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viernes, 12 de abril de 2013

Otra "maldita" novela sobre la guerra civil



Tenemos que estudiar una novela de Ana María Matute titulada Luciérnagas para las pruebas de acceso a la universidad catalana. Ello supone pasar por el trauma de la guerra civil donde se ambienta la novela y la posguerra, así como por las corrientes narrativas de los años cuarenta y cincuenta, la narrativa existencial y la narrativa del realismo social de la generación del Medio Siglo en la que se encuadra anómalamente Ana María Matute.

Mis alumnos tienen dieciocho años. Nacieron en 1995 aproximadamente, veinte años después de la muerte de Franco. He querido ilustrar la introducción del tema con algunos reportajes sobre el NODO de los años citados. Para los lectores jóvenes o allende el océano, el NODO era un noticiario documental que se incluía obligatoriamente delante de cualquier proyección de película y que servía de propaganda del régimen franquista pues todo lo que mostraba eran noticias positivas en las que España se afianzaba económicamente por obra y gracia del caudillo Francisco Franco. Era un poderoso instrumento de propaganda en un tiempo en que el cine era un espectáculo mayoritario y popular. A la vez es un fondo documental de primer orden.

Pero mis alumnos apenas saben nada del franquismo. Les he pasado documentales extensos sacados de Youtube sobre los actos de masas enfervorizadas brazo en alto en la posguerra española, imágenes con la figura del Caudillo exultante y jaleado por las multitudes, desfiles militares, escenas de toreros, folklóricas, inauguraciones de pantanos... que muestran que España está saliendo del hambre y se encamina al desarrollo. Para estos jóvenes es la primera vez que ven imágenes -impresionantes- del calor de las masas en torno a la figura de Franco, incluido en Cataluña donde aparece una misa de campaña con el general Yagüe en la plaza de Catalunya, y el Camp Nou celebrando un partido previa interpretación del himno nacional y el brazo en alto. Me ha sorprendido lo vírgenes que estaban de la España del franquismo que para ellos es una referencia lejanísima, y no sospechan siquiera lo que supuso aquello, más teniendo en cuenta que en segundo de bachillerato hay muchos alumnos de origen inmigrante para los que la historia española es todavía más arcana.

Quería que vieran el poder del franquismo, nada desdeñable, y que ahora tendemos a pensar que fue una tontería inexplicable. He intentado reconstruir la historia para entender a estas generaciones de escritores de los años cincuenta que se proponen cambiar el mundo desde la literatura enfrentándose más o menos abiertamente a la censura y al sistema político imperante. Como ellos no reaccionaban y se han quedado francamente fríos ante todo esto, he hecho de abogado del diablo criticando a esos escritores del realismo social que se erigían en representantes de la clase obrera y campesina para enjuiciar sibilinamente al régimen social de Franco. Por un momento han pensado que defendía al franquismo y me han preguntado si era franquista, más como curiosidad que como verdadera indagación intelectual, porque lo cierto es que les daba exactamente igual si lo era o no. El asunto allí planteado les traía al pairo o les quedaba a muchos pueblos de distancia para suscitar verdadero interés sobre qué era exactamente yo. Esto me ha sorprendido nuevamente, aunque ya hace dos años ante mi insistencia en ponerles canciones combativas de la resistencia frente al franquismo, algunos de mis alumnos me pidieron explícitamente que les pusiera el Cara al sol falangista. Esta vez no hemos llegado allí, pero ciertamente no he podido situar bien la narrativa social de los años cincuenta porque sencillamente no son conscientes de lo que supuso una terrible contienda civil en que hubo medio millón de muertos y más de doscientos mil exiliados.

Ana María Matute es una niña de la guerra que vivió en Barcelona los bombardeos de la ciudad y en su novela casi iniciática Luciérnagas, escrita en 1947 a los 21 años y publicada ocho años después con el título de En esta tierra, totalmente expurgada de todo lo que quitó la censura a pesar de ser una obra no partidista en la que no se condena explícitamente a unos ni a otros, se refleja más bien la distorsión emocional de un grupo de adolescentes que viven en aquellos momentos dramáticos de la historia de España.

Sin embargo, no logro contextualizar lo que supuso la novela, y me doy cuenta de lo que significa el paso del tiempo y la lejanía humana y sentimental de aquel conflicto y del sistema que durante cuarenta años aherrojó a los españoles con una crueldad y saña impensables para estos jóvenes.

