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miércoles, 26 de enero de 2011

La lámpara maravillosa


Una de las actividades más motivadoras que estoy realizando con mis alumnos de segundo de ESO (un grupo en que la mayoría son inmigrantes magrebíes y latinos) es el uso del corto como herramienta didáctica. En el blog de la clase, titulado Vamos a meternos en la boca del lobo, cuelgo algunos cortos y les propongo una serie de preguntas sencillas sobre el desarrollo de la historia así como sobre su interpretación. El dominio de la lengua castellana es escaso, no así su capacidad lingüística pues hablan bereber o árabe, si no los dos, además de una cierta base de catalán que ha sido su lengua de acogida. Pienso que no los he de abrumar con conocimientos teóricos sobre teoría de la comunicación o nociones gramaticales o sintácticas. Tomamos la lengua como herramienta de comunicación tanto oral como escrita y es positivo todo lo que lleva a desplegar la expresividad y la ampliación de léxico y estructuras gramaticales. 
El corto plantea una estructura narrativa a veces muy compleja al conectar la supuesta realidad con elementos mágicos. El visionado del corto es un momento que es esperado con mucho interés. La pizarra digital es una buena herramienta para añadir imagen y sonido a la clase. Los chavales se la han incorporado con facilidad, y a mí ahora me resultaría extraño no poder acudir a sus múltiples recursos desde los más tradicionales a los más sofisticados. El corto es proyectado una vez e inmediatamente el profesor percibe el impacto que produce en ellos: el último que les pasé: El gato que quería ser pianista les desconcertó y en un primer momento parecieron no haber entendido la historia por la mezcla de realidades que se producían en ella de modo maravilloso. Pero ellos están habituados a la presencia de lo mágico en sus vidas. Ya hablamos de su creencia en personajes como los djinn o la malévola Aisha Kandisha propios de las leyendas marroquíes. Es curioso considerar cómo mentalidades conformadas en el tradicionalismo más conservador son alcanzadas por lenguajes experimentales y novedosos, y además tener la oportunidad de poderlo expresar en el aula, que se convierte en un lugar de juego inteligente, de participación y de intento de dominio de la lengua para expresar conocimientos sencillos y otros más complejos. 
El corto, como decíamos, cuenta una historia que se puede diseccionar e intentar interpretar dando, a veces, lugar a distintas percepciones de la realidad. No pienso que una clase de casi alfabetización no pueda contener elementos que lleven a reflexiones más profundas y que impliquen relaciones literarias imaginativas. Tienen escaso dominio de esta lengua pero sus espíritus están abiertos en esa permeabilidad ante lo distinto por el contraste con la cultura de origen en la que viven buena parte del tiempo. Me doy cuenta de que sus palabras son incapaces todavía de expresar sus reflexiones o interpretaciones para las que hace falta un lenguaje abstracto. Me encantan las animaciones de estructura abierta. Me maravilla verlos abstraídos los cinco, seis o siete minutos que dura el corto, y observar la intensa reacción que les supone (hay que escoger muy bien los cortos). Luego tienen que responder a una batería de preguntas. Pueden ver en su ordenador de nuevo el corto las veces que haga falta. El profesor les va dando las palabras que necesitan, las copia en la pizarra y las repite varias veces. Ellos las utilizan en sus textos. Les hago escribir manualmente. El primer trimestre permitía que me lo enviaran por correo electrónico pero he estimado mejor que no dejen de practicar la escritura que además entonces puedo corregir y devolver con las correcciones oportunas.  
La clase se convierte en un hervidero de interpretaciones para las que faltan palabras, y de ese ambiente espero que surja el enriquecimiento de la lengua; que sea la necesidad la que lleve a las palabras que han de ser reiteradas para que se incorporen a su horizonte lingüístico. 
Ensayo-error, experimentación, tradición, innovación, recursos tradicionales, apertura mental y de caminos... Nada de lo cual aparecerá, por supuesto, en las programaciones didácticas. Es difícil dar forma, si no es literaria, al apasionante momento de crear en el aula, especialmente cuando ello se produce sin angustia, sin que creamos que el tiempo se nos escapa para conseguir objetivos, que sólo pueden ser expresados en un lenguaje tecnocrático e inelegante. Lo nuestro es otra cosa. Buscamos la magia aliándose a la lengua. Y el corto es una herramienta increíble. 

