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martes, 2 de diciembre de 2008

Un rincón para la poesía

Ya hace un tiempo hablé de esos momentos entrañables que paso con mi hija pequeña leyendo cuentos por la noche, antes de dormir, los dos tumbados en la cama. Son unos veinte minutos que no cambio por nada. Espero poderlo hacer mucho tiempo más. Tiene, como sabéis, nueve años. Últimamente hemos añadido algo nuevo a nuestro espacio literario: hemos empezado a leer poesía. El diario El País ha comenzado una colección de antologías poéticas que se venden los miércoles. Hasta ahora han salido Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez (como oferta de promoción) y Federico García Lorca. Los próximos son César Vallejo, Rafael Albertí y Pedro Salinas. Para nuestro placer,  cada noche escogemos un poeta y leemos algunos de sus poemas, preferiblemente en versos cortos. Lo leemos un par de veces, una vez yo y otra vez ella. A la noche siguiente volvemos a repetir los poemas de modo que la musicalidad y el ritmo se nos queden prendidos. Anteayer leímos La baladilla de los tres ríos y La aurora de Lorca. De paso me pidió que le contara la historia de Lorca, una historia interesante y dramática. No le oculté nada esencial. Conversamos sobre los chicos a los que les gustan los chicos, hablamos de su amor por Dalí, de la traición de éste (junto a Buñuel)  y la película El perro andaluz, de su viaje a Nueva York y Cuba, hablamos de la Barraca, de su teatro, de su detención y asesinato. Su muerte y la de muchos españoles en ese ominoso conflicto que fue la guerra Civil. Lo más hermoso es volver sobre los poemas. Ayer me pidió leer de nuevo La aurora, ese poema esencial y trágico de Poeta en Nueva York. Releerlo es entrar en sus imágenes surreales pero explícitas y advertir su profundo instinto poético. Me dijo que era muy triste, pero le gustó.

 Otro día leímos a Antonio Machado. Hace tres años estuvimos en su tumba en Collioure. Queremos volver y leer alguno de sus poemas en ese pequeño cementerio costero. También hablamos de su vida, de Leonor, de su tuberculosis, de él como profesor de francés, de las imágenes que tenía tras la muerte de su esposa…, de su camino al exilio, de su muerte.

 Creo que no hay tema que no pueda ser abordado con un niño de nueve años, siempre y cuando los acompañemos y nuestra voz se trence con la suya en la intimidad de esos encuentros mágicos y nocturnos. Se puede hablar de la injusticia del mundo, de poesía, de amor homosexual, de la muerte, de Dios, del tiempo, de la infancia… Todo ello a su nivel, cultivando la sensibilidad y preparándolos para que sean curiosos y generosos.

 Hace dos años pasé un trimestre iniciando mis clases de lengua en la ESO (tercero y cuarto) leyendo durante diez minutos poemas de los principales poetas en lengua castellana. El silencio era total. Les gustaba oír poesía, luego les explicaba algo del poeta y a veces ellos hacían preguntas. Pero tuve que dejar de hacerlo. ¿Sabéis por qué? Tras diez minutos (a veces un cuarto de hora) de escuchar poesía ¿quién se iba a dedicar a hablar de la morfología del  sintagma nominal o a hacer ejercicios léxicos? Estaban sumergidos en un estado de ensueño que no predisponía sino a la contemplación. Pedían más. Algún año dedicaré un buen espacio de tiempo a la lectura y a la creación poética. Es el siguiente paso, aunque tenga que dejar a un lado la sintaxis teórica y hacerla más corpórea y esencial.

 La poesía es necesaria, más en un mundo fuertemente dominado por las imágenes y los cambios vertiginosos. La palabra poética despierta en nosotros otras resonancias y significados. No es un lenguaje elitista para unos pocos. Es alimento para el ser, que hay que desentrañar y dejarse impregnar por él. Con lentitud. "La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta". Lo dijo Heráclito. La poesía nos acerca a la que debería ser nuestra vocación, la artística, si no como creadores, al menos como oyentes fascinados, recreando esos poemas y haciéndolos vivir en nuestro interior. Ser niños o adultos fascinados, como en África, escuchando las fábulas, canciones o leyendas, recitadas o entonadas por un griot tañendo la kora

Imagen: óleo del pintor iraní Iman Maleki traído a este blog por Conchi

sábado, 29 de noviembre de 2008

Una libreta y un lápiz

Con motivo de mi visita a la exposición fotográfica Ser niño en Burundi, organizada por la UNICEF y la Generalitat de Catalunya, he tenido ocasión de investigar algunos datos sobre ese país, situado en la zona de los Grandes lagos, que limita con Rwanda, Tanzania y la República Democrática del Congo. Sus habitantes son fundamentalmente hutus (85%), tutsis (14%) y batwas (descendientes de los pigmeos) 1%. Burundi es uno de los diez países más pobres del mundo y ha padecido una guerra civil entre 1993 y 1999 entre hutus y tutsis que ha dejado más de 250.000 muertos y centenares de miles de refugiados. Es un país pequeño, parecido a Cataluña en cuanto a extensión. Su población es de 8.390.000 habitantes. Su esperanza de vida es de 51 años. Su tasa de alfabetización el del 51,6. Sus idiomas son el kirundi, el swahili y el francés. La mayoría de la población es católica, aunque recientemente ha entrado el islam que se está extendiendo. La tasa de incidencia del VIH es del 6%. El 50 % de la población tiene menos de quince años. 

 Estos son datos que nos ayudan a hacernos una idea. África existe, y Bujumbura es la capital de Burundi. Me quiero centrar en el tema de la escuela en Burundi como espacio de oportunidades y de convivencia.  No es obligatoria pero sí gratuita desde hace un par de años. Muchos niños, sin embargo, se quedan trabajando en los campos porque no se pueden permitir la asistencia a clase. Los que van a las escuelas a veces tienen que andar una hora o más para llegar. Bastantes niñas después de la jornada escolar tienen que caminar un buen trecho y encargarse de recoger la leña, trabajar el campo y hacer la comida de la casa. 