Sí, sin duda lo que les cuento son batallas del pasado, de la banderas de nuestros abuelos, y ya no les afecta ni les dice nada aquel tiempo ni aquellos conflictos que a mí me parecen abiertos y sangrantes... pero sin duda no es así. La conciencia histórica es muy frágil y en buena medida se ha perdido totalmente. Así es muy difícil hacer entender lo que supuso de rebeldía la literatura social de los años cincuenta.

Es algo evidente, pero que no deja de sorprenderme. En fin... 

12 comentarios :

  1. A mi solo un libro de la Guerra Civil me ha parecido interesante, se titula "Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie" y su autor es Juan Eslava Galán.
    La guerra Civil ha sido manipulada por unos y otros hasta la saciedad. Desde el franquismo y despues por las "hordas de antifranquistas" nadie ha hecho (excepto Don Juan Eslava Galan) un análisis de los acontecimientos vividos, desde un punto de vista histórico, aseptico y documentado. Tan solo han sido una enumeración de crímenes que dependían de quien fuese el comentador y eso hace un flaco favor a la verdad, tan solo se ha basado en el tan traído y llevado "y tu más" que es el deporte de este país de sinvergüenzas y ladrones. Este libro lo desconozco me imagino que sera la visión de una niña de diez años del conflicto, de donde ella vivió y lo que sintió, puede ser interesante, pues los niños tienden a ver las cosas con mayor realismo y más imparcialidad.
    Un saludo.

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    1. La visión de Ana María Matute corresponde a un adolescente que se ve inmerso en la barbarie y en la que no señala a ningún bando peor o mejor que otro, aunque el padre de la protagonista, Sol, fue asesinado por los republicanos en uno de aquellos famosos paseíllos. Si quieres leer textos con lucidez e imparcialidad, lee los relatos de José Chaves Nogales que fue periodista extraodinario en el periodo republicano y en especial en la guerra civil. Uno se asombra que pudiera escribise con tanta imparcialidad en plena contienda, con tanta imparcialidad, lucidez y humanismo. Pero han tardado más de setenta años en salir sus textos a la luz y el conocimiento general. La guerra civil o mejor dicho incivil fue un fracaso colectivo, y yo, si la hubiera vivido, sintiéndome más cerca de los ideales republicanos, hubiera optato por el exilio como tantos intelectuales que no soportaron aquella brutalidad que se adueñó de todo. Un saludo.

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  2. Hay un concepto poco conocido (ahora que lo pienso, a lo mejor me lo acabo de inventar) que se llama distancia histórica, que, simplificando, excluye de la auténtica comprensión de los hechos a quienes no han sido testigos de los mismos. Solo realizando un profundo ejercicio de autocontrol trascendente podemos llegar a concebir e interpretar en su verdadera magnitud un acontecimiento o hecho histórico. Quien no pasó por Buchenwald es incapaz de percibir el horror de tal situación, la vergüenza, la ansiedad, la desesperación y, también, la más absoluta indiferencia hacia la vida humana. Y ello por parte tanto de los guardianes como de los prisioneros. En términos matemáticos podría interpretarse como una variable directamente proporcional al tiempo transcurrido.

    Y así, Joselu, ¿cómo pretender que estas levas inmaduras y manipuladas por el sistema, o sea, por todos, lleguen a atisbar lo que supuso la guerra civil española, si apenas tienen conciencia de sí mismos más allá del estrecho círculo espaciotemporal de su entorno informático? Sucede que incluso habiendo sido testigos del hecho, la mente tiene la prodigiosa habilidad de enterrar aquello que no es de su agrado...

    Un abrazo.

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    1. Es cierto, Javier, que estos muchachos carecen de autoconciencia social e histórica. Al menos hasta cierto punto. Una vez este curso debatí con una alumna acerca del sufismo. Ella es musulmana y no entendía que yo dijera que el islam tenía una corriente mística y que ella desconocía. Creo que este curso ha sido extraordinariamente rico en propuestas pero una cosa es lo que yo percibo y otra la que ellos llegan a recibir en su pequeño mundo todavía.

      Y sí yo adquirí memoria histórica fue por un ejercicio autoconsciente durante la carrera universitaria para entender qué había pasado en la República. Leí muchos libros al respecto y me formé. Entiendo que sin ese impulso que lleva a comprender que tienen muy pocos adolescentes y jóvenes es imposible acercarse al pasado.