domingo, 23 de enero de 2011

En el diván


Hace unas semanas hojeaba una revista de un distrito barcelonés. Había diversas actividades de tipo cultural. En una de ellas, figuraba una conferencia sobre la filosofía de Nietzsche y una conexión con el pensamiento de Freud. No recuerdo el título exacto, pero sí que me vino la sensación de que aquello era definitivamente antiguo y anacrónico. Igual sensación me invade cuando visito las librerías de centros de arte en que se apilan libros sesudos sobre arte, psicoanálisis, revolución o decenas de conceptos propios de tratados teóricos sobre lo divino o humano. Me gustaría haber tomado nota sobre la infinidad de títulos que figuran allí y que fueron fruto de arduas reflexiones sobre el papel de la cultura, el ser humano, la sociedad y el arte. Todo me parece ya periclitado, igual que prácticamente todo mi sentido de la existencia que se formó en el siglo XX, y que hoy día resulta ya desfasado. Nada de ello me sirve para acercarme a mis alumnos que viven en otra dimensión distinta a la que yo viví en mis años de juventud y madurez. 
¿Nietzsche, Freud, Marx, Camus, Sartre, Beckett? Marcaron nuestra visión del mundo y el sentido de nuestras luchas y concepciones del arte. Hoy veo sus libros cubiertos por una capa de polvo y el olor de la vetustez. ¿Quiénes marcan hoy día las tendencias de nuestro mundo contemporáneo? ¿Quiénes orientan nuestro modo de estar en el mundo? Pienso en Bill Gates, en Steve Jobs (el fundador de Apple), Sergey Brin (uno de los creadores de Google), Marc Zuckerberg (el fundador de Facebook)... Todos ellos han acumulado un inmenso poder económico e ideológico. Han penetrado en nuestras vidas cambiando todo nuestra relación con los demás, con la cultura, con el hecho de la comunicación y la presencia de la tecnología en nuestra experiencia cotidiana. No es infrecuente que vivamos pegados a una pantalla que ocupa un lugar fundamental en todo lo que constituye nuestro fluir vital, tanto que nuestra percepción del mundo es a través de imágenes líquidas que se van sucediendo vertiginosamente. El terreno de las ideas ha sido sustituido como fuente de creación o rebeldía, la literatura misma en buena parte se ha convertido en opaca y carente de sentido para estos jóvenes a los que intentamos acercar a la lectura y que no se sienten atraídos por la experiencia de un lenguaje marcado por el estilo y sólo reaccionan ante historias cotidianas que reflejen la inmediatez de vidas parecidas a las de ellos formuladas en modo extremadamente simple y elemental. Un ansia de telerrealidad impregna toda nuestra relación con los textos. Hoy la historia de Bartleby el escribiente de Hermann Melville sólo suscita la impresión de ser un tipo raro, pero hay tantos ya en la realidad... Y si no, ¿qué son esos hikikomoris que pasan su vida encerrados en su casa, enfrentados exclusivamente a la pantalla del ordenador totalmente aislados de la vida social salvo por sus relaciones virtuales? ¿No sería Bartleby uno de ellos si lo transportáramos a estos días?
Parecería que nuestra relación con las cosas ha cambiado profundamente, con las cosas y las ideas que se convierten en algo demasiado pesado y poco apto para soportar nuestra percepción de lo que constituye la realidad. No sé dónde voy a parar, pero quiero hacer constar que el Joselu que comenzó hace cinco años y pico a escribir en este blog ha ido evolucionando y transformándose en otro personaje a la par que se modificaba su relación con la tecnología y con la cultura que le servía de soporte vital. Y tomo conciencia de que hace unas décadas nos obstinábamos en buscar un sentido a la vida, pero advierto que esto ya no es una preocupación ni siquiera secundaria entre los jóvenes que frecuento, salvo para algunos extremadamente minoritarios que bucean extrañamente en la cultura de hace un tiempo. Además el liberalismo como ideología se ha ido adueñando de todos los espacios de la economía y la cultura, así como de la política que en buena parte ha perdido buena parte de su consistencia subordinándose al poder de esos extraños mercados que dominan totalmente el panorama mundial. 
Imagino que todas las épocas han producido inquietud sobre los cambios que se operaban en ellas. Hubo un tiempo en que el ferrocarril revolucionó la idea de las comunicaciones, y otro en que la luz eléctrica dividió la historia del mundo en un antes y un después. Sin embargo percibo que en el tiempo que vivimos, todo el mundo anterior parece disolverse y quedar lejano. Yo al menos lo percibo así, y vivo en ese filo de lo inestable y líquido que se refleja en la  pantalla que me comunica con vosotros y que es una fuente de satisfacción pero también de tremenda dependencia que me lleva a añorar otro tiempo más real, más complejo en lo relativo a lo existencial y con olor a pan recién hecho y senderos que uno comenzaba a recorrer. Necesito un alejamiento de este mundo virtual, pero sé que es difícil por no decir imposible porque yo también ha cambiado y mi subsconciente también pasa hoy por este teclado que busca expresarse e intentar interpretar lo que parece carecer ya de significado. 

martes, 18 de enero de 2011

Indignaos

Zoubeir Souissi, Reuters. Enero 2011. Túnez.

Un panfleto político de treinta y dos páginas agita las conciencia en Francia. Su autor, un veterano de noventa y tres años, Stéphane Hessel, luchador contra el nazismo, detenido por la GESTAPO, deportado a Buchenwald y salvado de milagro, razona y argumenta haciendo una apelación a los jóvenes a que se rebelen contra las dictaduras de nuestro tiempo: el sistema bancario, los flujos financieros, la lógica de los mercados. Reconoce que en su tiempo era más fácil distinguir dónde estaba el enemigo: Hitler, Franco, Mussolini, Stalin… sólo hacía falta coraje y coherencia para unirse a la resistencia aunque ello supusiera jugarse la vida, Miles de jóvenes de todos los países resistieron contra el nazismo. Hoy el panorama está más confuso y complicado. ¿Quién es el enemigo? ¿Tenemos fuerza para resistir? ¿Hacia dónde debe ir nuestro movimiento?

Indignaos se vende por tres euros y ha publicado casi un millón de ejemplares. Es uno de los libros más buscados de Francia. Comenzó con una edición artesanal de ocho mil ejemplares pensándose que no iría a más… Pero su éxito ha sido arrollador. Se estima que será traducido este opúsculo a más de veinte idiomas.