 Las escuelas son habitáculos pobres donde hay una gran pizarra negra muy desgastada, frente a la que se sientan ochenta o noventa alumnos. No hay asientos y han de sentarse sobre la tierra. Hay muy pocos profesores y existen muy escasos libros. Algunas organizaciones de ayuda a la infancia como UNICEF colaboran para que las escuelas tengan algo de material escolar. Un libro, una libreta, un lápiz son objetos preciosos que son cuidados con esmero.

 La educación es el portal para poder mejorar de vida. Los que asisten lo hacen conscientes de la oportunidad y el privilegio que tienen. A los niños africanos les gusta ir a la escuela. Se sientan en el suelo o en piedras que han llevado con ellos . Siguen atentamente y con extrema concentración las explicaciones del profesor. La escuela también es el espacio donde las etnias enemigas (hutus y tutsis) pueden encontrarse y restañar heridas. También, aunque minoritarios, están los batwas que son los descendientes de cazadores o recolectores de frutos y que son el eslabón más precario de la cadena. Sus familias fueron expulsadas de los grandes parques creados como Virunga o Kahuzi-Biega, Bwindi y Mgahinga. Perdieron su modo tradicional de vida, junto con sus tierras, y son despreciados por las otras etnias. Algunos viven de la mendicidad. Pero en la escuela están empezando a integrarse, gracias a la presión de asociaciones internacionales, y a aprender a leer o a jugar al fútbol con sus compañeros. Una pelota hecha con trapos es suficiente para que estos niños jueguen y sonrían.

 A veces los alumnos no pueden ir a la escuela y tienen que ir a trabajar doce horas recogiendo ladrillos para ayudar a su familia. Una jornada laboral supone una paga de 200 francos burundeses o lo que es lo mismo, 15 céntimos de euro.

 Sus voces son preciosas. La música está en el alma de los africanos. Es costumbre muy arraigada tocar los tambores con unos palotes que llenan de ritmo las noches de Burundi. También les encanta escuchar historias para las que siempre tienen tiempo. Las cuentan los ancianos o las mujeres de la tribu. El mundo es mágico ante los ojos de estos niños. 

 Allí los niños no se sienten aburridos y la adolescencia no es ese periodo llamado aquí la edad del pavo en que durante años se está desnortado, apático o hastiado.  Todo es mucho más urgente y esencial. Un niño sabe que ha de ser útil a su familia y a su etnia. Hay una seriedad y concentración en su semblante que impresiona. No existen las plays ni las nintendos, ni canal Disney pero la vida tiene el sabor de lo incierto y lo único. La escuela es una conquista y un espacio de oportunidades. Ser maestro supone una gran dignidad, más viendo esos rostros totalmente entregados y respetuosos con su saber, aunque su salario  sea muy bajo. 

 Lo más hermoso, la sonrisa en medio de las mayores calamidades y tragedias. También su resistencia frente a la adversidad. Hay quienes piensan que desarrollo y crecimiento económico no están necesariamente ligados. Países pobres pueden tener un alto nivel de riqueza emocional, creativa  y de participación, mientras que países ricos pueden tener graves carencias.  El desarrollo puede ser infinito pero el crecimiento no. 

 "A partir de cierto umbral, el crecimiento económico genera un deterioro de la calidad de vida" (Manfred Max Neef, premio Nobel Alternativo de Economía). 

Pensaré en ello. 

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Lucecitas de Navidad


La crisis hace tambalearse al mundo y afecta a los sistemas financieros y a las bolsas, los mercados inmobiliarios se hunden, el precio del crudo cae en picado, la venta y producción de automóviles se estanca , decenas de miles trabajadores se van al paro, disminuye el consumo. Todo esto provoca la tan temida recesión o crecimiento negativo… Esto es lo que nos inunda desde hace meses y nadie sabe cómo va a seguir o acabar esta crisis estructural del capitalismo provocada por el aventurerismo y la avaricia de especuladores neoliberales sin escrúpulos. 

 Sin embargo, cuando se habla de cómo y cuándo saldremos de la crisis me pregunto si es posible mantener el estilo de crecimiento anterior a la misma. Se habla de reactivar la construcción, o lo que es lo mismo que la venta de pisos y segundas residencias.  Una noticia que venía en la prensa el lunes 24 de noviembre es que el cemento se traga cada día 140.000 metros cuadrados de costa, lo que significa que el ladrillo ya ha consumido un 27,5 del litoral mediterráneo. La costa española libre es apenas inexistente. Todo es un muro de cemento. ¿Ha de reactivarse esta explotación y destrucción de nuestros recursos naturales y paisajísticos para salir de la recesión? Ello sin contar con el apartado de corrupción municipal que se ha extendido por toda España. 

 ¿De nuevo hay que fomentar la venta de automóviles, muchos todoterreno, que contaminan y hacen que todo el país dependa de la industria automovilística? Los trabajadores de Nissam van a la calle porque no se venden tantos todoterrenos, entre otras cuestiones.

 Hay que estimular el consumo –se nos dice-. Esto supone que hemos de continuar siendo consumidores ávidos de productos que han de llenar nuestras vidas. La publicidad se encargará de hacernos desear continuamente más y más cosas. Nuestro consumo es patriótico, y no es aconsejable ahorrar como están intentando hacer las familias para encarar la crisis. Hay que vivir del crédito, mantener una economía en el aire para que circule el capital. Hay que producir mucho –lo que consume mucha energía- y vender mucho, lo que hace circular el capital y su redistribución. Si se reduce el consumo, el estado recauda menos IVA, lo que pone en peligro las inversiones públicas... Todo parece ser una cadena ineluctable. 

Las Navidades  se acercan pero sabemos que su verdadera esencia es el consumo que revela nuestro optimismo vital. Hay que vender para salir de la crisis. Lo más terrible es el estancamiento.