      Un abrazo, y gracias por tu presencia.

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  3. No estoy totalmente de acuerdo con lo que expones. Más allá de que el tiempo va diluyendo las pasiones hay una cuestión de edad. Un chico a lo mejor no le interesa ese tema ahora mismo pero cuando empiece la carrera, por ejemplo o dentro dos años si se cuestiona que pasó entonces. Conozco un montón de casos en que eso ha pasado, incluso en el seno de mi propia familia.
    Quizás el problema está en que no ven conexión entre la dictadura y lo que está pasando ahora mismo que es lo que realmente les preocupa. No han descubierto que el franquismo y el postfranquismo son culpables del clima social y político que vivimos en la actualidad. No saben que aquí no hubo una ruptura entre dictadura y democracia si no un chalaneo entre las fuerzas del régimen y la oposición. Por lo tanto, muchos de los males actuales son herederos de aquella situación.
    La lógica de la literatura de aquellos años, llamada despectivamente literatura de la berza, ha perdido sentido en la actualidad por eso es importante espigar entre lo que realmente tiene valor y lo que fue producto de la coyuntura. Creo que Ana María Matutes signe siendo actual.
    Saludos

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    1. Me alegro de que conozcas la denominación que se dio a este tipo de novelas como "escuela de la berza", y que varios de sus miembros luego se alejaron totalmente de sus presupuestos estéticos y artísticos. Así, una novela para mí magnífica como es El Jarama, ha sido denostada repetidamente por Rafael Sánchez Ferlossio.

      En cuanto a que a estos muchachos les falta perspectiva por la edad, pudiera ser, no digo que no, pero he percibido en la sucesivas generaciones una pérdida de conciencia histórica y política en la misma edad que reseño, en torno a los 18 años. Su mundo se está haciendo y está buscando coordenadas intelectuales. Varios de mis alumnos provienen de tradiciones totalmente alejadas de las nuestras y entiendo su distancia cultural e intelectual. El problema es que yo debo contextualizar un mundo y una época de modo que sea comprensible y no sé si lo consigo. No veo reacciones significativas ni observo que la relativa cercanía al momento presente respecto a otros temas anteriores les suponga mayor interés. No sé, francamente no sé. Saludos.

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  4. Me gustaría mucho leer un buen libro, imparcial y sincero, sobre nuestra guerra civil.

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    1. Lola, con permiso del autor del blog, te recomiendo el que he puesto arriba. "Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie".Juan Eslava Galan.

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  5. Joselu, para los que tenemos cierta edad es incomprensible que otros más jóvenes (mucho más jóvenes, en el caso de los alumnos de Bachillerato) ignoren lo que fue y significó el franquismo, la Guerra Civil y los años de la Transición. En unas décadas España ha vivido sucesos espantosos que unos quieren silenciar y otros tergiversar, o, lo que es peor, ignorar directamente. No podemos olvidar nuestra historia, debemos conocerla y valorarla, aunque soy consciente de lo difícil que es lograr la objetividad en asunto tan delicado. Yo nací en 1955 pero siento una profunda empatía hacia aquellos españoles que veo en fotos o películas de años anteriores. Hace unos años fuimos a ver una exposición sobre el exilio en el Retiro que me impresionó profundamente. Compré el libro que editaron, fantástico, con textos de grandes autores. Las imágenes de aquellos españoles abandonados, vencidos, ignorados, vapuleados, pobremente vestidos, cargados con lo poco que pudieron salvar tras el desastre, se repiten hoy. Durante unos años recuperaron su dignidad y casi todos sus derechos, pero ahora vuelven a ser carne de cañón. Tienen que soportar la chulería de quienes han ganado por mayoría en las urnas (obviemos el cómo) pero no se dan por vencidos. Plantan cara pese a todo, desposeídos de lo que era suyo, engañados y estafados. ¿Cómo no van a alzar su voz contra quienes les esquilman y tratan de eliminar sus derechos diciéndoles, además, que es culpa suya, que han sido unos inconscientes y que ahora deben pagar una deuda que no han generado? Los jóvenes de ahora no pueden entender aquella pobreza de antaño, pero sí deberían saber qué pasó, el miedo que muchos tenían, el enorme poder que ostentaban los vencedores. Pueden hacerse una idea prestando atención a las declaraciones de muchos políticos y eclesiásticos. La literatura siempre ha sido material documental de primer orden para dejar testimonio de lo que ocurrió. Quizá les llegue más el cine, por suponer menor esfuerzo de comprensión. "El laberinto del fauno", por ejemplo, me parece una obra esclarecedora. Y Delibes mostró en "Madera de héroe" las dos caras de aquella España cainita que parece que nunca desaparecerá. Nuestra literatura es rica y esclarecedora, pero, desgraciadamente, está relegada a un papel casi residual en los actuales planes de estudio. Luchamos contra molinos más gigantes que nunca. Hay que meter las grandes palabras en pequeñas píldoras para que nuestros alumnos las digieran. Tarea titánica, lo sé, como casi todo lo que nos toca hacer, pero no podemos darnos por vencidos. Los inmigrantes provienen en gran medida de lugares paupérrimos, no creo que les cueste entender esas situaciones retratadas en blanco y negro. En fin, te imagino intentando transmitir todo eso a tus alumnos y quiero creer que algo quedará, seguro.
    Un fuerte abrazo, colega.

