Un film hermoso, duro y poético en que cada plano es fruto de un arriesgado ejercicio de composición. La historia de Jean Dominique Bauby –el exitoso director de la revista de moda Elle- da un sesgo inesperado cuando sufre un infarto cerebral que le deja inmovilizado por completo bajo el “síndrome del cautiverio”, aunque su imaginación, inteligencia y memoria no quedan afectadas. Su única comunicación con el exterior es a través de un ojo y su parpadeo. A lo largo de la película vemos la perspectiva fundamentalmente de su ojo y asistimos fascinados a su movimiento y visión. ¿Es posible construir una película desde la perspectiva de un solo ojo? Julian Schnabel lo consigue en un talentoso ejercicio de dirección sin sentimentalismos que ha sido comparado con la película Mar adentro con ventaja para la cinta del director francés. La película de Amenábar, siendo buena, era más convencional y más previsible cinematográficamente hablando.
Los espectadores participamos de la voz interior del protagonista desde su desesperación inicial, a su aceptación de lo irremediable y la renuncia a la autocompasión, así como de su sentido del humor para el que también hay un lugar en la película, y también del erotismo y el placer porque la imaginación del protagonista sigue activa como esa mariposa que da título al film.
La película de Schnabel no cae en lo melodramático. Mantiene cierta distancia con lo que cuenta que nos es mostrado como documento vital implacable, y del mismo modo somos conscientes de la aventura existencial que presupone la vida pendiente de ese párpado del protagonista.
Los espectadores participamos de la voz interior del protagonista desde su desesperación inicial, a su aceptación de lo irremediable y la renuncia a la autocompasión, así como de su sentido del humor para el que también hay un lugar en la película, y también del erotismo y el placer porque la imaginación del protagonista sigue activa como esa mariposa que da título al film.
La película de Schnabel no cae en lo melodramático. Mantiene cierta distancia con lo que cuenta que nos es mostrado como documento vital implacable, y del mismo modo somos conscientes de la aventura existencial que presupone la vida pendiente de ese párpado del protagonista.
Hay algunos seres humanos que puestos en circunstancias límite, sacan de sí lo mejor, lo que nunca hubieran esperado que estuviera dentro de ellos. Bauby, en esas condiciones, logró comunicarse con el exterior y dictar un libro -letra a letra- lleno de fuerza y vida titulado La escafandra y la mariposa.
Salí del cine tocado y emocionado. Me costó escapar de la película y aun habiendo pasado dos días desde que la vi, siguen apareciendo en mi memoria retazos de la misma. Cine lleno de riesgo y de profunda sensibilidad.