Hoy he llegado a clase de tercero de Eso a las doce y media. Sé que es una hora difícil para impartir clase. A veces llego y la profesora de mates me dice con gesto de complicidad que los chicos “están como el día”. Hoy en cambio, me ha dicho que habían estado trabajando durante cuarenta y cinco minutos muy bien. Me armo de paciencia. Sé que han de pasar quince minutos de peleas, gritos, empujones e insultos varios para que la clase puede empezar. Aun así, de vez en cuando los alumnos a propósito de voces que salen de todas partes, van haciendo la ola. Uuuuuuuuuhhhhhhhhhhhhh –gritan todos cuando uno de ellos protesta porque alguno le ha dicho o le ha hecho algo. Les he dado una parrilla de términos de los que han de encontrar sinónimos y antónimos con unos diccionarios de la editorial VOX. No alzo la voz, espero que la tempestad vaya amainando, luego, como aconseja Lu voy haciendo shhhh muy bajito. Les trato con exquisita cortesía. No sale de mi boca ningún calificativo insultante oiga lo que oiga. Sé que estos alumnos son indisciplinados y tienen sus ritmos, pero no toleran ningún término ofensivo, tampoco la ironía. Media hora después consigo un ritmo de trabajo entreverado de comentarios en voz alta. No pueden trabajar en silencio. A medida que pasa la hora, voy respirando tranquilo. El ejercicio es interesante, pero dudo que les esté sirviendo de algo. Lo hacen demasiado rápidamente para que puedan retener la información. Les voy ayudando cuando tienen algún problema. No encuentran las palabras o no saben dónde están los antónimos que aparecen con letra mayúscula. El ejercicio está pensado para una hora. Algunos van más lentos y otros lo acaban diez minutos antes. Pretendo que amplíen su vocabulario, pero lo hacen de forma mecánica, sin reflexionar. En el fondo no les interesa el contenido del ejercicio. Les atrae lo que tiene de mecánico. Es como un juego. Se trata de rellenar huecos. Funciona pero no les ayuda a aumentar su vocabulario. No sienten ninguna curiosidad por ello. Cada uno sabe expresarse a su nivel y logran establecer comunicación entre ellos.
A propósito de esto, a veces me pregunto si el lenguaje es realmente el soporte del pensamiento, lo que es lo mismo que preguntarse si “pensamos” gracias al lenguaje, si un lenguaje elemental sólo puede producir un pensamiento elemental. No lo sé ciertamente. Sé que la cultura no nos hace mejores personas. Se dice que la cultura amplía nuestro universo y nos hace más ricos. No lo sé. Mis alumnos de tercero parecen vivir pletóricos y no sienten ninguna necesidad de ampliar su universo mental. No son malas personas. Sólo has de considerar sus biorritmos, sus horarios, sus necesidades expresivas. El profesor, entonces, asume toda la nueva pedagogía, incluido el constructivismo, y se da cuenta de que lo importante no son necesariamente los conocimientos, sino los valores y las actitudes. Estos chavales están necesitados de reconocimiento, se muestran muy seguros de sí mismos pero no lo están tanto. Los estudios significan más de lo que nos quieren hacer creer. Su comportamiento altamente inestable, ese no poder callar, es signo de inquietudes más hondas. ¿Quién les dará la voz a estos muchachos en la vida? Probablemente la escuela sea la única institución que les vaya a respetar. Cuando salgan de aquí estarán abocados al mercado laboral y allí ya no podrán hacer la ola, ni pasarse con el encargado. Ellos lo saben. Nos respetan hasta cierto punto. Su malestar es más profundo que las normas de disciplina. Necesitan saltárselas y el profesor se convierte en un psicoterapeuta. Su especialidad en lengua y literatura le sirve de bien poco. Sabe que les va a enseñar escasos conceptos. Estos alumnos no pasarían el informe PISA, pero de lo que se trata aquí no es de productividad. Estos chavales están necesitados de respeto y su comportamiento es una provocación para ponerte a prueba. Conoces, pues, las reglas del juego. Antes de entrar en clase, haces acopio de pensamiento oriental. Si te atacan, retrocede; cuando el enemigo duerma, tú estate despierto; cuando el enemigo duerma, ataca. Nunca respondas a una agresión ni a un insulto. Da la mano a quien te ofenda y pídele disculpas por tu falta de tacto si alguna vez te has excedido. Si puedes, hazles reflexionar, pero no te recrimines si no lo logras. Estar ahí en medio, es la prueba de fuego. Sobre todo, si después de una clase, logras todavía decirte que te caen bien, que en el fondo y en la forma los aprecias, aunque hayas podido hacer bien poco.