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    1. El esfuerzo, Yolanda, ciertamente es grande. Las circunstancias de la clase son complejas por el origen diverso de los alumnos, por la idiosincrasia peculiar de los nacionales, por el nivel de desconocimiento de la historia cercana y lejana. A veces me apoyo en las clases de Historia, impartidas por otro profesor, para ahondar en los temas que explico. Estos muchachos de bachillerato al menos tienen dos materias que abordan estas referencias históricas (Historia y Literatura) pero soy consciente de que la inmensa mayoría se quedarán en el camino y desconocerán totalmente todo lo que se refiere al pasado, al más cercano y medianamente lejano, así como todo análisis referido al presente del que son en buena parte totales desconocedores. Esta ignorancia profunda es inquietante y no me refiero solo a que sea necesaria una perspectiva desde la izquierda. No. Se trata de un conocimiento más hondo, capaz de hablar del presente y del pasado sin maniqueísmos. El libro de Ana María Matute presenta la guerra como un paisaje en el que se mueven unos adolescentes desconcertados en medio de la barbarie general. A todos se les han hundido todos los elementos de referencia y vagan perdidos. Es una novela que tiene mucho de simbólico y la historia es solamente un entramado en el que se mueven unos personajes a modo de luciérnagas que vibran. Pongo en intentar exponer esto toda mi elocuencia y capacidad disertadora, pero no sé los resultados ni si les llega algo. Tal vez sí. No sé. Un fuerte abrazo, colega.

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  6. Es comprensible que nuestros alumnos tomen como algo ajeno lo que para los que lo vivimos, fueron vivencias, valga la redundancia, muy vívidas. Nos sentimos, aún hoy, partícipes de aquel pasado. Protagonistas. Algunos, incluso, víctimas... Pero hoy esto es Historia, Historia con mayúscula. Y no recuerdos como nos pasa a los que lo vivimos. Yo me hago cargo, y veo como Historia, por ejemplo, La Guerra de Cuba, que mi bisabuelo me contaba con rabia y desazón, y yo no lo comprendía. Y él no comprendía mi desidia. Y veo como Historia las Guerras civiles de Roma. Y no me importa. Y no me siento partidario ni de Mario ni de Sila. La Historia juzgará.

    Un abrazo.

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    1. Uno siente tendencia a querer que lo que se lea se comprenda. Es una novela sobre la guerra civil de una novelista que está viva. ¿Es justo que la historia sea dejada en el baúl de las batallitas de los abuelos? ¿Los alemanes de hoy en día deberían olvidar lo que fue el Tercer Reich? ¿Es historia muerta ya? Un comentarista alegaba que nuestra monarquía y el pacto constitucional fue el origen de los vicios de nuestra democracia que no habría cerrado los errores del pasado. Veo un olvido absoluto que va no solo de nuestra guerra civil sino de la misma realidad que está sucediendo ahora mismo de la que son desconocedores por lo que colijo que son desconocedores por completo del mundo en que están viviendo. ¿Lógico? Absolutamente lógico pero algo está fallando cuando ese cordón umbilical no solo con el pasado sino con la realidad más cercana está roto. No sé, pero he de explicar un tema que es la literatura de los años cincuenta y necesito, deseo, que entiendan aquel momento, pero ¿acaso entienden el momento en que están viviendo?

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