Hace unos días escribía algunas notas críticas con el arte contemporáneo. La mayoría de los comentarios mostraban su incomprensión acerca de obras catalogadas bajo esta etiqueta. Banalidad, agotamiento de formas, cansancio, idioteces, bostezo, provocación, mercado del arte, reivindicación de la emoción, falta de comprensión, indiferencia, vacío conceptual, avaricia comercial... eran algunas de las reflexiones que suscitaban este tipo de obras.
Hoy, sin embargo, quiero iniciar un recorrido fascinante a través de algunos artistas africanos que pintan en la actualidad. Desde muchos de estos artistas se rechaza el concepto occidental de “contemporaneidad”, que pretende universalizar un proceso creativo. No existe universalidad de lo contemporáneo. Esta es una categoría caduca. África crea desde otros parámetros, Occidente vive cegado por la sagrada alucinación que domina por doquier su arte, encerrado en el narcisismo.
Para los africanos el hombre de sus creaciones está ligado a los otros y a las fuerzas invisibles. No existen los hombres en soledad en la cultura africana. El ser humano está íntimamente relacionado en todas las etapas de la vida a los otros. Históricamente se ha venido juzgando el arte tradicional africano con el arte de los niños, de los locos o de los hombres prehistóricos. De ahí la fascinación que ha suscitado en occidente y la influencia que ejerció sobre las vanguardias (cubismo, surrealismo). Era un arte ligado a lo sagrado que fue considerado como “inocente”, “espontáneo” y fue rápidamente llevado a países occidentales para preservarlo que lo tomaron como recuerdos o testimonios de creencias primitivas. La voracidad o la condescendencia se apoderó de lo africano y se creó la etiqueta de “arte negro”, que no deja de ser una creación occidental.
Por eso no quiero teorizar más, sólo quiero dejar constancia del proceso creativo de algunos artistas africanos cuyo arte no está alejado de la emoción, ni es fruto del cansancio cultural, ni se basa en el relativismo de la experiencia artística. En algunos casos es arte social como crítica de la sociedad y la política como el de
Shula -Jean Bosco Monsengo- (Zaire, 1959); otras veces tiende a la abstracción como
Esther Mahlangu (Sudáfrica, 1935); pintura naïf como la de
Moke (República Democrática del Congo, 1950); las esculturas de
Agbagli Cossi ligadas a lo sagrado; el cubismo colorista de
Florence Béal-Nenakwé (camerunesa); las espléndidas acuarelas de
Mireille Dubois Vanhove (Congo) llenas de sentimiento y que hablan de la esperanza; las figuras de animales o guerreros masai de
Tinga Tinga (Tanzania);
Alex Mbugua (Kenia, 1958) y sus óleos multicolores de figuras difuminadas que me maravillan; el pintor enigmático
Gico (Hosea Muchugo) y sus figuras humanas plenas de emoción; las figuras emotivas de rostros redondos de
David Jaa Munyua; Andrew Kamondia (Kenya, 1956) y sus figuras ligadas a fuerzas telúricas; las escenas de la cotidianidad de
Martin Kamuyu (Kenya, 1972);
Masila (Kenia) y sus cuadros llenos de fuerza en los que aparecen el mundo de los antepasados y las fuerzas invisibles; el también misterioso
Peter Mbugua y sus composiciones de cuerpos humanos, colorido y emoción. Una de sus composiciones ilustra el blog;
Jared Kihiu Njuguna (Kenya, 1977) y sus cuadros de naturalezas muertas o seres humanos ataviados tradicionalmente; la inocencia y el humor de los cuadros de
Njogu (Kenya); la alegría de vivir en los cuadros de
Njuguna en composiciones corales; el estudio
Banana Hill Artists en Kenya;
Joseph Juma (Kenya, 1958) y sus aglomeraciones humanas....
Podríamos seguir durante mucho más tiempo. Esto sólo ha sido una selección apresurada de algunos artistas con claves de creación heterogénea pero que rechazan la idea de exotismo y de lo etnológico, así como la arrogancia cultural occidental. El problema es que la totalidad de estos artistas dependen de las colecciones occidentales. La noción de arte no es africana. En África nadie compra arte puesto que es considerado como algo inútil. Éste ha perdido sus antiguos poderes mágicos. Así, pues, este arte se reserva para los extranjeros que son quienes lo compran. En África no hay museos. Todo el arte africano marcha de África (clima, termitas). Las galerías europeas se han centrado en la búsqueda de artistas populares, aquellos que no han tenido educación formal y que son autodidactas.
La mentalidad africana vive ligada a la comunidad, al sentido del humor y a la vinculación con el país de sus antepasados. Una lección para nuestros museos de arte contemporáneo. También cabría hablar del supuesto retraso de África respecto a los dictámenes del ya caduco Fondo Monetario Internacional. África puede exportar humanismo, sentido pleno de la existencia, optimismo (sin acidez ni amargura), concepto del grupo como cohesión e integración de la diversidad, armonía. y mucho arte plástico y musical.
No dejéis de clicar en los cuadros enlazados que pueden ser vistos en mayores dimensiones.