Ser profesor es una de las profesiones más endiabladamente difíciles que hay. Nunca acabas de aprender, y cuando lo haces, te han cambiado todas las preguntas.
A propósito de esto, a veces me pregunto si el lenguaje es realmente el soporte del pensamiento, lo que es lo mismo que preguntarse si “pensamos” gracias al lenguaje, si un lenguaje elemental sólo puede producir un pensamiento elemental. No lo sé ciertamente. Sé que la cultura no nos hace mejores personas. Se dice que la cultura amplía nuestro universo y nos hace más ricos. No lo sé. Mis alumnos de tercero parecen vivir pletóricos y no sienten ninguna necesidad de ampliar su universo mental. No son malas personas. Sólo has de considerar sus biorritmos, sus horarios, sus necesidades expresivas. El profesor, entonces, asume toda la nueva pedagogía, incluido el constructivismo, y se da cuenta de que lo importante no son necesariamente los conocimientos, sino los valores y las actitudes. Estos chavales están necesitados de reconocimiento, se muestran muy seguros de sí mismos pero no lo están tanto. Los estudios significan más de lo que nos quieren hacer creer. Su comportamiento altamente inestable, ese no poder callar, es signo de inquietudes más hondas. ¿Quién les dará la voz a estos muchachos en la vida? Probablemente la escuela sea la única institución que les vaya a respetar. Cuando salgan de aquí estarán abocados al mercado laboral y allí ya no podrán hacer la ola, ni pasarse con el encargado. Ellos lo saben. Nos respetan hasta cierto punto. Su malestar es más profundo que las normas de disciplina. Necesitan saltárselas y el profesor se convierte en un psicoterapeuta. Su especialidad en lengua y literatura le sirve de bien poco. Sabe que les va a enseñar escasos conceptos. Estos alumnos no pasarían el informe PISA, pero de lo que se trata aquí no es de productividad. Estos chavales están necesitados de respeto y su comportamiento es una provocación para ponerte a prueba. Conoces, pues, las reglas del juego. Antes de entrar en clase, haces acopio de pensamiento oriental. Si te atacan, retrocede; cuando el enemigo duerma, tú estate despierto; cuando el enemigo duerma, ataca. Nunca respondas a una agresión ni a un insulto. Da la mano a quien te ofenda y pídele disculpas por tu falta de tacto si alguna vez te has excedido. Si puedes, hazles reflexionar, pero no te recrimines si no lo logras. Estar ahí en medio, es la prueba de fuego. Sobre todo, si después de una clase, logras todavía decirte que te caen bien, que en el fondo y en la forma los aprecias, aunque hayas podido hacer bien poco.
Ser profesor es una de las profesiones más endiabladamente difíciles que hay. Nunca acabas de aprender, y cuando lo haces, te han cambiado todas las preguntas.
^_^ me encanta tu último párrafo del post... pero así es más interesante, es una profesión muy rica!
ResponderEliminarTú no pierdas las ganas, ni la ilusión!
Y bueno de momento me voy en general, pero tal vez un día vuelva ^_^ espero seguir viendote de vez en cuando por aquí :) y viendo tus nuevos aprendizajes y experiencias en la escuela y en la vida, si a caso se te escapa... ^^
Besines!
Otra acertada reflexión sobre esos jovencitos que nos traen de cabeza. Nosotros los apreciamos y ellos nos quieren y nos llevamos mal: somos como esas parejas que siempre discuten pero nunca fracasan. Ejercemos de padres, madres, psicólogos, confesores... De todo, y lo que menos, de profesores. No hay que equivocarse, pues ellos saben que fuera nadie les va a perdonar. Por eso aprovechan nuestra indefensión; por eso, cuando salen, se convierten en pequeños burgueses acomodados o se estrellan en la noche etílica.