¿Acaso las conciencia dormidas de Europa empezarán a despertarse del sueño del bienestar y el conformismo a que hemos sido conducidos hábilmente? Carlos Marx en el Manifiesto Comunista (1848), otro panfleto que incendió Europa, venía a decir que los proletarios del mundo deberían unirse “porque no tenían nada que perder excepto las cadenas”. Esta reflexión de Marx fue asumida por el liberalismo pero invirtiendo su planteamiento, de modo que quedaría desactivado el movimiento revolucionario: “démosles algo que perder y se estarán quietos, serán sumisos”. En esas estamos. El capitalismo ha conseguido hacer conservadores incluso a los que se consideran de izquierda. Ya se sabe: el corazón está a la izquierda pero la cartera a la derecha. Esto lo saben intuitivamente los jóvenes que sólo ansían su parcela de bienestar y consumo. La crisis ha venido a alterar el cómodo sueño tranquilizador en que vivíamos. Hemos constatado que los gobiernos no gobiernan más que de modo indirecto para aplicar las leyes que dictan los mercados que no tienen una cabeza visible. Se bajarán los sueldos, se retrasará la edad de jubilación, se endurecerán los contratos, se facilitará el despido… y por aquí seguimos quietos. En Francia se han declarado siete u ocho huelgas generales contra el gobierno, en el Reino Unido ha habido importantes disturbios contra el gobierno de coalición liberal conservador… Por aquí no detecto el más mínimo movimiento de insumisión ni de toma de conciencia acerca de tantas cosas como nos afectan. El año pasado salieron a la calle un millón de personas en Barcelona para mostrar su indignación contra el recorte del Estatut. Se palpaba allí auténtica rebeldía contra el centralismo y a favor de la independencia. Sin embargo, la lucha que habríamos de iniciar debería ser internacionalista y no nacionalista. En ella tendrían que estar franceses, alemanes, griegos, tunecinos y por aquí catalanes, extremeños, vascos, aragoneses, canarios… Tenemos que reflexionar sobre el sistema en que vivimos y la deriva que está adoptando en un mundo radicalmente injusto. Esto no ha tocado fondo. Nos tienen encantados con el consumo, el bienestar, la tecnología menos comprometida… Nos tienen atados a nuestras propias contradicciones, saben que divididos, cada uno en su burbuja, somos impotentes y fáciles de neutralizar.

En mi experiencia de la vida y de la historia, no he vivido época más gregaria, conformista y plana, que ésta en que estoy viviendo. Hay fuerzas ocultas que operan en todas las sociedades, pero no detecto en la que yo vivo, ninguna energía que conduzca a la rebelión contra el sistema, ni siquiera a pensarlo, ni a ser consciente de la realidad del planeta. Hay un núcleo extraordinariamente minoritario que no consigue extenderse. En Túnez fue el sacrificio de un informático acosado por la policía el que hizo estallar la rebelión larvada cuando nada parecía anunciarlo. ¿Qué tendría que pasar por aquí para sacudirnos la modorra y unirnos contra el sistema financiero y a favor de una toma de conciencia en lo referente al estado del planeta y la distribución injusta de las riquezas? ¿Se han acabado los tiempos revolucionarios? ¿Qué hará estallar la burbuja de indignación a la que apela Stéphane Hessel

miércoles, 12 de enero de 2011

El comunicado



ETA tiene casi novecientos muertos a su espalda. Muchos militares, miembros de cuerpos de seguridad, empresarios, políticos, gente común entre los que hay niños que fueron masacrados porque vivían, por ejemplo, en casas cuartel de la guardia civil. Los que tenemos memoria no dejamos de recordar la angustia que sus atentados producían en el conjunto de la sociedad vasca y española, por más que un sector de los ciudadanos del País Vasco celebraran sus asesinatos como parte de una guerra de liberación en que valía todo. Su historia macabra y cruel se basaba en un delirio atroz que despertaba simpatías entre muchos de ese rincón de España. La acción de ETA se combinaba con el chantaje y el fomento del terror entre los que pensaban diferente, que habían de agachar la cabeza o huir del País Vasco. Las familias de los asesinados apenas podían celebrar su duelo porque todos los que les rodeaban los miraban con asco, o preferían mirar a otra parte. Se culpabilizaba al muerto y se exaltaba el heroísmo del gudari que le había metido un tiro en la nuca al taxista indefenso.

Siempre me estremeció la falta de compasión o piedad de estos gudaris. Los veía en los juicios mofarse del tribunal y de los hijos de los asesinados. Parecían estar blindados emocionalmente. Para ellos los muertos eran no humanos, eran miserables txakurras que no merecían otra cosa que la muerte, o eran colaboracionistas o simplemente víctimas accesorias. Nunca entendí este odio que justificaba todo y que les llevaba a celebrar cada muerto que aparecía en las noticias. La sociedad les tenía pánico. Muchos se inhibían y miraban a otro lado siguiendo tomando los txacolís que no dejaron de ser disfrutados; otros sentían el aliento de ETA y su entramado en la nuca y procuraban que su rostro no delatara su miedo o su cobardía; otros, pocos, se enfrentaron al clima de terror con actos aislados de verdadero heroísmo porque nadie les protegía de lo que vendría luego (las pintadas en la fachada de su casa, las llamadas por teléfono amenazando de muerte, los insultos y agresiones a sus hijos en la escuela). Pocos se atrevieron a resistir el clima de terror pero el tiempo les ha dado la razón. Aquello era monstruoso e inhumano, abyecto, miserable.