 Estas son reflexiones de un lego en economía, pero que es consciente de que nuestro planeta no puede resistir un nivel de consumo como el que estamos manteniendo: emisiones de CO2 que provocan el cambio climático motivadas por el consumo de energía creciente, y como factores relacionados tenemos la desertización, la destrucción de las selvas tropicales a un ritmo frenético y de los fondos marinos,  la extinción de centenares de especies de animales -el elemento más frágil de la cadena-, el desplazamiento masivo de poblaciones en busca de posibilidades de subsistencia en el mundo desarrollado (el Banco Mundial y el sistema económico establecido ahoga y condena a la miseria a los países pobres), las guerras en la periferia, la crisis del agua potable disponible en buena parte del mundo…

 ¿Es posible otro tipo de crecimiento? El otro día Frikosal se interrogaba sobre la viabilidad del crecimiento cero. Yo era pesimista. Nuestro sistema no puede funcionar con ese tipo de crecimiento. Necesita consumir el planeta para poder mantener el nivel de vida de una parte de la humanidad. Pero si seguimos consumiendo al nivel actual y emitiendo dióxido de carbono a la atmósfera, esto se va al garete. Si todos los países consumieran como Estados Unidos, necesitaríamos varios planetas para saciar las necesidades de consumo.

 Necesitamos reflexionar sobre esta crisis que nos plantea interrogantes difíciles de resolver. ¿Cómo estará el planeta en treinta años? El petróleo en ese tiempo se habrá agotado y no tenemos recambio de momento. ¿Es posible otro tipo de crecimiento? ¿Esta crisis es más profunda que solamente económica? ¿No es una crisis humana y existencial que pone en cuestión nuestro modo de vida? ¿Es posible otro modo de vida en que vivamos sin tanta avidez? Mucho me temo, y esta es la tesis de este post escrito por un profesor de secundaria, que habremos de cambiar mucho, pero no sé si estamos dispuestos a hacerlo. Necesitamos nuevas ideas y una predisposición a cambiar el modelo de desarrollo haciéndolo mucho más austero. Hay que compartir, hay que acostumbrarse a perder style of life. El mundo es plural y complejo. Hay que habituarse a oír otras voces que la del consumo, aunque nos digan que éste es necesario para engrasar el sistema. 

No sé si atreverme a pedir el apagón de las lucecitas de Navidad.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Gorilas en la niebla

El pasado jueves bajé a Barcelona a ver en el CCCB la exposición gratuita  World Press Photo 08 con una selección de las mejores fotografías tomadas en el mundo por fotoperiodistas. Había muchas y muy buenas ambientadas en los cinco continentes, pero quiero traer a colación algunas que me produjeron una gran impresión dentro de los conflictos actuales del mundo. Ambas son relativas a África: una de ellas es la que aparece arriba (Brent Stirton)  Es la foto de un gorila de montaña muerto en el parque de Virunga (República Democrática del Congo). Los guerrilleros del general Nkunda lo han matado, quizás por diversión, junto a varios ejemplares más. Esta acción se inscribe dentro de la guerra llamada de baja intensidad entre las milicias tutsis, aliadas de Ruanda y las fuerzas militares en desbandada de la RDC. Los diecisiete mil cascos azules de la ONU están resultando totalmente inútiles y no son capaces de defender a la población civil de los desmanes de los rebeldes y del ejército congoleño. Más de doscientas cincuenta mil personas han huido y se hacinan en campos de refugiados improvisados. Las mujeres son violadas y los niños, que no consiguen refugiarse en la selva a tiempo, son asesinados, sea por las milicias tutsis o por el ejército congoleño, o por los mai mai o por la guerrilla hutu.

 La foto del gorila muerto me inquietó. Quedaban unos setecientos gorilas de montaña en el parque Virunga. Su supervivencia, en zona de guerra, cada vez es más precaria. Estos animales tímidos y pacíficos, de aspecto imponente, están indefensos y mueren por defender a sus crías. Mi hija Lucía, de nueve años, hizo en el colegio un trabajo oral sobre los gorilas. Fuimos al zoo de Barcelona a observarlos durante varios días. La foto le ha impresionado y me ayuda a escribir este post. No entiende por qué los han matado ¿para divertirse?. Sabe que también habrán aprovechado para llevarse sus crías y venderlas a algún zoo. Piensa que hay hombres muy malos. Los gorilas no les han hecho nada para que los maten, es muy triste, desaparecerán los gorilas del mundo. Quedan menos de setecientos gorilas de montaña en el mundo. Son muy pocos. Ella piensa que los gorilas han de vivir en libertad porque sabe que los gorilas en los zoos no saben buscarse luego la comida, no son libres. Tienen un espacio muy pequeño para vivir y la gente los mira como diciendo “Te han cazado. Te lo tienes merecido por ser agresivo”, pero en realidad son muy buenos y no son agresivos si no les provocas.

 
Estas eran palabras de Lucía. Es coautora del post. Me gusta compartir sentimientos con ella. Es muy sensible y siente las cosas que pasan en el mundo. Otra fotografía que me impresionó fue la del general Nkunda, el guerrillero tutsi que está avanzando hacia Goma (Kivu norte) y provocando la huida de miles de personas y el asesinato de muchas. No tengo la foto de la exposición  pero puedo explicar que es un militar joven, de aspecto prepotente y chulesco, que se mueve en lujosos automóviles. En la foto se le veía con sombrero de cowboy flanqueado por dos soldados con fusiles de asalto. Occidente se lava las manos y se aprovecha de las inmensas riquezas del suelo congoleño: coltán, casiterita, diamantes..., que son vendidas para comprar armas y lujo para los señores de la guerra.