ResponderEliminarYa sabemos que no les gustan los profesores que no hablan, o los que meten miedo, porque precisamente lo que necesitan es confianza y alguien que les escuche. Y ahí estás tú.
Te aplaudo porque ejerces una profesión que yo jamás ejercería ni aunque me volviera a reencarnar porque no tengo la paciencia que demuestras tener.
ResponderEliminarHe dado clases a adultos con motivo de mi profesión y cargo y nunca me ha gustado ni tolerado los malos modos ni la falta de respeto en las clases y eso, hoy, se da con mucha frecuencia. Más de la deseada y considerada normal.
De ahí mi admiración a ti y a los que como tú ejercéis esta profesión tan hermosa y necesaria.
Por eso jamás ejercería
Toda una lección de cómo calmar(se)a los alumnos, sin estridencias. Hace poco monté un taller de teatro para jovenes en un centro de justicia y me funcionaron cosas parecidas a las que dices hoy en tu entrada. En el fondo se trata de la mirada que tengas hacia el otro y eso, cómo en el teatro, se capta.
ResponderEliminarLo que hacéis muchos profes de instituto cada día es admirable.
Estoy lejos de los jóvenes de la edad de tus alumnos, pero mis hijos van a infantil y a primaria, por lo que sí tengo la visión previa. Y lo que veo es que se agrede tanto a esos niños pequeños que cómo no van a estar resabiados a los catorce y sin fiarse de nadie.
ResponderEliminarCon frecuencia me veo forzado a la desagradable conducta de rechazar invitaciones de cumpleaños de los compañeros de mis hijos: no hacerlo sería permitir que fueran a lugares donde los encierran en jaulas llenas de bolas y además los incitan a arrojarse las bolas a la manera de los monos; mientras, los padres toman cuba-libre en unas mesas cercanas a las jaulas. Esto no es una ilusión, esto no es una metáfora, esto es real, creo que se paga a tanto la hora o a tanto el minuto, no lo sé, por mantener a los niños dentro de la jaula. Ahora entran confiados, creen que los meten allí para que se diviertan, pero más tarde comprenderán ¿Tú piensas que después se van a fiar de ti?
No sigo, pero en resumen, me da que todos esos problemas los generan los padres de los niños, no los propios niños.
Saludos cordiales.
Vaya, Joselu, ya te dije que me estaba preparando las oposiciones de secundaria de tu misma especialidad.
ResponderEliminarSiempre me ha encantado la docencia (aprender tanto como enseñar) pero creo que, visto el panorama que describes, no sé si yo sería capaz de armarme de tanta filosofía oriental y aguantar lo inaguantable.
Si hay algo que no tolero es los malos madales, las malas contestaciones, la falta de disciplina, la falta de respeto...¿Qué haré cuando me vea en algo así?¿Cómo reaccionaré ante esta jauría? ¿Y si lo hago mal? ¿Y si entro en su juego de insultos por puro nerviosismo?
Hace muchos años, cuando yo estudiaba en el instituto ( en el antiguo BUP) recuerdo que una profesora de matemáticas pasaba por los pasillos en un cambio de clase. A su paso, los alumnos de varias clases la iban insultando y tirando tizas y bolas de papel...Fue realmente terrible verla caminar aligerando el paso y conteniendo las lágrimas.
es una de las profesiones en las que más se da, se entrega. y en la que como personas debemos procurar ser los "más buenos". los alumnso saben en el fonde diferenciar y saben que no está bien que tú grites, sueltes tacos o te dejes llevar por los nervios.
ResponderEliminara veces les educamos, simplemente estando ahí, con nuestra presencia. yo este año he procurado mirar y sonreír más que hablar. no sé si se ha quedado en mero intento.