Hace dos días tres gudaris de ETA se presentaron con la parafernalia habitual (capuchas, boinas, banderas, el emblema de la serpiente y el hacha) y dijeron que declaraban una tregua y le aplicaron tres adjetivos poco definitivos. Pero en sus antecedentes todas las treguas planteadas fueron tramposas, meras tretas para ganar tiempo o recuperarse del acoso policial. Nunca tuvieron interés verdadero en negociar respetando a todos los bandos del País Vasco. Eran artimañas en las que no se concebía otra salida que la imposición total de sus delirios. Delirios que un prominente etarra, Josu Ternera, situó en la arcádica Albania de Enver Hoxa. Querían que Euzkadi fuera como la Albania comunista, un estado cerrado al exterior y dominado por una dictadura atroz, algo semejante a la actual Corea del Norte. Este era su modelo de país. No lo he olvidado. Buscaban tanto la pureza absoluta de lo auténticamente euskaldún sin contaminación de sangre o de cultura que apostaban por un estado fuera del tiempo y del espacio.

Este sueño o pesadilla parece haberse quebrado por la acción combinada de la justicia, la policía y los pactos políticos que han llevado al aislamiento del entramado de ETA. El País Vasco se ha serenado con el gobierno de Patxi López, y el PNV ha tenido que desdecirse de toda su política comprensiva de la violencia y de la crítica a la ilegalización de los que la defendían. Sigue existiendo miedo, sobre todo en determinadas zonas, pero el clima de Euzkadi ha cambiado para bien. Creo que muchos vascos llegarán a entender que es mejor vivir en un estado liberal que en la pura e incontaminada Albania que anhelaba en otros tiempos buena parte de los defensores de la violencia.

ETA debe desaparecer en el lodazal de la historia universal de la infamia, pero también mostrar arrepentimiento. Aquellos niños del cuartel de VIC que jugaban cuando un comando lanzó un coche lleno de explosivos contra ellos están esperando una respuesta moral. Si no hay arrepentimiento de unos determinados modos de acción política, no se podrá confiar en su cambio de estrategia. No se trata de poner al sector aberzale de rodillas, pero sí que evalúen su historia trágica y miserable, y aprendan a pedir perdón, el perdón que un determinado etarra cuyo nombre no recuerdo ahora, fue a buscar a un monasterio en el sur de Francia, cuando fue consciente del horror que había causado su sueño homicida.

domingo, 9 de enero de 2011

Madame Tutli-Putli



Para terminar la serie, os presentamos este vídeo extraordinario titulado Madame Tutli-Putli. Cualquier tema y cualquier tratamiento pueden ser abordados por el corto de animación. En este vemos a la protagonista, que da su nombre al vídeo, una mujer frágil y delicada,  que inicia un viaje en un tren nocturno. Va cargada con todas sus posesiones. El viaje, aparentemente normal, se van transformando en este stop motion animado en un recorrido existencial y metafísico en el que la protagonista se enfrentará a todos sus demonios y desembocará en una desasosegante segunda parte que está preñada de imágenes amenazadoras y surreales.  El corto aúna un sentido existencial alegórico, de difícil interpretación por el esoterismo que vela todo el desarrollo y que lo hace abierto a múltiples interpretaciones, y el género fantasmal terrorífico que sin duda inquietara a los potenciales espectadores de este domingo. En todo caso es un filme magnético que no dejará indiferente a nadie que esté dispuesto a ver sus dieciocho minutos de duración. Preparad, como decía María, las palomitas y una bebida que las acompañe.

Algunas interpretaciones lo han relacionado con el thriller jungiano y otras con el suspense de Hitchcok.

El corto está dirigido por Chris Lavis and Maciek Szczerbowski y está producido por el National Film Board de Canadá. 

Algunos entusiastas del corto de animación nos estamos planteando crear un portal para la investigación de sus recursos imaginativos y narrativos. Sin duda no será el primero pero tampoco quiere decir que no podamos añadir nuestro granito de arena en este terreno que merece ser explorado y fomentado. En todo caso es un proyecto abierto y por construir.

Quiero dedicar este corto lleno de suspense e inquietud a Lola que ha descubierto su pasión por las historias plasmadas en estos filmes llenos de calidad narrativa y magnéticas imágenes. Son, sin duda, un filón que pretendemos disfrutar colectivamente. Atentos, pues, a lo que vaya a surgir.

sábado, 8 de enero de 2011

French roast



Quería poner fin a este ciclo navideños de exploración en el lenguaje del corto animado, pero he encontrado French roast, un interesante filme que desborda originalidad e imaginación, desvelando actitudes de los seres humanos en determinadas circunstancias. Además nada ni nadie es lo que parece.

Mañana domingo publicaré el último de la serie, preparaos para una buena sesión con palomitas y un refresco. Invitad a vuestros amigos.

El vídeo está producido por la Pumpkin Factory.

Dirigido por Fabrice O. Joubert

miércoles, 5 de enero de 2011

La maison en petits cubes



Una pequeña maravilla. Me cuesta expresarme con palabras. Os dejo este vídeo que refleja mi modo de sentir el mundo.

Dirigido por Kunio Kato.

Producido por Masanori Kusa.

lunes, 3 de enero de 2011

Vídeo 3000


VIDEO 3000 from Lola Corbalán on Vimeo.