 Ayer también vi la película El jardinero fiel dirigida por Fernando Meirelles -el director de La ciudad de Dios-. Está ambientada en Kenia donde se produce una intriga de connotaciones ominosas. Una compañía farmacéutica británica está probando entre los africanos más pobres un medicamento para curar la tuberculosis (que en caso del SIDA va frecuentemente asociada a él), de la que se espera una epidemia a nivel mundial. El medicamento tiene efectos secundarios y produce la muerte de muchos que lo toman. El resultado de las pruebas es ocultado por las ganancias multimillonarias que están en juego. Tessa Quayle, la mujer de un diplomático, militante comprometida con las causas de los más débiles, lo descubre por lo que será asesinada brutalmente…

 Hay algo que se dice en la película que me hizo pensar: occidente tiene muy mala conciencia respecto a África; por eso las acciones de las Naciones Unidas y la ayuda humanitaria como contrapeso de la explotación y el expolio a que son sometidos los africanos, o la intervención interesada en guerras, o el aprovechamiento de sus recursos minerales, o los experimentos farmacéuticos, o  la pandemia del SIDA de dimensiones gigantescas, o la venta de armas a todos los bandos… El sentimiento de culpa es inmenso pero no impide nuestros negocios de todo tipo. No sé si el fundamento de la película de Meirelles es sólido, pero sí muy creíble. ¿Cómo voy a explicar a Lucía el funcionamiento del mundo en que vive? Vio la imagen del gorila asesinado y se estremeció, pero esto sólo es la punta del iceberg que sobresale de África

Un endiablado problema. Cómo explicarles el mundo a los niños. 

viernes, 21 de noviembre de 2008

Proceso de Bolonia

El jueves pasado, 20 de noviembre, quién lo iba a decir, se celebraba el día mundial de la Filosofía. Por  casualidad estaba yo frente a la facultad de Filosofía de Barcelona que ofrecía un aspecto singular. Estaba paralizada por una huelga y toda llena de carteles y pancartas alusivas y contrarias al plan de Bolonia, había piquetes en las puertas de acceso compuestos por jóvenes con aire libertario y pañuelos palestinos. Entré y di una vuelta por el recinto empapelado que me trajo recuerdos de mis años de lucha en la universidad contra el franquismo y sus secuelas.

 Me llegué después a las ramblas donde vi aparcadas una docena de furgonetas de los mossos  d’esquadra, mientras varias decenas de policías antidisturbios se preparaban para impedir el paso a una manifestación de varios miles de estudiantes –con pancartas y banderas independentistas y anarquistas- que querían bajar por el famoso paseo barcelonés gritando contra el plan de Bolonia y la precarización que iba a suponer. ¡Lástima no tener una cámara de fotos porque la imagen de los mossos corriendo en escuadrón para cargar contra la manifestación era de premio Pulitzer!

 Bolonia. Proceso de Bolonia. ¿Qué significa esto? En secundaria vivimos tan alejados ya de la universidad que no estamos al corriente de los planes previstos para ella en los próximos años. Planes que levantan una oposición considerable –aunque no unánime- entre los estudiantes porque dicen que impide que un alumno pueda compatibilizar su asistencia obligatoria a clase con el trabajo, dado el horario laboral y la dedicación que exige de cuarenta horas semanales presenciales, trabajos en equipo y seminarios.

 Se aduce por parte de los sindicatos de estudiantes también que las licenciaturas actuales se reducirán a un título de Grado tipo Graduado de tres o cuatro años, tras el cual habrá de pasarse un examen, a pesar de estar aprobado, para cursar el Máster y posteriormente el Doctorado. Dichos postgrados –que habilitarán profesionalmente- serán seleccionados por las universidades, según criterios propios, y tendrán un coste económico de unos 1400-2000 euros que serán financiados a través de becas-prestamo a los estudiantes que habrán de devolver cuando estén trabajando, aunque hay quien sostiene que muchos de estos máster no estarán financiados. También se afirma que habrá universidades de primera y segunda categoría y que los títulos no valdrán igual según provengan de una universidad u otra. 

 La principal objeción, no obstante, es la introducción del mundo de la gestión privada en la  universidad que asumirá planteamientos  empresariales, financiación competitiva, cátedras-empresa, lo que supondrá una subordinación de la universidad a criterios de rentabilidad y eficacia alejados de la función supuestamente tradicional de la universidad de búsqueda del conocimiento. Esto implicará que en buena parte los planes de estudios serán elaborados por la empresa privada. 

 Los alumnos, asimismo, tendrán que realizar créditos fuera de la universidad (un 50%) como prácticas en empresas privadas sin remuneración. Algunos temen que este trabajo se convierta en una explotación  sin que esté clara la formación laboral que supondrá.

 Los estudios humanísticos tipo (filologías, historia, filosofía, arte…) quedan muy mal parados dado que no son precisamente competitivos y se reducen a su mínima expresión aunque hay que señalar que la demanda de algunas de estas carreras hoy es ya muy minoritaria. Las filologías por ejemplo quedarán convertidas poco más o menos en academias de idiomas. 

 Como aspectos positivos están que se unifican los criterios en cuanto a la obtención de títulos. Se crea el Espacio Europeo de Educación Superior (Declaración de Bolonia, 1999), un marco europeo –que se pretende implantar antes de 2010- que servirá de referencia para las reformas educativas que habrán de llevarse a cabo en los distintos países, y se procurará adaptar los estudios universitarios a las demandas sociales. Dicha declaración está firmada por todos los países de la Unión Europea y algún extracomunitario. 

 Habrá por tanto una homogeización de las titulaciones y los créditos universitarios (ECTS) que permitirá trabajar en cualquier país europeo a un titulado universitario. Los masters serán cada vez menos específicos y más generales y enfocados a la empresa privada.

 Como elementos nuevos está también la introducción definitiva de las TIC en los estudios universitarios, sin cuyas posibilidades será imposible la realización de los programas de formación; el aprendizaje colaborativo mediante trabajos en equipo; y la valoración de la actitud formando parte de la nota. 

 Sin duda, la universidad en crisis en una sociedad en transformación acelerada cambia su carácter y busca caminos de mayor pragmatismo y competividad  respecto al mundo real de la sociedad capitalista. ¿Es esto bueno? ¿No supondrá un nuevo elitismo en la selección de los estudiantes universitarios por la restricciones que implica? Los estudiantes en huelga sostenían que los hijos de los trabajadores así no podrían llegar a terminar los estudios (Máster), aunque había quien replicaba que esto es un planteamiento que los desprecia y que lo que se teme es una mayor exigencia académica y una  adecuación al mundo de la economía real y la racionalización. Había quien arguía que la llegada de la gestión empresarial a la universidad implicaría una mayor eficiencia y  realismo en la formación de los universitarios, así como mayor motivación y creatividad.  En otros países europeos y Estados Unidos hace años que la empresa está presente en la universidad. Otros replicaban que esto sería subordinar la universidad a la sociedad de consumo y a la productividad. Ya nada escaparían a ellas. Adiós a la literatura, a la poesía y a la metafísica, pues. Bienvenida sea la Economía. El proceso es imparable, pese a la lucha de los estudiantes que es en buena parte silenciada por la prensa. 

