en el nivel de nuestros alumnos, más bien al contrario. Se supone
que debía insertarlos en el mundo del futuro y los ha dispersardo totalmente.
Es curioso que en Sillicon Valley haya escuelas a las que llevan a sus hijos
los empleados de Apple y Google en que han decidido que no haya ordenadores
porque les restan experiencias físicas y emocionales.
En fin, el debate está abierto.