Un nuevo vídeo que cuenta una historia en cinco minutos. Al final no he podido sino sonreír. Me lo estaba imaginando. Os lo recomiendo. Estos cortos pueden ser un material didáctico muy útil para nuestros alumnos. Narran una historia que puede ser diseccionada y comentada. En este caso, la sorpresa y el humor son factores fundamentales. ¿Qué otros recursos distinguís?

sábado, 1 de enero de 2011

El gato que quería ser pianista


el gato que queria ser pianista from Lola Corbalán on Vimeo.

No sé si habrá algún amigo que se pase esta noche por aquí. Lo programo para que se publique a las doce en punto de la noche, justo cuando las campanadas. Es mi pequeño regalo a todos los que en algún momento decidan salirse de la noche de fin de año y la madrugada de Año Nuevo para pasar por aquí.

Quiero desearos lo mejor en este año recién nacido que se anuncia duro y conflictivo, aunque sé que sabremos salir de ésta. A peores nos habremos enfrentado, sobre todo nuestros padres y abuelos.

Quiero dedicar este vídeo a Cora Tusnelda en estos días en que el mundo y la vida parecen acelerarse mostrando giros imprevistos. Sé que le encantan los gatos y la música.

¡Feliz 2011!

jueves, 30 de diciembre de 2010

The end


THE END
Cargado por Premium-films-Tv. - Videos web independientes.

Os sugiero que no leáis los comentarios hasta ver el vídeo para no tener pistas. Este corto francés está bien para acabar el año. ¿Qué os parece?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Thought of you


Thought of You from Ryan J Woodward on Vimeo.

Vídeo conocido a través del blog de Rosa Musicasabinamora. Necesitaba algo alegre y vital para este final del día de Navidad. El desenlace es algo desconcertante... ¿Qué opináis?

Dedicado a todos que pasáis por aquí y dais calor a la blogosfera.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tiempo cíclico y Navidad

                                                                 Anwen Keeling
Es difícil decir algo original en Navidad. No lo pretendo. Tengo la impresión de que cualquier mensaje que uno pueda idear tiene algo de manido y convencional. Hay a quienes les entusiasma la atmósfera de la Navidad y hay a quienes les produce urticaria esa profusión de buenos sentimientos que se combinan con el consumismo más extremo. Hay a quienes la Navidad les evoca las fechas de otras navidades en que eran niños y la viven con agrado y cierta ingenuidad que se recupera. Otros reviven en estos días navidades tristes de la infancia o las viven en soledad por razones infinitas. No deja de ser un placer ignorar esta noche y acostarse temprano leyendo un buen libro como El corazón de las tinieblas, y mañana levantarse también pronto para ir a hacer footing en una ciudad vacía.

Lo más interesante de la Navidad para un observador escéptico es tomar conciencia de que representa el acontecimiento de año que más revela el fluir cíclico del tiempo frente al fluir lineal. Ciertamente es un conjunto de ceremonias rituales que se repiten anualmente marcando el solsticio de invierno. Nuestra vida incluye un determinado número de solsticios. No sabemos si llegaremos al próximo o nos quedaremos a mitad de camino. Ignoro cuántos me quedan. ¿Veinte? ¿Diez? ¿Uno? ¿Ninguno? Comemos, bebemos, nos reunimos, bromeamos, cantamos, volvemos a oír villancicos, ponemos el nacimiento, el árbol, adornamos la casa, bajamos a Barcelona a ver el nacimiento de la plaza Sant Jaume. A veces hace frío y unimos estas fechas a una bajada de las temperaturas. El caso es que fichamos diciendo: estamos aquí, no nos hemos ido, pero hay muchas más navidades pasadas que las que vendrán (en mi caso). El tiempo gira vertiginosamente encaminándonos al abismo, pero los ritos anuales contribuyen a que algunos mitiguen su desasosiego y olviden su condición existencial mientras brindan con cava y cantan canciones de Navidad. Somos seres en tránsito, sin una especial densidad, cantamos mientras podemos, hacemos el amor con ropa interior roja (si os gusta), nos aproximamos a la chimenea  y sentimos el calor que nos arropa en un universo enigmático y glacial.

Durante unos meses –hace tiempo- me fui a viajar por el oriente. Sólo me llevé un libro de lectura. Se titulaba Mito y realidad y el autor era Mircea Eliade. Me sirvió durante tres meses como reflexión en un mundo (Indonesia) en el que el mito seguía teniendo sentido. El mito es una historia sagrada que evoca un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el de los orígenes. Dicho origen da sentido a nuestra realidad, Mediante ritos volvemos a ese tiempo inaugural de modo que volvemos a renacer cada cierto tiempo. Cada rito es sagrado, la vida se colma de actos que tienen una estructura sagrada. Pero la idea es siempre la de volver a recuperar el tiempo del principio cuando el mundo estaba recién hecho, cuando todavía nada se había degradado. Volver al principio es participar de los ritos de la renovación, de la recreación, del renacimiento.

Hay quienes ven en esta concepción arcaica y mitológica un residuo de oscurantismo y de irracionalidad… pero otros consideran que en el mundo que vivimos, nuestra percepción de la realidad, absolutamente materialista y plana, impide la comprensión del  íntimo latido de la realidad más misteriosa, y es el de que tendemos a volver al origen. Nos encaminamos a la muerte, teniendo quizás algunos la intuición, de que es el pórtico al renacimiento. Y en ese fluir circular se inscriben tal vez los ritos de invierno,  que no podemos dejar de vivir con un secreto estremecimiento de felicidad o de honda tristeza. No pueden dejarnos impasibles o indiferentes. Es el último resto que perdura en nuestra concepción circular del mundo.