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Leer contra alguien

Iba en el coche a buscar a mis hijas cuando puse la radio y, para mi alegría, oí la voz inconfundible de Juan José Millás en una entrevista. Agucé el oído y la seguí con placer. Me encanta la imaginación de este escritor. Sus comentarios malévolos de los viernes en El País, esté o no de acuerdo con ellos, me motivan y me divierten, igual que sus reflexiones sobre fotografías, o sus novelas. No he leído El mundo, pero la tengo en la lista de espera.

 Pues bien, Juan José Millás habló de su infancia, de sus primeras lecturas, de lo que significaba la lectura para él. Sostenía que él empezó a leer, como se hacen las principales cosas en esta vida, contra alguien o contra algo. Tenía que esconderse debajo de las sábanas con una linterna para leer sus primeras novelas, porque no le dejaban leer. Se pregunta el autor de El desorden de tu nombre si la universalidad de opiniones en la actualidad que consideran estupenda la lectura para el desarrollo personal no trabajan contra ella como ámbito de rebeldía juvenil. Es cierto que políticos, ministros, profesores, periodistas, presentadores de televisión y todo el mundo sostiene que la lectura es maravillosa. Hasta el ministro del interior dice que es lector y recomienda la lectura –ironiza Millás-. Se lee contra alguien en la adolescencia, pero se lo hemos puesto difícil a los jóvenes por esa adhesión unánime  al acto de leer. Sin embargo, los videojuegos están puestos en el terreno de la sospecha, y es ahí donde ellos se refugian apasionadamente. Millás cree que si hubiera vivido su juventud ahora sería un fanático de los videojuegos, tal vez como auténticas obras narrativas del presente y del futuro. Pero todo el mundo, y en principio los profesores hablamos mal de los videojuegos como dañinos para la imaginación.

 Me ha hecho pensar Millás en mi infancia y en mi inicio de la lectura a los once años. En aquel tiempo en la escuela no había libros. Estudié el bachillerato sin leer un solo libro en el colegio. Mi afición a la lectura surgió en soledad sin que nadie me la recomendara o impusiera. No había campañas lectoras ni unanimidad sobre sus ventajas. Leí mis primeros libros en largas tardes en que no había nada que hacer, excepto salir a la calle. Cuando era niño yo a los cinco y seis años ya andábamos sueltos por la calle todo el día, sin control paterno. La calle era absorbente y maravillosa, también peligrosa. Había bandas de chicos que podían atacarte. Como era temeroso, empecé a refugiarme en los tebeos y en la imaginación. La televisión llegó después. La tecnología estaba en pañales y sólo nos quedaba jugar a las chapas. Los libros llegaron como revelación. Nos refugiamos en las palabras, en las aventuras, en el misterio. Mi padre siempre que me veía leyendo me miraba con mala cara. Decía que la literatura era anacrónica y me recomendaba la técnica. No le hice caso y estudié Filología y me apasioné por la literatura.

 Mis preguntas son y las lanzo aquí. ¿No son contraproducentes todas las campañas oficiales por difundir la lectura entre los jóvenes? ¿No le quitamos rebeldía y frescura al acto de leer? ¿Es cierto que se lee contra alguien o contra algo? ¿No hacemos de la lectura un acto oficial y burocrático? ¿Son dañinos los videojuegos o son las novelas del futuro como sostiene Millás?

lunes, 17 de noviembre de 2008

Joselu

Hace unos días me escribió un correo una amable lectora del blog y bloguera también sobre cuál era la identidad que me gustaba para dirigirme sus reflexiones. ¿Quería que me llamaran Joselu o cómo deseaba ser citado? La pregunta me hizo pensar porque ese sobrenombre que se ha adherido a mi piel, Joselu, está lleno de circunstancias extrañas. Implica enigmáticamente mi vida de bloguero y mi contacto con la blogosfera. Comenzó por azar hace tres años. No sabía cómo firmar y, sin pensarlo demasiado, sin saber a lo que me exponía, escribí lo primero que se me pasó por la cabeza: Joselu.

 Sospecho que Joselu encarna lo más estimulante que hay en mí como docente, recoge mi experiencia y mi deriva a lo largo de muchos años, y me proyecta en el presente y el futuro como un profesor con ilusiones, con expectativas, con ganas de innovar y de experimentar. Tira de mí extrañamente cuando mi yo biográfico flaquea o estoy por caer en estados sombríos, lo que me ha sucedido con alguna frecuencia. Joselu me dice: resiste, son sólo adolescentes que están buscando su lugar sobre la tierra, busca alternativas, propón ideas… Mi alter ego no se deja rendir fácilmente y no me consiente que yo lo haga. A veces es un pesado. Me tiene atrapado por su embrujo, y, con frecuencia me hace subir a la buhardilla, donde tengo el ordenador, para comunicarme con el mundo. ¿Qué mensajes hemos recibido? ¿Qué comentarios hay? Joselu tiene bastantes amigos. Yo reconozco que soy insociable, que me incomodan muchas veces los encuentros multitudinarios, las cenas de familia, las relaciones sociales. Joselu es un parrandero, le encanta charlar incansablemente, debatir, ser amable y escribir sin cesar de todo: posts, comentarios, respuestas, correos electrónicos. Si pudiera, estaría muchas noches en sesiones de jazz o escuchando música africana, fumando en una cava llena de humo. Pero yo no fumo, hace años que lo dejé. Joselu es un ser complejo, más que yo. Le acechan incertidumbres, pero tiene un algo que lo impulsa hacia delante. Le encanta releer a Cortázar, a Borges o a Roberto Bolaño, mientras que yo prefiero las autobiografías con  un cierto toque de melancolía. Joselu es aficionado al gimlet, ese cóctel que encantaba a Philip Marlowe en El largo adiós de Raymond Chandler hecho con ginebra, un poquito de lima y soda. Yo soy abstemio y sólo bebo cerveza sin alcohol.