A veces, te descuidas, y no sólo te cambian las preguntas, sino el sistema educativo en su conjunto, o el programa o el funcionamiento del Centro. Es desalentador que se vayan a los centros concertados-privados tantos recursos, y que la pública se quede como una "reserva" donde mantener entretenidos a los futuros miembros del ejército proletario.
ResponderEliminarCon todo, a veces hay ocasiones llenas de luz. El otro día, harto de soportar que finjan leer en la clase de lectura obligatoria (1/2 hora), decidí leerles yo. Escogí El señor Ibrahim y las flores del Islam. Un éxito total. Cuando paré, los abucheos por haberlo hecho parecían los propios de una protesta al árbitro que no pita un penalty. 5 se acercaron ami mesa interesándose por el título. 1 por si Brigitte Bardot existió o era de ficción... En fin, supongo que la lectura acabará tan bien como ha comenzado.
Gracias por vuestros comentarios. Cada uno ve un ángulo del poliedro de la cuestión.
ResponderEliminarAyalga, te estaremos esperando. Los blogger de raza no podemos prescindir de la blogosfera y tarde o temprano volvemos a ella. Es una fuente de emociones y de encuentros.
Antonio, ves las cosas desde dentro. Entre los que hoy han comentado, eres uno de los pocos docentes en activo y se te nota esa nota personal que sabe en carne propia de lo que estoy hablando. Ello añadido a una mirada humanista y generosa que te es propia.
Sera Sánchez, bienvenido al blog. Ya nos hemos presentado y nos hemos visitado. Veo que tienes experiencia con chavales de justicia juvenil, lo que tiene que ser un tema más límite sobre lo que he estado escribiendo.
Fmesmenota, sin duda el problema, los problemas vienen de casa. Si indagamos en la vida familiar de estos alumnos nos solemos encontrar panoramas desoladores. No es de extrañar que estos chavales vean el instituto como un lugar de socialización, pero también de liberación de sus problemas. En cuanto a los parques de bolas, tan extendidos, nunca se me hubiera ocurrido verlos desde ese punto de vista. Me has hecho pensar.
Cris, si quieres ser docente, has de acostumbrarte a los malos modos. Son comunes entre los adolescentes igual que los gritos, las obscenidades y palabrotas. Si algo ponemos los profesores es un mundo diferente. No gritar, hablar con cortesía, no insultar... En la medida que haces esto, puedes ganarte su respeto. Si no, eres uno más y lo has perdido todo. No es fácil. A mí me ha costado mucho aceptar este estado de cosas. No es difícil perder los nervios. La moral del profesor ha de estar siempre alta. Si flaquea, lo puede pasar muy mal. Entiendo que la depresión sea un síndrome muy extendido entre los docentes. Lo padezco en mi propia carne.
Zinquirilla, continuamos nuestra conversación del otro día en tu blog. De hecho, esta ha sido como una continuación del diálogo que inicié contigo. Entiendo esos momentos bajos, entiendo que se pueda uno deprimir en contacto con estos adolescentes tan complicados. Pero la profesionalidad, al fin y al cabo, debe imponerse. Es nuestro único agarradero. A un médico no le gustan las enfermedades, pero cada día ha de enfrentarse a ellas. Lo nuestro son los malos modos, la desidia, la pereza... Es terrible, sí, pero...
Juan Poz, qué bueno verle por aquí sabiendo lo ocupado que está. Me ha dado una idea genial sobre cómo empezar mi clase el próximo día cone estos chavales. Es un libro admirable. Si usted con sus alumnos ha obtenido ese resultado, creo que con los míos podría también intentarlo. Un momento de luz entre muchos de tinieblas, al menos así lo veo yo.
Mi más profunda admiración por tu profesión.
ResponderEliminarUn saludo
Joselu, te comprendo perfectamente porque yo tengo todas las últimas horas con los estudiantes y,uuuuff, a esas horas parece imposible. Poco a poco, el aprendizaje es grande aunque hay días en que parece imposible estar allí, entre tanta fiera sin domesticar. Un abrazo, amigo, y a seguir aprendiendo: no nos queda otra.
ResponderEliminarLa vida les pone en su sitio. Es cierto.