Detrás del consumismo, detrás de las cenas con los cuñados, detrás de los villancicos del Mercadona, detrás de los turrones, detrás de las ramas de acebo en nuestras puertas, detrás de toda la mercadotecnia y la tecnología que nos invade, se plasma nuestra tendencia a renacer de alguna manera, pero nuestra sociedad occidental ha perdido la posibilidad de percepción de lo sagrado. En ese tira y afloja reside nuestra navidad.

Yo por si acaso la viviré escépticamente, pero con un interno sentimiento de sorpresa y reconocimiento de que añoro ese origen, ese momento inicial del universo al que tiendo a volver. 

La imagen de Anwen Keeling está tomada del blog Imagina y crea de Carmen Sabes. Es uno de los mejores blogs en la red. 

martes, 21 de diciembre de 2010

El túnel y mi iPad.

Ernesto Sábato
Lo confieso: me ha dominado el deseo, posiblemente el consumismo, tal como adelanté en algún post anterior. Llevaba meses dándole vueltas al asunto. Había visitado varios supermercados de tecnología: el Mediamark, el Fnac, El Corte Inglés. En todos ellos buscaba a algún dependiente, en horas de no demasiado público, para intercambiar con él impresiones sobre el dispositivo de Apple. No sé por qué pero en todos los almacenes que he visitado los empleados eran hombres, jóvenes y dinámicos. ¿Acaso el mundo de la tecnología atrae mucho más poderosamente a los varones que a las mujeres? Lo cierto es que yo iba con dudas de todo tipo porque en un principio partía de cero sobre la realidad y funciones del iPad. Busqué alternativas en otras marcas como Toshiba o Samsung, pero ninguna me llegó a convencer. Sus aparatos me resultaban rudimentarios al lado del increíble iPad. En alguna ocasión, tras una charla provechosa con el amable empleado que me atendió, nos despedimos con afecto, aunque yo ya sabía que no lo iba a comprar allí. He comentado mis dudas con amigos con los que he mantenido interesantes conversaciones. Uno de ellos que leyó la referencia que hice en el blog, me comentó que por fin aparecían públicamente un vicio o una debilidad míos, ya que, según parece, soy alguien que se presenta orlado de misticismo y lleno de idealismo. Mi intenso deseo tecnológico me hace bajar al terreno de los seres normales, llenos de pequeños o grandes defectos, como mi ansia por un objeto revestido de cualidades casi mágicas.

Me interesó el comentario de mi amigo. Puedo dar, sin proponérmelo, una imagen demasiado exquisita, como si fuera un ser puro y perfecto, repleto únicamente de grandes idealismos. Y la realidad no es así ni siquiera por aproximación. Todos tendemos a dar una imagen mejorada de nosotros mismos. Hay pocos hombres de una sola pieza, que no tengan contradicciones, e incluso en ellos seguro que existen los ángulos oscuros.

Tengo ya mi iPad 3G de 64 gigas. He esperado durante meses, imaginándolo, teniéndolo en mis manos en las tiendas de tecnología, buscando debates en foros de internet que me informaran sobre él, conociendo las grandes utilidades de este instrumento y también sus insuficiencias. He experimentado el deseo como hacía tiempo que no hacía. Me gustaba en momentos de tristeza o dolor, imaginarme con el aparato en mis manos como si estuviera dotado de cualidades maravillosas para conjurar el sufrimiento, y lo cierto es que llegaba a sonreírme ante cualquier pequeña o gran adversidad pensándome con mi iPad.

He comenzado incluso a leer un libro en formato digital. Concretamente El túnel de Ernesto Sábato que leí hace más de veinte años, y lo cierto es que me ha vuelto a subyugar la historia del pintor que se enamora de una mujer que observa en un cuadro un aspecto no considerado por la crítica, un detalle marginal, pero que al  pintor le demuestra que es la única que ha comprendido su obra. Siento una sensación parecida a la que sentí en 1996 cuando por primera vez navegué por internet en un cursillo de la Generalitat. Me dije con orgullo: soy internauta. En este sentido advierto que ahora ya soy lector digital, a pesar de mis reparos manifestados en este blog. He puesto la pantalla con una luminosidad tenue y de momento no me resulta fatigosa la lectura.

Ha sido admitido ya como un miembro de la familia e incluso mi hija mayor le ha puesto nombre, y es que en esta casa muchos objetos tienen su propio nombre o apodo. Nos encanta bautizar a los personajes aparentemente inertes de nuestra vida cotidiana con un apelativo afectuoso que hace que nos los incorporemos. Mi iPad se ha transformado en los dos o tres día que hace que lo tengo en un protagonista indiscutible de mi modo de entender mi relación con la tecnología.

Es un dispositivo fascinante.

Recuerdo el tiempo en que me decía a mí mismo –en los primeros tiempos de mi carrera docente- que me mantendría al margen de la rudimentaria informática que había en los años ochenta del siglo pasado.

Hoy puedo decir que mi realidad es tecnológica en buena parte de mi vida. Tal vez debería enmendar esto con ese viaje nunca llevado a cabo de varios meses vagabundeando por África. Creo que sentiría un placer igualmente intenso de poder prescindir durante ese tiempo de cualquier relación con la tecnología y volver a mi diario personal escrito manualmente con pluma estilográfica. Me atraen los extremos.

