Uno de los estados del mundo con historia más atroz y un presente más terriblemente desdichado es la República Democrática del Congo (antes Zaire). Cuando un ser humano conoce la realidad de su pasado y el estremecedor presente, realmente es difícil seguir creyendo en la justicia humana o divina.
En la conferencia de Berlín de 1885 quince naciones europeas, sin presencia del ningún representante africano, decidieron regalar al rey Leopoldo II de Bélgica una extensión de África equivalente a cinco veces la superficie de España. Aquel rey tomó el regalo de aquella tierra, vertebrada por el río Congo y de pasado oscuro por el esclavismo, y la convirtió en una finca privada para apropiarse de todas sus riquezas como caucho o marfil. Los congoleños sufrieron todo tipo de sevicias trabajando como esclavos y padeciendo malos tratos que incluían las mutilaciones. Se calcula que en el periodo de Leopoldo II fueron asesinados entre cinco y diez millones de africanos. Por fin llegaron noticias al mundo de aquel estado de cosas (recordemos El corazón de las tinieblas de Conrad) y en 1908 fue anexionado a Bélgica por la ya conocida brutalidad y el genocidio de que habían sido objeto sus habitantes.
Actualmente hay numerosos conflictos abiertos en el territorio del Congo. Se estima que en los últimos diez años han muerto unos cinco millones de personas en un conflicto considerado de baja intensidad y que raramente llega a la prensa occidental. Sus múltiples fronteras con países en conflicto y su enorme extensión hace que el país se desangre en guerras interétnicas que arrojan balances espeluznantes. La riqueza del país en recursos como el coltán y la casiterita, imprescindibles en los productos tecnológicos que utilizamos a diario (ordenadores y móviles), se ha convertido en un regalo envenenado que sirve para suministrar recursos económicos a los señores de la guerra que asesinan, que enrolan a niños en los ejércitos para matar drogados, que violan sistemáticamente a decenas de miles de mujeres que son luego repudiadas por sus maridos o por sus padres e incluso por sus hijos por estar mancilladas y ser acusadas de consentidoras. Se quedan solas, abandonadas, sin un techo, y mortalmente heridas.
Es muy difícil explicar el origen de todos los conflictos y guerras que afligen al Congo, pero sí darnos cuenta de que eso está pasando delante de nosotros actualmente aunque no constituye noticia alguna porque a nadie le conmociona que africanos mueran a decenas de millares cada mes o que sus mujeres sean bárbaramente violadas, o sus niños secuestrados por los distintos señores de la guerra.
Ignoro si somos culpables de lo que está pasando. Indirectamente estamos subvencionando el conflicto con nuestra tecnología, y Occidente ha sido el principal causante de la desgraciada historia del Congo, incluso manteniendo y apoyando una dictadura personal durante décadas de Mobutu Sese Seko porque venía bien a nuestros intereses estratégicos.
La guerra sigue activa en el este del país, en especial en las regiones de Kivu norte y sur, la zona de los grandes lagos. Las víctimas se cuentan por decenas de millares como asesinados o como desplazados que se hacinan en campos de refugiados. Nadie puede vivir tranquilo. Cualquier soldado puede convertirse en un enemigo que viola a las mujeres y a las hijas como modo de herir en el orgullo a la parte más desgraciada.
El premio Nobel Mario Vargas Llosa acaba de publicar un libro que ilumina el conflicto histórico del Congo y que se llama El sueño del celta. Le escuché en una entrevista con Iñaki Gabilondo hace unos días y me estremecieron sus palabras sobre este conflicto olvidado e ignorado, y que no parece tener ninguna vía de solución.
Médicos sin frontera trabaja en las zonas más olvidadas del Congo intentando llevar ayuda médica y psicológica. Si tienes alguna duda en cómo colaborar con esta situación, conoce la acción de MSF.
Médicos sin frontera trabaja en las zonas más olvidadas del Congo intentando llevar ayuda médica y psicológica. Si tienes alguna duda en cómo colaborar con esta situación, conoce la acción de MSF.