ResponderEliminarHe visto alumnos indisciplinados trabajar de voluntarios en la Cruz Roja, de camilleros en el hospital, de camareros en el bar de la esquina de mi casa. He hablado con ellos y les he recordado momentos difíciles... Entonces, sonríen (no se ríen) y agachan la cabeza con cierto pudor.
Como diría Bolañó, quien enseña es la universidad de la vida.
Antes que alumnos, son adolescentes. La fanfarria hormonal es un estruendo que les impide pensar y escuchar. Es cierto, son crudo presente y nosotros les proponemos proyecciones, hacia el pasado hacia el futuro. Les resulta extravagante que alguien les siembre dudas sobre la realidad que creen vivir, como extravagante les debió resultar a los atenienses escuchar que estaban amarrados a una caverna viendo sombras de la realidad. Salvando las distancias, me temo que la educación (el camino de la liberación) ha sido siempre así. Aceptémoslo, nuestro designio es derivar y convertirnos en seres pintorescos a sus ojos.
ResponderEliminarMe parece muy sabia tu actitud zen frente a la grosería adolescente.
Sigamos reformulándonos todas las preguntas. ¿Qué hacer, si no...?
Un saludo
¡Uf!, no me canso, no me canso, no me canso de repetir el mérito de tu profesión. Yo no podría, no tendría paciencia, me desinflaría en el primer trimestre, ¡qué digo!, en el primer mes.
ResponderEliminarRecuerdo mi época del colegio, era una pésima estudiante, ahora me arrepiento, y mucho. Deberíamos tener dos vidas, la segunda para enmendar nuestros errores y para hacer vuestro trabajo menos arduo.
Porfa, que dicen los chavales, no caigas en el desánimo.
Besos.
Hola joselú, conoci tu blog a través del blog de sera sanchez del cual soy leedora habitual y despues de un paseo , empecé a leerlo en profundidad. Me encandilé de tus reflexiones y de tu manera de escribir, mezclando reflexiones profesionales y de vida, huyendo de topicos y viendo la parte que si tiene amable de la vida.
ResponderEliminarFelicidades, seguiré explorando por aqui.
Creo que de nuevo has dado en el clavo de lo que supone esta profesión. Es un juego en el que si no conoces las reglas o no eres capaz de aceptarlas, estás perdido. Y hace mucho que ya no jugamos a los contenidos los contenidos. Ahora se trata de personas que buscan ser personas. Por eso el profesor ya no puede ser un francotirador. El combate hoy día es cara a cara.
ResponderEliminarRespecto al vocabulario; todo sirve aunque no se vea, hay que ir sembrando y a veces aprenden palabras sin querer. Pero debemos trabajar varias veces con las mismas palabras para que las retengan mejor: después de buscar sinónimos y antónimos ahora que hagan algo con esas palabras en otra sesión, sea un juego, un relato o tareas que les permitan usarlas
ResponderEliminarMuy interesante. En clase chocan dos mundos diametralmente opuestos. Siempre lo han hecho. El mundo gastado y "viejuno" del profesor. Si todavía es joven, ya llegará. Y la fuerza casi indómita de los adolescentes. Para bien y para mal. Espacio para los choques es lo único que pido.
ResponderEliminarEstoy con Juan Poz. Estamos entreteniendo a los futuros albañiles, fontaneros, electricistas etc.(profesiones muy respetables). Pero recalco la palabra entreteniendo.
ResponderEliminarEso sí, si alguna vez en el futuro me tienen que operar de algo, aunque sea leve, y veo a alguno de mis alumnos entrar con una bata blanca o verde, pediré que me dejen morir tranquilo en mi casa :)
Estoy de acuerdo con Joselu en su manera de hacerse respetar. Creo que funciona. Sólo me hice con mi peor grupo cuando dejé de gritar. Tienes que negociar con ellos, ceder en tus exigencias para que te den un mínimo de atención, cada día hay que leer cómo vienen para variar la tàctica y poder renovar el acuerdo.
