Muchos nos hemos sentido conmocionados por la muerte del
fotoperiodista Paco Elvira cuyo
cuerpo ha sido encontrado por la guardia civil en las cercanías del pueblo del Garraf en un paraje llamado La Falconera. Yo no conocía
personalmente a Paco Elvira pero
seguía desde la distancia y con interés sus publicaciones en Facebook y en su blog. Paco era un fotógrafo freelance que llevó una vida apasionante
como corresponsal de diversos medios como El
País, El Periódico o La Vanguardia. Viajó a países en
conflicto donde realizó magníficos reportajes que le supusieron importantes
premios, además de impartir clases en universidades como la UAB o la Pompeu i Fabra de Barcelona.
Era un culo inquieto, incapaz de estarse quieto demasiado tiempo en ninguna
parte y cuya mente era prolongada por la lente de sus máquinas de fotos que
observaban la realidad con una potencia analítica y creativa que nos admira.
Pertenecía a esa raza de fotógrafos de casta que llevan en su ADN el demonio de
la fotografía documental ya sea en territorios lejanos o en la proximidad más
cotidiana. Todo puede ser objeto de una buena fotografía, solo hace falta la
imaginación y la técnica que convierta la realidad en un documento o en una
obra artística que conmocione al espectador.
Paco tenía una vida
conocida por todos los que nos acercábamos a sus publicaciones. Sus amigos se
cuentan por docenas y los admiradores todavía más numerosos. Era un personaje
querido y apreciado por su bondad personal y su capacidad profesional. Pero
Paco tenía también sus obsesiones secretas, sus viajes interiores no fácilmente
perceptibles para los que lo conocían a diario. Su delirio secreto era la
aventura interior contemplada a través de la lente de una cámara. Tal vez esto
le llevó a un paraje enigmático como el barranco de La Falconera de difícil y escarpado acceso en un entorno cargado de
fuerza telúrica especialmente en los momentos del amanecer y el atardecer. Por
allí, en la cueva de La Falconera
desemboca uno de los ríos más misteriosos del macizo del Garraf, emergiendo sus aguas en torno a la cueva del mismo nombre,
conocida por espeleólogos, y los visitantes que acceden a ella escalando o a
través de embarcaciones o nadando. El agua que proviene de ese torrente del Garraf es dulce, o era dulce, podríamos
decir. El vertedero del Garraf, que
fue clausurado en 2007, contaminó las capas freáticas de ese terreno calizo que
es el macizo del Garraf, y ahora la
cueva es un lugar maloliente y lleno de algas resbaladizas. En torno a esa
cueva hay alguna leyenda como la que recuerdan pescadores del pueblo cercano.
Parece que en esa cueva vivía una sirena bellísima, como todas las sirenas, que
estaba bajo la vigilancia de un terrible dragón. Un pescador un día la vio como
se estaba peinando y se enamoró apasionadamente de ella, le declaró su amor a
la sirena, y esta conmovida decidió corresponder a aquel pescador ingenuo que
desconocía la existencia del dragón que, rabioso de celos (no me extraña) le
preparó un brebaje mortalmente venenoso. El joven pescador, no obstante adivinó
las intenciones del dragón y lanzó el veneno al mar. Desde entonces, una
corriente de agua dulce mana de la cueva, excepto el día de San Juan, en el solsticio de verano, en
recuerdo de aquel amor apasionado.
Paco era un enamorado de la sierra del Garraf, como yo, y volvía allí magnéticamente cada cierto tiempo.
Cualquiera que la conozca y se haya adentrado por ella, reconocerá su
componente metafísico en aquellos paisajes desnudos y desolados. El alma allí
se queda a la intemperie y los ojos se enamoran de la aridez y la belleza que
nos rodea al atravesarla. Paco lo
sabía y volvía a ella, evocando en esos montes y en esas grutas, los paisajes
elementales de otras partes del mundo y de su propia alma más allá del
personaje abierto y sociable que era con tantos y tantos que lo conocieron.