He escrito este texto con mi iPad. Lo comparto con vosotros.

Espero que no haya alguno que se diga con toda la razón del mundo. ¿Qué diablos es en realidad un iPad?

viernes, 17 de diciembre de 2010

En la planta geriátrica

Pasar un tiempo en un hospital te da una medida bastante aproximada de la fragilidad humana. He estado unos días como acompañante en la planta tercera de un hospital público y he tenido ocasión de asistir en la sección de geriatría al encuentro con el lado menos glamouroso de la vida: la enfermedad, la decadencia y la vejez. Cuando salía de la habitación donde estaba, recorría los pasillos en las largas horas de espera. Algunas habitaciones estaban abiertas, a pesar de los carteles en todas las puertas que pedían, para preservar la intimidad, que se cerraran las citadas puertas. Ello me daba ocasión de ver a los ancianos que allí estaban hospitalizados, observar cómo tenían el estado de ánimo o cómo les daban de comer los visitantes que tenían… Asusta verse en ese espejo que nos está aguardando en un futuro más o menos cercano, pero en esta ocasión he querido contemplar la vejez y las enfermedades que la acompañan no como un fracaso existencial ni como una desgracia, sino como un estado necesario del ser. He querido ver sin anteojeras el hecho de envejecer, sin juzgarlo negativamente, sólo considerándolo como una parte de nuestra vida, como una pieza única en nuestra vida, igual que lo es la niñez o la madurez. He intentado vencer el horror que me inspiraba en otros momentos de mi vida y he considerado frágiles y hermosos a los ancianos que veía. Una de ellos –Teresa- tenía alzheimer desde hace cinco años. Su mirada parecía perdida y tímida. Yo la miraba y le saludaba, pero no interaccionaba con mis miradas. No sé en qué estado estaba. Vagaba perdida en el vacío. Sus hijas –las dos testigos de Jehová- la cuidaban con devoción. He tenido ocasión de hablar con ellas por separado. Recordaban a su madre plena de vida, cantando jotas, activa y vivaracha cuando ahora tienen que cuidarla  como a un bebé, en este estado extraño de desconexión con la memoria de todo lo que un día  fue. Lo más emocionante del caso es ver cómo la trataban, cómo la querían las dos hermanas, personas sencillas y alegres. La madre tenía ochenta y cuatro años y estaba toda llagada por pasarse la vida tumbada. No obstante, su rostro me parecía sereno y en paz.

Otra anciana parecía malhumorada, no quería comer ni beber y parecía dar la impresión de que se estaba dejando morir, como si hubiera llegado ya a un límite de desgaste en que ya hubiera elegido no seguir viviendo. Intuí una vida dramática que abocaba a la desolación y a la soledad, tal vez la desesperación. Su única liberación era la ensoñación en la que pasaba sumida largos ratos. Otro daba berridos cada pocos segundos. Cada uno enfrentaba la situación como podía, y uno podía percibir en la planta un cierto estado de ánimo colectivo.

Uno en la  vejez recibe tal vez lo que ha sembrado y es la culminación de todo lo que se ha sido en vida. Alguna vez llegué a pensar que cuando uno llegara a la edad provecta se produciría en un incierto momento algún tipo de iluminación sobre la propia existencia. Pero me doy cuenta de que esto no es así. Uno es el mismo que ha sido siempre pero viejo. Las metáforas optimistas de que uno crece en sabiduría no son necesariamente indiscutibles.  La vejez es recapitulación, vértigo, atravesar las lindes del desierto, abandono, luz melancólica de otro tiempo que ya no volverá, aledaños de la muerte, aunque también puede ser plenitud y éxtasis, pero para esto tendríamos que preparararnos para saber envejecer. Se ha mitificado tanto la juventud que todo parece decadencia cuando nos alejamos de ella e intentamos prolongarla. No sé tampoco si la vejez habría que asumirla con un gesto de rebeldía o de estoicismo. Ayer me enteré que Juan Belmonte, el famoso torero amigo de Hemingway que lo hizo personaje de sus novelas Fiesta y Muerte en la tarde, se suicidó a los setenta años enamorado de una jovencísima amazona que no le correspondía, y aquejado de una dolencia que le impedía montar a caballo. ¿Fue el suyo un acto de rebeldía e insumisión ante lo inevitable?

Miraba en mi deambular por los pasillos blancos a los internados y el contraste vivo con las jóvenes enfermeras que los cuidaban positivas y llenas de vitalidad. Descubrí alguna mirada de alguno de los ancianos que se dirigía llena de deseo hacia la juventud y la belleza que representaban esas ninfas de los pasillos que tratan con familiaridad a los ochentones. No hay sitio en que más se aprecien unos ojos hermosos, una voz amable, unas curvas insinuantes debajo del uniforme verde que en un hospital en la planta geriátrica. No sé por qué la enfermedad por contraste nos lleva al ansia de belleza y de sensualidad. También lo hace la presencia de la muerte, y probablemente la vejez.

Me queda la ilusión de que puede deteriorarse la cáscara, pero seguir  animoso y potente el espíritu. Pero no sé si esto es sólo una imagen que ansío. En algunos ojos de aquellos ancianos detectaba la desilusión y la rendición más que el desafío.