Al final, con estos grupos haces uno o dos ejercicios fàciles al día si tienes suerte, pero te parecen un tesoro si te paras a pensar con quién te estàs jugando los cuartos A veces incluso te sientes feliz y satisfecho, pero sabes que al día siguiente Polonia serà invadida de nuevo, o que le volveràn a pegar un tiro al archiduque Franz Ferdinand: La imprevisible guerra empieza de nuevo.
Que cierto es lo que afirmas amigo!
ResponderEliminarPero cuantas satisfacciones nos da la tarea cumplida y la vocación conformada.
Un abrazo
"Nunca acabas de aprender, y cuando lo haces, te han cambiado todas las preguntas".
ResponderEliminar¿Y a quién con un mínimo interés en cualquier disciplina no se las cambian?
Quizás mejor eso que enfrentarse a la rutina.
Ánimo porque tu puedes Joselu.
Admiro tu paciencia, tus ganas y cómo puedes contenerte para no usar la violencia verbal o física contra esos pequeños mamarrachos (sinceramente, creo que a cualquier persona le saldría el pequeño dictador que todos llevamos dentro ante esos pequeños salvajes).
ResponderEliminarMe encanta encontrarte por los pasillos y saludarte. Nadie de mi entorno salvo tú conoce este secreto. Jijiji (:
Gracias por la reflexion, gracias. Soy docente en la secundaria tambien, y estoy en tu bando... en el bando del "zen" como arma con adolecentes, nunca el grito ni la expulsion a las primeras de cambio... Y ahi estamos, trabajando. Me ha gustado lo de que a los medicos no les gustan las enfermedades y las afrontan... Y recalcar, habria que ponerlo en los frontispicios de todos los IES, que la ironía no sirve con los adolescentes.
ResponderEliminarHola, yo tambien soy profesor de secundaría en una localidad del estado de México. Se lo que es difícil de impartir clase a unos adolescentes, hay veces que siento que esto de ser profesor no es para mi, pero sin embargo cuando los alumnos le reconocen a uno el esfuerzo y los conocimientos que reciben de uno, es lo mas gratificante y eso me hace seguir adelante.
ResponderEliminarHasta luego, espero seguir leyendo tu blog.
Saludos desde México.
Hola, yo no soy profesora, soy psicóloga. Sin embargo, llevo muchos años ejerciciendo como profesora aún antes de acabar psicología. A mí me gusta mucho dar clase, aunque mis clases son más especiales porque son de tú a tú, sólo tengo a un alumno por clase, ya que son clases particulares. He de reconocer que lo más importante a la hora de dar clase es armarse de paciencia, ya que tienes que tener en cuenta el hecho de que habrá muchos días en que el alumno no tenga ganas "ni de verse" y menos de verte. Lo que yo noto todos los días es que los alumnos carecen de una total motivación, no piensan en el futuro y prefieren los beneficios a corto plazo. No tienen una disciplina asimilada, con lo cual no ven los beneficios a largo plazo y piensan que no les vale la pena esforzarse para ser alguien en la vida.
ResponderEliminarAdemás, en muchas ocasiones no les importa escribir de forma incorrecta con innumerables faltas de ortografía, no se fijan en cómo se hacen las cosas y no se molestan en aprender, siempre buscan aprobar con ayuda de la ley del mínimo esfuerzo.
Además de todo esto, no podemos olvidarnos de algunos profesores pésimos que hay por ahí, que, como ya han aprobado la oposición, poco a poco dejan de perder las ganas de enseñar y la paciencia y no saben sortear a los alumnos con delicadeza y picardía, algunos les dicen que no serán nada en la vida y otros apartan a los más problemáticos de los "inteligentes".
Que el sistema educativo funcione no depende sólo de los profesores, sino de todo el conjunto de la sociedad. Sobre todo son importantes los padres, que hoy en día ya no educan a sus hijos de la mejor manera porque están obligados a trabajar todo el día.
En fin, sólo quiero añadir que tengo tan sólo 25 años y mi educación ha sido un éxito gracias a mis padres y al antiguo sistema educativo, siempre he tenido claro a dónde quería llegar y que para conseguirlo tenía que poner todo mi empeño. Desgraciadamente, cada día que pasa se pierden los valores importantes de la vida.