 A Joselu le encanta tener amigos y seguir esa especie de autobiografía espiritual que son los blogs, que encarnan –según él- auténticas epopeyas personales de búsqueda interior. Cada blog que enlaza en su blogroll es una aventura apasionada, y cada bloguer lanza al mundo su modo de percibir las cosas y el mundo. Predominan los blogueros de izquierda, solidarios, amistosos, llenos de curiosidad, y que con sus palabras sencillas interpelan al mundo contando sus avatares personales o sus reflexiones. Abundan los amantes de la literatura y del cine, y el arte en general.

 A Joselu le atrae hablar del amor y de los sentimientos y es un ingenuo con vocación de cronopio mientras que yo soy escéptico y contengo mis emociones para que no me desborden; nada hay que me incomode tanto que sentir que me recorren escalofríos o ganas de llorar cuando veo una película como La pesadilla de Darwin. Joselu no, él llora si hace falta y no le molesta sentirse recorrido por un malestar interior cuando cree que algo es absurdo o injusto. Si por él fuera iría a un montón de manifestaciones y haría huelga contra la nueva Ley de Educación en Cataluña. Yo le pido prudencia y seny, pero él es un exaltado con gotas de anarquismo en sus venas y es algo jacobino. Le atrae el erotismo, bailar el tango, le encanta Inmar Bergman y las castañas asadas. Votó por Barack Obama en las últimas elecciones a pesar de que algunos le advirtieron que todo seguiría igual y que no cabía ningún cambio sustancial.

A Joselu le atrae ser escritor, pero yo le digo que no tiene nada importante que decir, que todo está dicho ya y de maneras mejores que lo que él sabe hacer, pero él, erre que erre, insiste y prosigue en su entusiasmo grafómano. Le gusta escribir sobre temas docentes pero también sobre otras cosas que no tienen nada que ver con las aulas. A veces me lo encuentro haciendo yoga o tai chi y me dice que Freud está superado, pero no descarta hacerse un psicoanálisis algún día o practicar zazen. O viajar al desierto, a pesar de que soy un sedentario contumaz y no me gusta ni moverme para ir a la playa en los veranos.

 A veces me incita a escribir posts tan insólitos como éste, y no es que me ponga la pistola en el pecho; es algo que tiene este muchacho de adolescente inmaduro que consigue, gracias a su insistencia, convencerme porque yo no tengo muchas cosas que decir. Joselu es un artista mientras que yo soy un gris funcionario, como el narrador de Bartleby el escribiente. Me quedo boquiabierto con sus salidas y con sus desplantes y sobre todo me irrita su identificación con el joven Alfred Jarry de Ubu rey. Es insoportable y realmente irritante. Pero es el que manda. De momento…

 Crédito de la imagen http://www.flickr.com/photos/jonowales/95283121/in/set-72057594059309323/

viernes, 14 de noviembre de 2008

El sustituto


Hace unas semanas el Canal 33 de la Televisión catalana emitió un interesante reportaje sobre la experiencia de un profesor sustituto, Max, en el instituto Hallomberg en el área metropolitana de Estocolmo. El profesor, joven e inexperto, se enfrenta a sus clases con alumnos, muchos inmigrantes, en medio de un desbarajuste completo. No consigue que se callen, ni que dejen de levantarse. Hay elementos distorsionantes en el aula, pero el desorden es generalizado. Así en todos los cursos. Sorprende este panorama en un país tan avanzado como Suecia. Las clases son amplias y en los cursos no hay más de veinte alumnos. Max no sabe qué hacer. Se encuentra perdido y se cuestiona su capacidad. Su autoridad es casi nula y su voz es impotente ante la situación del aula. Las amenazas de expulsión no surten efecto.

 Decide acudir a pedir consejo. Recuerda a su antiguo profesor Folke Silvén, todavía activo con setenta y tres años en un instituto en Tuna, en el sur de Suecia. Lo llama por teléfono y le solicita ayuda. Lo recuerda como un gran profesor. Folke acude a su llamada y por unos días impartirá clases como sustituto en el instituto de Max. Cuando el profesor Folke llega a clase encuentra a la mitad de los alumnos con gorra, con los pies en la mesa, comiendo chicles, unos levantados y otros tumbados. Sin apenas alzar la voz y sin estridencia les pide que se levanten todos. La clase comenzará con todos puestos en pie, como señal de respeto y cortesía. Además han de saber que los chicles y las gorras han de ir fuera. El profesor veterano tiene un extraordinario dominio de la situación y su autoridad hará que los alumnos se vayan moderando y callando para dar la clase. Él no se propone gritar. Cuando tiene algo que decir los mira a los ojos. Se hace el silencio. En cambio, en la clase de Max reina nuevamente el desorden ante una disección de unos pulmones que ha traído para la asignatura de experimentales. Incluso algún alumno se levanta descaradamente para hacer una foto con el móvil en primer plano a los pulmones.

 En la sala de profesores los dos compañeros hablan de la situación y  de las frecuentes bajas que hay en el centro por motivos de estrés. Lo normal es que haya numerosos sustitutos en el instituto. Y la dirección no ayuda mucho. Conversan también sobre los alumnos: “Tienen muchas cosas dentro estos chicos” –dice Folke. En efecto entre ellos hay varios que corren el peligro de ser deportados al no haberse legalizado su estancia en Suecia. Provienen de situaciones dramáticas y tienen mucho que contar.

 Sin embargo, no siempre le salen las cosas bien a Folke. Hay clases en que tiene que gritar y pegar con la regla encima de la mesa para hacerles callar, aunque luego siguen levantándose y hablando. Sale del aula enfadado consigo mismo diciéndose que no ha sido una buena clase y que no sabe cómo hacerles reaccionar. “Nunca había dado una clase así” –se confiesa-. La situación es realmente problemática. La indisciplina en algunos cursos es enorme.

