Yo, Juan Carlos I,
rey de España, hoy fecha dieciocho
de abril de dos mil doce, declaro solemnemente ante mi diario más íntimo, al que
no tendrán acceso ningún medio de comunicación y solo la historia sabrá de él,
que hoy me he disculpado por haber ido de cacería de elefantes a África. Lo he hecho porque no me
quedaba ninguna otra opción, dada la campaña masiva de desprestigio de la
institución que ostento. Desde derecha hasta izquierda, nacionalistas de todo
pelaje, opinión pública y medios de comunicación han visto como inadmisible que
yo, el Rey, me vaya de safari a África. Pero yo reflexiono honestamente
y expongo ante la intimidad de mi diario personal:
Llevo treinta y siete años, que se dice pronto, aguantando
la corona de un pueblo desagradecido y caótico que no ha apreciado que este
periodo ha sido el más estable de toda su historia. ¿A quién le gustaría llevar
la corona española? Yo me eduqué para ello, desde pequeño. A los diez años, mi
padre, el conde de Barcelona, y Franco pactaron que yo me trasladaría a
España para cursar estudios y prepararme para ser el sucesor de mi abuelo. Tuve
la inmensa mala fortuna de matar a mi hermano Alfonso en un luctuoso accidente.
Yo no he podido elegir. Siempre he tenido mi vida dirigida identificándome con
el destino de España. Hube de
educarme en el régimen de Franco y a
la vez siendo fiel a mi padre que me aconsejaba desde la distancia para que yo
fuera el instrumento que llevara de nuevo a España a la democracia para lo cual
hube de soportar la dictadura y la omnipotente figura de Franco que nos despreciaba, a mí y a mi padre, como una dinastía
débil.
He tratado de identificarme con España, toda mi vida no he hecho otra cosa. ¿Saben lo que es que
una vida humana lleve tal sello de identidad? ¿La marca de la historia?
Gozosamente renunciaría a ello. No es un privilegio ser el rey de los
españoles. Estoy harto. Llevo treinta y siete años intentando representar
dignamente a este país. ¿Qué tiene de malo que un rey tenga determinadas
escapadas? ¿De qué vale ser rey si uno no puede tener algún lío de faldas?
¿Quién aguantaría la corona de un país cainita y desnortado como éste si uno no
pudiera de vez en cuando irse de safari a África?
Aguanto la representación día a día de la dignidad menos reconocida. Mi vida
está milimetrada. Represento una estabilidad que no veo presente en la
conciencia de este pueblo que ya no sé si considerar el mío. Entiendo a Amadeo de Saboya, que fue rey de este
país y dejó la corona, harto de un país incontrolable, tras dos años de
reinado. No puedo más. Sé que he de disculparme, pero a la vez veo un país con
terribles perspectivas, un país que tiende a la disgregación, que solo goza en
su autodestrucción. ¿Qué esperan los que ahora gozosamente me critican, me
vapulean, y se mofan de mi afición a los safaris? ¿Que me humille? ¿Qué
abdique? ¿Que abandone este país y lo deje a su deriva siempre tendente a la
guerra civil? ¿Cuánto aguantaría España
sin una monarquía moderadora que pusiera algo de estabilidad en este caos
interterritorial? ¿Serían capaces los españoles de edificar unos cimientos
estables que les permitieran la convivencia en paz y sin fragmentarse? Yo no
lucho solo por mí y por mi familia. No. Lucho por el devenir histórico de este
país que no sabe o no puede gobernarse sin alcanzar el caos y el conflicto.
Nadie podrá negar que este tiempo en que la Reina y yo hemos reinado, ha sido el único pacífico y estable de la
desgraciada historia de España. Para
eso me educaron. Para eso he aguantado todo este tiempo. ¿Por un elefante más o
menos he de ser puesto en cuestión y llevado ante el paredón de las befas y
cuchufletas de los tuiteros, feisbukeros y medios de comunicación?
¿Qué sería de un rey que vive, como yo, en una jaula de oro, pero jaula, si no
pudiera alguna vez gritar gozosamente en las sabanas africanas y disparar mi rifle contra
la bella testuz de un elefante que barrita? Otros se dan al alcohol, otros
tienen terribles aficiones inconfesables. ¿He de ser perfecto? ¿He de
representar hasta la hez esta patraña de la monarquía para evitar que los
españoles vayan a la ruina siguiendo su destino histórico?
Mala suerte he tenido con mis yernos. Espero que Letizia no nos salga rana. En el fondo
la compadezco. Dejar su vida de profesional destacada para integrarse en una
familia cada vez peor avenida y progresivamente disgregada como la mía, ha
tenido que ser difícil. Ha de saber que es difícil que ella reine. Este país es
demasiado complicado, y nunca será querida de verdad. La monarquía tiene los
pies de barro aunque yo he hecho todo lo posible por sacarla a flote e intentar
dar un sosiego a este país en su torturada historia.