Paco ha muerto y
transmito mis condolencias a su familia, a sus amigos, a sus conocidos. Yo no
lo conocía aunque me hubiera gustado conocerlo en la cercanía y no en la
distancia. Su muerte me ha conmocionado porque era un profesional al que
apreciaba y por las circunstancias de su fallecimiento en un territorio
misterioso que yo también amo, y que voy a recorrer nuevamente el próximo fin
de semana intentando comprender estos días más su figura, su persona, sus mitos
personales, tal vez leyendo aquella novela ambientada en los días de 1992 que
precedieron a las olimpiadas, Un día de
mayo, y que revelan un mundo dinámico, pleno de intrigas y aventuras que
rodean un periodo especialmente intenso de la historia española.
El próximo sábado haré una travesía recorriendo la sierra
del Garraf hasta el barranco de La Falconera, e intentaré comprender
mejor a este hombre cuya figura me resulta sugerente y magnética, buscando con
mis ojos las últimas miradas de Paco
hacia el mar, hacia el infinito, hacia el interior de sí mismo, antes de caer
dramáticamente en un vuelo cuyo sentido ahora desconocemos, pero seguro que
está preñado de plenitud de vivir, de dolor de existir y de contemplar el
sufrimiento propio y el de los demás y de alegría de estar allí. Precisamente
allí, donde tal vez la sirena enamorada del pescador le observara entre la
corriente limpia de agua dulce como lo fue en un tiempo todavía no contaminado
por la barbarie de los seres civilizados que acostumbramos a destruir todo lo
bello. Tu muerte, compañero, haciendo lo que mejor sabías hacer me motiva para
continuar, en mi medida, esa tarea
maravillosa de crear imágenes y ser capaz de transmitirlas a los demás.
Alguna foto suya he visto, lo lamento.
ResponderEliminarLeyendote estaba recordando otra noticia trágica y más cercana que me comentaba mi mujer en la comida, un conocido que fue este sábado a hacer una ruta con un grupo de caminates y al poco de empezar se quedó en el camino, un infarto. También al describir el lugar recordaba la conversación que he tenido con mi amigo Miguel esta mañana (somos compañeros de trabajo) Miguel es fotógrafo de naturaleza en sus ratos libres y el jueves pasado se fue al amanecer, como no, a lo alto de la sierra por una vereda hecha por él y marcada con alguna piedra hasta un escondite que tiene por allá para fotografiar un águila, sólo te diré que las cortinas de agua se ven en la fotografías...¡Están locos! sencillamente les puede, les supera mirar por el objetivo.
Hay diferentes tipo de manías, obsesiones, locuras, aficiones, pasiones pero sin duda una de ellas es la fotografía que en alguna medida yo comparto. Curiosamente esta luctuosa noticia coincide con un reavivamiento de mi pasión fotográfica. Entiendo y comprendo perfectamente que uno pueda llegar a perder la vida buscando una foto única. La pasión por la imagen es abrasadora. Creo que todo se puede perdonar en una vida regida por la pasión.
EliminarMágnifico homenaje el que le has realizado a Paco Elvira. Yo tampoco lo conozco personalmente pero había pasado por su blog alguna vez y conocía de su trabajo. Y hoy me he quedado conmocionado igual que tu por su muerte trágica. Tu aporte con respecto a otros lugares donde también he leido la noticia es que, como buen conocedor del Garraf que eres, has contextualizado perfectamente su trágico accidente. De vez en cuando practico la espeleología en el garraf pero la falconera es uno de los lugares en los que, por diversos motivos nunca he visitado. Tu descripción del lugar ha sido magnífica.
ResponderEliminarEspero este fin de semana llegarme hasta el lugar. No es algo imprevisto pues tenía programada la excursión caminando desde Cornellà. Ha sido una casualidad que el destino de Paco y mis proyectos se hayan cruzado, poniendo de relieve ese territorio mágico que es el Garraf, que tú debes conocer desde otro punto de vista pues practicas la espeleología, algo que yo no he hecho o no me he atrevido a hacer salvo alguna entrada en cueva más o menos profesional. Eso puedo decir: que la paz inmensa que se siente en el interior de una cueva es difícilmente comprensible para el que no ha estado nunca dentro de una. Gracias por tus generosas palabras.