 Los profesores se reúnen y exponen sus puntos de vista. Es general la situación. Algún profesor sugiere que se necesitan técnicas  y métodos nuevos. Max, entretanto,  llama por teléfono a los alumnos que crean más problemas o los que son absentistas, incluso va a su casa a visitar a sus familias. La mayoría son inmigrantes y tienen problemas o pertenecen a entornos desestructurados. Sin embargo, no se desanima y poco a poco se va acercando a ellos. En la medida que avanza el documental vemos cómo el factor personal se hace más patente. Conocemos su situación a través de las conversaciones con los alumnos. Incluso organiza una salida al campo de un par de días o tres y establece una intensa relación con los muchachos. Habla con ellos y poco a poco se los va ganando y estos terminan por respetarle. Se nota posteriormente en las clases en las que su autoridad ha ganado muchos puntos. Se lo ve progresivamente seguro en su papel y ha aprendido mucho charlando con su antiguo profesor y otros compañeros, pero sobre todo del arte de conducir a adolescentes inquietos y de comunicarse con ellos.

 Cuando acaba el documental, Folke vuelve a su instituto de Tuna en el que sigue haciendo levantar a sus alumnos al empezar la clase, y Max pierde su plaza por una reducción en los presupuestos.

 Dos estilos diferentes, el del profesor veterano que cumple setenta y cuatro años en el ejercicio de la profesión a la que ama por encima de cualquier duda, y el de Max que se inicia en este arte tan difícil de la enseñanza y como sustituto.

 Este es un pequeño homenaje a esos profesores sustitutos jóvenes que llegan a los centros educativos y durante unos meses van aprendiendo a lidiar con la realidad, pero poco a poco saben ir ganándose a sus alumnos hablándoles en un lenguaje que estos saben entender e imponiendo, en ese necesario tira y afloja, la autoridad absolutamente necesaria para la transmisión de conocimientos. Sin duda, cuando marchen dejarán un pedacito de su corazón entre los alumnos y sus compañeros. 

martes, 11 de noviembre de 2008

El niño que leía a Dostoievski


Hace ya unos cuantos años y unas cuantas nevadas, yo era profesor en Berga, una pequeña ciudad al norte de la provincia de Barcelona, al pie de las montañas del Prepirineo. Allí pasé tres años de los más felices en cuanto a mi experiencia docente. Los muchachos eran receptivos y con ganas de hacer algo diferente con la literatura, la asignatura que entonces existía y de la que era profesor a tiempo completo.

 Di clase en segundo de BUP, en tercero y en COU. Esta referencia viene a colación a una imagen, entre otras, que se me quedó impresa en mis gozosas clases en un curso de segundo. Había un muchacho, Daniel, menudo físicamente, con el cabello muy negro y algo largo, y con unos ojos oscuros extraordinariamente vivos. Daniel tenía unas circunstancias personales que lo hacían especial. Sus padres estaban separados, pero él no vivía con ninguno de ellos. Él a sus quince años lo hacía en una residencia, donde estaba como interno, y sólo salía para ir a clase. ¿Qué tenía de especial aquel muchacho serio y concentrado, ensimismado y poco charlatán, con un aire solitario y una velada tristeza que lo aureolaba? Pues que leía apasionadamente a Dostoievski. Le vi varios libros del autor ruso a lo largo del año. Los tenía en aquella antigua colección Bruguera que me trae tan gratos recuerdos. Leyó libros sorprendentes para su edad. Yo intentaba interesarme por lo que leían mis alumnos en aquellas horas de lectura libre que les dejaba para que leyeran sus libros preferidos. A lo largo del curso observé que leía Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov, El idiota, Los demonios y quizá Memorias de la casa muerta. Leía  con una concentración intensa. Se pasaba la hora de lectura totalmente inmerso en la novela, como si el tiempo estuviera detenido y salía lentamente cuando sonaba el timbre o el profesor interrumpía la actividad para decir algo sobre algún trabajo pendiente.

 Años después leí Mi hermano el idiota del español Michel del Castillo. Me lo recomendó mi amigo Juan Poz. El protagonista, abandonado por su madre y huérfano de padre, vivió los terribles años de la posguerra exiliado en Francia, deportado en la Alemania nazi y recaló en su adolescencia en aquellos oscuros y tristes internados de la España del franquismo, además con el agravante que era hijo de republicano. Allí un profesor frustrado y alcohólico, que se encariñó con él, empezó  a facilitarle libros de Dostoievski, con los que el muchacho se sintió profundamente identificado en esos años dolorosos y de extrema soledad.

 A veces me pregunto por qué leemos, y me viene la imagen de aquel muchacho solitario, Daniel, que leía, igual que Michel del Castillo, para escaparse de la soledad, para huir de unas condiciones opresivas y amargas.

 Al año siguiente, Daniel ya no estaba en el instituto. Me quedé con las ganas de hablar con él, pero no quise forzar aquel cerco de silencio que había en torno de él.

 Por aquel tiempo, Michel del Castillo respondía a una extrevista de Feliciano Hidalgo (1981) sobre el papel de la cultura. Decía así el autor nacionalizado francés:

 “Ante la fragilidad del mundo en el que vivimos y ante la fragilidad igualmente de la cultura, cuando se es un hombre angustiado, como lo soy yo, una de dos: o decide uno suicidarse, o hay que creer en la perennidad de la inteligencia, del humanismo, del amor, de la cultura en suma”.

 No sé por qué  cuando pensaba en el tema del siguiente post, me vino a la memoria la historia incompleta de aquel muchacho que leía a Dostoievski a sus quince años. Algún día me gustaría recuperar a modo de libro de memorias docentes la semblanza de aquellos muchachos o muchachas que se me han quedado impresos profundamente y de los que aún muchos años después sigo viéndolos sentados en la clase como en una foto detenida.