Me imagino siendo algún día en un hospital un viejo lleno de pensamientos inspirados por Venus, pero eso sí con un rostro de no haber roto un plato en mi vida. Nadie sabrá jamás qué pasa por mi imaginación. Sólo vosotros que me leéis desde la lejanía.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Las ciudades invisibles

                                                       Fueye, Alejandro Lucas Debonis
Tengo en mi nevera un imán que compré en el Caixaforum que recoge una cita de Federico Fellini. Dice: Nuestros sueños son nuestra única vida real. Me dije que algún día escribiría un post tomando como base esta reflexión. Hoy sábado, ya oscurecido, ha llegado el momento del desafío de hacer justicia a algo que me parece completamente cierto. Todos soñamos y a veces recordamos los sueños, otras veces no. Ha habido temporadas en que procuraba anotar cuidadosamente todos los sueños que recordaba, especialmente cuando el azar o la fortuna me deparaba la posibilidad de un viaje que me sacara de mis coordenadas abrumadoramente repetitivas.

Soñar. ¡Qué hermosa palabra! Me gustan los sueños de ciudades imaginarias por las que me muevo lleno de sorpresa y admiración. Recorro la ciudad, desplazándome a barrios extremos. Es una ciudad conocida pero transformada y revestida de maravilla. Me muevo por una Barcelona con  barrios en la montaña, deambulo por sus callejuelas por las que no parece haber pasado el tiempo. Es como si me devolvieran a mi infancia, pero yo no viví mis primeros años en Barcelona. Fue en otra ciudad a orillas de un río turbulento. Atravesaba una pasarela que se bamboleaba movida por el viento en tardes de tormenta, y abajo el río, denso y peligroso, me llenaba de miedo y fascinación. Abandonar la niñez es una gran tragedia de la que no nos reponemos nunca. Sólo los sueños, al menos los míos, en esos viajes oníricos que realizo a Nueva York, a París, a Alaska, a Winnipeg o a una Barcelona que no existe fuera de la imaginación, llegan a conectarme con la cosmovisión lúcida y terrible de la niñez, en que la visión de las cosas es nueva, incontaminada y  pura. Sólo los paisajes de los sueños me comunican con la niñez, que viví desolado, pero a la vez estremecido por la belleza de contemplar un mundo por primera vez.

Recuerdo nítidamente mis paseos por esas ciudades imaginarias e invisibles. Meses y años después los sigo teniendo absolutamente nítidos en mi recuerdo. Son más reales que los paisajes que recorro en mi vigilia con ojos rutinarios. El sueño es la plasmación de mi ansia de infinito que hallo a veces también en el territorio de la literatura. Acabo de leer un libro curioso de Italo Calvino. Se titula El barón rampante. Sucede en la Italia del siglo XVIII. El protagonista es el barón Cosimo. A sus doce o trece años, tras un enfado con su padre, decide subirse a un árbol del jardín, y allí permanecerá para siempre, desplazándose por todo el país a través de la copas de los árboles. Desde allí contemplará la vida y la historia sin bajar nunca más de los árboles. El mismo Voltaire irá a verlo en su vida rampante, e incluso el emperador Napoleón conversará con él. Es un libro extraño porque detrás de la fábula de pasarse la vida subido a los árboles, he creído ver la misma locura que afligió a don Quijote que decidió a sus cincuenta años convertirse en caballero andante y salir al mundo a proteger a los desvalidos. Don Quijote y Cosimo participan de locuras parecidas ante una vida real asfixiante en que los sueños son nuestra mayor y mejor huida de esa realidad. Los sueños y la literatura.

Como cantaron Lole y Manuel: Las caricias soñadas son las mejores.

Porque también hay sueños eróticos, estremecedoramente verosímiles. No los olvido jamás. Lástima que no se prodiguen más, y que sea un azar acceder a ellos en algunas noches de tormenta. Aunque no sé si la palabra es sorpresa. Es algo más allá, es la antesala de algo que no llego a entender. Creo que yo a mis veinte o treinta años hubiera sido un claro voluntario a experimentar controladamente con algunas dosis de LSD o mescalina. Nunca tuve ocasión de hacerlo, pero entre mis libros de cabecera está Las puertas de la percepción de Aldous Huxley. Su lectura me llevó a imaginar y desear la experimentación con alguna sustancia alucinógena que no llegó desafortunadamente a producirse. No sé por qué imagino que la visión que me hubiera llegado no sería tan diferente de la que recuerdo de mi niñez o de algunos sueños o de algunos viajes. Supondría ver la realidad transfigurada, iluminada, distinta, potenciada, más allá de nuestra mirada habitual que no llega ya a soprendernos, ni a excitar nuestras neuronas que genéticamente están programadas para soñar, pero vivimos aherrojados en un cuerpo físico que se deteriora inexorablemente, se colesteroliza, se arruga, para algún día tal vez participar de nuevo –esto lo imagino-  en una cosmovisión de la misma sustancia de los sueños, la literatura, o los fragmentos que nos quedan de la niñez. Tal vez esto sea la muerte. Un nanosegundo de visión totalizadora en la que cabrá toda la eternidad. Tal vez no haya nada más, pero ese instante infinitesimal será superior a toda la existencia. Los místicos llegaron a vislumbrarlo. Y don Quijote que murió tal vez soñando que volvía a ser caballero.

Pero no me hagan caso. Son divagaciones extrañas de una tarde de sábado en que escucho a Richard Bona y divago entre volutas de humo imaginario. 

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