Tenemos que estudiar una novela de Ana María Matute titulada Luciérnagas
para las pruebas de acceso a la universidad catalana. Ello supone pasar por
el trauma de la guerra civil donde se ambienta la novela y la posguerra, así
como por las corrientes narrativas de los años cuarenta y cincuenta, la
narrativa existencial y la narrativa del realismo
social de la generación del Medio
Siglo en la que se encuadra anómalamente Ana María Matute.
Mis alumnos tienen dieciocho años. Nacieron en 1995
aproximadamente, veinte años después de la muerte de Franco. He querido ilustrar la introducción del tema con algunos
reportajes sobre el NODO de los años
citados. Para los lectores jóvenes o allende el océano, el NODO era un noticiario documental que se incluía obligatoriamente
delante de cualquier proyección de película y que servía de propaganda del
régimen franquista pues todo lo que mostraba eran noticias positivas en las que
España se afianzaba económicamente
por obra y gracia del caudillo Francisco
Franco. Era un poderoso instrumento de propaganda en un tiempo en que el
cine era un espectáculo mayoritario y popular. A la vez es un fondo documental
de primer orden.
Pero mis alumnos apenas saben nada del franquismo. Les he
pasado documentales extensos sacados de Youtube
sobre los actos de masas enfervorizadas brazo en alto en la posguerra española,
imágenes con la figura del Caudillo exultante y jaleado por las multitudes,
desfiles militares, escenas de toreros, folklóricas, inauguraciones de
pantanos... que muestran que España está saliendo del hambre y se encamina al
desarrollo. Para estos jóvenes es la primera vez que ven imágenes
-impresionantes- del calor de las masas en torno a la figura de Franco, incluido en Cataluña donde
aparece una misa de campaña con el general Yagüe
en la plaza de Catalunya, y el Camp Nou celebrando un partido previa
interpretación del himno nacional y el brazo en alto. Me ha sorprendido lo
vírgenes que estaban de la España del franquismo que para ellos es una
referencia lejanísima, y no sospechan siquiera lo que supuso aquello, más teniendo
en cuenta que en segundo de bachillerato hay muchos alumnos de origen
inmigrante para los que la historia española es todavía más arcana.
Quería que vieran el poder del franquismo, nada desdeñable,
y que ahora tendemos a pensar que fue una tontería inexplicable. He intentado
reconstruir la historia para entender a estas generaciones de escritores de los
años cincuenta que se proponen cambiar el mundo desde la literatura
enfrentándose más o menos abiertamente a la censura y al sistema político
imperante. Como ellos no reaccionaban y se han quedado francamente fríos ante
todo esto, he hecho de abogado del diablo criticando a esos escritores del
realismo social que se erigían en representantes de la clase obrera y campesina
para enjuiciar sibilinamente al régimen social de Franco. Por un momento han pensado que defendía al franquismo y me
han preguntado si era franquista, más como curiosidad que como verdadera
indagación intelectual, porque lo cierto es que les daba exactamente igual si
lo era o no. El asunto allí planteado les traía al pairo o les quedaba a muchos
pueblos de distancia para suscitar verdadero interés sobre qué era exactamente
yo. Esto me ha sorprendido nuevamente, aunque ya hace dos años ante mi
insistencia en ponerles canciones combativas de la resistencia frente al
franquismo, algunos de mis alumnos me pidieron explícitamente que les pusiera
el Cara al sol falangista. Esta vez
no hemos llegado allí, pero ciertamente no he podido situar bien la narrativa
social de los años cincuenta porque sencillamente no son conscientes de lo que
supuso una terrible contienda civil en que hubo medio millón de muertos y más
de doscientos mil exiliados.
Ana María Matute
es una niña de la guerra que vivió en Barcelona
los bombardeos de la ciudad y en su novela casi iniciática Luciérnagas, escrita en 1947 a los 21 años y publicada ocho años
después con el título de En esta tierra, totalmente
expurgada de todo lo que quitó la censura a pesar de ser una obra no partidista
en la que no se condena explícitamente a unos ni a otros, se refleja más bien
la distorsión emocional de un grupo de adolescentes que viven en aquellos
momentos dramáticos de la historia de España.
Sin embargo, no logro contextualizar lo que supuso la
novela, y me doy cuenta de lo que significa el paso del tiempo y la lejanía
humana y sentimental de aquel conflicto y del sistema que durante cuarenta años
aherrojó a los españoles con una crueldad y saña impensables para estos
jóvenes.
Sí, sin duda lo que les cuento son batallas del pasado, de
la banderas de nuestros abuelos, y ya no les afecta ni les dice nada aquel
tiempo ni aquellos conflictos que a mí me parecen abiertos y sangrantes... pero
sin duda no es así. La conciencia histórica es muy frágil y en buena medida se
ha perdido totalmente. Así es muy difícil hacer entender lo que supuso de
rebeldía la literatura social de los años cincuenta.
Es algo evidente, pero que no deja de sorprenderme. En
fin...