Hace muchos años que no asistía a una asamblea vecinal. He ido a la iglesia del barrio donde había centenares de personas esperando la convocatoria de la Asociación de Vecinos. Nuestro barrio ha sido luchador y destacó en los años sesenta por su capacidad de resistencia en las luchas del Baix Llobregat. Esta vez nos congregaba la alarma de que nos van a suprimir el consultorio del barrio que incluye el servicio de medicina general y sobre todo el servicio de pediatría que atiende a 1205 niños. No es el único caso en la zona donde van a cerrar otros consultorios y se optará por la concentración de Servicios en centros que no podrán atender adecuadamente a los miles de pacientes que concurrirán.
Este consultorio fue fruto de la lucha en los años del franquismo y en los de recuperación de la democracia. Hoy nos volvíamos a reunir un conjunto de personas del barrio -la mayoría mayores- que queríamos un presente digno para nuestros vecinos. El representante de la Asociación nos ha contado escuetamente la situación que lleva a que se cierre nuestro centro de salud. No ha exagerado y se ha limitado a contar las conversaciones con responsables políticos, municipales y de sanidad de la Generalitat. La realidad es que vivimos una época de recortes en sanidad, en educación y en servicios sociales y de alguna manera tienen que llegar a los barrios esa disminución del estado de bienestar. El gobierno de CIU ha presupuestado un 6,8 % menos para sanidad y los responsables políticos han de meter la tijera. Un corte será en nuestro barrio. ¿Qué hacer? El ambiente era de excitación en la asamblea. La gente temía una reducción enorme en los servicios sanitarios en un barrio deficiente en equipamientos públicos. Todo lo que tenemos ha sido objeto de luchas vecinales. El representante de la Asociación nos ha dicho que somos herederos de la lucha de nuestros antepasados y somos responsables de lo que dejaremos a nuestros hijos. Un barrio es poca cosa en la mercadotecnia mundial. Pero nosotros nos sentimos protagonistas de nuestra realidad. Somos herederos de una potente tradición. Es normal que nos sintamos no sé si indignados pero al menos sí, alarmados.
La representante de CIU ha dicho que confiáramos en las instancias políticas que se iban a reunir en el ayuntamiento, que se pondrían a trabajar en el asunto. La Asociación del barrio, en cambio, proponía seguir con las negociaciones -sin romperlas nunca- pero convocar el próximo martes una marcha-concentración de los vecinos que irían a mostrar su desacuerdo ante las autoridades municipales y administrativas. La gente estaba alterada e inquieta. Yo he permanecido callado mientras oía a distintas personas que planteaban ideas sobre la situación.
Me doy cuenta de que la sociedad se está calentando, lo noto a nivel de gente normal, en sus comentarios, en las barras de los bares o en el colmado. El nivel de indignación está subiendo y entre tanto los políticos intentan paliar ese estado de nerviosismo pidiéndonos que nos tranquilicemos y esperemos la acción de las instancias políticas. Sin embargo, se intuye que la realidad política ahora está muy lejos de los ciudadanos. Ayer cuando veía a los parlamentarios catalanes llegando en helicóptero al Parlament sentía por un lado que aquello era una equivocación, pero por otro lado creía que era bueno que los políticos tuvieran un baño de realidad. Iban a aprobar recortes en áreas básicas de la convivencia y se encontraron una resistencia que les ha llevado a sus responsables a desprestigiar al movimiento del 15-M al que de momento se había mirado con condescendencia y simpatía paternalista. Ese malestar de la gente está calando en amplias capas de la población. Siento una sociedad tensa y preocupada ante lo que se ve venir. Mi psicoterapeuta me decía ayer que teníamos que estar preparados ante un futuro muy incierto. En Estados Unidos ha habido pensionistas que han perdido la pensión de jubilación por la crisis económica y a los ochenta años están trabajando en hamburgueserías intentando ganar algo y enfrentándose al futuro con cierto optimismo.
Noto a la juventud más inquieta, noto a los mayores más reivindicativos... pero siento que hay una capa media de la sociedad que espera sencillamente la llegada de tiempos mejores que no llegarán en los próximos años. Los centro comerciales están llenos, los bares de tapas están repletos, pero doy fe que también las iglesias vuelven a llenarse de personas alejadas de cualquier radicalismo y que se dan cuenta de que van a ser los paganos de la crisis en la que algunos se han enriquecido ferozmente, y a la vez son los que nos gobiernan. Se desconfía de la política y se mira a los políticos con poca simpatía. Hay alguien que ha calificado al asamblearismo como cutre y anticuado, pero en algún sentido pienso que significa la vuelta a la política de la gente común. No me basta votar listas cerradas cada cuatro años. Ahora me doy cuenta de que es importante estar ahí, con el barrio, sin demagogia pero con convicción.
La realidad es que estamos solos, y lo que no hagan los vecinos no lo hará nadie por ellos. No basta ya esperar. Inopinadamente nos hemos vuelto compelidos a la acción. Como si volviéramos a otros tiempos que algunos recordamos.
Preparados para todo significa también tomar partido, mancharnos y salir de nuestra torre de marfil y compartir con los vecinos unos momentos de alarma y preocupación.
Nos mostraron el jamón y ahora nos dicen que no era para nosotros.