EliminarEra un excepcional fotógrafo. Conocí la noticia por la preocupación y el dolor de Jan Puerta. Que la tierra le sea leve.
ResponderEliminarGracias por compartir este estado de ánimo de tantos y tantos que de una forma y otra lo conocieron. Yo lo tenía agregado pero no tuve relación con él. Todo lo que se ha escrito y dicho estos días revela que era generalmente estimado por su profesionalidad y su belleza personal, esa importante que proviene del interior. Que la tierra le sea leve.
EliminarUna pérdida lamentable, descanse en paz después una vida que se adivina intensa.
ResponderEliminarTambién soy aficionado a esos acantilados y a esos cantiles que se adentran en tierra y forman esos paisajes tan bellos. Aquí en Galicia tenemos un buen montón de ellos. Incluso a 5 kms de mi casa hay tres realmente espectaculares.
En más de una ocasión al asomarme a ellos he comprobado como esos abismos te magnetizan y casi tiran de ti. Cuesta apartar la mirada y uno no deja de asombrarse con ese desfilar de las olas o los remolinos que se forman al contacto con las rocas o al atravesar las cavernas. El espectáculo es impresionante en días de temporal cuando el agua asciende como un geiser pero procuro estar a varios metros porque ya sabemos lo traicionero que puede llegar a ser el mar.
No conozco de forma directa el acantilado donde falleció Paco pero entiendo lo que expresas de una forma eficaz. El magnetismo de ese acantilado atrajo a nuestro compañero de forma irremediable. He leído testimonios de escaladores que lo subieron o descendieron y confirman esta sensación. Tal vez Paco pretendía la foto más expresiva, más real, más íntima de ese abismo que lleva a la cueva. En todo caso esos últimos momentos de Paco son enigmáticos. El próximo sábado me acercaré al lugar.
EliminarYo no tuve el placer de conocerle. Mi pequeño ensayo es totalmente imaginado intentando combinar el lugar con su aventura personal. Me alegro de que te haya gustado. Cuando muere un creador, el universo se estremece aunque sea solo un instante. Me gustaría encontrarme con la última mirada de Paco en mi próxima excursión allí precisamente. Un abrazo, y y gracias por tu comentario.
ResponderEliminarMagnífico homenaje póstumo a alguien que hizo arte de una cámara de fotos. No lo conocía. En el periódico he visto algunas de sus fotografías. Era un gran profesional y un poeta de lo cotidiano. Solo que no usaba palabras para hacer poesía, sino imágenes.
ResponderEliminarDescanse en paz.
Un abrazo.
Paco Elvira, fue único, tenía una capacidad de captar instantes, lugares y expresiones como ningún otro. Irradiaba paz, armonía, tranquilidad, era un hombre que todo el tiempo estaba evolucionando y se adaptaba fácilmente a las nuevas tecnologías. Su mirada serena, profunda, te envolvía totalmente. Fue un excelente padre, siempre preocupado y ocupado por el bienestar de su hija; un amigo inigualable, un hombre sensible, sencillamente maravilloso. Su plática te podía hacer olvidar el tiempo, el clima, el espacio. Todos los días actualizaba puntualmente su blog para el que buscaba incansablemente nuevos tópicos, se sentaba en su oficina rodeado por sus libros, sus archivos y sus dos gatas que tanto quería...una de las cuales murió hace un tiempo. Desde su ventana nos imaginar miles de historias, nos narró parte de su vida, de sus pasiones, la fotografía, los viajes, la cocina.
ResponderEliminarEra un verdadero placer verlo cocinar, lo disfrutaba intensamente y le relajaba hacerlo; cuando llegaba a sus manos una nueva receta, le gustaba probarla para luego fotografiar los resultados y compartirla en su blog. Amaba la música de Bob Dylan, los temas de películas en especial uno...
Su partida dejo en todos aquellos que tuvimos el honor de conocerle un profundo dolor y un espacio imposible de llenar, así de único era él, Paco Elvira y siempre lo será.
Descanse en paz,
Amiga del otro lado del Atlántico.