 Querría que en ellos jugara un papel fundamental el humanismo, la inteligencia y el amor a la cultura. Y a ser posible que sigan leyendo a Dostoievski. O que sean apasionados del surrealismo, o se hayan orientado, como alguno de ellos hacia el veganismo. El caso es trascender este círculo de banalidad que impregna nuestra época.  

jueves, 6 de noviembre de 2008

Dante, poeta terrenal.

Sospeché de él inmediatamente. Era inequívoco su aire profesoral. Llevaba un gorro de punto azul y una chaqueta de pana negra. Se pidió un tallat y se puso a hojear un libro cuyo título me costó descubrir pero al fin lo atisbé: Dante, poeta del mundo terrenal de Erich Auerbach. Yo intentaba leer otro titulado Al oeste de Roma (Mi perro Idiota) de John Fante. Los dos íbamos al mismo sitio y hacíamos tiempo en aquel café antes de la reunión. Mi colega era también profesor de Literatura y venía a la reunión de Coordinación de las PAU de la asignatura Literatura Española de Modalidad.

La convocatoria era en el instituto Jaume Balmes de Barcelona a las cinco de la tarde. Era miércoles y en la entrada nos agolpábamos una veintena de profesores esperando que alguien nos dijera dónde era la reunión. Un grupo charlaba animadamente sobre los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad. En la columna que había junto a nosotros había varios carteles de la asociación de padres y madres e información variada del instituto. De pronto una profesora se destacó del conjunto y nos llamó para acompañarla a la sala de actos. Se llamaba Teresa Barjau, como pudimos saber después, y era la subcoordinadora de las PAU. Seríamos unos cincuenta en total. Nos sentamos en las sillas frente al escenario. No había micrófono y Teresa, la subcordinadora, se dirigió a nosotros alzando la voz para decirnos que las PAU de este año mantendrían el mismo tipo de examen del año pasado, pero que no podría decirnos nada del cambio previsto con la entrada de la LOE. No se sabía nada sobre el examen del nuevo currículo.

Enseguida se encendieron las protestas. Varios profesores argumentaron certeramente sobre la necesidad de tener ya pautas para preparar la asignatura cara al curso que viene. Después de diversas consideraciones sobre el examen, otros hablaron de la pérdida de la asignatura de Literatura Española en varios centros por la organización del nuevo currículo. La subcordinadora habló de la irreparable pérdida de peso como asignatura de las literaturas (tanto catalana como española). Es un proceso imparable. A los alumnos no les atrae nada enfrentarse a textos complejos y de otras épocas y tienen menos nivel. Cada vez hay menos estudiantes que elijan literatura frente a otras opciones más prácticas. La tendencia es a que desaparezca como asignatura. En las lenguas también se ha perdido una hora semanal. Ahora en Cataluña sólo hay dos horas a la semana para lengua y literatura en Bachillerato. La introducción de nuevas asignaturas como sociología y psicología y los nuevos enfoques desde el punto de vista de la psicopedagogía han adelgazado la presencia de la lengua y la literatura. La literatura y también la lengua han perdido prestigio social frente a asignaturas como el inglés, las matemáticas o la tecnología. Según la subcordinadora era un proceso a nivel europeo, no sólo español. Aquí resulta difícil argumentar su necesidad ante razonamientos que hacen hincapié en las horas que ya ha habido en la ESO y lo poco que se ha conseguido en nuestros alumnos que se expresan cada vez peor.

Alguien sugirió la necesidad de coordinarnos, de redactar manifiestos y enviar cartas a la prensa. Otros sectores como las clásicas o la filosofía se habían movilizado con mayor convicción que nosotros. Se sugirieron otras reuniones. No debía perderse la literatura en una seria formación humanística. ¿De qué tipo de ciudadanos estaríamos hablando si se arrinconaba la formación literaria? ¿No serían cada vez más superficiales y expuestos a lo peor de la sociedad de consumo?

Todas estas opiniones se pusieron de manifiesto, pero nos veíamos invadidos por un claro fatalismo. Exponíamos estas razones pero nos temíamos que ya éramos una cofradía romántica en vías de extinción, la de los profesores vocacionales de literatura. Nos mirábamos entretanto perplejos.

No había mucho más que decir. Habíamos hablado sin micrófono pero nos habíamos oído. Éramos una minoría sin mucho futuro. La subcordinadora nos dio su email y la reuníón se cerró con el compromiso por su parte de tenernos informados. Salimos rápidamente en grupos. Bajé por Pau Claris hacia la plaza Urquinaona. A mi lado caminaba el profesor de mediana edad que leía el libro sobre Dante. Le saludé y me respondió cordialmente. Era profesor en Martorell y se llamaba Antonio. Tenía un gran sentido del humor y nos reímos con ganas del desastre que había constituido la reunión. Yo le hablé de Idiota, el perro que protagoniza Al oeste de Roma de John Fante. Sólo se siente atraído por perros o seres humanos de su mismo sexo. Se abalanza sobre ellos y les lame mientras su miembro se pone tieso. Es tronchante. Decidimos irnos juntos a tomar algo. En la plaza de Urquinaona había una manifestación multitudinaria de los afectados por el expediente de regulación de empleo de Nissam. Mil setecientos despedidos que se manifestaban junto a los de otras empresas como Frigo y miles de trabajadores más. Miramos pasar la manifestación dándonos cuenta de lo fastidiado que estaba todo. Y no ha hecho sino empezar. La crisis se va a agudizar -nos dijimos-.

Entramos en un bar de Sant Pere més Baix y nos pedimos una botella de Rioja. Antonio tenía una curiosa concepción del mundo y la literatura. Hablamos de nuestros autores preferidos. Ambos habíamos leído a Dante, y nos sentíamos atraídos por la literatura rusa, en especial Dostoievski, Tolstoi, Goncharov, Chejov... Brindamos y bebimos hasta que terminamos achispados y contentos hablando de nuestro mutuo amor por Galdós. Éramos incorregibles enamorados de la literatura, sin mucho futuro pero hoy estábamos eufóricos. Mañana sería otro día. Los de Nissam están peor. 

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